viernes, 30 de septiembre de 2016

ENRIQUETA





La recuerdo como esa imagen invariable de mi niñez. No, no me pidáis que le ponga fecha al propio tiempo que pasa y que no entiende de meses, días, horas o años.

La recuerdo asomada en su ventanuco, siempre sonriente, con una mirada clara y transparente que parecía mirar todo en todo momento.

Sí, la recuerdo con su vestido blanco. ¿O era de flores? Seguramente era blanco con flores aunque la verdadera flor era ella pues todos la querían y es que se daba a querer.

Enriqueta se llamaba y ni sé la edad que tendría pues cuando se es niño eso de calcular los años no es de mucha fiabilidad. Podría decir que no tenía edad, aunque sea una exageración, pues según quién la veía como una joven, una chica, una mujer aunque nunca una anciana. No, Enriqueta no era mayor como la abuela Jacinta que sentadita en su mecedora contaba los días hora por hora.

Algunas veces le preguntaba a mi padre por ella y él serio, con su impoluto uniforme, me decía con voz emocionada: ¡Es un ángel de Dios!  Mi madre me decía lo mismo mientras trasteaba en la cocina o limpiaba esas vasijas de cobre que de tanto limpiarlas parecían oro bendito.

Mis hermanos mayores ya andaban con “sus cosas” y después del colegio se iban a jugar el enésimo partido de fútbol con esa pelota demasiado vieja que todavía botaba y era capaz de colarse por toda la escuadra. Al final de la tarde cuando llegaban a la Casa venían siempre contentos con algún rasguño aquí o allá mientras mi madre les decía exasperada: “¿No habéis hecho los deberes todavía?” Nunca dijo que no sacaría provecho de ellos aunque alguna vez lo pensara.

Yo, solía quedar con Julio y Antonio, los hijos del inseparable compañero de mi padre, para jugar a las chapas o a las canicas aunque al final siempre acabábamos hablando de lo mismo: De lo que nos gustaría parecernos a nuestros padres y un día poder llevar como solo ellos eran capaces de llevarlo ese verde uniforme de la Guardia Civil.

Mientras jugábamos o desfilábamos como lo habíamos visto hacer a nuestros padres siempre me encontraba con la mirada dulce y callada de Enriqueta que seguía asomada en el ventanuco en una espera que se hacía eterna.

Los días pasaban e íbamos creciendo, o al menos eso pensábamos, heredando el vestuario de nuestros hermanos mayores que llegaban un poco más destrozados de la cuenta. Demasiado uso, demasiadas veces.

Un día, de esos menos pensado, vi que el ventanuco estaba vacío y que Enriqueta no estaba en él. Me preocupé porque no ver su figura con esa mirada perdida en ese horizonte que nunca podemos llegar aunque sin perder hilo de todo lo que pasaba y esa sonrisa tan dulce resultaba extraño, demasiado extraño.

Los días pasaban en casa sin parar mi padre con su compañero y amigo del alma Damián de servicio, mi madre trasteando en la cocina o enluciendo cualquier cacharro de bronce que se le pusiera a mano, mis hermanos que ya jugaban menos al fútbol y tonteaban con esas chiquillas de las que se decían perdidamente enamorados y yo con mis amigos Julio y Antonio jugando a la pelota que también habíamos heredado de nuestros mayores.

Cuando el cielo es negro porque ha llegado la noche y solo las débiles lucecillas que hay en la plaza iluminan la silueta de los gatos volvimos a ver a Enriqueta asomada en su ventanuco, estaba algo desmejorada aunque la misma sonrisa angelical de siempre.

Un día estando en la Iglesia en catequesis y aprovechando que el Padre Don Eulogio, hombre bueno que no tenía nunca nada suyo y que hasta la sotana la tenía gastada de tanto remendar, se había marchado a toda prisa pues la madre de Doña Juana dicen que había empeorado le preguntó a Mariana, que era la mujer de Nicanor, el Sacristán, si conocía a Enriqueta.

Ella se le anegarón los ojos en lágrimas y me contó que se casó joven con un chico apuesto y bien plantado que llevaba el verde uniforme que ni un actor de esos que salen en los cines de la capital. Eran un matrimonio lleno de felicidad con las esperanzas aún por cumplir cuando llegaron al pueblo y se instalaron en la Casa.

La Felicidad reinaba al verlos con solo mirar sus ojos.

Ella, Enriqueta, cada vez que Marcial se iba de mañana de servicio lo despedía en el viejo y pequeño ventanuco fuese a la hora que fuese. Así un día tras otro...

Pero un día pasó lo que no tendría que haber pasado. Marcial marchó para llevar a cabo su servicio como Guardia Civil mientras Enriqueta lo despedía como cada vez desde el ventanuco.

Él iba siempre junto a Calixto, el hijo de Ambrosio que era el antiguo sargento del puesto, cuando se encontraron que estaban asaltando a un ganadero. Fueron a poner paz y orden, fueron a salvar al pobre hombre que los maleantes estaban destrozando a golpes, fueron porque como servidores de España cuidan a todos a costa de lo haga falta. En la trifulca Calixto recibió muchos palos aunque antes de reducirlos no pudo hacer nada: La escopeta de unos de los maleantes se disparó atravesando el pecho de Marcial. Murió en el acto, murió en acto de servicio, murió dejando una vida con casi todo por hacer, murió dejando a Enriqueta sola y viuda.

Fueron días muy tristes los que se vivieron aquí, Don Eulogio todavía los recuerda con mucha amargura, pues cuando a Enriqueta le dieron la fatídica noticia cayó enferma. Enfermó de tristeza, de dolor y de Amor.

A Marcial le impusieron la medalla al mérito con distintivo rojo como la sangre que manchaba su verde uniforme y a Enriqueta le permitieron quedarse en la casa del ventanuco a perpetuidad.

Cuando se “recuperó” Don Ambrosio, nuestro médico, le dijo a D. Eulogio y a D. Alvaro, el alcalde, que parecía que la mente de Enriqueta había borrado todo cuanto tuviera relación con la muerte de su marido porque no quería afrontar la realidad o simplemente como un mecanismo de defensa.

Desde entonces Enriqueta está siempre asomada a su ventanuco esperando la vuelta de Marcial.

Y desde entonces cada vez que recuerdo los olores, sonidos, imágenes de mi Casa, la mirada de mis propios pensamientos se pierden en la figura de Enriqueta que sigue mirando a ese horizonte que supe que tenía nombre y que se llamaba Marcial.


Jesús Rodríguez Arias

miércoles, 28 de septiembre de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": DON BARCAZAS.

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Don Barcazas de Dique Seco era un hombre enjuto en su orondez. 

Él era ese tipo de personas que a pesar de no haber pescado ni una alondra y menos subirse al colchón hinchable que su prima Nicanora ponía para invitados y encurtidos en la piscina de su primo Melquiades decía que era un lobo de mar porque le gustaba comerse las caballas con pelo y todo. 

Nadie sabía dónde y cómo había estudiado pero se hacía llamar Bogavante Mayor del Mar Muerto con uniforme lleno de oropéndolas y todo. 

Cuando alguien le preguntaba a Don Barcazas, que también era un bocazas, cuantos años tenía le respondía en nudos porque así se veía mucho más marino que no marinero. 

Siempre con chaqueta ajustadas en las corvas y la insignia de Bogavante Mayor incrustada en sal marina que se hizo fabricar en la fábrica de escupideras y orinales “El gargajeo”. 

Era muy melifluo cuando se presentaba y no consentía que nadie le discutiera de la eslora que era pues siempre llegaba puntual. 

No estaba dotado para al familia a pesar de tener mujer y 16 vástagos. Siempre decía en la tertulia a la que asistía con asiduidad: “El verdadero marino tiene un amor en cada puerto” y callaba ensimismado. Todos pensaban que como Don Barcazas no había navegado en su vida solo tenía un amor que se llamaba Doña Proa de Timón Torcido. 

Cuando Don Barcazas llegaba a su navío, que así llamaba a la casa de hospedaje donde habitaba, su salada esposa decía a voz en grito a los niños: ¡¡Estaros quietos que ya ha llegado el maremoto!! 

Su madre, Doña Aquilina de Piedra Mojada, le decía siempre al retrato de su marido, desaparecido en la guerra de ayer, con voz en lágrimas: ¿Qué hemos hecho mal? ¿Por qué Barcazas nos ha sido lelo si parecía lila? Y es que Doña Aquilina nunca vio con buenos ojos a Proa pues decía que su familia no daba para más. 

Don Barcazas aunque decía que era director general de la Internacional del Chichinabo en verdad no había trabajado en su vida pues vivía de las rentas de los otros pues tenía alquilado el kiosko de congelados “El Abrasador”. 

Su día era muy monótono: Se levantaba cuando el mediodía se había marchado, se escamondaba pues un Bogavante Mayor no puede salir con cualquier cosita, se dirigía al puerto para ver la llegada del último barco aunque donde residía no había puerto ni mar sino el charco de las alondras cuando llovía desmesuradamente. 

Luego se sentaba en la Tertulia “El Palo Mayor” donde ocupaba el sillón del carajo que era el que más cerca a la puerta estaba. Se tomaba un pequeño refrigerio a base de bolindres todo ello regado con licor de mofeta mientras le decía al presidente Honorario, que así se llamaba el hombre, lo mal que estaba el mar en esas horas del día. 

Después se dirigía a casa porque tenía que comer con la tripulación. Muy poco timón para tanta Proa. 

Su mujer le ponía en conocimiento del precio de los avechuchos y como había subido el agua de compota mientras se afilaba las uñas con el triturador de moñigas. 

Sus vástagos, de los que no se acordaba ni del nombre, le saludaban con aires marineros pues todos al unísono le mandaban al “carajo”. 

Tras finalizar este tiempo de alegría familiar volvía a salir pues decía que siempre le gustaba bajar la comida dando un paseo por la costa que así llamaban al camino que llevaba al meadero. 

A media tarde volvia por la Tertulia porque a esa hora daban el café de almendras saladas con pastas puas mientras todos conversaban sobre un tema a tratar que previamente había escogido el Presidente Honorario tras haber leído el último tomo de las esquelas de antes. 

“Vida y obra del Capitán Ernaldo que se empachó de agua con sal y acabó nadando en la abundancia de los demás”. 

Como ponente principal un discípulo suyo y dueño de la banca de la esquina:  Don Deme Grumete de Secano. 

Don Barcazas hizo uso de la palabra para exhortar a los presentes a limpiarse las uñas después de vomitar cosa que fue muy celebrada por los asistentes a tan extraordinaria, se mira por donde se mire, tertulia. 

Cómo recuerdo le dieron a Don Deme un navío de 12 metros de eslora en una decorada botella de 12 cl. 

Emoción tras emoción, aplauso tras aplauso terminó la Tertulia. 

Don Barcazas, que ya se le había hecho tarde como siempre, se dirigió a su bergantín goleta, que así llamba este cursi a su casa, no sin antes tomarse un buen vaso de vino “Después” cosecha del treinta y tantos... 

Cuando llegaba los “niños” ya yacían en sus camarotes y su agria esposa le esperaba delante de la chimenea de cartón-piedra mientras cosía el velamén. 

Buenas noches querida Proa. ¿Hoy tendremos zafarrancho? 

Ella, con voz y asco, le contestaba: ¡Demasiada proa para tan poca “barcaza”! Y así terminaba el entuerto. 

Un día de esos que no se esperan que lleguen en la vida recibió una invitación a la Gran Gala de Marinos de Secanos. Lo firmaba el Presidente de Barcos de Papel: Don Melitón. 

¡¡Proa, Proa, que Don Melitón nos ha invitado a la Gran Gala de Marinos de Secano que se va a celebrar en donde nadie sabe!! 

¡Barcazas, por fin se te hace justicia! 

Me pondré mi uniforme de Bogavante Mayor del Mar Muerto con todas mis condecoraciones, que eran el anzuelo de oro, plata y bronce así como la gusana al demérito mayor, y algunas que coja de tu difunto padre que era recogedor de cacas de moscas. 

La Gran Gala fue un éxito añadido pues había más de seis mil de los de entonces. 

Don Barcanzas luciendo su espléndido uniforme de Bogavante Mayor con cinco anzuelos y dos gusanas y su señora esposa, Doña Proa, con un elegante abrigo de lomo de atún. Fue recibido con un abrazo de Don Melitón que le entregó delante de todos la Gran Orden de la Chita Callando y le nombró sustituto del Guardián de Guardia. 

En ese justo momento aparecieron los de “EGOS DE SOCIEDAD” que hicieron las delicias de todos ellos. 

Jesús Rodríguez Arias

lunes, 26 de septiembre de 2016

PEDRO SÁNCHEZ A LO ROPASUELTA.

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El "Niño Sánchez" ha vuelto a perder otras elecciones. No sabemos cuantas lleva a las fornidas espaldas, no sabemos el daño tan irreparable que le está haciendo a la socialdemocracia de este país, no sabemos por qué no hace nada sino aguantar como "El Álamo" o "Murieron con las botas puestas" que son dos películas del Oeste de las de toda la vida.

El Niño Sánchez,
ha dicho que NO,
NO a Rajoy,
NO  a su dimisión.

En Galicia no es que le hayan sobrepasado sino que le han dado un verdadero zarpazo por toda la izquierda y en el País Vasco ni te cuento.

Pero él sigue mudito,
pone cara de memo,
que le gusta el carguito,
que le gusta vivir del cuento.

No contento con eso, con haber sido barrido a escobazo limpio, se enrosca en el sillón y le echa la culpa a los críticos de su partido porque no nos la puede atribuir a los demás.

La culpa la tienen los críticos,
me quieren quitar el sillón,
si no hay que ser muy listos,
que se ha vuelto comodón.

Mientras España bloqueada por la actitud de este memo que se ha ganado el doctorado honoris causa en ropasuelta.

Pedrito el ropasuelta,
ese tipo fornido,
con hechuras desenvuelta,
aun no ha dimitido.

Mientras sus fieles, que eso si que es fidelidad, permanecen a su lado animándole para que se quede, para que intente una alternativa, para que se una a los ropasueltas de Iglesias y Er rejón que hoy sonríen y mañana se apuñalan a traición.

Conozco a muchos buenos socialistas que no merecen estas tretas y este trato de Pedro Sánchez que se lo encontró todo hecho cuando cogió el cargo y ahora se ha encargado personalmente no solo de destrozar sino de aniquilar.

España se merece otra cosa, otros políticos, otros servidores, otros...

Faltan servidores,
que sirvan a la Patria,
que le echen cojones,
y salvar a España.

Desde ayer noche que se supieron los resultados a las elecciones gallegas y vascas muchos se preguntaban si el "Niño Sánchez" dimitiría. 

Alguno me lo preguntó,
y le dije sin ambages,
No,  mil veces No,
como en No de Sánchez.

Después de la dedicatoria expresa al gran perdedor por antonomasia de cualquier reciente elección que se celebre en España os dejo con el resto del capítulo de los ropasueltas que en otoño vuelven como en Navidad.

Jesús Rodríguez Arias

Vuelve, el otoño vuelve, antes de Navidad.

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Este año, como siga la cosa como está, se va a vender como rosquillas los polvorones de “La Urna”.

Vuelve el otoño y con él nuestros ropasueltas se mueven porque este verano, que ha sido caluroso, han estado más apagados pues después de las últimas generales se quedaron para freír espárragos y se dedicaron a diestros y siniestros a cortar cabezas. ¡Será por cortar!

Echenique ha echado horas extraordinarias y con él el asistente que le asiste para poner un poco de orden en un partido que se creó en la calle, en las acampadas, en las manifestaciones, en las barricadas... ¿Habrá más contrasentido?

Pero ahora que poco a poco llegan tiempos más frescos, menos soleados y más de andar por casa pues se acabaron las playas y demás salidas ahora es tiempo de otras cosas aunque seguiremos observando las continuas salidas de tono de los ropasueltas.

Er rejón e Iglesias llevan un tiempo a la gresca por el control del partido. El primero dice ser de círculo abierto y el segundo es de cerrado aunque un círculo es un círculo y en caso de nuestros ropasueltas es vicioso y viciado.

Él ni un plato rompe,
el otro ninguno ha partío,
uno es un niño-hombre,
el otro un coleta revenío.

Ya no se escuchan pisadas,
de esas que quitan el hipo,
ahora huele a goma quemada,
que hasta entra escalofrío.

Echenique es el prototipo de persona que viniendo de otro lugar, de otro país, se ha aprovechado de la avanzada cobertura social, sanitaria e incluso de bienestar y después lo critica a destajo.

Si estuvieras en tu tierra,
no sé ni como estarías,
no ganarías las mismas perras,
ni qué condiciones tendrías.

Si estuvieras en Venezuela,
tenlo por seguro, amigo,
si hablas mal de la tierra,
Maduro te echa al río,
el Maduro de tus entretelas.


El alcalde de Cádiz,
ha hecho una remodelación,
aquí no se mueve un lápiz,
pero los sillones un montón.

El otro día publiqué en las redes sociales un vídeo de una mini-manifestación de los ropasueltas. Las amplias avenidas desiertas por motivos de seguridad, un dispositivo policial, con el gasto que eso conlleva, preparado para mantener la ley y el orden vigilando todo cuanto acontece entre los que se manifiestan. Pasan los segundos y uno espera ver la cabecera y posterior gentío vociferando.

Al final vemos que entre la cabecera y el final de la manifestación hay como mucho 20 personas. ¡¡Olé los ropasueltas!! Seguro que ellos creyeron que era ese día que todo los retroprogres, pijoprogres y pseudoprogres defiende como sin contaminación.

Los ropasueltas de Cádiz tienen a la Tacita abandonada. ¡Qué de suciedad por todos los lados, que de mugres y musarañas!


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Nadie te cuida Cádiz,
todos a lo suyo,
mimo no hay,
ni besos puros.

Que en Cádiz hay que morir,
cuando viene el de la guadaña,
aunque no te entierren aquí,
aunque lo hagan en Chiclana.

Y en Madrid, ¿Cómo están en Madrid?

La asaltacapillas quiere quitar el poder al Iglesias. ¿Es lo normal, verdad?

Resultado de imagen de homs tcEl otro día un ropasuelta de chaqueta y corbata llamado Homs declaró en el Tribunal Supremo con las cuitas independentistas. Lo acompañó el gafe del jefe Más y una pléyade que se hacía llamar “el pueblo catalán”.

Los que fueron a Madrit,
apoyando al tal Homs,
no son del pueblo de Gaudí,
son catalanes del montón.

Mi total apoyo a todos los catalanes que trabajan todos los días para sacar su tierra adelante a pesar de estos chupópteros que se dedican a arruinar un lugar tan único en el mundo y en España con sus chaladuras independentistas que lo que está es dejando arruinada a Cataluña mientras los de siempre se lo comen en butifarras.

Bueno, como aperitivo no ha estado nada mal. En estos días iremos sabiendo si la Mestre asalta al Iglesias o Er rejón se la dan de muerte mientras el “Niño Sáchez” a estas horas sigue sin dimitir.

Buena semana si nos dejan los ropasueltas.


Jesús Rodríguez Arias

viernes, 23 de septiembre de 2016

EL VIEJO GABÁN.





Siempre ha estado ahí, lo recuerdo en el mismo sitio y cuando cierro los ojos aparece indefectiblemente su imagen.

Sí, en esta vida de avanzadas tecnologías, de progreso que en demasiadas ocasiones nos hace retroceder, de ingente cantidad de información, de nuevas vías de comunicación aunque la soledad se haya convertido en esa compañera inseparable de destino, donde hay tantos cobardes que tiran la piedra y esconden la mano, en el mundo donde los juegos se hacen vía ordenador, televisión o vaya usted a saber...

Ciertamente estamos en una sociedad desconocida llena de personas que ni siquiera nos hemos planteado el conocer y así nos va.

Muchos son los que critican los uniformes y lanzan ardientes proclamas llenas de un odio y un rencor que no se comprende contra la Guardia Civil, Policía Nacional, Local, Fuerzas Armadas, Judicatura... ¡Todo lo que suponga una Ley y un Orden que no quieren ver ni en pintura! ¡Con lo bien que se está haciendo lo que “me da la gana” y si molesto al vecino que se aguante!

Esos que critican los uniformes practican la “uniformidad” en pensamiento, ideas, opiniones e incluso vestimenta. Son “iguales para hoy” como diría el mensaje de la persona que nos vende cada día la lotería de los sueños de tantos y no hay nada más peligroso que muchos piensen, opinen y hagan lo mismo pues es un claro indicador que el pensamiento como tal no existe. 

En esta sociedad sin valores donde todos los “curritos” somos iguales a la hora de pagar y afrontar las obligaciones que tenemos, la que entre todos hemos construido, o nos han construido, y que poco a poco se nos va escapando de las manos.

Tiene cosas buenas sin lugar a dudas pero es que lo malo mancha lo bueno que seguro es mayoría.

Yo, que he vuelto abrir mi ventana de todos los viernes, os hablo de nuestra vida, de los valores, sentimientos, momentos, situaciones y cosas de siempre. Las que nos hicieron felices, las que nos dieron la oportunidad de crecer como personas y no solo en centímetros de alto o ancho.

Y recreo lo que aprendí de mis padres, de mis hermanos, de mis amigos que por aquél entonces jugábamos en la calle y no pasaba nada. Recuerdo las vivencias de una Casa que no sólo era nuestro hogar sino el de todo aquél lo pudiera necesitar porque en la niñez de mi infancia y juventud las familias se podían asemejar a una Casa Cuartel donde todos estábamos para todos y para todo.

No había alimentos “ecológicos” porque sabíamos que eran del huerto, no le echaban tanta porquería al agua, la leche, las verduras, el ganado, al cielo...

¿Quién con más de 45 años no ha tomado un cuenco de leche recién ordeñada? ¿Estamos muertos, lisiados o tarados? ¡No! ¿Verdad? Ahora la leche dicen que es ese líquido blanco sin sabor alguno que está depositado en esos paquetes de cartón o esas botellas de plástico que nos venden por miles en cualquier supermercado. Ahora el tomate dicen que es tomate por la forma y color ya que lo demás ha desaparecido y así un largo reguero de ejemplos. ¿Y después nos preguntamos porque la mayoría tenemos alguna patología gástrica más o menos severa?

Yo, cuando cierro los ojos, lo primero que veo al entrar en mi casa es ese viejo abrigo, ese viejo gabán, casi descolorido por los años que tiene, de buen paño, del que no se hace ya, que cumple su función cada vez que el frío aparece por las rendijas de la ventana.

Ese viejo gabán que llevó en su día mi abuelo, que un día heredó mi padre como el mejor de los regalos posibles y que espero que algún día llegue a mis manos aunque ya no se pueda ni poner encima ni pueda cumplir con la función con la que se creó porque pienso darle el sitio que merece, el mejor de los retiros para el que tanto sirvió sin pedir nunca nada a cambio. Lo colgaré donde siempre ha estado que es esa vieja percha que hay en la Casa de mi vida justo al lado de la puerta.

Allí estarás para siempre mi querido y viejo gabán cumpliendo tu última misión mientras la vida pasa y yo con ella.

Feliz viernes y buen fin de semana.

Jesús Rodríguez Arias


jueves, 22 de septiembre de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": DOÑA TELEFONILLOS.



Doña Telefonillos del Visillo Alto era una de esas mujeres de regia estirpe y de casa vieja.

Ella que se hacía llamar por todos Doña Medusa, en honor a su tía abuela Enriqueta, porque no le gustaba el nombre que su augusto progenitor había decidido para su hija primogénita y única pues al poco tiempo D. Pavor se murió de miedo al comprobar que se había acabado la última botella de lodo del río revuelto.

Este licor era muy renombrado entre los prohombres porque era el favorito para las mujeres del lugar. Hacía ya algunos lustros que el río revuelto se había secado cuando construyeron encima el Sanatorio para curar los pies de las picaduras de ladillas.

Nuestra niña fue desgraciada antes de nacer pues su recordado padre siempre salía mencionado a pesar de llevar más de esos fenecido.No había un solo día que su recia madre Doña Pava del Moño Negro le recordara: ¡Si tu padre viviera yo no estaría aquí! Y se callaba quedamente.

Fue educada con Esmero ya que así se llamaba la institutriz que prestaba servicios en la casa de enfrente. Aprender no aprendió mucho pero tampoco lo contrario.

Fue creciendo en corpulencia más que en sabiduría. Todos decían que Don Pavor, que descanse de una vez, era más bien enjuto a pesar de que su peso sobrepasaba ampliamente los 180 de los de entonces.

Doña Pava, preocupada por su hija, la metió en pleno proceso de adolescencia, cuando no había cumplido ni los 31, para que estudiara con la mejor chiva el canto de la cabra. Su portentosa voz hizo que adelantara varios cursos el primer día.

Al poco varios empresarios se hicieron oídos a la redonda de su buen hacer y montaron un espectáculo de canto y cultivo que tendría por nombre: La Medusa de esta tierra. En el papel principal Doña Telefonillos que se hacía llamar Medusa y como partener el egregio Zenón Zurrón Amortiguado cuya fama salto hace tiempo cuando trabaja en la casa de empeños los piños.

En el Gran Teatro de la Capital se estrenó dicha obra con el andamiaje propio de estos eventos. Fue tanto el éxito que el mismo estuvo en cartelera hasta que expiró la licencia y el permiso.

Ya Doña Telefonillos, conocidos por todos como Medusa, se había encumbrado y era el referente familiar. Son conocidas las grandes fiestas que ofrecía en su diminuta casa de baños.

Fue cumpliendo años con cierto Pavor, que así se llamaba difunto padre, que dicen murió de repente el día menos pensado.

Cuando volvía a su casa después de una gira de 3 o 4 de las de antes lo que más le gustaba hacer es quitarse los zapatos que le regaló una amiga suya llamada Pitiminí de Perrachica y ponerse las elegantes zapatillas bordadas en huevo duro que fue un presente le emocionó sobremanera de Amigable Postinero el día que lo invitó a tomar pastas con su alma gemela. Ella que no se le va nada, el anillo le va al nombre, percibió la mirada perdida de Amigable hacia el lugar que estaba el zagüan de la esquina aunque hay que reconocer que mantenía muy bien la “compostura”.

Unas vez descansados sus pinreles se metía en el baño con ropa incluída porque ella era mucho de ahorrar el agua que le robaba a la cañería municipal.

Después tomaba un ligero aperitivo de 58 platos mientras charlaba con el espejo.

Hoy, me he encontrado con Tarantasia, Viuda de Mojopoco y le he dicho que como estaba el canallla que la abandonó por irse con  no se qué enfermedad que dicen las malas lenguas lo llevó al panteón.

Ella, Tarantasia, me ha contestado llena de esa fingida dignidad que tienen los que no son nada en la vida: Mi viudo está en la gloria y tú más sola que la una. Yo “mojopoco” pero tú, querida Telefonillos, ninguna.

Y se tomaba el postre a cara de peros.

Medusa que de siempre fue entrometida le gustaba mucho las labores del hogar, en eso salía a su querida y difunta madre Doña Pava, y todas las tardes se sentaban las dos frente a la mirilla de su casa para ver quien pasaba y si alguno tenía el atrevimiento de dejar publicidad de la nueva casa de citas literarias, librería le decían los eruditos, en el portal de la esquina.

Su madre, que siempre fue muy recóndita, le puso un visillo a la diminuta mirilla pues decía, con buen criterio, que así nadie sabría que ellas estaban detrás.

Pero los tiempos avanzan y la arcaica puerta con el pequeño visor fue sustituida por una de gran seguridad con una mirilla que es una pequeña pantalla a todo color con la que se divisa toda la calle y las afueras de la ciudad.

Ella, en honor a su  madre, le puso delante un vaporoso visillo que descorría cuando por las tardes se sentaba delante suya para ver, desde la tranquilidad del hogar, como se movía todo y después criticar frente al espejo.

Era tarde, Medusa se había desprovisto de la peluca del reloj porque se encontraba muy cansada. Escuchó unos perros ladrar en el Vomitorio de Puente Perdido y descorrió el visillo sin ganas pues el día había sido largo y tenía ganas de coger la cama que estaba fría y sola.

Vio a un chico de edad muy merecida que se acercaba, era moreno de piel aunque de albina mirada. Antes de que sus nudillos chocaran contra la chapa de hormigón con pintura imitando la madera ella la abrió con esperanzas puestas y babuchas quitadas.

¿Necesita algo, dijo ella tímidamente, mientras le miraba la rabadilla?

Soy el inspector de trueques y me han dicho que necesita un arreglo.

Ella se entusiasmó sobremanera y acaloradamente dijo a voz en grito: ¡¡Sí, quiero!!

A él se le nubló la vista por la emoción y ella no paraba de mirar el telefonillo.

Desde entonces no se han separado y eso que hace más de cinco minutos que sucedió.

Esta bella historia sale con prolija información en “EGOS DE SOCIEDAD”.


Jesús Rodríguez Arias

viernes, 16 de septiembre de 2016

TOC, TOC. ¿HAY ALGUIEN?


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Toc, toc. ¿Hay alguien?

Llevo cerca de tres meses sin pisar esta casa pues ese es el tiempo que hace que me fui para poner carretera y hamaca en un necesario descanso a modo de vacaciones. 

Es el verano una época que tiende a la dispersión y a no sentarse frente a la ventana sino salir afuera para disfrutar a nuestro modo y manera.

Pero todo pasa y además es necesario que así sea y hoy vuelvo a mi casa un poco más nervioso de lo habitual, con ilusión y también responsabilidad por lo que esto supone.

Toc, toc. ¡No oigo nadie adentro!

A lo mejor he venido demasiado pronto o como no he avisado no me esperan aun así lo intentaré de nuevo porque seguro que no me han oído.

Ya tengo ganas de estar dentro y volver "abrir mi ventana" de cada viernes donde hablaré, escribiré, contaré y siempre defenderé a mi Familia que son, como bien sabéis, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, así como a todos los que tienen como misión el protegernos de cuanto malo hay en el mundo.

La Guardia Civil, el Cuerpo Nacional  de Policía del cual soy hijo, Policía Local... todos entrarán conmigo cuando me abran la puerta para volver abrir la ventana.

Lo volverá a intentar. ¡Qué remedio!

Toc, toc. ¿Hay alguien en casa?

Parece que sí pues oigo pasos y voces. Los nervios se aceleran pues cuando llega el momento del reencuentro siempre me suelo emocionar y la sensibilidad con los años se va poniendo a flor de piel.

Suena la puerta quebrándose al abrirse y siento mi corazón desbocado de alegría.

¡¡Hola, Jesús, Bienvenido a tu casa, a tu ventana de cada viernes!!

Un largo abrazo lleno de emoción hace que sienta que vuelva a Casa para quedarme otro añito más hablando y escribiendo de lo que nos gusta.

Vuelvo para abrir mi ventana de cada viernes donde hoy solo acierto a decir: ¡Ya vuelvo a estar en Casa!

Jesús Rodríguez Arias 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": AMIGABLE POSTINERO.


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Amigable Postinero, que de chiquitito recogía lanas en la panadería en la que ayudaba su tía-abuela Magdalena, venía de una familia de alta burguesía y pocos estipendios que vivían de lo que sobraba en casa.

D. Severo, su padre, era muy cándido para su edad y cuando tenía que reñir daba una patada en el glotis sin más. Doña Eudasia, severa esposa y postinera madre, siempre fue de la alta sociedad y cada vez que la cosa se ponía fea siempre decía lo mismo: ¡¡Si esto lo viese D. Peregrino no pasaría!

Don Peregrino era el asistente de la familia y lo mismo te lavaba la ropa que llevaba a la fina patulea de picnic.

Don Peregrino dicen que parecía mucho a aquél cantante mexicano que era muy conocido en Finlandia pues tocaba los muslos mejor que nadie.

Fruto de esta unión tan severa nacieron tres vástagos y una maceta de geranios.

El mayor le pusieron Amigable en honor a la onomástica del tío Federico. El segundo le pusieron Honesto pues sería educado para trabajar en las finanzas y demás chascarrillos y la tercera fue la damita Eulalia que era rubia como el platillo y fría como la baba.

Amigable siempre le gustó eso de la “compostura” y le hacía tilín todo lo mayestático. Estudió en colegio para hombres y a decir verdad le llegó a gustar mucho. Entraba y salía como cada uno de casa.

Se cuenta que nuestro atildado Amigable se decantó con la tierna edad de los 26 por el sexo opuesto y aunque hacía esfuerzos ímprobos para relacionarse con la prima Gerundia que había sido elegida por sus padres para Amigable nunca le puso las manos encima pues su corazón lo tenía entregado por ciento y uno al zaguán de la esquina.

Nunca se atrevió a confesar abiertamente su inclinación que disimulaba con esmero aunque todos dijeran que tenía una pata distraída y por eso pensó en profesar vida de monacato vendiendo productos baratos a precios caros.

Ingresó en la celda del licor de jenjibre y durante unos meses se olvidó de sus padres, hermanos, de Gerundia y del enorme zaguán de la esquina que lo llevaba por mal traer.

Sus padres con Soponcio, que era el General al mando de los Caballos de Tropa, no salían del disgusto de que su hijo se tornara en licorero de jenjimbre. Ni Colocón Mayor de licor de calandrias ha podido ser sino un simple licorero.

Al poco, gracias a las influencias del padre, la madre, D. Soponcio, Amigable abandonó esta vida alejada del mundo y metida en alcohol y decidió ejercer la profesión para la que había sido preparado durante los últimos 15 minutos: Diplomado en Compostura con Tempura de Calandrias.

Su primer ejercicio profesional fue atender a los participantes de la carrera con fondo: “Todos con el ballenato del Sahara”. Una especie que está en vía de extinción.

Fue discípulo del gran maestro en esto de la compostura como es D. Celandrio Sin Defectos. Todos le llamaban D. Perfecto porque le gustaba mucho las papas con choco.

Y allí con tan férrea mano cogiéndole la zona de carga y descarga es como hizo de su vida una eterna compostura.

D. Celandrio se retiró de este noble oficio de Maestro Mayor de Compostura y Alcahuete General bastante antes de lo esperado pues le salió una urticaria cuando cayó en sus manos un ejemplar del folleto de vomitadores a domicilio.

Amigable cogió el sitio de D. Celandrio cuyo nombre fue cambiado pues él, que era la humilde humillación personificada, lo denominó Gran Maestro de la Orden de la Compostura y Arreglo Varios pues al fin y al cabo siempre decía que eso del “alcahueteo” es un arreglo de los de toda la vida.

Nuestro Postinero tenía alto cargo y sobrada cartera que como gastaba menos que un ojo de cristal rebosaba riqueza hasta por las axilas pues bien sabemos que la gente con clase en la testuz no tienen sobacos.

Nuestro Amigable era interesadamente admirado y él se dejaba querer aunque fuera para sacar luengos intereses. Conoció al Presidente del Patronato Nacional de Chumberas y ahijados, al Rey Cascador de Melindres, el archiconocido jugador de carrera en bolsa, hasta Su Eminencia Calixto el Breve que duró lo que duró así sin más.

Nuestro Postinero además de su honorable dedicación también tenía escogidas aficiones como tocador del pito-flauta y de vez en cuando se arrancaba por los acantilados.

Pero tan buen partido tenía muchos conocidos pero sin derecho a roce por lo cual sus padres estaban hartos y preocupados de la ñoñez de su vástago que terminaba de salir del “cascarón”.

Un día, de esos menos pensado y de improbable credibilidad, llegó a su casa y con voz trémula por que le embarga la emoción y su colección de pinturas y contrachapados les dijo a sus amados progenitores: ¡Ya he encontrado mi alma gemela!

Los padres con los lagrimales anegados de expectación no daban crédito porque nunca han trabajado en bancos y esperaban que el niño concretase para seguir deglutando ese delicioso arroz con semillas que tenían bajo la mesa.

Don Severo que era menos que su nombre se emocionó lo que dura un abrir y cerrar la caja de música donde guardaba el puro habano de tu tío Melquíades y su amada madre Doña Eudasia le dio un mareo que así llama al mayordomo de la casa vecina.

Nunca se supo más porque nuestro Postinero jamás ofreció detalle alguno aunque sus padres que tenían que aprovechar la ocasión para salir en las páginas de sociedad insertaron un anuncio:

Don Severo y Doña Eudosia de Postinero anuncian la puesta de largo del compromiso de nuestro hijo Amigable con su alma gemela. La fiesta se celebrará próximamente en los jardines de al lado y la cena será ofrecida por el conocido Louis D’ Champiñon que ofrecerá sus cotizadas cien mil hojas de espinas de bacalao.

La cuenta para ingresar la dádiva para el regalo a la feliz pareja está abierta en el banco de siempre y no se admite menos de lo que estipuló Doña Rustícola de la Casa Amueblada, Archiduquesa viuda de Cascabel del Gatoescayola.

La noticia del emparejamiento de Amigable con Alma Gemela, que así la llamaban aún si conocerla, dio la vuelta a todo el lugar y aún sin celebrarse ya se había convertido en un extraordinario ejemplo de “EGOS DE SOCIEDAD”.


Jesús Rodríguez Arias