martes, 22 de febrero de 2022

Doce minutos; por José María Bohórquez

 


Su mirada destilaba un odio infinito. Hundido en su mullido escaño azul se fue haciendo  pequeño, nimio, insignificante... Sus ojos inyectados en sangre impedían su total disipación. Se había ido esfumando como una pequeña nube bajo un cielo azul y luminoso. Doce minutos, los más brillantes del parlamentarismo español del último cuarto de siglo habían bastado para arruinar su carrera política. Seguiría como vicepresidente segundo del Gobierno hasta su entierro definitivo en las autonómicas madrileñas, pero el veintisiete de mayo de 2.020 el rejón era de muerte. Inteligente y mordaz, Cayetana Álvarez de Toledo le obligó a mirar su propio retrato. Como hiciera O. Wilde con Dorian Gray, en él se desvelaba con nitidez su zafiedad, su torpeza, su dogmatismo, y su maldad.

En un casi desierto parlamento García Egea aplaudía sin entusiasmo, incluso con desazón. La mediocridad soporta mal la brillantez del subordinado. De la mano de Casado la ambición desmedida y la estupidez se habían sentado en la Secretaría General.

La Teodocracia descabezó a Cayetana sin pudor, pero el destino, caprichoso, le regaló un clon en la Comunidad de Madrid. La nueva estrella venía respaldada por la mejor gestión de la pandemia en Europa y arrasó en las urnas. Fervor popular. Algo insoportable para la envidia insidiosa. Como la vereda acaba pero el tonto sigue, en un erre que erre preñado de malas artes, Caín, la acabó liando y dinamitó el partido.

Rilke nos regaló una frase muy apropiada para el centro derecha en los tiempos que corren, " convierte tu muro en un peldaño".

Osea, dimisión de la cúpula, gestora, congreso extraordinario y renovación total.

Nuevos líderes formados, inteligentes, honrados, valientes y con carisma. Políticos "deseables" que ilusionen con un mensaje liberal, claro y optimista. Con  coraje y habilidad para colocar a la chusma que hoy nos gobierna delante de su propio retrato.

España necesita otros doce minutos. Manos a la obra y que Dios reparta suerte. Falta hace.

José María Bohórquez


domingo, 20 de febrero de 2022

El Caudillo y la Política; por José María Bohórquez




La consideración de la vida como un continuo devenir aboca nuestra naturaleza a ser mudable y cambiante. Eso nos trajo hasta aquí. Lo fijo y monolítico nos condena a la ignorancia, madre de todos los males según Sócrates. El genial cosmólogo británico Stephen Hawking nos habló además de la imperfección del mundo, e incluso probó que sin ella ni usted ni yo existiríamos. Esta verdad universal tiene una excepción inexplicable, el caudillo político. La hoguera de las vanidades donde el partido y su ideario, ya encarnado en líder, ha alcanzado el nirvana, siendo poseedor de la verdad absoluta, de la fija y monolítica perfección que no existe. Instalado en el poder se cree en el derecho a perpetuarse. Pero  realidad y deseo no conjugan bien para el caudillo que vive una realidad democrática liberal. Así que como el aceite en el agua, la "imperfección" acaba flotando. El caudillo henchido de vanidad no lo acepta, y se ve obligado a mentir sin pudor y de corrido. Nosotros, aquí, contemplamos con cara de oveja al ególatra tomando cuerpo; algunos, en la esperanza de que también acabe tomando las propiedades mecánicas del globo que no deja de aumentar.

Se atribuye a Aristóteles esa frase tan manoseada de, " la política es el arte de lo posible". Yo me voy a quedar con la de Nicolás Maquiavelo, que tenía más mala leche y nos coge dieciocho siglos más cerca, "la política es el arte de el engaño".

José María Bohórquez


domingo, 13 de febrero de 2022

"El bueno, el feo y el malo"; por José María Bohórquez

 





Clint Eastwood, Lee Van Cliff y Eli Walach, protagonizan en la última escena de la última película de Sergio Leóne un peculiar duelo a tres bandas. Bajo un sol abrasador y de la puntillosa música de Morricone, una atmósfera densa envuelve la tensa espera de miradas torvas y penetrantes. Calculan distancias y anticipan movimientos del contrario hacia la pistolera. Audacia, rapidez, precisión. En el desolado cementerio, Una ataud con doscientos mil dólares en el interior es el premio. El maldito parné. Ése que por su culpita perdió el querer el gitano de la copla. Parné y poder, o su versión política posmoderna, el poder para el parné, que es lo mismito que decir de Camp David al campo de golf, de la Dacha de lujo presidencial a la cacería del oso, o de la Moncloa al Falcon. Aunque este último no tiene vela en el entierro por venir. 

Los papeles están asignados en este duelo al sol sobre la nieve de Ucrania. Elijan al malo y al bueno. Al feo ya se lo elijo yo, el Chino.

Ah..., y preparen el parné

José María Bohórquez