jueves, 22 de febrero de 2018

LA TIENDA DE REMIGIO.




Juan nació en su casa que está justo encima de la tienda, ese ultramarinos, que también servía de bar donde todos tomaban el mañanero café, la chiquita de mediodía y donde algunos comían lo que prepara su madre Paca mientras su padre Remigio atendía por igual al colmado como al bar.

Juan creció en el almacén o en el despacho donde todos los días su padre atendía largas horas a la fiel clientela de siempre. Allí se conocían todos y de todo se hablaba menos de política que eso en España siempre ha traído enfrentamientos.
Juan cuando volvía de la escuela se ponía a trabajar poniendo en orden el pulcro almacén de la tienda de su padre Evaristo o se ponía a escuchar detrás de la cortinilla mientras Antonio y Remegio jugaban contra Serapión y Sordera su partida de dominó de todas las tardes.

Juan dejó la niñez entre garbanzos, chorizos, aceite de oliva, jabón, botellas de vino y los olores y sabores de la rica comida que hacía su madre Paca para el bar donde también comían ellos.

Y Juan llegó a una edad de atender junto a su padre en el ultramarinos y de vez en cuando también echaba alguna que otra copa y entonces supo el por qué tanto su padre como su madre siempre estaban atentos a todos los vecinos y algún que otro foráneo que venía a comer a casa y es precisamente porque se sentían en casa.

La Tienda de Remigio estaba frente por frente al Cuartel de la Guardia Civil y no era extraño el ver a Antonio, Rosendo, el Cabo Máximo y hasta el mismo Sargento Segura tomar un café charlando amigablemente con su amigo Remigio que a decir verdad estaba para todo.

Muchas veces su madre Paca le preparaba un costo con la comida del día para el Guardia que le tocaba turno en la garita o si tenían que salir a patrullar por los caminos y senderos.

Muchas veces su madre Paca iba a ver a alguna parturienta de la Casa Cuartel pues es muy difícil criar a la prole con un hijo en brazos. Otras ella misma asistía al parto con Don Cristóbal, el médico, pues de siempre ha sido la comadrona.

La Tienda de Remigio y el bar contiguo era un anexo, una ampliación, del Cuartel de la Guardia Civil pues ellos eran considerados como parte integrante de la Benemérita Institución.

El día que su padre Remigio abandonó el mostrador porque se puso enfermo y no se podía mantener en pie muchos fueron los que lo sintieron pues con su carácter amable y ciertamente reservado había hecho buenos y grandes amigos. Los secretos quedaban en las paredes del ultramarinos que en verdad era casa un poco de todos los del pueblo y de los foráneos.

Un día de primavera, cercano a la Virgen de Fátima, Dios se llevó a Remigio que fue velado en la capilla de la Casa Cuartel con una bandera de la Guardia Civil cubriendo el féretro pues él sin serlo su corazón siempre había latido en verde y su ayuda era conocida por las altas instancias y todo que le otorgaron un reconocimiento oficial que emocionó mucho a Paca, su madre, y a él mismo.

Juan con el tiempo se hizo novio de Mercedes, la hija de Julio el carpintero, y tras unos años de noviazgo se casó en también en la Capilla del viejo Cuartel. Se instalaron en su casa arriba del colmado teniendo un dormitorio su madre Paca que era los pies, las manos y el corazón de ese lugar que todavía olía a Remigio.

Con el tiempo Mercedes fue ampliando sus conocimientos culinarios y cogiendo esa pizca de arte, de vieja cocina, de la de casa, de la de toda la vida, que salía de los conocimientos y artes de una auténtica maestra en los fogones como era su madre Paca que un día sin pensárselo mucho y después de más de 58 al frente decidió retirarse e irse a vivir con su hermana Antonia que hacía poco se había quedado viuda. Juan y Mercedes ya tenían por entonces 5 chiquillos que lo alborotaban todo.

El tiempo pasó, vinieron los grandes supermercados, la frialdad de los mismos, pero nadie pudo jamás con la Tienda de Remigio, que mantenía el bar con sabor a hogar, a casa, aunque ahora en la cocina no era su madre Paca sino su mujer Mercedes.

Y todos los días se llena para comer la comida del día, para jugar las partidas de dominó, para comprar eso o aquello…

Y donde todos los días se pueden ver a uniformes verdes tomando un café y charlando con Juan que es igual de amable, correcto y reservado que su padre Remigio que murió hace ya algunos años y todavía se le echa en falta.

Y es que Juan es tan Guardia Civil como Remigio aunque nunca llevaran el verde uniforme sino una bata color garbanzo o un mandil de cuero.

En las paredes del ultramarinos un cuadro con el justo reconocimiento de su padre y también otro suyo por todos los méritos por los servicios prestados a la Guardia Civil.

Y todavía se puede ver a Juan llevar el “costo” con la comida del día a Andrés que hoy le ha tocado guardia en la garita…

Jesús Rodríguez Arias

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