miércoles, 28 de septiembre de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": DON BARCAZAS.

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Don Barcazas de Dique Seco era un hombre enjuto en su orondez. 

Él era ese tipo de personas que a pesar de no haber pescado ni una alondra y menos subirse al colchón hinchable que su prima Nicanora ponía para invitados y encurtidos en la piscina de su primo Melquiades decía que era un lobo de mar porque le gustaba comerse las caballas con pelo y todo. 

Nadie sabía dónde y cómo había estudiado pero se hacía llamar Bogavante Mayor del Mar Muerto con uniforme lleno de oropéndolas y todo. 

Cuando alguien le preguntaba a Don Barcazas, que también era un bocazas, cuantos años tenía le respondía en nudos porque así se veía mucho más marino que no marinero. 

Siempre con chaqueta ajustadas en las corvas y la insignia de Bogavante Mayor incrustada en sal marina que se hizo fabricar en la fábrica de escupideras y orinales “El gargajeo”. 

Era muy melifluo cuando se presentaba y no consentía que nadie le discutiera de la eslora que era pues siempre llegaba puntual. 

No estaba dotado para al familia a pesar de tener mujer y 16 vástagos. Siempre decía en la tertulia a la que asistía con asiduidad: “El verdadero marino tiene un amor en cada puerto” y callaba ensimismado. Todos pensaban que como Don Barcazas no había navegado en su vida solo tenía un amor que se llamaba Doña Proa de Timón Torcido. 

Cuando Don Barcazas llegaba a su navío, que así llamaba a la casa de hospedaje donde habitaba, su salada esposa decía a voz en grito a los niños: ¡¡Estaros quietos que ya ha llegado el maremoto!! 

Su madre, Doña Aquilina de Piedra Mojada, le decía siempre al retrato de su marido, desaparecido en la guerra de ayer, con voz en lágrimas: ¿Qué hemos hecho mal? ¿Por qué Barcazas nos ha sido lelo si parecía lila? Y es que Doña Aquilina nunca vio con buenos ojos a Proa pues decía que su familia no daba para más. 

Don Barcazas aunque decía que era director general de la Internacional del Chichinabo en verdad no había trabajado en su vida pues vivía de las rentas de los otros pues tenía alquilado el kiosko de congelados “El Abrasador”. 

Su día era muy monótono: Se levantaba cuando el mediodía se había marchado, se escamondaba pues un Bogavante Mayor no puede salir con cualquier cosita, se dirigía al puerto para ver la llegada del último barco aunque donde residía no había puerto ni mar sino el charco de las alondras cuando llovía desmesuradamente. 

Luego se sentaba en la Tertulia “El Palo Mayor” donde ocupaba el sillón del carajo que era el que más cerca a la puerta estaba. Se tomaba un pequeño refrigerio a base de bolindres todo ello regado con licor de mofeta mientras le decía al presidente Honorario, que así se llamaba el hombre, lo mal que estaba el mar en esas horas del día. 

Después se dirigía a casa porque tenía que comer con la tripulación. Muy poco timón para tanta Proa. 

Su mujer le ponía en conocimiento del precio de los avechuchos y como había subido el agua de compota mientras se afilaba las uñas con el triturador de moñigas. 

Sus vástagos, de los que no se acordaba ni del nombre, le saludaban con aires marineros pues todos al unísono le mandaban al “carajo”. 

Tras finalizar este tiempo de alegría familiar volvía a salir pues decía que siempre le gustaba bajar la comida dando un paseo por la costa que así llamaban al camino que llevaba al meadero. 

A media tarde volvia por la Tertulia porque a esa hora daban el café de almendras saladas con pastas puas mientras todos conversaban sobre un tema a tratar que previamente había escogido el Presidente Honorario tras haber leído el último tomo de las esquelas de antes. 

“Vida y obra del Capitán Ernaldo que se empachó de agua con sal y acabó nadando en la abundancia de los demás”. 

Como ponente principal un discípulo suyo y dueño de la banca de la esquina:  Don Deme Grumete de Secano. 

Don Barcazas hizo uso de la palabra para exhortar a los presentes a limpiarse las uñas después de vomitar cosa que fue muy celebrada por los asistentes a tan extraordinaria, se mira por donde se mire, tertulia. 

Cómo recuerdo le dieron a Don Deme un navío de 12 metros de eslora en una decorada botella de 12 cl. 

Emoción tras emoción, aplauso tras aplauso terminó la Tertulia. 

Don Barcazas, que ya se le había hecho tarde como siempre, se dirigió a su bergantín goleta, que así llamba este cursi a su casa, no sin antes tomarse un buen vaso de vino “Después” cosecha del treinta y tantos... 

Cuando llegaba los “niños” ya yacían en sus camarotes y su agria esposa le esperaba delante de la chimenea de cartón-piedra mientras cosía el velamén. 

Buenas noches querida Proa. ¿Hoy tendremos zafarrancho? 

Ella, con voz y asco, le contestaba: ¡Demasiada proa para tan poca “barcaza”! Y así terminaba el entuerto. 

Un día de esos que no se esperan que lleguen en la vida recibió una invitación a la Gran Gala de Marinos de Secanos. Lo firmaba el Presidente de Barcos de Papel: Don Melitón. 

¡¡Proa, Proa, que Don Melitón nos ha invitado a la Gran Gala de Marinos de Secano que se va a celebrar en donde nadie sabe!! 

¡Barcazas, por fin se te hace justicia! 

Me pondré mi uniforme de Bogavante Mayor del Mar Muerto con todas mis condecoraciones, que eran el anzuelo de oro, plata y bronce así como la gusana al demérito mayor, y algunas que coja de tu difunto padre que era recogedor de cacas de moscas. 

La Gran Gala fue un éxito añadido pues había más de seis mil de los de entonces. 

Don Barcanzas luciendo su espléndido uniforme de Bogavante Mayor con cinco anzuelos y dos gusanas y su señora esposa, Doña Proa, con un elegante abrigo de lomo de atún. Fue recibido con un abrazo de Don Melitón que le entregó delante de todos la Gran Orden de la Chita Callando y le nombró sustituto del Guardián de Guardia. 

En ese justo momento aparecieron los de “EGOS DE SOCIEDAD” que hicieron las delicias de todos ellos. 

Jesús Rodríguez Arias

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