viernes, 28 de octubre de 2016

TODA UNA VIDA.

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Él también había sido joven, impetuoso, osado y con esa clase de imprudente valentía que suele poner en peligro más a tu compañero que a ti mismo.

Él también había pasado por distintas unidades, servicios, brigadas.

Él también había sido de esos que pensaban más rápido de lo que después se actuaba.

Su vida por aquél entonces no fue fácil. ¿Quién dijo que alguna vez lo fuera?

Se crió en una Familia numerosa con nueve hermanos, padres, abuelos y la abuelita Francisca que rondaba ya el siglo y que todavía hacía punto para terminar la enésima colcha que regalar a cuantos novios iban saliendo en el pueblo. “Podrán pasar hambre pero calorcito no les va a faltar” decía con una sonrisa eterna, la que le acompañó durante toda su vida y que se llevó marcada en su rosado rostro cuando la muerte, que no perdona a nadie, vino a visitarla una tarde-noche de abril en la que llovía a cantaros para variar.

En el pueblo trabajabas en el campo, con el ganado o donde fuera pues trabajar tenías que hacerlo. Estudiabas el tiempo que podías dedicarle a ello y casi siempre era después de la cena mientras su madre trasteaba en la cocina los niños estudiaban alrededor de la mesa a la luz de la vela como la mejor, también única, iluminación.

Su padre desde chiquillo lo pusieron a trabajar en la tienda del tío Eulogio después del accidente que sufrió en el campo y que lo mutiló para toda la vida. A pesar de faltarle tres dedos de la mano izquierda siempre cortó la carne con mucha destreza.

“No consigues nada si te lamentas” decía a modo de jaculatoria cuando llegaba a casa a las tantas y su madre le ponía esa sopa humeante con una rebanada de pan por encima.

Él siempre le contaba a sus hijos que hubiera querido ser Policía como lo fue su tío Andrés o su primo Perico. El accidente le cambió la vida para siempre porque no podía ingresar en el Cuerpo con tres dedos de una mano sesgada como el trigo o la cebada. Desde entonces tuvo que conformarse con lo que contaba su primo cuando lo visitaba cada verano mientras se tomaba un vaso y él le pesaba a Doña Eufrasia cuarto y mitad de garbanzos.

Para su desgracia casi ninguno de sus hijos le había salido con vocación y todos enfocaban sus vidas en lo que les iba gustando. El mayor ya ayudaba a Sebas en su taller y Julia se iba todas las tardes con Consolación a su taller de costura pues decía que ya la vista no le acompañaba.

Su gran esperanza era su tercer hijo que parecía que había nacido con ese espíritu que él mismo tenía antes de que ese accidente le segara sus propios sueños.

Joselete, que así llamaban a su hijo, se le veía que disfrutaba ayudando al viejo Casimiro, el guardia del pueblo, a mantener el “orden” en las calles. Siempre solícito obedecía las ordenes del municipal cuando le decía que avisara a Gervasio pues su carro entorpecía la calle principal.

Un día conversó con su mujer cuando los niños se habían acostado. Me gustaría apostar por Joselete pues tiene madera de buen Policía como lo fue su tío Andrés o su primo Perico. Lleva el azul en el alma y eso se le nota.

¿Por qué no cogemos algunos de los escasos ahorros y lo mandamos con tu hermana Begoña a la capital? Yo me encargo de hablar con Andrés que sé tiene buena mano todavía a pesar de estar retirado hace ya cinco años.

Y así fue como empezó a ser Policía Joselete.

Le costó Dios y ayuda el dejar el pueblo, a sus padres así como al viejo Casimiro que el día que se subió al autobús le regaló su preciado silbato.

En casa de su tía Begoña y por mano del primo Andrés consiguió un buen profesor para que lo fuese preparando a ser un buen Policía incluso ante de entrar.

La convocatoria se celebró según lo previsto y para alegría de Joselete además del orgullo de sus padres y del primo Andrés consiguió el número uno de su promoción y tras el periodo de la escuela salió como un Policía más.

El día que juró con su impoluto uniforme, su placa en el pecho, y esa gorra que sujetaba de forma marcial con la mano sus padres se emocionaron, sus hermanos se sintieron orgullosos de ese “renacuajo” que no hacía más que estorbar poniendo orden aquí o allá. Hasta el viejo Casimiro que se había retirado unos meses antes lloraba con honda emoción al ver que ese apuesto joven que siendo niño le ayudaba era todo un Policía.

Joselete pasó a llamarse José aunque algunos compañeros le llamaban Pepe. En su vida dedicada a servir a España y a los demás no sé en cuantos servicios, departamentos, brigadas sirvió. En todos destacó ser un buen Policía.

Nunca se arrugó ante la dificultad, el lógico miedo, los pesares e incluso heridas que por acto de servicio pudo sufrir.

Nunca se amilanó ante retos mayores y poco a poco a base de mucho trabajar, de mucho estudiar, de mucho aprender, fue ascendiendo en el Cuerpo que era su vida.

En una de estas conoció a Manuela, la hija del Inspector Nañez al que tanto admiraba y quería. Ella como buena hija del Cuerpo asistía a todos los actos que podía y en uno de ellos junto a ese frondoso árbol que había en el parque y cobijados por la gloriosa bandera de España se enamoraron. El noviazgo duró seis años y un ascenso hasta que llegó la hora de desposarse aunque llevando la contra a la misma tradición fue él quién eligió el sitio: La Iglesia de Santa Fulgencia en su pueblo de toda la vida.

Nunca hubo tantos uniformes juntos como ese día y hasta Casimiro que ya no podía ni andar se puso el suyo de municipal con la medalla que le otorgó el municipio cuando se jubiló.

El novio al que todos en el Cuerpo llamaban José o Pepe según el grado de compañerismo o amistad se vio gratamente sorprendido cuando casi todos los vecinos quisieron acompañarlos ese día y hasta habían preparado un almuerzo en la huerta de Tío Ramiro porque nadie quería fallar a Joselete.

Su padre ese día colgó el mandil para ponerse ese traje de chaqueta que le regalara su hijo cuando cobró el primer sueldo de Policía y su madre guapa de verdad lucía señorío sujeta al brazo de su querido hijo. Sus hermanos, algunos ya casados, también estaban con él.

Han pasado ya muchos años y lo que son las cosas hoy es el último día que está Don José, el Inspector Jefe de la Comisaría Provincial, en su despacho. Sentado tras la mesa con un crucifijo y una bandera de España y cinco cuadros: El de la boda con Manuela y el de sus cuatro hijos. El mayor ya viste también el uniforme azul con su placa en el pecho.

Puede decir que en estos 43 años de servicio es amigo de todos sus compañeros estén en el escalafón que estén. Desde el Comisario hasta el último agente perdido en el más escondido lugar de España.

Su impoluto uniforme azul en el que se distingue el distintivo de Inspector Jefe además de una hilera de medallas todas concedidas por méritos y valor.

Siempre fue corpulento aunque todavía no tenía un gramo de grasa de más, pelo cano con entradas que hacía que se pareciera cada vez más a su querido padre que murió hace veinte años de un infarto cuando cerraba la tienda.

Mirada amable pues a pesar de todo lo visto y presenciado en su vida era siempre un defensor de la bondad del ser humano. Las arrugas se marcaban en su rostro, sobre todo en la frente y rodeando los ojos. Tantas horas de preocupación dejan huella.

Hoy tiene un almuerzo de despedida al que asistirá Manuela que es tan reacia a estas cosas. Hoy pondrá fin a más de 43 años de servicio activo en el Cuerpo porque Policía lo será toda su vida.

Hoy para muchos será Don José, otros le dirán José y algunos Pepe que es como se le ha conocido desde que se viniera del pueblo siendo un jovenzuelo a casa de su tía Begoña porque quería ser Policía al igual que lo fue el tío Andrés o  primo Perico.

Hoy será el Inspector Jefe, ese hombre grandote que rebosa humanidad y que siempre ha llevado con honor este uniforme azul glorioso.

Hoy sus compañeros lo despiden con un almuerzo, con risas, anécdotas, vivencias, palabras y algún que otro presente.

Hoy es hoy porque mañana volverá a ser Joselete, ese niño que ayudaba al viejo Guardia que en su pueblo siempre se llamará Casimiro.

Jesús Rodríguez Arias


miércoles, 26 de octubre de 2016

LOS ROPASUELTAS GRITAN: ¡¡A LAS "BORRICADAS"




Al grito “A las borricadas, 
se unen sin condición, 
ropasueltas en manada, 
asaltan a la Nación. 

Atentado contra la democracia, 
elegir al nuevo presidente, 
a Sánchez no le hace gracia, 
ni a Iglesias y sus huestes. 

A las Borricadas unidos, 
Unidos Podemos, 
me importan un higo, 
esta partida de memos. 

Uno de los mayores críticos del “heteropatriarcado” el compañero Alberto Garzón ya ha advertido a S.M. El Rey, Don Felipe VI, a la sazón Jefe del Estado, en la ronda de consultas ante la previsible investidura de Rajoy que garantiza que la normalidad vuelva a esta España anormal se mire por donde se mire que los ropasueltas bajo el nombre de “Unidos Podemos” van a rodear el Congreso de los Diputados el día que se vote la misma porque ellos no están de acuerdo con la inmensa mayoría de los españoles que quieren un gobierno cuanto antes. 

Unidos Podemos, 
boicot a investidura, 
unidos jodemos, 
“semos” los caraduras. 

Estos mamarrachos que son igualitos a los de Venezuela que cuando ven peligrar su “status” utilizan el asalto como la mejor de las armas. Asaltar el Congreso o la Asamblea Parlamentaria el primero para evitar el gobierno y el segundo para proteger al dictador Maduro. 

Tenemos un gran Rey, un excelso diplomático, un estadista nato porque la verdad es que tener que escuchar las sandeces de unos memos vestidos de memos con la mejor de las sonrisas es verdaderamente meritorio. 

El líder de los ropasueltas en una maquiavélica jugada ha llegado a destrozar por aniquilamiento a Izquierda Unida, de la que ya nadie se acuerda qué era, y lo ha intentando con un centenario como el partido socialista por medio del inefable “Niño Sánchez” y el lenguaraz Luena apoyado por lideres majorettes como el mismísimo Iceta. 

El día menos pensado, 
nos llevaremos la sorpresa, 
de ver a Sánchez y Luena, 
como ropasueltas realojados. 
y también al mismo Iceta. 

Menos mal que Er rejón está pensándose crear un nuevo partido que lleve a cabo la cuadratura del círculo y por lo menos si así lo hace dejará algún sitio libre. 

Porvenir oscuro, 
en estos años, 
muchos culos, 
y tan poco escaños. 

A Julito hay que realojarlo pues mira que en su vida ha hecho el ridículo pero el de volverse ropasuelta hay sido el detonante que faltaba a esa pistola llena de flores a lo "jipi". 

A todos los ropasueltas variados que viven muy bien de la mamandurria pública de la antigua casta también habrá que buscarle un “bujero” para que puedan gastarla. 

Los alcaldes del “cambio” hay que cambiarlos del todo porque no es que den asco sino que son unos menesterosos. 

A lo mejor el Kichi se salva pues el Fran, gran servidor de todo lo que sea público, pienso que le dará manga ancha. Pero no te confíes alcalde que en cuanto le digan al “Flequillos” que si te apoya se va a su casa tú, y nadie más, se queda sin sitio. 

En el asalto que ha ofrecido, 
el del heteropatriarcado, 
se dan todos piquitos, 
también las libres sangrados. 

Las asaltacapillas, 
tuiteros desquiciados, 
viejas chochas y pillas, 
tarados y más tarados. 

A Luena aplausos, 
a Sánchez vítores, 
a Iglesias halagos, 
Er rejón ni existe. 

Los animalistas cabreados, 
los del ordeño para mí, 
aspectos descuidados, 
y pestazo si que si. 

Los alcaldes del cambio, 
se encadenan a sus culos, 
no acuerden un recambio, 
y les den por el suyo. 

El Julito increpa, 
Otegui los apoya, 
España que se sepa, 
no caben más gilipollas. 

¡Ya tenemos presidente! 
empieza la eclosión, 
en España hay disidentes, 
disidentes del jabón. 

A todos ellos les digo, 
sin malos modo ni nada 
que me importan un higo, 
¡Fuera los ropasueltas de España! 

En los próximos días seguiremos escribiendo de esta panda de indeseables que además de malolientes son traidores y cobardes. 

Jesús Rodríguez Arias 

Dedicado a un defensor de Garzón: 

Se te ve por las esquinas, 
con sonrisa de quita y pon, 
¿Se te han caído las cortinas, 
o el tirante aprieta un montón?

Jesús Rodríguez Arias 

viernes, 21 de octubre de 2016

YO TAMBIÉN SOY GUARDIA CIVIL DE ALSASUA.



El director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, visitó ayer Alsasua.

Me había planteado para esta temporada que cada vez que abriera mi ventana todos los viernes lo haría con el corazón y de un modo que tocara el mismo así como sirviera de sincero homenaje a todos esas personas que han servido y sirven a España.

Pero la actualidad manda y algunas veces esta no atiende a la sensibilidad sino que te invita a ofrecer la más cruda y desnuda opinión de hechos reales que suceden en demasiadas ocasiones en nuestros días.

¿Se puede tener una letrina por corazón? Sí, pienso que si porque si no no comprendo a esos que hacen daño por hacerlo, asesinan y se alegran, maltratan y se enorgullecen...

Letrina en el corazón y con el alma empozoñada que llenan de hedor por donde se muevan. estos mierdas que atacaron con premeditación, alevosía y demasiada cobardía a los guardia civiles y sus parejas la otra noche en Alsasua.

Su odio, su rencor, su envilecimiento, su ceguera, su cortedad mental, su entrega sin límite a la “causa” y a sus “líderes” hace que actúen de esta manera. Siguen los cánones en los que han sido adoctrinados como los miembros de esa peligrosa secta que además es una banda de criminales como es ETA como son los etarras y todos los que defiende a esta mafia.

No podían consentir que dos parejas normales y corrientes cenaran tranquilamente mientras ellos estaban delante y solo porque son miembros de la Guardia Civil que es un cuerpo que ellos odian más que al mismo odio porque han sido enseñados a eso: A odiar.

Es una actitud que me recuerda la postura del Ku Klux Klan que atacan, martirizaban hasta la muerte a toda personas de color. Estos encapuchados americanos no se diferencian mucho de los que esconden sus nauseabundas caras en tierras vascas y aledaños. Unos y otros odian a los que no sean como ellos. Todos son asesinos asquerosos que llevan el pestilente olor a letrina por el odio que rezuman cada poro de su putrefacta piel.

¿Dónde están las feministas? ¿Las del “libre sangrado”? ¿Los radicales animalistas? ¿Las feminazis que enseñan tetas en lugares sagrados para los cristianos y se ponen el velo en las mezquitas? ¿Dónde están los que claman contra la injusticia, la violencia, los que defienden a estos basuras cuando los justifican y lo llaman gente de “paz”?

Cuatro personas, entre ellas dos mujeres, fueron molidos a palos por unos cobardes indeseables y todos los que tenía que hablar callan como lo que son: Unos hijos de puta.

Siempre están los mierdas de siempre que defienden a los terroristas, a los españoles mientras se vanaglorian de Cuba o Venezuela cuando siguen viviendo tan tranquilos en sus casas situados en este defenestrado, según sus mentes obtusas, país porque aquí disfrutan de la libertad que en otros lares es un lujo solo al alcance de unos cuantos.

Siempre están los cobardes de acción y corazón que no condenan este tipo de actos mientras ocupan tan “alegremente” sus sillones en instituciones y corporaciones municipales. Para mí sois unos verdaderos mierdas que van por la vida cagados y apestando miedo, odio y demasiados complejos.

Parece mentira que en la España que vivimos que existe un nivel importante de libertad sea esta precisamente la que falte en algunas partes de este terruño donde por opinar, creer o simplemente defender a España ya están en el centro de la diana de los menestorosos hijos de ETA.

Pero tanto las mujeres como los guardia civiles agredidos por su pertenencia a la misma son personas dotadas con ese corazón propio de los buenos servidores que lo mismo no le importan arriesgar sus vidas para salvar a quienes quieren arrebatárselas o reintegrarse al servicio en cuanto sanen de sus heridas pues no conciben sus vidas sin servir a España, a sus conciudadanos, a la Benemérita Institución a la que pertenecen. Sus mujeres, también agredidas, apaleadas, están hechas de una pasta especial y a pesar de los moratones propiciados por los que tienen por corazón una letrina y apestan a perros muertos pronto volverán a la normalidad en las cuales ellos si viven y seguirán trabajando cada uno desde su ámbito de actuación por engrandecer a España y la Libertad que bajo la Constitución y las leyes nos amparan.

Mi homenaje lleno de orgullo para los héroes de Alsasua que son parte de tantos héroes que vestidos de verde, azul, marrón ha engrandecido sus uniforme con el color rojo sangre de los buenos patriotas, de los buenos españoles.

Mientras los que son y huelen a letrina seguirán rezumando tanto odio amasado por una partida de líderes que viven de puta madre a costa de la sangre de tantos españoles mientras los que han gobernado en el momento que menos le ha interesado los han abrazado dándole la categoría de hombres y mujeres de paz aunque con las manos llenas de sangre y su corazón apestando como lo que son: ¡Unos verdaderos mierdas!

Yo, siempre estaré con la GUARDIA CIVIL, con el CUERPO NACIONAL DE POLICÍA, con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, Fuerzas Armadas y todos aquellos que defiende y nos defienden de todo mal.

Yo, también, soy GUARDIA CIVIL de Alsasua y no me dan miedo los que piensan en modo de letrina.

¡Viva la Guardia Civil! ¡Viva el Rey! ¡Viva siempre ESPAÑA!

Jesús Rodríguez Arias


lunes, 17 de octubre de 2016

LOS ROPASUELTAS: ¡QUÉ ASQUITO TENGO!

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Debo reconocer que el gesto de oler sus propias sobaqueras y la cara de asco propio de la dirigente ropasuelta de la CUP tiene capítulo aparte. 

Si así tienen el escaparate, ¿os imagináis como tienen que tener el almacén? 

Pregunta existenciales que tendríamos que hacer a todo ropasuelta: 

¿Por qué no os gusta el agua? 

¿Por qué visten de tan mala manera? 

¿Por qué cuando se ponen en "trajechaqueta" les quedan tan mal? 

¡Porque son guarros y además tienen muy malas hechuras? 

Os gustan los piquitos, 
y el libre sangrado, 
cuidar a los bichitos, 
vivir apestando. 

Os gustan los sobacos, 
lleno de pelos y sudor, 
no entro en lo más bajo, 
no es esa mi condición. 

Un buen baño te libera, 
limpieza en condiciones, 
no oliendo a tigresa, 
o apestando de cojones. 

No queréis a España, 
menos a los españoles, 
nada de democracia, 
puño en alto por bemoles. 

Por gobernar matan, 
sacrifican a quien sea, 
Sánchez mala estampa, 
mientras Luena babosea. 

Julito el aviador sin escaño, 
Otegui hombre conciliador, 
el primero huele a despacho, 
el segundo a cargador. 

Me huele la sobaquera, 
Anna pensó sorprendida, 
la mano a la “guantera”, 
pestazo para sus señorías. 

Queridos todos: 

Los ropasueltas no son todos los que están pero son todos los que apestan. 


Jesús Rodríguez Arias

viernes, 14 de octubre de 2016

TÍO NICANOR.





Resultado de imagen de fotos viejos sentados banco puebloLo podías ver paseando por las calles del pueblo con movimiento lento, te lo podías encontrar en el bar de siempre tomando ese café suyo de cada día que los médicos no le han podido quitar y mira que lo han intentado aunque si querías encontrarlo seguro es en ese banco a la salida que está junto a la carretera donde solo o en compañía de otros miraba la calle con aires de añoranzas.

Todos conocían a Tío Nicanor.

Nicanor Flores Rodríguez decía su documento de identidad aunque durante más de cuarenta años se le conocía como Nicanor, el guardia, hasta que en su vejez todo cambió.

Tío Nicanor, así le llamaremos, era hijo de un agricultor que vivían de lo poco que sacaban trabajando el campo. Su padre Dionisio siempre le dijo que se aplicara en los estudios pues no quería que su vida fuese la suya. Por eso un día habló con el profesor de la vieja escuela que estaba erigida en medio del campo para que el tiempo que estuvieran sus hijos allí aprendieran mucho. Don Fernando, el maestro, que era un buen hombre se lo prometió con la firma del mejor contrato entre caballeros que existe: ¡Un apretón de manos!

La vida de este niño, el mayor de sus seis hermanos, era lo dura que era en aquellos tiempos: Se levantaba muy temprano junto a su padre para atender al ganado, se iba a la escuela donde pasaba toda la mañana y aunque las clases seguían por las tardes él no recuerda haber asistido a ninguna pues después de almorzar, lo que buenamente hubiera en el plato, se tenía que ir con su padre a las labores propias del campo, del ganado o lo que se terciara en cada momento pues la vida no era ni es fácil en la actualidad para pastores, ganaderos, agricultores...

Don Fernando sabía que si bien Tomás, el hermano menor, no tenía mucho aquél para los estudios, Nicanor aprendía y se esforzaba. Pensaba que al ser el mayor y conocer las ingratitudes del trabajo de su padre quería formarse para poder dar a los suyos, cuando los tuviera, mejores condiciones de vida.

En casa del maestro ni qué decir tiene que nunca faltó comida pues los colonos y agricultores le ofrecían las viandas que podían para que a la familia de Don Fernando no le faltara de nada. Él era el profesor de sus hijos, el que le escribía las cartas a sus familias, el que les enseñaba a escribir y contar, el que estaba al tanto de sus cuitas y cuentas, pues era el hombre en quién confiar, esa persona que vale la pena cuidar porque en definitiva cuida de todos.

Don Fernando fue un maestro único que se entregó por completo a la docencia y a ese pequeño poblado donde estaba radicada la vieja Escuela. Cuando tenía que ir al pueblo porque lo llamaba el alcalde, ir al médico u otros asuntos, tenía que coger la mula y atravesar kilómetros a bases de caminos inexistentes, veredas inimaginables, repechos imposibles...

Esa fue la infancia y primera juventud de Nicanor que junto a sus padres Dionisio y Micaela, sus hermanos menores, Cipriano, Evaristo, Desiderio, Margarita y Tomás componían la numerosa Familia de los Flores Rodríguez. Ni que decir tiene que fueron bautizados por Don Damián, el cura del pueblo, con el nombre del día en el que nacieron como era la costumbre a seguir.

Un día Don Fernando le comentó a Nicanor que el alcalde le había dicho que Nemesio, el guardia, estaba a punto de jubilarse. El puesto era bueno, el sueldo no tanto, aunque tendría la vieja casa, que más parecía un chozo, pero con un poco de buena mano podría ser hasta un hogar y le animó a que se presentase, que ya había hablado por él. Tenía que hacer un examen pero que eso estaba chupado para un joven que había aprendido tanto con tan pocos medios.

El día del examen fue al pueblo en con su inseparable borriquillo Orejotas. Llegó a la hora convenida y ante él estaba el munícipe, el doctor Sarmientos y Nemesio, el guardia.

Había dos candidatos más para este puesto que le ofrecía la oportunidad de prosperar aunque fuese a base de mucho esfuerzo. Hizo un buen examen pues Don Fernando lo había instruido muy bien a lo largo de muchos años y consiguió la plaza de Guardia Municipal de su pueblo.

Ni qué decir tiene que el poblado donde vivía fue una fiesta y todos se alegraron de la buena nueva de Nicanor. Su padre le dio un abrazo lleno emoción apenas contenida porque veía en su hijo los frutos de sus esfuerzos, los de sus padres, abuelos pues eran una larga saga de agricultores y ganaderos que se levantaban cuando el sol ni se le esperaba y llegaban a casa cuando se había ocultado muchas horas atrás.

Micaela decía a todos: “¡Ya el niño se ha colocado! ¡Ya no tendrá que pasar tantas penurias! Y lloraba de emoción porque su hijo, el mayor, había prosperado y porque se tendría que marchar del poblado pues tenía que vivir en el pueblo.

Desde que juró el cargo con su impoluto uniforme y su placa en el pecho pasó de ser el hijo del Dionisio a Nicanor, el Guardia.

De ser el único a más de 10 cuando le llegó sobradamente la hora de la jubilación.

Resultado de imagen de guardia municipal antiguo de puebloFueron más de cuarenta años de servicio a su pueblo, a sus vecinos, lo mismo lo veías avisando aquél vecino que había dejado la moto en mal lugar y entorpecía el paso del carro de la panadería, que le decía a esos novios que se habían atrevido a cogerse la mano que tuvieran cuidado pues había visto a sus padres doblar la esquina, que también llevaba el trabajo administrativo del entonces diminuto ayuntamiento, practicaba los primeros auxilios e incluso llegó a poner alguna inyección que otra cuando el médico no estaba en el pueblo.

Un día fue a informar a unos turistas, que lo son todos los del fuera del lugar, por donde tenían que coger para a la Ermita “Tres Piedras”.  Una chica de unos veinte años conducía y era de la capital llevaba a sus padres que siempre le hablaban de su pueblo con cariño y se enamoró de ella.

No se sabe ni cómo ni donde se lograron ver de nuevo y desde entonces fueron novios para toda la vida. Esperanza, que así se llama, se casó con Nicanor un 9 de julio de hace tantos años que hasta la memoria se vuelve frágil, y fueron un matrimonio para siempre. No tuvieron hijos y eso hizo su amor fuera más fuerte. Ella era maestra y consiguió plaza en el pueblo a los años.

Ahora Nicanor ya no es el guardia, aunque guarda todavía en el ropero su impoluto uniforme con la medalla al mérito que le impusieron cuando se jubiló, y Esperanza tampoco ejercía de maestra aunque en la Iglesia daba clases de apoyo a los niños, catequesis y también enseñaba a leer y escribir a los mayores que no habían podido estudiar.

Cuando ya caminaba torpemente apoyado en su bastoncillo y su vista no daba más allá que para ver sus propios recuerdos todos en el pueblo lo llamaban Tío Nicanor al que siempre le agradecían cuanto hizo por ellos en cualquier momento de su vida pues fue más que un servidor, fue y es un buen hombre que llevaba una herencia familiar de personas entregadas, bondadosas, serviciales...

Y allí sentado en ese último banco del pueblo que justamente se ve la carretera le dice a Luciano, que es su inseparable amigo de siempre, que ya es hora de volver a casa y lo hace feliz pues allí lo espera esos ojos negros, por los que no han pasado los años, brillando de amor, su mujer que es en verdad su Esperanza de ayer, hoy y siempre.


Jesús Rodríguez Arias

miércoles, 12 de octubre de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": JOCONDIO.

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Jocondio es hijo de Don Jocondio y así una vasta saga que se remonta a varios siglos que me acuerde.

Jocondio al igual que su padre, abuelo y demás tiene un carácter afable, gran conversador de horas muertas, simpático como él solo que es como se suele quedar tras coger la palabra y no soltarla en las horas que separan una jornada de otra.

Es Jocondio hijo único aunque tiene varios hermanos más toda vez que Don Jocondio, como también su abuelo Jocondio, siempre se enamoraba de las clientas de la gastro-clínica“Males de barriga” que gestionaba su amigo Arsenio de toda la vida.

Jocondio hijo era de altas miras y cuerpo bajo.  Su madre Paloma de Cagarruta siempre le decía que era el más alto de la familia con diferencia aunque su abuelo Ostracio midiera más de uno ochenta de los de antes.

La familia de Jocondio era muy peculiar como lo son todas las familias de esta clase de personas y desde pequeñín le otorgaron una misión vitalicia: Custodio del Visillo de la ventana trasera del salón comedor donde cada doce horas corría a un lado a otro tan cara tela siguiendo unas normas protocalarias que han pasado de padres a hijos desde que fuera adquirida en la centenaria tienda de visillos de las hermanas Cotillas.

La custodia del visillo de la centenaria tienda de las hermanas Cotillas era la encomienda más privilegiada que tenían los hombres de la familia desde que Jocondio es Jocondio.

Eso hacía que la pobre criatura no pudiera salir ni coger vacaciones ni nada de nada pues cada doce horas empezaba la particular liturgia de mover el visillo familiar. Esta situación hacía que los amigos no le duraran mucho y ninguna chica se le acercara con proposiones serias pues veían enseguida relegada su relación por la custodia del visillo de las Hermanas Cotillas del que era custodio de este tesoro de Familia.

Él estaba alegre y orgulloso de ser lo que era pero sentía algo de añoranza en las corvas pues su corazón latía ante la lata de melocotón en almibar y no tenía a nadie con quien compartir el abrelatas.

Un día llegó a casa Doña Pomposa de Hiloquebrado, marquesa viuda de idem, con su coqueta y resabiada hija Rebeca de Hiloquebrado junto en el momento que Jocondio hacía los honores al legado familiar.

Doña Paloma se inclinó para besar el juanete de la marquesa de idem mientras presentaba a su hijo Jocondio que en ese momento bajaba del taburete forrado en terciopelo blanco roto por el calor y la humedad. Disculpó a su marido del que dijo que seguro que estaría trabajándose la “clientela” pues no había que perder hilo de la mecha. ¡Todos se entendieron!

Jocondio, hijo mío, trae la bandeja con las pastas que están en ese bote de porcelana que nos regaló el abuelo Jocondio del día de su boda.

Doña Pomposa, muy ídem la marquesa, dijo con voz en hilo: ¡Lo antiguo sabe mejor!

Mientras la Señorita Rebeca de Hiloquebrado miraba el primor del visillo que tan bien había dispuesto Jocondio que no tenía nada del otro mundo pero a ella le había hecho “tolón”.

Mientras Doña Paloma y Doña Pomposa se dedicaban a sus menesteres en torno al extraperlo los dos  jóvenes se sentaron cerca del urinario para empezar una candorosa conversación llena de subterfugios.

Jocondio, ¿tú a cuantas prometidas te has prometido? Le espetó sin pelos en la rótula Rebeca.

Yo, debo reconocer, que nunca me he atrevido a tal cosa pues nadie comprende que mi dedicación vivencial es custodiar el visillo de la familia.

Rebeca se ruborizó pues había ingerido agua de cal en vez la copita de zumo de liendres que tenía en la mesa.

Al igual que yo, Jocondio, pues no conozco varón aunque si a muchos mozos.

Los dos se quedaron callados pues habían ingerido una de las pastas del abuelo Jocondio que estaban tan duras como el friso de mármol de la tumba de la bisabuela Anacleta.

Las dos madres miraban a sus retoños con la esperanza de que al fin llegará a sus vidas la primavera.

Joncondio en un arranque impropio en él se puso de rodilla delante de Rebeca y le entregó el anillo hecho con fideos de los buenos y le dijo con voz entrecortada pues tenía una herida en sus hendiduras.

“En cuanto te vi me enamoré Rebeca quisiera ser la manta que te abrigue y el edredón que te envuelva, el que juegue con el dedo meñique mientras miramos a las estrellas”.

Rebeca demudó su faz por honda emoción le dijo “que no quería un mozo sino un varón que le hicieran tilín con el tolón, que le dieran puntadas sin hilo, que la enamoraran con estilo y que su amor llevara un yersi de pico”.

Los dos se entendieron a la primera aunque Jocondio asimiló el mensaje a la segunda.

La pedida de asno fue sonada en kilómetros a la distancia. En la mesa principal Jocondio y Rebeca a su lado Paloma y Jocondio así como Pomposa que se hizo acompañar por el chofer etíope que la entendía mejor que su augusto marido muerto en la guerra del tifus cuando dirigía en cadena a su escuadrón en la famosa batalla del Mojón seco.

Por parte de la marquesa de ídem Jocondio fue obsequiado con un reloj de pared de la familia del joyero de la esquina así como el nombramiento de Capitán Vitalicio con medalla al mérito por nada mientras Rebeca fue depositaria del óculo del pariente ebrio y el diploma que certificaba con notario de acuse y recibo su nombramiento como CoCustodia del Visillo asignándole horario y día para que ejerciera como tal.

Ante el aplauso emocionado de los más de los que se preveían se constituyeron en prometidos sin derecho a roce. La boda sería dentro de una semana en la principal.

El enlace matrimonial fue antológico, se derrochó hasta de lo que no había, en medio de la ceremonia se acercaron a la pareja de contrayentes, él con su uniforme de Capitán Vitalicio y ella de organdí azul niebla, un par de servidores para que besaran el visillo familiar.

El convite hizo historia en todos los sentidos y la orquesta la trajo el chofer Kgome T’usmuertos por casi nada.

Ya en la habitación, antes de yacer algo que valiera la pena, se mostraron tan cual eran y ella se llevó un sorpresón y el dos de Rebeca.

Cerremos el visillo pues la fiesta sigue en los jardines de enfrente mientras todos salen con grandes sonrisas relucientes donde todos desean y nadie dice querer estar. ¿Dónde? ¡En EGOS DE SOCIEDAD!

Jesús Rodríguez Arias