miércoles, 5 de octubre de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": PATÁN MOCHALES


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Patán Mochales era el que mandaba en el pueblo de al lado.

Desde que nació heredó el cargo pues su insigne padre Don Anacleto Mochales también lo fue al igual que su abuelo Castaño o su bisabuelo Caramales.

Por parte paterna todos eran prohombres de poca riqueza y menos latifundios desde que se “quemara” en mosto de brevas todo lo que tenían su tatatatatatatarabuelo Cenón.

El pedigrí tanto económico como social lo ponía Doña Lugarda, que así se llama la madre de Patán y esposa de Don Anacleto, que a pesar de venir de una familia de medio pelo, pues todos eran medio calvos, era depositaria de pingües estipendios debido al alquiler de la grasa de las ollas donde se cocía cada jornada las libélulas.

Don Anacleto siempre le decía a Lugarda: Esposa tu pones el dinero que nosotros nos lo gastamos.

Ella torciendo el gesto seguía bordando filigranas para los calamares en su tinta.

El cargo que se había heredado de padre a hijo de generación en generación era el de Correveydile Mayor con mando en la plaza de los afeites.

Todos los días Patán se reunía en público con su consejo privado para decidir las cosas del lugar mientras deglutaban huesos de anguila traídos directamente del Pirineo.

Ser lo que era y sobre todo quién era Patán le hacía esforzarse mucho cuando miccionaba en el parque.

Muy amigo de pocos aunque demasiado conocido por ninguno. Siempre lo veías charlar de las “cosas que importan” con Don Andrés, el taxidermista, Don Filo, el de la funeraria, Don Melquiades, que era que más construía de los cuatro.

Mirad, ¿cómo van a venir los turistas de allende el lugar si todavía no hemos firmado la puesta en marcha del transporte en trineo?

Don Andrés enseguida intervenía poniendo orden y concierto a cualquier embrollo: ¡Es que hasta se me cae la aguja del pellejo! Protestó con verdadera dejadez.

Don Filo que era la misma imagen de él mismo decía con voz fúnebre: ¿Y si nos morimos quién nos va a enterrar?

Mientras Don Melquiades mucho más práctico decía apagando la voz: Si compramos voluntades, ¿no vamos a poder comprar trineos?

Y todos sonrieron ante la solución ofrecida.

Días después Patán nombró a Don Melquiades Comisario para la puesta en marcha del transporte trineario. Cobraría pingües estipendios salidos de los bolsillos de los cansados habitantes del lugar que ya presentaban rasgos de hartura ante los desmanes de Patán y sus huestes.

Don Anacleto no habría hecho esto así, decían algunos. Todavía me acuerdo cuando Castaño cogió el cargo exclamaba el más viejo del lugar mientras se sacaba las muelas que no tenía.

El clima se mostraba irrespirable en el cagadero municipal y todos los lugareños interponían quejas ante las autoridades por la forma de gestionar de Patán y su cohorte.

Hasta Don Anacleto tuvo que coger por la calle de al lado pues no quería encontrarse a nadie que ridiculizara al simple de su hijo que bien dijo por activa y pasiva que no servía para nada.

Patán estaba en relaciones con la Señorita Primorosa de Pureza Asegurada que era hija del instructor general de causas varias y el único que podría crearle problemas si se denunciaban los hechos a la autoridad impertinente.

Primorosa se reunió en la habitación de los trastos donde guardaba el tálamo de su tío Antonio y le dijo a Patán: “Llevas años esquivando el desposarte conmigo y como se entere mi augusto padre Don Calixto de Ordeno y Mando va a ponerte en muchos aprietos pues las denuncias caen continuamente de su mesa y como él está fastidiado de los callos no las recoge de pavimento”.

Patán quedó traspuesto ya que tenía que pedirle la mano a Don Calixto con lo mal que se caían el uno al otro.

Se organizó una cena para tal ocasión y así Don Anacleto y Doña Lugarda conocieron a sus futuros consuegros: Don Calixto y Don Ameba.

En el centro de la mesa Patán y Primorosa que ese día se había vestido a rayas como si tal cosa.

El pretendiente se acercó a su temible suegro que lo miraba con justicia y le dijo: Queridos Don Calixto y Doña Ameba: Hoy quiero pedirles la mano de su primorosa hija Primorosa para hacerla feliz y darles nietos y nietas que se convertirán en vecinos y vecinas que pagarán impuestos y tasas para que el que esté de mi familia se lo lleva al monedero o la cartera.

Don Calixto se le agrió el cerumen y le espetó en su rosácea faz: ¡¡Patán eres un Rufián!!

Mi hija no se casará contigo pues la he prometido con un marino, un hijo de Don Barcazas, que no tiene yate ni lanchas, pero es Bogavante Mayor con cinco anzuelos y dos gusanas.

En ese momento de crisis total se acercó a Don Calixto por detrás de Don Melquiades con un sobre y le dijo a las rodillas: “Aquí tiene la escritura de una casa en medio del lago que cuando baja el agua se entra y después ni se sabe”.

El padre de Primorosa montó en cólera que es la silla automática que tiene para trasladarse de un lado a otro de la casa y mandó llamar a los alguaciles para que se llevaran presos a Don Melquiades y Patán, este último por cobarde y rufián.

Don Anacleto se entristeció porque se había acabado el rico ágape mientras Lugarda caía en brazos del mayordomo nepalí que le cogió de sorpresa hasta más de allí.

Primorosa le dio un óculo al anillo marsupial de su padre y pensó para ella: “Patán era un iluso, un chivato y rufián prefiero al hijo de Don Barcazas pues dicen que desde el carajo se avista costa fenomenal”.

Tanto el anuncio de compromiso de Primorosa con Flotadore como el arresto de Patán y Don Calixto fueron sacados de primera cámara por “EGOS DE SOCIEDAD” mientras Patán decía a todos: ¡¡No dimitiré y cuando salga en trineos me iré!!


Jesús Rodríguez Arias

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