domingo, 20 de febrero de 2022

El Caudillo y la Política; por José María Bohórquez




La consideración de la vida como un continuo devenir aboca nuestra naturaleza a ser mudable y cambiante. Eso nos trajo hasta aquí. Lo fijo y monolítico nos condena a la ignorancia, madre de todos los males según Sócrates. El genial cosmólogo británico Stephen Hawking nos habló además de la imperfección del mundo, e incluso probó que sin ella ni usted ni yo existiríamos. Esta verdad universal tiene una excepción inexplicable, el caudillo político. La hoguera de las vanidades donde el partido y su ideario, ya encarnado en líder, ha alcanzado el nirvana, siendo poseedor de la verdad absoluta, de la fija y monolítica perfección que no existe. Instalado en el poder se cree en el derecho a perpetuarse. Pero  realidad y deseo no conjugan bien para el caudillo que vive una realidad democrática liberal. Así que como el aceite en el agua, la "imperfección" acaba flotando. El caudillo henchido de vanidad no lo acepta, y se ve obligado a mentir sin pudor y de corrido. Nosotros, aquí, contemplamos con cara de oveja al ególatra tomando cuerpo; algunos, en la esperanza de que también acabe tomando las propiedades mecánicas del globo que no deja de aumentar.

Se atribuye a Aristóteles esa frase tan manoseada de, " la política es el arte de lo posible". Yo me voy a quedar con la de Nicolás Maquiavelo, que tenía más mala leche y nos coge dieciocho siglos más cerca, "la política es el arte de el engaño".

José María Bohórquez


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