viernes, 22 de noviembre de 2013

EL "SENDICATO".

Tengo un amigo que es muy bruto aunque mejor persona. La vida no le ha sido fácil y ni por educación, por familia y por circunstancias ha podido ampliar más conocimientos que los que la propia vida le ha proporcionado. Un día me lo encontré por la calle y le comenté: ¡Qué alegría de verte! ¿Qué haces por aquí? 

Él me contestó con su franqueza de siempre: “Me he escapado del trabajo porque tengo que ir al “sendicato” que quiero preguntar una cosa”. 

Para él el “sendicato” era el referente de cómo debían hacerse las cosas porque este actuaba siempre a favor del trabajador. Me imagino que ahora habrá cambiado de opinión. 

El “sendicato” ha pasado de organizaciones que tenían como principal función la defensa a ultranza de los derechos de los trabajadores, estuvieran o no afiliados, para convertirse en monstruosas maquinarias anquilosadas en un pasado con  presente y sin ningún futuro. 

Porque vamos a ver, ¿Cuándo se ha visto que los máximos responsables de los “sendicatos” viajen business, tengan chofer, coches de alta gama o  tratamiento de alta personalidad del Estado? ¿De cuando se ha visto que los altos dirigentes de los principales “sendicatos” vistan con las principales marcas de lujo, luzcan suntuosos relojes o viajen a los más caro lugares? ¿Cuando, estos defensores del humilde trabajador, han atesorado un patrimonio que ya lo quisieran muchos de los que a diario no tienen para pagar la hipoteca o son, directamente, desahuciados? ¡Qué gran mentira se ha convertido esto de los “sendicatos”! 

Decía mi buen amigo que él había intentando siempre hacer un curso, pero que nunca lo había conseguido porque la temática ofrecida no era de su interés profesional. No me extraña cuando lo ofertado es tan variopinto, que roza la ridiculez, como lo que sigue: Cursos de formación de risoterapia, paquetería creativa o arte floral, todos ellos de gran interés y de gran utilidad para los correspondientes afiliados en general. 

Por esos cursos de “formación” cobraban suculentas cantidades del erario público, que somos todos nosotros, que iban a la “buchaca” del “sendicato”. 

Ante el aluvión de críticas por tan esperpéntica gestión agitan la calle para tapar todos sus escándalos así como los presuntos delitos de falsedad en documento mercantil, estafa, malversación de caudales públicos, apropiación indebida y delito contra la Hacienda Pública que en esto días está causando más de un dolor de cabeza “compañer@” Méndez. 

Dicen muchos que si uno quiere vivir bien debe meterse en política. Apoyo esta propuesta aunque la ampliaría de esta manera: ¡Si quieres vivir bien metete en un “sendicato” y escala puestos hasta llegar a estar liberado! 

Los liberados son una categoría profesional excelsa porque en las horas que se dedican a sus respectivos “sendicatos”, salvo honrosas excepciones, llevan a los niños al colegio, están en los bares, su actividad presencial en la empresa es nula, por no decir efímera, y siempre están de buen humor. Solo cambian de carácter cuando se acerca la negociación del Convenio Colectivo correspondiente que se ponen el traje de trabajador y están todos los días con ese latiguillo “falsuno” de compañer@s. ¡Qué ridículos son! 

Ahora que lo pienso detenidamente, ¡Qué bien le hubiera venido a un conocido mío el curso de paquetería creativa! Todavía me acuerdo cuando le encargaron hacer un paquete en su empresa pues había que enviar documentación urgente a otra localidad. Tardó más de cinco horas en hacerlo y a cada paso le pedía opinión a su jefe el cual hasta acabó hasta la coronilla del paquete y del trabajador que tenía a su “cargo”. ¡Si hubiera hecho este curso seguro que no hubiera pasado! 

Pero esto es España que es el único país que pueden suceder estas cosas porque nunca pasa nada. Cantaban “Los dedócratas”, histórico coro del Carnaval de Cádiz un estribillo que más de cuarenta años después sigue en pleno vigor: 

¡Aquí no pasa ná, esto es un cachondeo!”. 

Jesús Rodríguez Arias

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