jueves, 30 de noviembre de 2017

DON LUCAS.




Venía de una larga saga donde todos los hijos varones primogénitos se llamaban Lucas. Todos los que así se bautizaban parecían predestinado para seguir con esta vocación que ha pasado de generación en generación en su propia familia.

Su despacho era antiguo y en su biblioteca se apilaban los libros hasta no poder caber más. Su mujer Teresa decía que era imposible limpiarlo con holgura pues cuando no estaba él estudiando aquél tema que lo traía tan preocupado estaba siempre con alguien departiendo.

Lucas siempre ha sido un buen hombre, generoso y todos sabían en la comarca que él no se haría nunca rico pues casi no cobraba un céntimo por ejercer su labor.

Lucas era de esa estirpe de hombres que prefieren servir a ser servidos, prefieren llevar la condecoración del cariño de todos que sentarse en augustos sillones de afamadas academias. Él pudiéndolo tener todo nunca ha tenido nada de nada al igual que su padre, abuelo, bisabuelo…

Eso sí su nombre, sus apellidos, su casa, era garantía para tantos que llegaban desahuciados en todos sentidos. Era el último recurso, ese atisbo que se abre a la misma Esperanza.

Lucas ya lucía demasiadas canas aunque mantenía esa hidalguía que tienen los caballeros de toda la vida. Su chaqueta, su corbata, su camisa bien planchada, su pantalón y zapatos relucientes adornaban ese caminar pausado, de los que se toman la vida según viene y disfrutan de cada instante. Él sabe bien lo que es la enfermedad, el dolor, el padecimiento, la preocupación…

Se le puede ver cada día, tarde e incluso noche en su destartalado y viejo coche de arriba para abajo por el pueblo, por los caminos perdidos donde habitan tantos e incluso visitando de vez en cuando ese monasterio donde se encuentra Madre Encarnación que ya va para el siglo y se le nota.

Se le puede ver en la puerta de su casa, con su bata blanca de pureza y pulcritud, su fonendo al cuello, sus gafas y esa sonrisa que le es tan característica.

Buenas tardes, Eugenio. ¿Otra vez por aquí?

Y es que Lucas es el médico del pueblo…

Médico de los de generación en generación, de los de vocación auténtica, de los que le gusta servir siempre pues todos tienen derecho por lo menos a ser atendidos porque la salud no debería entender de dineros, de clases, de comodidades…

Su padre le dejó su casa, ese noble despacho, una inmensa biblioteca, el cariño y el respeto de todo el pueblo y una cuenta corriente con número rojos pues como bien decía ser médico en un pueblo es incompatible con tener dinero.

¿Porque como le vas a cobrar a Salustiana que quedó viuda hace 25 años? ¿No tiene derecho el niño de Miguel a que le curen ese mal resfriado? ¿O es que Don Ambrosio, que se muere poco a poco, no se merece al menos que le mitiguen los dolores?

¿Qué no pueden pagarte? ¡Ya lo cobrarás en el Cielo!

El código deontológico de su Familia siempre ha sido: Servir, Curar y Amar.

- Pero padre con eso no se vive…

- ¿Qué no se vive? En los años que llevo como médico nunca me ha faltado un plato de comida pues dinero no tienen pero se quitan de comer para que tu lo hagas.

Lucas fue a la facultad y salió médico a la primera con inmejorables notas. Una prestigiosa clínica internacional le estuvo tanteando pero tenía que marchar a Estados Unidos donde seguro que ahora sería una eminencia y estaría cotizado al mil por cien.

Hasta la hija de uno de los socios inversores quería salir con él pues lo veía como la continuidad al proyecto empresarial en el que se había educado. La verdad es que Lucas en esos años perdió la noción del tiempo y de sus raíces y fueron muy pocas la veces las que se acercó a la casa familiar y al pueblo que por aquél entonces le parecía decrépito.

Su madre Remedios le decía a su padre: “Este niño lo hemos perdido”. “Seguro que es el fin de esta consulta, pero esto dicen es el progreso”. Lucas, padre, la miraba con ojos llenos de bondad y le decía que él tenía confianza en su hijo, que seguro que vuelve, que por mucho oro que le puedan dar este no puede pagar la verdadera riqueza que es el cariño aunque cuando se metía en su viejo despacho acariciaba esa imagen policromada de San Lucas mientras le decía que se hiciera la voluntad de Dios pero que él también estaba perdiendo la Esperanza.

Al final decidió irse a las Américas y se instaló allí como un afamado y reconocido doctor cobrando tanto que parecía más un magnate que un galeno.

Un día recibió una llamada, a cobro revertido, era su madre que le decía que su padre había cogido unas fiebres malas y se estaba muriendo, que volviera, que lo quería ver, abrazar…

Pero Lucas no dependía de él sino de esa maldita agenda, esa secretaria, esa clínica, esa “novia”…

Intentó anular todo para ir con su padre pero tardó más que lo deseable. Aparte estaba el viaje…

Cuando llegó a su casa no había nadie en la consulta y paquita, la sexagenaria enfermera, lo miró con inmensa tristeza. Subió y se encontró con su madre con los ojos hinchados a base de llorar, se encontró la casa tan vacía que no la reconoció, se encontró que la muerte había visitado aquella cercenando de ese abrazo, de esas últimas palabras, que su padre quería darle.

¿La muerte? ¡No, él!

Y asumió con inmensa tristeza que había cambiado su vida por una que ni le hacía feliz y menos libre.

Pensó que había derrochado el mayor patrimonio de su familia: El ser médico de pueblo. Pensaba que nadie lo miraría, que no le perdonaría que hubiera fallado así a su padre porque él tampoco se lo perdonaba…

Y paseó por la ladera del viejo puente mientras el río arrastraba con fuerza todo su caudal después de las últimas lluvias. Lloró amargamente pues había abandonado su vida por el vil metal, la fama, el prestigio y el solitario éxito.

Paseo su tristeza y su desconsuelo pero se encontró a unos vecinos que lo querían desde siempre, que no podían olvidar lo que su familia, su padre había hecho con cada uno de ellos y hasta Don Ambrosio se había levantado de la silla para abrazarlo y testimoniar su pesar por la muerte de su padre tan querido y tan bueno.

Decidió romper con ese presente que no le gustaba para quedarse en su pueblo, en su casa, en ese viejo y noble despacho con la mejor biblioteca que había conocido. Decidió ser médico del pueblo, el octavo de su generación.

Se casó con Teresa, se conocían y amaban de toda la vida, tuvo tres hijos y el primero se llama Lucas que está terminando la carrera de medicina y ya le ha dicho que él cogerá el testigo, que como aquí en ningún lado.

Su hijo Rafael, el segundo, está estudiando para farmacéutico y ya le ha dicho Hilario que se venga para ayudarlo a la Botica y María, la pequeña, que ya es una mujer tan bella como lo fue su madre a su edad acaba de comprometerse con el hijo de Luciano que como él es Guardia Civil…

Y es que Lucas es médico de pueblo, el que recibe a todos por su nombre, el que camina con esa elegancia natural que Dios le ha dado, el que cuando pasa por la puerta de la vieja ermita se persigna, el que morirá pobre en dineros pero rico, inmensamente rico, en Amor…

Jesús Rodríguez Arias 





jueves, 23 de noviembre de 2017

¿QUIÉN HA DICHO QUE LOS ÁNGELES DE LA GUARDA NO EXISTEN?




¿Quién dice que un niño no escucha cuando está dentro del vientre de su madre? ¡Claro que lo hace! Y él lo sabía muy bien.

Sabía que tenía dos hermanitos más y que eran traviesos hasta decir basta. Su abuela Angustias, a la que reconocía porque la hablaba entre susurros, le decía que ojalá Pascualín fuese más bueno porque si no estábamos aviados.

Sabía que abuelita estaba sola porque abuelo José murió una noche de fiebres malas, de eso hace muchos años ya, y que le hubiera encantado conocerte pequeñito mío.

Sabía que mi madre Salud se emocionaba mucho con estas cosas porque lo sentía, en su respiración, en todo. Cuando se está en el vientre vives la vida de otro modo, en un submundo que nadie ha logrado nunca llegar a adivinar.

Sabía que mi padre se dedicaba al campo y que estaba fuera de sol a sol y que cuando llegaba intentaba jugar algo con mis hermanos, estar con su mujer y tocarme por medio de la barriguita de mamá.

Sabía que mi padre no era creyente pues cuando abuelita o mamá le hablaban de echarme las aguas cambiaba de tema y decía que eso si que no. Notaba la preocupación de mi mamá y abuelita porque ella querían inculcar el camino de la Fe en Cristo a su pequeño Pascualín. Fe que ha hecho a esta familia encarar la vida de otra forma y de comprender mejor lo que significaba algo que llamaban Amor que no sabía lo que era pero tenía que ser algo muy grande.

Abuelita me decía que no me preocupara que al final papá es el primero que va a rezar al crucificado que preside la vieja y destartalada Iglesia y que ella misma lo ha visto llorar como tan solo hacen los hombres recios y fuertes. Que decía no creía porque su padre quemó dos conventos que es cosa que su papá nunca entendió que para defender sus ideas hubiera que asesinar las contrarias. ¡Así nos ha ido a España, maldita sea!

Mamá se le notaba muy cansada, casi no se levantaba de la cama o de la silla, ya no se escuchaba trastear en la cocina o echar esas horillas en casa de Doña Socorro que es la viuda del antiguo farmacéutico que ya dicen roza los 90.

Es que hija ya te quedan apenas tres semanas para que Pascualín vea la luz y conozca este mundo que hemos hecho para él.

Yo me decía: ¿Será mejor o peor que este? ¡No podía saberlo pero me gustaba imaginarlo!

Mis hermanos Gregorio y Dionisio se acercaban a mí cuando mamá dormía y me decían que seguro que era pecoso como la prima Brígida, que cuando saliera tendría que saber que ellos eran los que mandaban, que no me acostumbrara a los besito y mimos pues ellos le mostrarían la verdad de la vida y después de esta serie de advertencias me decían cada uno con voz muy débil: ¡Te queremos mucho hermanito!

Ese día noté a mamá muy nerviosa y más cansada que de costumbre…

Escuché a abuelita decir que ya la niña ha roto aguas y que estaban esperando a Tecla, la matrona pero que creía que el niño no venía bien, que necesitaban llevarla a la Casa de Socorro. Mi padre más nervioso que mi madre y que mi abuela llamó a Práxedes que según comentó era el único que podía ayudarlo pues tenía un coche con sirena y todo.

Escuché llegar el coche, voces, coger a mi madre entre algunos y llevarla despacito hacia ese lugar que decía era un auto y que nos llevaría a la Casa de Socorro donde estaba Don Julián el médico que era una verdadera eminencia y más en estos casos pues no era ni el primer niño ni la primera madre que salvaba de un mal parto.

Práxedes conducía con sirena puesta y junto a él, por lo que decían, estaba Rafa, que era su compañero de trabajo, y que había tenido según abuelita 11 niños ya y algunos incluso los trajo él al mundo. No sé si era médico o trabajaba en el campo como papá pero lo único que podía saber es que iba al lado de Práxedes que debía conducir muy ligero pues mamá se movía mucho y yo con ella.

En un momento mi madre dio un desgarrador grito y el coche se paró…

Rafa dijo que él se encargaría, que tenía experiencia, y que fuera lo que Dios quiera.

Oí a papá decir: ¡Lo que Dios quiera…!

Y entonces sentí unas manos, no sé si frías o no, pero sabía me estaban salvando pues notaba como el aire se iba acabando.

¡Ya está la cabeza fuera! ¡Va bien! ¡Empuja, no dejes de empujar!

Y entonces vi la luz del sol, vi unas caras sonrientes, vi a mi abuelita que tenía preparada unos paños, vi a papá llorando mirando al Cielo, vi a Rafa que me tenía cogidito en sus brazos, vi a Práxedes orgulloso de verdad. Los dos iban vestidos de verde, los dos llevaban un sombrero muy brillante, los dos eran mis ángeles de la guarda que había bajado del mismo Cielo que miraba papá mientras lloraba como lo hacen los hombres fuertes y recios.

Sentí, vi, olí a mamá que lloraba de alegría con esa Alegría que dar el Amor más grande jamás conocido.

Con el tiempo supe que tanto Práxedes como Rafa eran Guardias Civiles, los dos fueron mis padrinos cuando me bautizaron.

Han pasado ya algunos años y aunque vivo con una familia a la que quiero y me quiere siempre estaré agradecido a Dios pues quiso que yo tuviera dos ángeles de la guarda vestidos de verde, a Rafa y Práxedes, que fueron los que me trajeron a este mundo, me acunaron en sus brazos y taparon con su capa, con esas capas que veía cada mañana cuando los dos caminaban por los caminos donde prestaban su servicio como guardias civiles que son.

¿Quién ha dicho que los ángeles de la guarda no existen? ¡Pues yo tengo dos!


Jesús Rodríguez Arias

sábado, 18 de noviembre de 2017

CARPÓSFORO Y LA INDEPENDENCIA.




Carpósforo había nacido en la meseta y desde siempre se dedicó a labores ovinas al igual que su padre, abuelo y demás castas familiares.

Carpósforo había abandonado los verdes campos y prados verdes que amarillean según el verano queda instalado por esos lares para ser el regidor de su pueblo con un pequeño partido de independientes pues a todos les unía un mismo interés: ¡Ellos mismos!

Carpósforo ganó de calle las elecciones municipales llevándose por delante al Hipólito, histórico líder sindical de la central C.A.G.A.T.E., que había gobernado los últimos 8 años con el apoyo expreso de los radicales de izquierdas que capitaneaba Eufrosina que de siempre fue muy “liberal” pues fue la primera en fumar en pipa.

De los 11 sillones consistoriales el Partido Independiente de Independientes Carpósforo se llevó nada más y nada menos que 9 y dos consiguió el Hipólito que dimitió al otro día como reponedor de brevas para dedicarse a tiempo completo a la “oposisión” esa…

Carpósforo líder del partido que lleva por nombre y alcalde de Cejasjuntasdeallado enseguida se subió el sueldo pues quería dedicarse en exclusiva a la “cosa” pública y será por eso que tres veces por semana se le veía salir a altas horas de la madrugada de Casa Nina, la madame que para todos es la casa de putas de toda la vida.

Contacto con todos los alcaldes de alrededores, que salvo uno los demás eran de su padre y su madre, pues quería constituir la mancomunidad de la meseta de enfrente en la que él sería el primer presidente con cargo, sueldo, cochazo y escolta que eso viste bien cuando uno va a Madrid para hablar con el “Menistro”.

En ese lugar de la meseta que los políticos, salvo el Hipólito, eran trabajadores de su ramo y se dedicaban a la política como bien y servicio público se instalaron los caras que tan caros saldrían no solo al erario sino a los contribuyentes que vieron incrementados sus impuestos para mejorar el estado de “bienestar” de los que dicen les representa. ¡No suele fallar!

Carpósforo junto a Emiliano, el hijo de Hortensia la tabaquera, creó el impuesto de nuevo cuño de limpieza de Co2. Serían 500 euros semestrales por cabezas aunque los hombres pagarían un poco más porque había que ser igualitarios.

Al poco tiempo la Mancomunidad era un ejemplo de gestión tributaria pues salvo ellos todos los demás pagaban.

Emiliano, le decía Carpósforo mientras se tomaba esa tapita de jamón de cebolla que tanto le gustaba, hay que ir con los tiempos y en la Europa actual todos deben pagar menos nosotros que nos dedicamos a cobrar…

Emiliano cogía su pañuelo de tela de saco y se los pasaba por la rótula que tenía infestada desde que cayera su auto en la planta de estiércol ese día había tomado unas copas más de ese zumito de uvas tan bueno que llaman Rioja.

Melandro, el presidente de la diputación, llamó a Carpósforo pues quería se integrara como asesor de desconfianza y es que su puesto era ser chivato bien pagado. No hay que decir que aceptó sin protestar pues de siempre se debía a la “cosa” pública.

Poco a poco Carpósforo fue cogiendo poder y mejores sueldos. Ya no visitaba a la Madame sino que tenía una querindonga de esas que nació en la Francia y se apellida Chochette.

Las cosas le iban bien a Carpósforo y con él al resto de mangantes de guante blanco que lo acompañaban que por no trabajar eran capaces de cerrar hasta el estanco de la estanquera si esta no fuera su madre.

Un día Carpósforo en una asamblea de la mancomunidad se levantó y con su brillante oratoria les dijo a los presentes que quedaron algo anonadados: Hoy señores mancomunados y mancomunadas es un día grande, hoy después de contratar al niño del Salva que ha trabajado en la biblioteca municipal hasta que lo echaron por roncar en la sala pero que es un estudioso del sueño mutante al cual hemos pagado 60.000 por este informe de media cara y ahora puedo deciros sin menor duda que nosotros los regidores y vecinos de esta zona conocida y llamada como la Meseta de Enfrente no pertenece a España pues en el tiempo de los Visigodos se olvidaron de ella y después con Fernando VII se declaró independiente de las tropas francesas.

Queridos co-munícipes: Hoy votaremos si empezamos con los trámites para realizar la desconexión del Reino de España. Tendremos sueldos de presidentes y menistros. Esta última aclaración fue decisiva para que la propuesta independentista de Carpósforo fuera aprobada por unanimidad mientras los opositores de Don Eulogio se marchaban de la asamblea mientras eran despedidos educadamente con cortes de mangas al grito de “fachasasquerososhijosdeputa”.

Se realizó una oportuna campaña de conciencia ciudadana y para eso trajeron al famoso enólogo Sibar-Ita el cual dijo que desde la Edad de Bronce en la Meseta de Enfrente siempre se ha cultivado la uva vaporosa que es identitaria de este lugar.

Se les prometió a los vecinos que tendrían doble nacionalidad: Meseteros y españoles y que sería la última la que sufragara los gastos del nuevo Estado mientras los primeros no contribuían con nada pues eran independiente…

Se convocó referéndum para votar la independencia con fuertes medidas de seguridad ya que el opresor gobierno de España envió una pareja de reservistas voluntarios para que analizaran si era correcto o no aunque en verdad era ilegal aunque eso habría que verlo…

Don Mariano, Sr. Presidente, que aquí se está votando en las fiambreras y en los cubos de comidas de los cochinos…, le decían ese aciago día para nuestra democracia los reservistas mediante correos electrónicos al presidente del gobierno.

Esperamos órdenes por si tenemos que llamar al Godofredo, que era un teniente retirado de la Legión.

La contestación presidencia fue una pregunta: ¿Los cochinos son cerdos o son gorrinos?

Ahí se terminó la conversación y los dos reservistas cogieron el petate y se pusieron hacer autostop en la esquina que da la espalda al pueblo donde es alcalde el Carpósforo.

El resultado fue un auténtico éxito. De 6900 vecinos votaron a favor de la independencia de la Meseta de Enfrente nada más y nada menos que 3.850.475 y solamente se contabilizó 300 entre blancos y nulos de los fachasasquerososhijosdeputa que están en contra de nuestras raíces e historia.

En España causó pavor esta hordas independentistas mesetarias y en Europa y resto del planeta se secaban los lágrimales del cachondeo que había.

Trump llamó a Merkel y le dijo que aparte de gustarle ese bolso amarillo que es igual al rosa, azul y marrón que tenía para los viajes oficiales le hizo una apuesta de qué haría el presidente ante esta birria de independencia.

Nadie ganaba pues los dos apostaron en que no haría nada.

Don Mariano mientras caminaba detrás de su perrito pensaba que hacer con ese yersi gordo que le regalara su tía-abuela y que ya se le había quedado algo antiguo.

¡Qué incordio de tío el del ático que me está diciendo aplique el 155 en la Meseta de Enfrente! Se decía mientras la baba se le caía del frío que hacía en ese momento.

Al final ni 155 ni 061 ni nada de nada pues en una mañana de domingo se proclamó la república independiente de la Meseta de Enfrente siendo su pirmer presidente Carpósforo. Asistió como representante internacional el presidente de la república catalana Don Carles Puigdemont así como el/la presidenta de la república independiente de los retales de tela y otros géneros que fueron invitados a mesa sin mantel por respeto a estos últimos.

Carpósforo se extrañó muy mucho que asistiera Don Carles que según le dijeron estaba en busca y captura pero que voló y entró como salió…

“Queridos meseteros: Hoy es un día para esta república que como dice su constitución tiene doble ciudadanía y doble pasaporte. Desde hoy no serán festivos ni los sábados ni los domingos sino los lunes que es cuando este país tuvo el inmenso privilegio que yo naciera.

Dar la bienvenida a Don Carles Puigdemont y D/a Retal de Tela, augustos presidentes de repúblicas independientes que se han separado de ese estado opresor llamado España y a los que nombro como meseteros de honor con derecho a paga del estado opresor.

Seguiremos caminando como país independiente y pronto empezaré mis viajes oficiales al extranjero. El primero a Bélgica que me servirá de introductor Don Carles y allí permaneceré, por el bien de nuestro país, pues mucho me temo que el opresor estado vecino quiera invadirnos y enviarnos a nosotros, los sacrificados servidores de la “cosa” pública al talego.

Medallas, aplausos y todos otra vez al bar para ver el partido entre el Madrid y el Atlético mientras los más forofos leen el Marca.

Carpósforo se pasea con el coche oficial mientras saluda a nadie en medio de una tempestuosa llovizna y mientras en Madrid, Don Mariano escribe sus memorias de las que ya ni se acuerda...

¡Lo que faltaba a España: Carpósforo y la Independencia!


Jesús Rodríguez Arias 

jueves, 16 de noviembre de 2017

ENCARNACIÓN E ILDEFONSO




Desde hace ya mucho tiempo siempre se puede observar la misma historia donde dos ancianos sentados una frente al otro conversan de sus vidas mientras ella le coge la mano a él.

Encarnación de siempre fue una mujer guapa, de delicado aspecto, y una fuerza casi sobrenatural mientras Idelfonso que ha sido muy serio en todos los aspectos de su vida tenía una sonrisa de oreja a oreja cada vez que con ella estaba.

Se conocieron cuando eran unos chiquillos, se hicieron novios de los de antes y hasta que él no obtuvo empleo no pasaron por el altar.

La familia de Encarnación se encargaba del negocio que ofrecía todo lo que buscabas y la de Idelfonso ejercían una profesión que ha pasado de abuelos a padres y de padres a hijos…

Se conocieron hace más de 65 años cuando salían de la pequeña y vetusta Iglesia después de la Misa de las doce del mediodía. Era un domingo radiante aunque fresco pues todos llevaban bien pertrechadas las pellizas y los sombreros, gorras o boinas.

Coincidían en la plaza cuando cada uno jugaba con sus amigos, cuando Ildefonso iba a la tienda a comprar hilo o botones pues su madre tenía que hacer algún que otro remiendo a los destartalados y viejos uniformes de su padre. Eran demasiadas horas al raso y la tela se pasaba por muy buen paño que fuera.

Allí, Encarnación le sonreía mientras envolvía los botones e Ildefonso sonreía desde el mismo corazón.

Con el pasar de los años y mientras iban creciendo se acabó ese tonteo y se hicieron novios, que fue el día más feliz de sus vidas. Ya podía acompañarla hasta la puerta de su casa e incluso cuando la cosa fue a más se pudo sentar a la mesa de Don Constancio y Doña Elvira que eran los abnegados padres de Encarnación.

Luego Ildefonso tuvo que pasar un tiempo, unos años, fuera pues estaba estudiando en la Capital ya que él también quería seguir con la tradición familiar. En este empleo no se ganaba mucho, más bien se pasaban demasiadas penurias, pero la recompensa era muy grande.

Estudió mucho y estudió bien y gracias a la recomendación de su padrino Demetrio, que casi le echó las aguas y lo ha ido guiando junto a sus padres por ese camino verde que es la misma vida, obtuvo empleo y plaza de oficial.

Volvió al poco de salir al pueblo para hacerse cargo de las dependencias que estaban bajo su responsabilidad. Su padre ese mismo año se había jubilado y junto a su madre se habían ido a vivir al campo donde trabajando el terruño o criando a las gallinas se les podía ver tan felices.

Se instaló en su casa de toda la vida y se sentó tras la mesa que durante más de treinta años ha ocupado su padre al cual solo ha dejado una vieja foto de familia, gastada del mismo tiempo, donde se ven a tres generaciones con el mismo color que no es el sepia ni el blanco ni el negro.

A los pocos meses se casaban Encarnación e Ildefonso en la vieja Iglesia donde hace ya más de 10 años se conocieron al salir de Misa un precioso y luminoso domingo lleno de frescor.

Su vida fue la que fue donde prevaleció las luces a las sombras pues por muy mal que pintara todo el Amor tan grande que se dispensaban Ildefonso y Encarnación lo envolvía todo.

Tuvieron tres niños y una niña que crecieron donde ellos lo hicieron, compraron botones, bolindres o alguna que otra peonza en la tienda de su abuelo Constancio que ahora llevaba su tío Perico que hay que decir era más cariñoso que el viejo gruñón del tendero.

Ildefonso llevó una vida profesional pletórica pues amaba lo que hacía ya que formaba parte de los genes de su familia. Su padre hace algunos años murió tranquilo sentado frente a la ventana mientras veía atardecer en el campo y su madre murió de sobredosis de Amor hacia su marido pues no pudo aguantar su falta.

Esa clase de Amor era el que se profesaban Encarnación e Ildefonso y el que transmitieron a sus hijos.

Ildefonso, el mayor, eligió seguir los pasos de su padre, abuelo y bisabuelo mientras Faustino quiso estudiar medicina y Demetrio estaba tocado para altos vuelos y se hizo piloto pero no militar sino civil y ahora surca los cielos donde puede estar en Pekín y mañana en Estambul.

Encarnita, la pequeña, que ya era toda una mujer estudió derecho y se enamoró de Vicente, un comandante de la Marina Mercante, que le entregó los mandos del navío de su corazón según le decía una y otra vez mientras Ildefonso miraba a Encarnación y le decía: ¡Es que tu yerno es un poco cursi! Y se reían los dos a pesar de llevar toda su vida juntos se seguían riendo y amando como el primer día.

Cuando se jubiló llevaba ya las tres estrellas de ocho puntas y aunque su intención era descansar y dedicarse de una vez por todas a su mujer, sus hijos y los nietecillos que ya alumbraban más si cabe su hogar desde el ministerio le ofrecieron el dirigir el colegio de huérfanos y no pudo negarse aunque no trasladó su residencia sino que viajaba a Madrid varios días al mes para tenerlo todo lo mejor controlado.

Un día, en una importante reunión en la que asistió el Rey y todo, tuvo un lapsus de memoria, fueron unos segundos angustiosos donde su mente se quedó literalmente en blanco y aunque se recuperó sobre la marcha comprobó que empezaba a estar mal.

A los pocos meses pidió ser relegado de sus funciones pues no se encontraba bien y fue sustituido por su gran amigo de profesión, jubilado como él, Roberto.

Con los años todo fue a peor y las pruebas médicas se iban sucediendo con cada vez menos espacio de tiempo.

Y ya desde hace algún tiempo sin determinar se ve a Encarnación sentada frente a Ildefonso hablándoles de sus cosas con la mano cogidita.

¿Te acuerdas cariño cuando llegaste de la Academia al pueblo para hacerte cargo del viejo Cuartel? ¡Qué bonita y sencilla nuestra boda! ¡Tú estabas tan guapo con tu uniforme verde!

¿Te acuerdas cuando íbamos al campo de tus padres y te ponías a buscar los huevos entre los matorrales?

¡Qué Feliz he sido a tu lado cariño mío! ¡Qué Feliz sigo siendo!

Todavía me acuerdo cuando te jubilaste, tan firme, tan marcial, con tu tricornio que brillaba más que el sol, con tus estrellas de Coronel y tantas medallas que te reconocían tantos méritos…

Pero el mérito más grande, las medallas más bonitas, es tener tanto Amor en ese pecho, tus medallas tus cuatro hijos y los nietos. ¡Ay, amor mío que te quiero! ¡Qué orgullosa estoy de mi marido! ¡Qué me honra ser mujer y madre de Guardia Civil!

Él la miraba con esa expresión de alegría aunque sus ojos se veían tan ausentes, ya no le hablaba, solo perdía su mirada en la de Encarnación y así horas y horas cogidos de la mano mientras permanecían frente a frente.

Hoy ha venido su hija y le ha dicho al oído que admira que todos los días, a la misma hora, esté junto a su padre hablándoles, riéndose, amándole cuando el ya no sentía nada pues el Alzheimer lo había devastado tanto que no era ni un reflejo de lo que fue.

Encarnación la miró con ojos llenos de dulzura y le dijo que comprendía sus argumentos pero es que lo amaba tanto, lo quería tanto, tenía esa sobredosis de Amor, que aunque no escuchara ella le hablaba todos los días aunque cuando llegara a casa se pasara horas llorando y sintiendo su ausencia pues hace más de dos años que está en un centro especializado que lo están ayudando en esta avanzada fase donde se coaligan tantas demencias.

No concibo mi vida sin estar con él cada día a la misma hora, de sentir su piel cuando beso su cara o cojo su mano que caliento con la mía.

Y le hablo, le cuento, recordamos aunque solo lo haga yo porque él hace tiempo que su mente va por libre y no puede expresar ni sus más hondos sentimientos, su mirada perdida sé me mira y que sonríe para sus adentros.

Sí, él es la vida de mi vida, mi marido, mi compañero, un Guardia Civil que tiene el verde Esperanza muy adentro, con el que me casé al que amo con locura y que siento como él me sigue queriendo…

¿No voy a venir todos los días? ¿No voy a seguir viéndolo?

Mientras Encarnación se dirigía a su hija apretaba la mano de Ildefonso, el viejo Guardia Civil, que notó como una lágrima humedecía esos ojos de la mirada perdida que sienten, ven y captan las imágenes de los más nobles sentimientos.

Sí, hoy, como cada día de cada año, ha vuelto Encarnación y cogido a la mano de Ildefonso de su Amor, vivencias, recuerdos…

Jesús Rodríguez Arias


sábado, 11 de noviembre de 2017

PERE, UN VARA DE ALCALDE CON VARA




Pedro de siempre fue Perico pero desde que se metió en la política y para más seña la ERC empezó a llamarse y hacerse llamar Pere.
Pere Fonts Figuera para más seña aunque su carné de identidad, el español, dice que se llama Pedro Fuentes Higuera. Menos mal que él es catalán, catalán aunque sus padres son manchegos y el nació en Fuengirola pero que de eso nadie se acuerda ya que desde que no tenía ni 6 años se instaló en ese pequeño poble en el que echaría los dientes de la boca cuando se cayó de un árbol que dicen fue sembrado por Fraga.

Pere no se le dio bien el estudiar, tampoco el trabajar pues como decía su “pare” siempre ha sido muy flojo.

Sus “pares” pusieron una botiga que lo mismo vendía fils, cansalada i calçotets que les fue muy bien y ganaron mucho para comprarse de tó.

Pedro, Perico y desde ahora llamado Pere ingresó en la ERC pues consideraba que podría hacer mucho por su país y su país hacer mucho por él como bien ha quedado demostrado.

Cuando alguna que otra vez se ponía en el mostrador de la botiga de sus pares siempre terminaba de la misma guisa: ¿Caro? Usted no sabe lo que es caro cuando todos los días Espanya ens roba… ¡Y se quedaba tan pancho!

En las últimas elecciones ganó el CiU de Mondrigal, un moderado democristiano de merda que no ha hecho ná por la independencia.

ERC en este pequeño poble nunca ha obtenido representación pues los vecinos son gente trabajadora que huye de todo lío pero con la crisis muchos vivieron momentos chungos y eso hizo que la candidatura encabezada por Pere consiguiera mayoría absoluta.

Sí, Pere Fonts Figuera se convirtió en alcalde de la vara con pensamientos independentistas pues Espanya ens roba.

Se casó con una austera chica que militaba por entonces en la CUP hasta que fue expulsada por la misma Anna Gabriel ya que la primera usaba desodorante y era de ponerse rompa interior cuando sus compañeras de partido bien se sabe que defienden el “libre sangrado”.

Marta quedó muy desencantada con la política y cuando se casó con Pere le dijo que estaba hasta el coño de que él se dedicara a esas gilipolleces de la ERC. ¡Nos ha salido fina la chiquilla!

Enseguida se quedó embarazada aunque Pere se había hecho la vasectomía pues se decía que eso era cosa de progre. El Doctor Joan le dijo que eso podría fallar, que no se preocupara pero él, como con el estat, no la tenía todas consigo.

Pere era muy independentistas y amigo íntimo de Carles, Oriol, Forcadell y todos los Pujol aunque cada dos meses se acercaba a Madrit donde tenía a su amant de toda la vida la cual le sacaba los cuartos, que pagaban los vecinos del poble, pues había que pagar su silencio con amplios lujos.

No os podéis imaginar la emoción apenas contenida cuando Carles y Oriol declararon la republica catalana desligándose de Espanya pero no de los dineros de Espanya que necesitaban para seguir viviendo del cuento aunque eso es otra historia.

Su amante le dijo por teléfono con cobro revertido que hasta aquí podíamos llegar, que se fuese al mismisimo carajo pues ella era muy española y a tí cateto te encontré en la calle, que terminaban para siempre y que le pasaría una pensión de 10.000 euros mensuales si no quería que fuese al poble para hacer turismo e informar la vara de alcalde que tenían.

Apesadumbrado llegó a casa mientras Marta hacía las maletas pues se iba a vivir con el padre de la criatura que no era otro que su amigo Evaristo que era un gran empresario en bolas chinas de segunda mano.

¡Todo me tiene que pasar a mí!

Su amante lo deja y le saca los cuartos, su mujer lo deja porque sale del cuarto, Carles y Oriol están perseguidos porque el gobierno ha decidido aplicar el 155 del reglamento internacional del juego de canicas, sus padres han cerrado el negocio porque se han jubilado y se han marchado a Castellón ya que han trasladado allí su sede…

Menos mal que al menos le quedara la alcaldía y la vara que eso viste mucho.

A medianoche sonó el teléfono. Estaba somnoliento después de haber tomado fuet en cantidad con ratafia, que llegó a vaciar la botella, y se encontraba algo indispuesto. Era Carles que con voz temblorosa, se diría que estaba cagado de miedo, que le decía que ingresara en la cuenta X la cantidad de 100.000 euros pues tenía que irse para Bélgica pues estaba perseguido por la dictadora opresión del gobierno de Espanya.

Tuvo que llamar al tesorero municipal y exigirle con orden que ingresara ahora mismo la cantidad reseñada en la cuenta establecida y que si se oponía su hija la mayor saldría del puesto de jefa de gabinete del secretario de estanques y derivados.

Al poco se fue enterando que su admirado Oriol y muchos colegas de la república catalana eran detenidos y enviados a la trena.

Ya no se pudo acostar sino que se vistió de gala con vara en mano y esperó en el ayuntamiento que viniera la policía a detenerle pues se veía también un héroe de la independencia.

Pasaron las horas, incluso días, y por su despacho no se acercó sino el Luciano que iba a pedir un trabajo para su Remedios que acababa de salir “licensiá” en recoser el pellejo de los escrotos de las mariposas.

Se veía incluso abandonado por la policía que no venía a detenerle. ¿Pero que había hecho él para tener un trato tan denigrante?

Un día que estaba en su despacho firmando la última transacción financiera para la realización de un busto al presidente de la república catalana Muy Honorable Carles Puigdemont en la rotonda que hay en la entrada del poble recibió la llamada de Albert Sinexcusas, regidor del poble de al lado y presidente de la unión de alcaldes de la vara, para decirle que tenían que viajar a Bruselas para apoyar al ciudadano Carles exiliado por la opresión que estamos viviendo aquí. Los gastos estaban pagados. Deberían ir con sus vestidos propios y sobre todo la vara, que la vara no falte, que ha hecho mucho incapie el ciudadano presidente Carles.

Eso sí, tendremos que llevar todos 250.000 euros para sufragar la estancia de nuestro presidente y que eso no es ná para lo que nos queda por financiar.

Nueva llamada y el dinero en su mano. Ya antes había hablado con su concejal de tributos que le ha dicho que tiene que crear un impuesto para sufragar la independencia y que cada vecino tendría que pagar 50.000 euros fraccionado en 3 plazos con el 36% de interés.

¡Qué algarabía en el avión que los trasladaba a Bruselas! ¡Qué de cánticos regionales! ¡Hasta Asturias Patria querida se llegó a escuchar!

Luego un bus lo trasladó al lugar que lo esperaba el ciudadano presidente y todos varas en alto lo aclamaron como vivas muestras de apoyo. Carles dijo lo que dijo y se marchó. Antes su personal secretario había hecho acopio del dinero que todos llevaban y los despidió con un emocionante “hasta luego”.

Sí, Pere Fonts Figuera había contribuido y hecho historia en Bélgica junto a los varas de los alcaldes de la vara.

Llegó al poble henchido de orgullo con la cabeza alta como buen patriota que se precie cuando vio que dos coches de la opresora policía española estaban parados delante de la alcaldía. Salía en ese momento su concejal de tributos y el tesorero esposados acusados de malversación, cohecho y apropiación indebida.

Pere se descompuso pues aunque sabía había robado lo suyo desde que llegó al cargo pensó que eso era por la independencia. Como nadie lo había visto cogió su viejo Ford Fiesta con matrícula de Toledo y se fue camino de Andorra donde tendría su cuartel general en el exilio gracias a las cuentas que tenía abierta y que tanto le recomendó su admirado Don Jordi.

¡Cosas de la independencia!


Jesús Rodríguez Arias

jueves, 9 de noviembre de 2017

NACHETE...



Nachete no pidió nacer donde lo hizo pero no se arrepiente ya que ese lugar perdido entre montañas donde se sabe que es el frío, la lluvia, la nieve, es su pueblo y lo será toda la vida.

Nachete no sabe lo que es la playa ni las grandes ciudades esas de la que hablan la gente que vienen alguna vez en el bus de Damián. No conoce ese “refinamiento” que dice su amiga Paula que existe en la Capital y todo lo que sabe se lo debe a Don Cosme, el viejo profesor, que se ha preocupado de enseñarle a horas y deshoras pues el conocimiento te da libertad decía mientras se tomaba ese café pucherete que se preparaba en las frías tardes de enero mientras la nieve lo cubría todo.

Su madre Severina trabajaba de sol a sol limpiando y cuidando la casa de Doña Encarnación que era la última representante de una noble familia a la que el pueblo debe su nombre. Doña Encarnación ya lucía sus 80 otoños pero mantenía esa hidalguía de los que han conocido lo mejor y también lo peor de la vida.

Severina había pasado de ser del cuerpo de casa hasta ahora que lucía galones de ama de llaves y en verdad era quién gobernaba el pequeño palacete que se erigía a dos pasos de la Iglesia.

Severina solo había tenido un hijo, Nachete, que llevaba sus apellidos pues era madre soltera ya que su novio de toda la vida, de cuyo nombre no quiere ni acordarse, se marchó en cuanto supo iba a ser padre. Severina ha tenido una vida difícil aunque muy feliz pues su hijo de su alma le ha dado muchas alegrías y alguna preocupación como cuando se cayó de la higuera el pasado verano o cuando tuvo esa pulmonía tan mala hace dos inviernos.

Cómo hija de la época en cuanto se supo su embarazo su padre le retiró la palabra aunque su madre le hacía llegar algunos cuartos con el que se mantuvieron los dos primeros años de Nachete estar en esta vida. Severina sabía que su padre había muerto cuando se cayó arando el campo y que su madre no se ha recuperado de su falta. Quiere ir a verla pero se lo impiden sus hermanos que dicen ella es la vergüenza de la familia.

Severina lloraba en silencio mientras le contaba a Nachete que sus abuelos vivían lejos, muy lejos, como así era y que su padre fue un marino que murió en un naufragio poco antes de nacer, que por eso llevaba sus apellidos, pues no le dio tiempo a arreglar ningún papel.

Nachete quería con locura a su madre que era su todo aunque la veía solamente de noche cuando volvía a casa agotada. Bien sabía que gracias al trabajo en la casa de Doña Encarnación él podía estudiar y comer aunque fuera una vez al día.

Nachete hacía mucho tiempo que no comía pan y no porque su madre Severina no se lo comprase todos los días sino que su parte se la llevaba a Don Cosme al que su sueldo en la escuela no le llegaba para ciertos dispendios y es que estaban en esa época en la que no se podía pasar más hambre que un maestro.

Para Nachete Don Cosme era su referente. Era culto, educado, religioso, pero con conocimiento no beato como Doña Frígida y su hermano Amarando que iban del brazo a Misa como si fuesen marido y mujer aunque  no se habían casado cuidando a sus padres. Doña Frígida y su hermano Amarando, que iban y venían cogidos del brazo, eran de velitas, oraciones y critiqueo a todo bicho viviente. Don Cosme en cambio era un hombre de fe que había profundizado en conocimientos y mantenía vivas tertulias con Don Lázaro, el Cura del Pueblo que junto a Carmelo el farmacéutico, el Doctor Remigio, Don Carlos, el alcalde y Don Antonio, el sargento de la Guardia Civil se podían decir que eran las fuerzas vivas del pueblo donde Nachete había nacido.

El cariño que le dispensaba Don Cosme y la admiración que recibía de Nachete hizo que con el tiempo lo acompañara a las tertulias aunque solo fuera para escuchar. ¡Hay que embeberse de sabiduría! Decía Don Cosme una y otra vez.

Los años no pasan en balde y cuando Nachete terminó la escuela tuvo que ponerse a trabajar con Rufo el viejo y gruñón zapatero aunque cuando terminaba de remendar zapatos y botas iba todos los días a ver y también aprender de Don Cosme que nunca le dejó de enseñar pues quien tiene muchos conocimientos le gusta regalarlos a los demás. “La sabiduría, decía, no es cosa egoísta porque pierde valor si no se comparte”.

Hacía ya tiempo que su madre Severina se dedicaba a Doña Encarnación que había caído postrada y en sus ojos veía como la vida se iba muy poco a poco.

“No te preocupes Severina, que sabré agradecer tantos desvelos como has tenido con mi familia y conmigo durante tantos años”, le decía Doña Encarnación mientras Severina le ponía un almohadón para que no se ahogara.

Doña Encarnación ya había dispuesto un capital para la buena de Severina en su testamento aunque quería hacer algo más por ella y por su hijo Nachete que nunca dijo nada a que su madre se dedicara en cuerpo y alma a su augusta Familia.

Hacía tiempo que Severina le había dicho que su hijo tenía una ilusión pero que con el trabajo de zapatero no le llegaban los cuartos para intentar siquiera su sueño. Además no conocía a nadie pues hacía tiempo habían revelado al buen amigo de Don Cosme y al de ahora no lo conocían de nada pues no se había integrado en las tertulias ya que decían que tenía un carácter muy “suyo”.

Doña Encarnación mandó a llamar a un primo suyo que ostentaba un alto puesto en el mando y se reunieron en privado pues quería pedirle un último favor. Severina no sabía lo que se estaba cociendo aunque percibía que era importante.

A la semana Don Marcial llamó a Nachete a que fuera a verlo a la Capital, que ya tenía el billete y alojamiento pagados para los días que tenía que allí permanecer. No es óbice decir que Don Rufo cogió un enfado de mil demonios pero que se calló cuando recibió una carta de Don Marcial con escudo y todo.

Severina con los ojos empañados en lágrimas lo animó a ir pues seguro que es bueno para ti, hijo mío.

Nachete tenía una ilusión y aunque sabía era imposible pensaba que este viaje podría abrirles algunas puertas para lo que fuera. Marchó en honor de Don Cosme, un erudito que había muerto la primavera anterior de unas fiebres malas y que le dejó su biblioteca y esa vieja estilográfica que según él le regaló en persona el padre del Rey.

Cuando Don Marcial habló con Nachete ya supo que sus sueños se cumplirían porque así lo había dispuesto Doña Encarnación que se haría cargo de todos sus gastos hasta que saliera con el empleo.

La vida continuó en el pueblo que iba cambiando como cambiaba la gente. Doña Encarnación murió con una sonrisa de gratitud hacia Dios y la Severina de su alma que la cuidó hasta en la hora de expirar…

Doña Frígida y su hermano Amarando seguían dando sus beatíficos paseos cogidos del brazo creyendo ilusamente que sus paisanos los miraban como si de marido y mujer se tratase.

Severina pudo al fin ir a ver a su madre que pedía a todas horas dar un beso a su hija de su corazón y restañar tantas heridas por medio del perdón pedido y otorgado.

Hoy Nachete vuelve al pueblo, es la primera vez que lo hace desde hace 5 años que partiera, y lo hace por la puerta grande en honor de su madre Severina y de la memoria de Doña Encarnación, su mentora.

Lo hace erguido, hidalgo, lleno de esa nobleza que imprime carácter…

Lo hace con ese verde uniforme de Guardia Civil y sus dos estrellas que le confieren el cargo de Teniente.

Lo hace una vez que ha cumplido su sueño y es que… ¿Quién ha dicho que no se puede cumplir lo que tanto se anhela?


Jesús Rodríguez Arias