sábado, 24 de febrero de 2018

LAURO




Sus padres eran muy “moennos” decían en el pueblo por entonces pues antes de casarse se habían “rejuntao” y vivían en una comuna jipi de esas de “haz el amor y no la guerra y viceversa”.

Sus padres se llamaban Juan y Leandra pero como eran muy in y por tanto jipis pasaron a ser reconocidos como John y Lea. Él moreno, fornido, de hombros anchos algo paticorto con su melena de buen pelo negro aunque según cuentan quienes lo vieron en todo su naturalidad de fuchinga poco o ná…

En cambio Lea era una mujer morena, bien parecida, cuerdo vigoroso y según las mismas lenguas bien terminá.

Bueno, pues John y Lea se fueron a convivir juntos a una comuna que había cerca de la playa de los huesos secos, en unas casas que ellos mismos construyeron a base de ramas de árboles pues se puede decir que fueron los primeros ecologistas en acción.

Allí vivían, se acostaban, pacían, fumaban, meditaban además de las correspondientes bacanales de todas con todos, de todos con todos, de todas con todas como mandan los institutos de la naturaleza.

No comían nada animal pues ellos eran vegeterianos y es que tiene nabo la cosa…

Un día Lea tuvo una angustia estomacal cuando fue a comer ensalada de jaramago y fue entonces cuando Libertad, que así se hacía llamar la Faustina, le dijo que tenía que estar embarazada, que tendría una cría, que se uniría a la comuna tan natural donde todos eran bienvenidos si aportaban cuanto podía al follaje.

John, que estaba un poco fumado, cuando Lea se lo dijo se puso de pie y abrazó a un árbol mientras decía: Es nuestra aportación a la Madre Tierra.

Fue un embarazo ciertamente embarazoso toda vez que tuvo que ponerse una bata pues se sentía incomoda ir desnuda en tales circunstancias. Cuando llegó el día y delante de todos los miembros de la comuna dio a luz a un precioso niño rubio, blanquito y con los ojos azules que se parecía mucho a sus progenitores que eran morenos, con ojos negros y de piel más bien tostada. El niño no se parecía mucho a John, vamos no se le parecía en nada, pero él que era jipi de los de verdad lo acogió para donarlo a la Madre Tierra como todos ellos.

Cuando llegó el quinto invierno John y Lea estaban de la Madre Tierra, de la comuna de jipis y de la playa de los huesos secos hasta el arcoíris y tomaron la decisión de abandonar tan natural vida y volver al pueblo pues el niño que era más blandito siempre estaba resfriado y ya se le había acabado la “maría” con la que le hacía las inhalaciones.

Esta decisión no fue respetada por los respetuosos jipis que le pusieron los cuatro harapos que aun conservaban de la odiosa civilización en la orilla de la playa de los huesos secos con una barca hecha con leños. Todas las puertas cerradas y todos unidos en una bacanal de despedida mientras John, Lea y Lauro, que así le pusieron a la criatura porque había que ser igualitario, se marchaban con “viento fresco”.

Con el tiempo y los aconteceres de la vida lo peor de una sociedad civilizada, herida por las fauces del heteropatriarcado, y capitalista hizo que tanto Juan, anteriormente conocido como John, y Leandra, Lea para los jipis, se casaran en la Iglesia del pueblo y bautizaran en la pila donde todos los de allí pasaron a Lauro, su hijo, que este no tuvo la suerte de cambiar de nombre.

Juan cogió las riendas del negocio familiar que se dedicaba al mundo de la construcción y Leandra empezó a trabajar en una peluquería muy in que puso al poco tiempo donde su especialidad era el corte, peinado y tinte del vello púbico o lo que es lo mismo que decir del “mismo”.

Lauro, estudiaba en el colegio privado más prestigioso de la zona, donde crecía en saber, en cuerpo y también, porque todo hay que decirlo, en el “ya me entiendes” que fue cosa que mosqueó mucho a Juan pues su pilila hacía honor a su nombre.

El niño rubio, piel blanca y fina, ojos azul cielo, cuerpo apolíneo y con un “miembro” al que trataba como a uno más de la familia no era ni por asomo parecido a su padre sino a ese joven, rubio, ojos claros, fuertes y vigoroso en todos los sentidos que en sus tiempos mozos habitara la comuna de la playa de huesos secos y con el que Lea pasaba grandes ratos de “conversación” en las bacanales. Sí, todavía se acordaba Leandra de las “conversaciones” con el miembro del holandés ese tan joven y tan guapetón.

Lauro estudió años en el extranjero y empezó a trabajar para una entidad financiera internacional con alto cargo ejecutivo, con millonario sueldo, sobre algo del medio ambiente y es que el espíritu “jipi” parecía que seguía siendo influyente en la familia. Mientras Juan había comprado todo ese terreno que rodeaba la playa de los huesos secos y que todavía era lugar idolatrado de la comuna jipi para hacer una urbanización de chalés adosados con vistas a la playa. La compra y el posterior cambio de calificación de rústico a urbanizable le costó mucho tiempo en vender al alcalde, que era un ropasuelta melenudo e hijo de unos jipis de la comuna, las bondades del turismo que iba a generar amén del sobre con un fajo de hojas de lechugas que le dio como “ofrecimiento” a la Madre Tierra.

Igor del Higo, que así se llamaba el alcalde ropasuelta que vivía en la comuna jipi desde que naciera, vestía como visten todos ellos. Tenía más manchas que el mono de un mecánico cuando termina de arreglar un coche, olía a sudor natural, a huevos de forma natural, y la rasta tenía más solera y tersura que la cola de las hermanas ratas.

Igor del Higo, que así se llamaba la criatura, le gustaba mucho ser ropasuelta que es la derivación natural de todo jipi que se precie cuando se mete en esto de la política, tenía un gracioso sentido del humor y llamaba hojas de lechuga, que es un término muy natural, a los billetes de 100, 200 y 500 euros aunque a estos últimos les llamaba lombardas.

Pues eso fue lo que le dio Juan, un gran sobre con muchas lechugas y más lombardas, para que todo el plan urbanístico fuese hacia adelante para recibir otros dos más con incremento de verduras que para nada eran una fruslería.

No os podéis imaginar como sentó esto a la comunidad jipi que no opusieron resistencia porque ellos entre porro y porro, abrazo a la Madre Tierra, bacanal y bacanal uno de ellos mismos se los había cepillado sin enterarse ni nada.

Cogieron sus cosas, muy pocas por cierto, y se fueron en busca de otro lugar donde asentarse y seguir dando por saco que es una cosa muy jipi por cierto.

Cuando Lauro volvió al pueblo lo vio todo muy cambiado pues se había convertido en un lugar referente de turismo para todos los sexos y para todos los géneros. Le parecieron extraordinarios los chalés adosados que su padre había construido en la playa de los huesos secos y que ahora era un vergel lleno de vida y de vidorra.

Estuvo poco tiempo pues acababa de ser nombrado director general en Europa del Banco Mundial y Financiero y tendría su sede en Suiza.

Juan y Leandra, sus padres que estaban enamorados del dinero, sentían mucho orgullo de su vástago cuando le presentó a su prometida que según dicen es de una de esas familias más ricas de América.

Ella, chapurreando español, les confesó que ya hacía más de tres años que yacían juntos y que al principio todo fue más doloroso ya que la virilidad de Lauro no tiene nada que ver con el nombre pues sus más de 30 cm de escalímetro daban para muchas más…

Juan, algo mosqueado, le dijo que aquí en España la media nacional estaba en 13,7 de Producto Interior Bruto.

Un día saliendo Lauro de las lujosas dependencias donde tenía su despacho se encontró con una persona que le era conocida aunque no le ponía nombre.

¡Hombre Lauro, que alegría verte!

¿Perdón? Le contestó mirándolo de arriba a abajo.

Soy Igor del Higo, antiguo alcalde de tu pueblo de nacimiento, es que estoy aquí pues he fijado mi residencia después de que el poder caciquil del Estado pusiera tras de mí la dictadura de sus leyes por cuestión ideológica.

¿Sí?, le contestó Lauro.

Y aquí me he venido como exilio político. No vivo mal pues he metido en el banco mis ahorrillos, 1000 millones de las antiguas pesetas, y aquí estoy sobreviviendo.

Igor del Higor había cambiado tanto que se había afeitado, lucía limpio un trajechaqueta con corbata de pura seda y gemelos de oro con esmeraldas y conducía un lambordini, que todos sabemos es un coche propio del propio proletariado.

¡Pues me alegro hombre de que te haya ido todo bien aunque digas que estás tan mal!

Igor, puso gesto circunspecto, y le dijo: Siento la separación de tus padres. Sé que tu madre está en Holanda con un tal Matt que dice conoció en sus años jóvenes y que se enamoraron de sus cosas.

De tu padre, ya sabes, lo pilló Hacienda y ahora está la cárcel cumpliendo pena por varios delitos. ¡Es que siempre fue un poco lelo y cateto! ¿Te estoy importunando?

No, que va, le contestó Lauro. Todo eso ya lo sabía. Solo una cosa, si mi padre es un sinvergüenzas tú lo eres más, si mi padre fue un jipi de los de la Madre Tierra tú eres un asqueroso ropasuelta sin moral.

¡Perdona, los de izquierda radical somos los adalides de la honradez!

Sí, pues aquí se acabó la conversación. Don Igor de los Higos: ¡Váyase usted a freír espárragos!

Y se metió en su coche mientras el chófer cerraba la puerta.

Estas cosas son las que pasan cuando uno se codea con los ropasueltas…

Jesús Rodríguez Arias

jueves, 22 de febrero de 2018

LA TIENDA DE REMIGIO.




Juan nació en su casa que está justo encima de la tienda, ese ultramarinos, que también servía de bar donde todos tomaban el mañanero café, la chiquita de mediodía y donde algunos comían lo que prepara su madre Paca mientras su padre Remigio atendía por igual al colmado como al bar.

Juan creció en el almacén o en el despacho donde todos los días su padre atendía largas horas a la fiel clientela de siempre. Allí se conocían todos y de todo se hablaba menos de política que eso en España siempre ha traído enfrentamientos.
Juan cuando volvía de la escuela se ponía a trabajar poniendo en orden el pulcro almacén de la tienda de su padre Evaristo o se ponía a escuchar detrás de la cortinilla mientras Antonio y Remegio jugaban contra Serapión y Sordera su partida de dominó de todas las tardes.

Juan dejó la niñez entre garbanzos, chorizos, aceite de oliva, jabón, botellas de vino y los olores y sabores de la rica comida que hacía su madre Paca para el bar donde también comían ellos.

Y Juan llegó a una edad de atender junto a su padre en el ultramarinos y de vez en cuando también echaba alguna que otra copa y entonces supo el por qué tanto su padre como su madre siempre estaban atentos a todos los vecinos y algún que otro foráneo que venía a comer a casa y es precisamente porque se sentían en casa.

La Tienda de Remigio estaba frente por frente al Cuartel de la Guardia Civil y no era extraño el ver a Antonio, Rosendo, el Cabo Máximo y hasta el mismo Sargento Segura tomar un café charlando amigablemente con su amigo Remigio que a decir verdad estaba para todo.

Muchas veces su madre Paca le preparaba un costo con la comida del día para el Guardia que le tocaba turno en la garita o si tenían que salir a patrullar por los caminos y senderos.

Muchas veces su madre Paca iba a ver a alguna parturienta de la Casa Cuartel pues es muy difícil criar a la prole con un hijo en brazos. Otras ella misma asistía al parto con Don Cristóbal, el médico, pues de siempre ha sido la comadrona.

La Tienda de Remigio y el bar contiguo era un anexo, una ampliación, del Cuartel de la Guardia Civil pues ellos eran considerados como parte integrante de la Benemérita Institución.

El día que su padre Remigio abandonó el mostrador porque se puso enfermo y no se podía mantener en pie muchos fueron los que lo sintieron pues con su carácter amable y ciertamente reservado había hecho buenos y grandes amigos. Los secretos quedaban en las paredes del ultramarinos que en verdad era casa un poco de todos los del pueblo y de los foráneos.

Un día de primavera, cercano a la Virgen de Fátima, Dios se llevó a Remigio que fue velado en la capilla de la Casa Cuartel con una bandera de la Guardia Civil cubriendo el féretro pues él sin serlo su corazón siempre había latido en verde y su ayuda era conocida por las altas instancias y todo que le otorgaron un reconocimiento oficial que emocionó mucho a Paca, su madre, y a él mismo.

Juan con el tiempo se hizo novio de Mercedes, la hija de Julio el carpintero, y tras unos años de noviazgo se casó en también en la Capilla del viejo Cuartel. Se instalaron en su casa arriba del colmado teniendo un dormitorio su madre Paca que era los pies, las manos y el corazón de ese lugar que todavía olía a Remigio.

Con el tiempo Mercedes fue ampliando sus conocimientos culinarios y cogiendo esa pizca de arte, de vieja cocina, de la de casa, de la de toda la vida, que salía de los conocimientos y artes de una auténtica maestra en los fogones como era su madre Paca que un día sin pensárselo mucho y después de más de 58 al frente decidió retirarse e irse a vivir con su hermana Antonia que hacía poco se había quedado viuda. Juan y Mercedes ya tenían por entonces 5 chiquillos que lo alborotaban todo.

El tiempo pasó, vinieron los grandes supermercados, la frialdad de los mismos, pero nadie pudo jamás con la Tienda de Remigio, que mantenía el bar con sabor a hogar, a casa, aunque ahora en la cocina no era su madre Paca sino su mujer Mercedes.

Y todos los días se llena para comer la comida del día, para jugar las partidas de dominó, para comprar eso o aquello…

Y donde todos los días se pueden ver a uniformes verdes tomando un café y charlando con Juan que es igual de amable, correcto y reservado que su padre Remigio que murió hace ya algunos años y todavía se le echa en falta.

Y es que Juan es tan Guardia Civil como Remigio aunque nunca llevaran el verde uniforme sino una bata color garbanzo o un mandil de cuero.

En las paredes del ultramarinos un cuadro con el justo reconocimiento de su padre y también otro suyo por todos los méritos por los servicios prestados a la Guardia Civil.

Y todavía se puede ver a Juan llevar el “costo” con la comida del día a Andrés que hoy le ha tocado guardia en la garita…

Jesús Rodríguez Arias

sábado, 17 de febrero de 2018

DE DON ARDILLÓN...




Mi muy estimado Sr.:

Le escribo por vía epístolar porque no hallo asiento donde descansar la cabeza con dignidad. Cómo bien sabe Doña Ardillona, que se desposó conmigo cuando ya no era mocita, es una ardilla infiel que hace zorradas a diestro y siniestro.

Tenemos una familia pequeña y reducida de 55 hijos, 2500 nietos y 20000 bisnietos que todos viven en la misma zona pues de siempre hemos sido muy ardillas cluecas.

Sé que mi hija Ardi, que es inocentona y algo atontada, no ha salido a su madre, ha cautivado al cursi de su yerno que no sé qué ha visto mi peluda niña en ese pusilánime que no hace más que lloriquear por las esquinas, que se pone a conversar lastimeramente con las ocas y que suspira a moco tendido.

Si no fuese por mi penurría y mi desasosegada situación que atravieso por las repetidas infidelidades de mi Ardillona que me hacen esté como cabra loca ya habría puesto pie en pared o mejor dicho patas en el culo de su atontado yerno que prefiere a mi Ardi que es lo que es al pedazo de mujer que tiene y que vale tanto que incluso yo siento ardua admiración por ella.

De hecho le confesaré, de Ardillón a Caballero, que estoy haciendo todo lo posible por separarme de mi infiel mujer por su lío con lirón y cuando esté libre quiero hacerle llegar mis sanas pretensiones a su hija pues veo que es mujer para un Don Ardillón como yo. Sé también que usted verá con buenos ojos mi pretendida admiración pues es bien sabido sus devaneos con Ardillona cuando ostentó la alta responsabilidad de Policía Montada del Canadá aunque en esa época no la conocía y no puedo juzgar.

Mi admirado suegro de yerno tan mamarracho: Sólo decirle que le profeso admiración por haber llegado tan lejos pues está usted acá después de haber llegado hasta el Canadá ese, le profeso también admiración porque supo mantenerse firme a los encantos de mi Ardillona y le profeso más admiración todavía por poner firme al amamantado del ex-pretendiente de mi Ardi que nunca ha sido muy lista, a los hechos me remito, y lo único que persigue es comer una buena bellota.

No caiga en la tentación de enviar una misiva a la madre de Ardi que es ardilla puerca que le gusta mucho la zorronería y así de esa manera el pusilánime de su yerno seguirá hablando con esa oca del lago por la que últimamente está mostrando mucho interés.

En cuanto se anule mi relación con mi esposa le pediré a usted los nudillos de la mujer de su yerno para formalizar nuestra relación. La dote no es mucha: Un frondoso árbol en la parte alta del parque, tres ramas adosadas, 1000 kilos de bellotas y la receta de licor de jaramago que proviene de mis ancestros pues fue mi tía-abuela Ardillota “La Borrachona” fue quien la inventó y que ahora está muy cotizado entre los veganos esos…

Como dama de honor, cuya ceremonia quiero se celebre en el famoso y conocido estanque de las nutrias, quiero contar con esa chica tan amable y sonriente, Gema parece se llama y que es hermana de mi pretendido querer.

Quedo a su disposición suyo afectísimo,

Don Ardillón, su futuro yerno.


jueves, 15 de febrero de 2018

DOÑA REMEDIOS.




Nadie sabía por qué Doña Remedios llevaba prendido a la solapa un lacito verde con la imagen de la Virgen del Pilar, nadie lo sabía y tampoco nadie se lo preguntaba.

Doña Remedio volvió a su pueblo de siempre con demasiadas canas en el pelo, vestida de negro pues estaba viuda y según parece no tenía más que su perrita Dora como más familia.

Doña Remedios a pesar de su empaque serio era una mujer muy cercana, cariñosa, sensible, caritativa que intentaba ayudar a todos por igual. Para ella no había distingos sociales y recibía desde la “Marquesita” que decía solo ostentaba el título porque la tierra y la fortuna volaron hace mucho como a la hija de Pancracia que según las lenguas malas hace la calle.

Y es que Doña Remedios vivía para servir a todos ofreciendo sus conocimientos pues en su juventud había sido maestra. Enseñaba a escribir y leer todos los martes y viernes en la Parroquia junto a Doña Consolación que es la madre del Padre Julián que lleva poco más de tres años dirigiendo las almas o rezando por ellas en este precioso y perdido lugar.

También en su casa escribía cartas de algunas madres a sus hijos que se hallaban fuera trabajando o estudiando. Organizaba cenas con sus posteriores tertulias donde se hablaba de todo que de interés ofrecía el mundo o tocaba el piano cuando la madrugada empezaba a caminar.

Con el pasar del tiempo y los años la figura enjuta e hidalga de Doña Remedios se hizo familiar en el pueblo y todos querían saludarla, estar con ella, compartir conversación, recuerdos, conocimientos.

Pero en verdad esta dama nunca hablaba de su vida, de su marido, de nada que no fuera su infancia y juventud o su ahora mismo.

A Doña Remedios se le podía ver rezar muy profundamente y llorar ante el sencillo y antiguo Sagrario donde cada lágrima era como si fuesen gotas de sangre que resbalaban de sus mejillas por el dolor que expresaba su rictus.

Se codeaba con todos aunque la familia de Sebas, ese chaval que lleva en la cárcel más de 20 años, la evita como si tuviera el tifus. Muchos creían que era por motivos de esa infancia y juventud, por problemas de familias pues antes se daban muchas situaciones así aunque en verdad nadie preguntaba nada aunque todos les pareciera extraño.

El padre de Sebas, Nicolás murió de pena cuando a su hijo lo cogieron pues según informaron en la televisión pertenecía a un comando de los de ETA aunque nunca se pudo saber a ciencia cierta si alguna vez llegó a apretar el gatillo. Nicolás era un hombre recio, como la tierra, como el pueblo, como sus costumbres, como las raíces les son hereditarias por sangre. Murió cuando vio que su hijo Sebas se había metido con terroristas para defender no sé qué a base de matar desde la cobardía. Sí, murió cuando supo que su único hijo era un terrorista, un cobarde y un inmenso traidor a su familia que es lo mismo que decir de sus raíces, de su historia, de su sangre…

Arancha, la madre de Sebas, ya nunca fue lo que llegó a ser. Sobrevivía a la vergüenza y al deshonor que su hijo, ese precioso niño que llevara en sus entrañas, fuera condenado por ser terrorista, por ser un asesino, por ser el que al fin y a la postre también matara a disgusto al bueno de Nicolás.

Un día, llovía a cántaros y corría un viento frío que cortaba el solo respirar, se armó de valor y se presentó en la puerta de la casa. Llamó tímidamente, como diciendo que si no abría rápido se iría de allí con la conciencia medio tranquila. No fue así pues al poco tiempo se abrió y pudo ver con total claridad a Doña Remedios que la miraba con gesto lleno de amargura aunque con una sonrisa que la invitaba a pasar.

Se las vio, detrás de las cortinas conversar horas y horas, se las vio llorar, se las vio perdonar y se las vio abrazarse cuando Aracha salió a la puerta.

Sí, fue Sebas, su hijo el terrorista, el que activó la bomba en el coche de su marido Rafael cuando iba a llevar a su único hijo, Julián, al colegio. Ese día se les había hecho algo más tarde y el pequeño había perdido el bus que lo llevaba todos los días  a clase.

Rafael era Guardia Civil y cuando la maldita bomba que había preparado y activado Sebas estalló se llevó no solo al padre sino también al hijo decapitando por siempre el corazón de Doña Remedios.

Fue un día del Pilar y por eso ella en su traje negro de luto permanente luce ese lazo verde con una imagen de la Virgen del Pilar, el mismo que llevó prendido en el féretro de su marido con la bandera española pues ellos de siempre fueron muy devotos de la patrona de Benemérito Cuerpo por el que dio la vida su marido y también su hijo a mano de un descerebrado que estaba dirigido por la locura.

Pero es lo que pensó Doña Remedios ante el Sagrario: Arancha no tiene la culpa pues ella también ha perdido a su marido y a su hijo…

Todavía se la ve con su figura enjuta e hidalga recorrer las calles de su pueblo con su vestido negro y ese lacito verde con la Virgen del Pilar en la solapa.

Jesús Rodríguez Arias

sábado, 10 de febrero de 2018

CUANDO GARCILASO NO QUISO SER ROPASUELTA...



Cuando nació su padre que era de la izquierda más radical que los radicales de izquierdas le dijo a su compañera sentimental Eufrasia que el niño se llamaría Lenín a lo que la buena señora se opuso, también radicalmente, porque no consentía que su pequeñín, que en vez pijama al uso llevaba una camiseta del Ché, se le pusiera el nombre de una momia. ¡Y así quedó el asunto!

Después de negociarlo lo registraron con el nombre de Raúl, como el menor de los Castro, y por lo tanto llevaría un nombre revolucionario y comunista como la URSS manda.

Garcilaso, que así se llamaba el padre de tan comunista criatura, era afiliado del partido comunista y líder sindical en su empresa de sidra y acorchados. Siempre fue de izquierda ya que su padre y abuelo pertenecieron al movimiento anarquista desde siempre.

Cuando conoció a Eufrasia no se casaron por la iglesia porque él era ateo y por lo tanto solo creía en Lenín y lo que dispusiera el politburó.

Siendo más joven visitó Rusia más de una vez en los comités de enlace comunistas donde respiraron el aire puro de marxismo-leninismo según mandan los laicos cánones. Eran recogidos en el avión, llevados a un céntrico hotel donde le esperaban altos mandatarios soviéticos, reunión va, viene, comida, cena y al final se lo llevaban de putas. Vamos lo que tenían la suerte de vivir los rusos de todo estamento y clase cada día de sus vidas.

Después eran puesto en la puerta del avión que lo llevaban a la capital de España para seguir trabajando por la causa y por la instauración de la III República marxista y comunista soviética.

Los años fueron pasando y Garcilaso se convirtió en un líder de masas obreras con la llegada de la democracia. Se presentó a las cortes por el partido comunista sección radical e igualitaria y consiguió su escaño en el gallinero.

Eufrasia de ser una mujer humilde dedicada a su marido e hijo se convirtió en la mujer del “deputado” que así era conocido en la localidad donde vivían.

Raulito fue creciendo en cuerpo y también en inteligencia pues había sacado la sesera del abuelo Remigio, que era comerciante y por lo tanto explotador.

Con los años y los devaneos de la política Garcilaso abandonó sus cargos públicos y se quedó con los privados pues era consejero de una caja de ahorros con sueldo alto y mejores derechos. Cuando fue nombrado dijo para sí: ¡Ya era hora que el  proletariado democratizara los bancos!

Garcilaso llegó por esas carambolas del destino a la vicepresidencia ejecutiva de la caja de ahorros que la verdad sea dicha ahorraba bien poco pues entre tarjetas y demás dispendios los clientes tenían cada vez más comisiones para pagar los lujos a sus directivos.

¿Qué ha sido de ese comunista que todo era de todos? Le preguntaba el viejo Egidio, histórico marxista que un día lo reclutó para la causa obrera.

¡Por favor no tergiveses querido camarada! Yo lucho por el bien del pueblo pero eso necesita dedicación exclusiva, viajar muchos, invertir tu tiempo en conocer el poder que mueve el mundo para después destruirlo por dentro.

Esa demagogia de la que hacía gala no contentaba al viejo Egidio que conocía bien el percal del que estaba hecho Garcilaso pero ya este es un caso perdido como todos los nuevos dirigentes de esta izquierda tan capitalista que existe no solo en España sino en el mundo.

Y se iba Egidio a su casa donde todavía tenía una foto dedicada de la Pasionaria mientras se decía para él: “Eran otros tiempos….”.

Garcilaso mandó a estudiar a su Raulito al mejor colegio privado, a la más prestigiosa universidad privada internacional, estudió un prestigioso máster y se codeó con la crema capitalista, financiera y empresarial del mundo mundial.

Eufrasia que se hacía llamar Eufri, por ser más in, le decía que tendrían que casarse por lo civil ahora que tenía amigos poderosos y de luna de miel le gustaría un viaje por el mundo en en quinmeri ese que vale tan caro. ¡Será por dinero!

La verdad es que a Garcilaso no le hacía gracia el hacer un viaje tan largo y no por el dinero pues eso lo paga la Caja de Ahorros sino por tantos meses junto a su mujer ya que como él era un hombre de mundo tenía dos amantes una de aquí y otra de allá. Mantenía tres familias. ¿Y después me dicen que no trabajo para el proletariado?

Pero un día cambió la tortilla y tuvo que cesar de su cargo en la caja de ahorros, cosa que agradeció pues a los nuevos mandatarios le tocarían justificar los gastos de estos últimos años. Cuando menos se lo piensen tendrán a Hacienda y la Justicia detrás y pienso que hasta puedan visitar la cárcel. ¡Es que estos capitalista son la monda!

Garcilaso se retiró a su finca de más de 7000 hectáreas donde tenía diversas plantaciones que hacían otros. ¡Y es que Garcilaso pasó de ser jornalero a ser “señorito”!

Un día recibió la llamada de un chico joven que quería entrevistarse con él porque quería le aconsejara sobre la economía mundial para un proyecto político y social revolucionario que pondría patas arribas a la misma España.

Fue con su maletín de Loewes y su corbata de cachemira a la reunión con cuatro hombres jóvenes pero listos como el hambre: Pablo, que lucía un frondosa y cuidada coleta, Echenique, cuyo motor era la cabeza, Monedero, un experto en relaciones democratizadoras de países ejemplares y un tal Iñigo que casi no habló. Todos con camisas blancas de lino o algodón y pantalón vaquero caído porque tienen escurridos el culo. Solo Echenique llevaba un jersy con rombitos de los de toda la vida.

Camarada Garcilaso, se levantaron y quisieron darle un piquito en la boca a modo de saludo a lo que él hizo agrio gesto porque era, y bien que se sabía, muy machote.

Esperábamos ver a un defensor del proletariado y no un alto ejecutivo, le espetó en la cara el que parecía ser el líder. En nuestra organización no se llevan maletines, sino mochilas negras, no usamos corbatas si no es para asistir a la gala de los Goya. Tienes que cambiar de indumentaria si quieres ser ropasuelta.

Garcilaso demudó el gesto y le dijo que él no creía en nada pues se pensaba que estaba ante una secta religiosa de esas que te impiden vestir como te de la gana.

Hemos pensado camarada, en ese momento el coletas le cogió la mano, que puedes asesorarnos en materia económica y social pues estamos enterados de tu implicación con la causa obreracomunistaleninista.

Queremos que seas el secretario del consejo ciudadano en el ámbito financiero y empresarial de todos los ropasueltas de este país. Tendrás que ingresar en las cuentas del partido un millón de euros para sufragar la campaña y como premio te pondremos en 36 en la lista electoral de Madrid.

Garcilaso en ese momento se levantó de la mesa y mirándolos con asco les dijo: ¡Ustedes no sois comunistas ni ná, sois unos mamarrachos! Y se fue sin pagar…

Ahora Raulito trabaja como alto directivo de un banco internacional, se ha hecho del PP y va en lista al congreso de los diputados. Tiene pareja y se llama Flor del Rastrojoseco y su padre es uno de los magnates del petróleo.

Hoy tienen cena familiar pues es la pedida de manos pues Raulito y Flor se van a casar por todo lo alto en la Catedral de la Almudena. Tras el intercambio de regalos y lloros se empezó el íntimo ágape de más de 700 personas del círculo íntimo de ambos.

Don Celso, padre de la novia y consuegro de nuestro Garcilaso, le dijo: ¿Recibiste ya la llamada?

Sí, querido Celso, le dijo Garcilaso, esta mañana me ha llamado Cristóbal porque quiere que mi nombramiento como Secretario de Estado se produzca en el Consejo de Ministros este próximo viernes y que Mariano está muy ilusionado.

¡Me alegro de tu nueva designación! ¡Vuelves por la puerta grande!

Sí, Celso y lo hago sobre todo para servir a España porque bien sabes que he sido de “derechas” de toda la vida…

Jesús Rodríguez Arias


viernes, 9 de febrero de 2018

LA VIEJA ERMITA





Desde que se fuera aquél día de invierno que llovía a cantaros siempre volvía aunque fuese una vez al año a la vieja Ermita.

Allí se casaron sus padres, fue bautizado, recibió por vez primera la comunión, se casó…

Sí, la vieja Ermita que está arriba de aquél montículo se mantiene erguida a pesar de todos los pesares. Un lugar que transmite Paz y se respira la Fe. La preside un crucifijo que dicen es muy antiguo y que ya hace algunos años estuvieron algunos estudiosos del tema para llevárselo a la capital, hacerle un estudio y verificar lo que estimaban. No se movió por la oposición de todo el pueblo que no quería perder al depositario de tantas ilusiones, plegarias, lágrimas y silencios. El crucificado tiene nombre y se llama Señor Jesús.

Cada año intenta volver a sus orígenes que no han llegado a perderse ni por estar cerca de treinta años en otro lugar donde ha hecho una familia y un hogar, ni porque sus queridos padres hace más de diez murieran.

Las cadenas que le tienen agarrado a su pequeño y bonito pueblo donde es conocido y querido por igual es el Señor Jesús y la Vieja Ermita. Allí está toda su vida, allí despidió a sus padres, allí enterró sus fantasmas, allí cicatrizaron muchas de sus heridas, allí se hizo hombre, allí creció en la fe, allí constató que se estaba haciendo mayor cuando las canas poblaban sus sienes y esas interesantes barbas que llevara desde que viniera del servicio militar.

Le gustaba ir solo pues en la soledad y el silencio se encuentra uno a si mismo pero también lo hacía con Encarnación, su mujer, y sus tres niños hoy hechos hombres. Quería transmitir esa clase de Fe que solo se alcanza a sentir en ese lugar ante la mirada del Señor Jesús que nos recibe siempre a todos con los brazos abiertos.

Algún día cuando los niños cojan su camino le gustaría volver con Encarnación, de hecho están restaurando poco a poco la casa familiar en el centro del pueblo pues como ellos dicen: “Somos de aquí y aquí hemos de vivir y morir”.

A él le encanta pasear por su pueblo, perderse entre las estrechas calles con casas de piedra, con tejados uniforme, con olor a leña…

Le gusta caminar los senderos, caminos, veredas, adentrarse en la montaña, mirar esa águila que en el cielo planea, perder la vista en ese inmenso cielo que nos cubre y alberga y terminar sentado en el banco donde lo hacía su abuela, rezando al Señor Jesús que lo escucha, protege y por él vela.

Le gusta tanto su pueblo al que vuelve al menos una vez al año para reencontrarse con su vida, con sus recuerdos, con aquellos años donde siendo un pequeño jugaba en la plaza del árbol.

Está a punto de jubilarse después de más de 30 años sirviendo a España. Ha llegado hasta donde ha podido o mejor dicho, hasta donde lo han dejado. Los niños caminan solos y solo el pequeño sigue estudiando.

Hoy ha recibido dos cartas, las dos oficiales. Una es la del ayuntamiento de su pueblo para decirle que ya están empadronados y que le encantaría allí verlos. La otra le comunica que en un mes se jubila, que gracias por los servicios prestados, que ese día y en esa fecha tiene que asistir a un acto, el último de su carrera y el más importante en años.

Dos cartas que le emocionan mucho pues su presente se hace pasado y su pasado vuelve a ser su presente.

Y es que él es Guardia Civil y su vida ha sido siempre servir a España. Dentro de poco más de treinta días se retira y entonces piensa en volver a su pueblo, el de la Vieja Ermita que preside majestuoso y humano el Señor Jesús. Piensa volver más pronto que tarde con la Encarnación de su alma y su hijo Lucas que está terminando de estudiar esa oposición y que le ha dicho que puede hacerlo en el pueblo donde se encuentra tan bien y es tan feliz.

La próxima vez no será una visita, será para quedarse, será para vivir allí su vejez…

Jesús Rodríguez Arias

sábado, 3 de febrero de 2018

DE DOÑA ARDILLONA...






Mi defenestrado ex-pretendiente de mi adorable hija Ardi:

Después de consultarlo con el lecho y tras larga conversación con mi lirón que duerme entre horas he decidido ponerme en contacto contigo porque eres más pesado que una lapa.

Mi hija Ardi me ha dicho en incontables ocasiones que eras de su agrado pues siempre tenías palabras amables mientras ella comía su bellota. He sido yo la que no he visto con buenos ojos esta pretendida relación pues no lo considero digno de mi vástaga.

Solo una cosa haría cambiar mi decisión de que mi hija Ardi parta viaje hacia ningún sitio y puedan volver a sus menesteres: Que consiga una cita para mí con un ser me parece conocí ya hace algunos años, cuando yo era ardilla mocita y mocetona, allá por el Canadá.

Había allí un guapo Policía Montada con su gorro de fieltro y sus abombados pantalones de lana. Era chiquito de cuerpo, mejor para mí que tampoco se puede decir que sea alta. Tenía un ricillos que le salían del pescuezo sobre la inmaculada camisa, era gracioso, simpático y cantaba como un ruiseñor aunque con voz más cascada.

Cada vez que me veía quería que yo también me alimentara con la bellota pero yo era muy retraída para estas clases de relaciones y mira en lo que me he convertido en ardillona puerca que lironea por aquí y por allá.

Este policía que es garbo y alegría me enamoró tanto que hasta los pelos se me caían.

Cuando mi hija Ardi, que es candorosa e inocentona como nadie, me dijo que tenía un pretendiente, un ser humano con corazón peludo, me acordé de mi mocedad y pensé: ¿Será el mismo?

Ví, enseguida que no pues mi policía montado del Canadá era ingenioso, gracioso y juerguista y en cambio tú eres más cursi y relamido que el encaje de un visillo. Sentí pena en mi flácida piel al ver que mi hija no iba a tener suerte pues entre un cursi y un gracioso me quedo con lo segundo.

Pero tienes una oportunidad para que dé mi consentimiento y puedas ver a mi hija en vuestro banco de siempre mientras tu la miras diciéndoles esas tonterías tan ñonas y ella come a gusto su bellota.

Tienes que hacer que ese Policía de pelo anillado, de gorro de fieltro y botas altas me mande una fotito dedicada: A mi Ardillona, ese amor que dejé en Canadá y que ni me despedí cuando me hube de marchar. Tuyo siempre…

Dirás qué quién es ese “pincel”, te preguntarás si lo conoces, que relación te afecta a ti. Pues sí, hijo, lo conoces y muy bien, hasta los pelos se me caen dejándome más calvas de las que atesora mi espalda.

Ese churumbel, ese guayabo, ese adonis de pelo anillado es el que dice llamarse tu suegro, el que dice que tenemos más piojos que una mata habas, que mi hija no es mocita, el que de mi no dice nada y eso me tiene estrozaita.

Dile que lo quiero como aquél día en Canadá cuando con su gorro de fieltro, sus abombados pantalones, su chaquetilla roja y con sus rizos de tirabuzones, lo vi llegar y calentó a esta ardilla hasta derretirse sin más.

Sé que estos hombres de verdad tienen amores por cada puerto, cada puesto y montaña, y aquí está ardillona de él sigue enamorada hasta las trancas.

Dile que me mande una fotilla suya con amable dedicatoria y permitiré a mi hija que pasee contigo pero si no lo hace la mando a Soria donde me han dicho que un tal Manel pasea por el parque y de vez en cuando se entretiene y nos dedica algún versillo pero más auténtico, más castizo…

En tus manos  está, ya verás lo que haces….

Ardillona.

Nota: Me siento tan desolado después de leer esta misiva que me siento en un banco por no hacerlo en la silla…

¡¡Pobre de mí, que mal lo tengo!!

jueves, 1 de febrero de 2018

PERIQUILLO...




Periquillo se educó sin padre pues según le contaron murió en la guerra. Él en su inocencia preguntaba cual y siempre sus mayores le contestaban con huraño gesto: ¿Cuál va a ser? ¡La guerra! Y se terminaba la conversación.

Su madre trabajaba en uno de esos talleres de costura de la época y entre pespunte y pespunte veía como el niño de sus cada vez más desgastados ojos iba o venía por el callejón camino de la escuela o de la pandilla de amigos donde cada uno sobresalía en travesuras.

Su abuelo, que vivía con ellos, trabajaba en una tienda hasta que le cortaron una pierna que se le había puesto negra de un tiempo para acá. Ahora hacía cestos ya que para eso hay que tener las manos ligeras y se podía estar sentado. Las cestas y los canastos del abuelo eran muy reconocidos y venían hasta de los pueblos de al lado para comprarlos. ¡Por algo sería!

Periquillo estudiar no estudiaba mucho pero era el rey de la pandilla y cuando había alguna pelea siempre tenía las mejores armas que son la inteligencia, un valor echado para adelante y una velocidad a la hora de salir huyendo muy considerables.

Pero claro con el poco dinero que entraba por su madre, lo poco que daban ya los canastos del abuelo, no podían seguir para adelante y si para colmo los estudios no eran su pasión, decidió con poco más de 15 años ponerse a trabajar llevando los mandados y organizando el almacén de Don Valerio, el del ultramarinos. No era mucho pero con ese poquito se podía pagar la casa y comer caliente aunque fuese una vez al día.

Los años iban transcurriendo y con esfuerzo y mucho trabajo Periquillo terminó sus estudios que necesitaba para hacer posible la ilusión de su vida pues quería enrolarse en la Marina que decía le llamaba desde que su tío Marcelo, que lo fue hasta la muerte, le contaba sus batallitas.

Esperó a cumplir la edad y presentarse ante el departamento de reclutamiento. Presentó los estudios que tenía y después de superar algunas pruebas. Al poco recibió una carta en la que decía que desde la fecha tal ingresaba en la Armada Española que tenía que hacerlo en Cartagena.

Después de la correspondiente instrucción y jura de bandera en el patio del acuartelamiento en que entre tantos miles que acompañaron a los allí congregados estaban su madre, su abuelo sentadito y Don Valerio que había cogido ese día su coche para que acompañaran al “niño”.

Contra toda norma y menos en las cosas oficiales que se dirigían a él por su apellido todos desde los mandos hasta la tropa lo llamaban Periquillo que se hizo enseguida muy popular por su buen carácter, su aguerrido carácter, su decidida voluntad r y un amor a España fuera de toda duda.

Periquillo se transformó “de la noche a la mañana” de un pillastre de la calle hasta un marinero que vestía marcialmente su azul uniforme con el lepanto. Pasó por barcos, misiones internacionales, se afanó en aprender y seguir aprendiendo porque quería ir ascendiendo poco a poco en la que ya consideraba su casa, en la Marina Española.

Después de algunos años fue destinado al Ferrol ya con el grado de cabo primera y poco después marchó hacia San Fernando para entrar en la Escuela de Suboficiales donde si la Virgen del Carmen no lo remedia saldrá un nuevo sargento. Allí, en sus paseos por esa gran avenida, por esa viva calle Real conoció a Maruja que era una chica muy noble, muy sencilla y también muy humilde.

Periquillo lucía su azul uniforme con gorra de plato mientras paseaba por esta céntrica calle con sus amigos y compañeros. Vio que en esta Ciudad podría formar familia si Maruja daba el sí a sus pretensiones que era cosa difícil pues ella trabajaba de la mañana a la noche en una panadería.

Pasó el tiempo y se hicieron novios de los de paseos y más paseos porque la economía no le permitía grandes cosas ya que una trabajaba para llevar el dinero a sus padres mayores y enfermos y el otro enviaba más de la mitad de su sueldo para que su madre y el abuelo, que cada vez estaba más consumido, no le faltará nada.

Salió Sargento y fue destinado a Madrid y de allí empezó una letanía de destinos tanto de mar y tierra, tanto fuera como dentro, tanto de máximo nivel como de vigilancia.

Y nuestro suboficial de la Armada Española volvió a San Fernando para casarse con Maruja en la Iglesia del Carmen un sábado de abril a las seis de la tarde. De este matrimonio dos chicas y un chico que parece un doble exacto de su padre pues tiene la misma cara de pillastre, listo como el hambre, que es capaz de lo que sea para que su bendita madre no se quedara ciega a base de coser.

Que si el Estado Mayor, que si la Fragata tal, que si misiones de la ONU….

Fue creciendo y ascendiendo sirviendo con verdadero sacrificio a España, de esa forma que solo sabe hacerla un militar, de esa forma que solo entiende un militar.

Cuando pasó a la reserva su azul uniforme llevaba los galones de Alférez de Navío, su pecho lleno de medallas ganadas con sangre, demasiado dolor y muchas lágrimas. Si, nuestro amigo Periquillo se retiró sirviendo a España con demasiada emoción y habiendo logrado en su vida que su madre muriera feliz, sin trabajar, y lo hiciera como su reina que era, que su abuelo tuviera de todo en los últimos momentos que hubo que ingresarlo y perdió la otra pierna.

Y construyó una familia con los valores que le enseñaron en la suya y junto a Maruja tuvieron tres hijos, dos chicas y un chico que es el mismo retrato de su padre. Se parecen tanto que hasta lleva el azul uniforme de la Armada Española donde ejerce su labor en el Buque Escuela Juan Sebastián Elcano. Los tres se casaron y ahora alegran su casa de San Fernando cinco nietecillos que son su perdición.

Han pasado ya algunos años de eso y todavía se puede ver a Periquillo ponerse firme, con una pose natural llena de castrense marcialidad, a sus más de 80 años mientras le dice a otro señor más o menos de su edad: ¡A sus órdenes mi Comandate!

Y es que el que tuvo, retuvo y guardó para la vejez y un militar, un servidor de España, lo es por y para siempre.

Este es mi particular homenaje a los miembros de las Fuerzas Armadas, a todos sin excepción, pero sobre todo a los oficiales, suboficiales y tropa porque muchas veces de ellos nadie se acuerda, nadie les da las gracias, cuando son la imagen viva de tantos que en nuestros años hicimos la mili que ponemos nombre y apellidos a los cabos, al sargento o al brigada que fueron nuestros cabos, nuestros sargentos, nuestros brigadas…

¡¡Gracias por servir como servís a España!!

Jesús Rodríguez Arias