miércoles, 14 de septiembre de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": AMIGABLE POSTINERO.


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Amigable Postinero, que de chiquitito recogía lanas en la panadería en la que ayudaba su tía-abuela Magdalena, venía de una familia de alta burguesía y pocos estipendios que vivían de lo que sobraba en casa.

D. Severo, su padre, era muy cándido para su edad y cuando tenía que reñir daba una patada en el glotis sin más. Doña Eudasia, severa esposa y postinera madre, siempre fue de la alta sociedad y cada vez que la cosa se ponía fea siempre decía lo mismo: ¡¡Si esto lo viese D. Peregrino no pasaría!

Don Peregrino era el asistente de la familia y lo mismo te lavaba la ropa que llevaba a la fina patulea de picnic.

Don Peregrino dicen que parecía mucho a aquél cantante mexicano que era muy conocido en Finlandia pues tocaba los muslos mejor que nadie.

Fruto de esta unión tan severa nacieron tres vástagos y una maceta de geranios.

El mayor le pusieron Amigable en honor a la onomástica del tío Federico. El segundo le pusieron Honesto pues sería educado para trabajar en las finanzas y demás chascarrillos y la tercera fue la damita Eulalia que era rubia como el platillo y fría como la baba.

Amigable siempre le gustó eso de la “compostura” y le hacía tilín todo lo mayestático. Estudió en colegio para hombres y a decir verdad le llegó a gustar mucho. Entraba y salía como cada uno de casa.

Se cuenta que nuestro atildado Amigable se decantó con la tierna edad de los 26 por el sexo opuesto y aunque hacía esfuerzos ímprobos para relacionarse con la prima Gerundia que había sido elegida por sus padres para Amigable nunca le puso las manos encima pues su corazón lo tenía entregado por ciento y uno al zaguán de la esquina.

Nunca se atrevió a confesar abiertamente su inclinación que disimulaba con esmero aunque todos dijeran que tenía una pata distraída y por eso pensó en profesar vida de monacato vendiendo productos baratos a precios caros.

Ingresó en la celda del licor de jenjibre y durante unos meses se olvidó de sus padres, hermanos, de Gerundia y del enorme zaguán de la esquina que lo llevaba por mal traer.

Sus padres con Soponcio, que era el General al mando de los Caballos de Tropa, no salían del disgusto de que su hijo se tornara en licorero de jenjimbre. Ni Colocón Mayor de licor de calandrias ha podido ser sino un simple licorero.

Al poco, gracias a las influencias del padre, la madre, D. Soponcio, Amigable abandonó esta vida alejada del mundo y metida en alcohol y decidió ejercer la profesión para la que había sido preparado durante los últimos 15 minutos: Diplomado en Compostura con Tempura de Calandrias.

Su primer ejercicio profesional fue atender a los participantes de la carrera con fondo: “Todos con el ballenato del Sahara”. Una especie que está en vía de extinción.

Fue discípulo del gran maestro en esto de la compostura como es D. Celandrio Sin Defectos. Todos le llamaban D. Perfecto porque le gustaba mucho las papas con choco.

Y allí con tan férrea mano cogiéndole la zona de carga y descarga es como hizo de su vida una eterna compostura.

D. Celandrio se retiró de este noble oficio de Maestro Mayor de Compostura y Alcahuete General bastante antes de lo esperado pues le salió una urticaria cuando cayó en sus manos un ejemplar del folleto de vomitadores a domicilio.

Amigable cogió el sitio de D. Celandrio cuyo nombre fue cambiado pues él, que era la humilde humillación personificada, lo denominó Gran Maestro de la Orden de la Compostura y Arreglo Varios pues al fin y al cabo siempre decía que eso del “alcahueteo” es un arreglo de los de toda la vida.

Nuestro Postinero tenía alto cargo y sobrada cartera que como gastaba menos que un ojo de cristal rebosaba riqueza hasta por las axilas pues bien sabemos que la gente con clase en la testuz no tienen sobacos.

Nuestro Amigable era interesadamente admirado y él se dejaba querer aunque fuera para sacar luengos intereses. Conoció al Presidente del Patronato Nacional de Chumberas y ahijados, al Rey Cascador de Melindres, el archiconocido jugador de carrera en bolsa, hasta Su Eminencia Calixto el Breve que duró lo que duró así sin más.

Nuestro Postinero además de su honorable dedicación también tenía escogidas aficiones como tocador del pito-flauta y de vez en cuando se arrancaba por los acantilados.

Pero tan buen partido tenía muchos conocidos pero sin derecho a roce por lo cual sus padres estaban hartos y preocupados de la ñoñez de su vástago que terminaba de salir del “cascarón”.

Un día, de esos menos pensado y de improbable credibilidad, llegó a su casa y con voz trémula por que le embarga la emoción y su colección de pinturas y contrachapados les dijo a sus amados progenitores: ¡Ya he encontrado mi alma gemela!

Los padres con los lagrimales anegados de expectación no daban crédito porque nunca han trabajado en bancos y esperaban que el niño concretase para seguir deglutando ese delicioso arroz con semillas que tenían bajo la mesa.

Don Severo que era menos que su nombre se emocionó lo que dura un abrir y cerrar la caja de música donde guardaba el puro habano de tu tío Melquíades y su amada madre Doña Eudasia le dio un mareo que así llama al mayordomo de la casa vecina.

Nunca se supo más porque nuestro Postinero jamás ofreció detalle alguno aunque sus padres que tenían que aprovechar la ocasión para salir en las páginas de sociedad insertaron un anuncio:

Don Severo y Doña Eudosia de Postinero anuncian la puesta de largo del compromiso de nuestro hijo Amigable con su alma gemela. La fiesta se celebrará próximamente en los jardines de al lado y la cena será ofrecida por el conocido Louis D’ Champiñon que ofrecerá sus cotizadas cien mil hojas de espinas de bacalao.

La cuenta para ingresar la dádiva para el regalo a la feliz pareja está abierta en el banco de siempre y no se admite menos de lo que estipuló Doña Rustícola de la Casa Amueblada, Archiduquesa viuda de Cascabel del Gatoescayola.

La noticia del emparejamiento de Amigable con Alma Gemela, que así la llamaban aún si conocerla, dio la vuelta a todo el lugar y aún sin celebrarse ya se había convertido en un extraordinario ejemplo de “EGOS DE SOCIEDAD”.


Jesús Rodríguez Arias

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