María era la primera que
llegaba a la academia donde se estaba preparando para hacer realidad la ilusión
de su vida y en verdad era la última en irse pues todo tiempo era poco para
seguir formándose. Hasta Antonia, la mujer de Paco que era el gerente, le decía
con la luz en el interruptor: ¡Anda chiquilla que te dejo a oscuras!
María, una joven físicamente
muy preparada, lo llevaba en los genes toda vez que su padre había sido
participado en varias maratones llegando incluso a New York, cuando terminaba
con el estudio se iba a correr un poco por el cercano parque donde se desfogaba
y quemaba energías. Bueno, energía y esa clase de tensión que te entra cuando
te estás preparando para intentar ese objetivo que has fijado como primordial
en la vida.
La fecha del examen se
acercaba y los nervios junto con las dudas que aparecen siempre en el último
momento se hacían más presentes. María y los demás alumnos apuraban horas en la
máxima concentración, ya se les notaban las ojeras y ese cansancio acumulado
del que lleva muchos meses sin tener vida.
Llegó en día D y la hora H.
Colas con miles de personas para intentar la primera prueba. Caras
circunspectas ya que aunque te digan que son miles los opositores no eres
consciente hasta ese momento en concreto. Todos tienen miedo, todos tienen
recelos, todos tienen Esperanza.
La formación y la actitud de
María se notó en la primera como en las sucesivas pruebas y para alegría suya y
de su familia aprobó con muy buena nota. Ahora tendría que pasar un largo
tiempo formándose para ser lo que en su vida quiso ser desde siempre. Antes
estudiaba para hacer lo que estaba haciendo.
María salía en carácter a
Pepa, su madre, siempre locuaz, divertida, sonriente, predispuesta a ayudar a
los demás y muy concienzuda en sus cosas. De su padre Juan sacó ese sentido de
ser reservado, de guardar las formas, de sacrificarse hasta el extremo, de ser
un corredor de fondo en la misma vida.
María se hizo enseguida
popular y muy conocida no por ser popular y conocida sino por buena gente, por
su entrega, por su predisposición, porque se veía que amaba el lugar al cual
serviría hasta más allá de la muerte.
Y María vio como el anhelado
día llegaba y estaba a tan solo unas horas realizar un compromiso a modo de
beso. Su familia ya había llegado así como las familias de tantos compañeros
suyos que también harían lo mismo tan solo unas horas después.
El acto fue cuidado al
detalle, discurrió como estaba previsto, fue solemne como nos tienen
acostumbrados y las lágrimas de emoción saltaron sin pedir permiso cuando María
besó la bandera de España con su verde uniforme y el tricornio en la mano. ¡Ya
era Guardia Civil! ¡Ya se había cumplido su ilusión que no ha sido flor de un
día sino la de años y años preparándose!
Por nota y sus méritos ganados
a pulso con sangre, sudor y alguna que otra lágrima su destino no fue a la otra
punta de España sino que le tocó una Cuartel en la misma provincia donde vivían
sus padres. Podría haber hecho el viaje de ida y vuelta a su casa todos los
días pero prefirió vivir en la Casa Cuartel porque allí, tras esas paredes, se
impregna de la vida, del día a día, de lo que es esta Benemérita Institución.
Por su formación académica le
propusieron entrar en la Brigada Judicial que llevaba el Sargento Pérez, algo
cascarrabias al principio pero en verdad un maestros de maestros, un auténtico
referente en la Guardia Civil.
Y allí lleva dos años y medio
junto al Sargento Pérez y dos agentes más. Ahora está llevando un caso algo
escabroso, de los que le gusta a un buen policía, de los que te preparan para
esa vida que está en el exterior donde abunda lo bueno pero que también hay
mucho malo y también malos de los de verdad.
Sí, María lleva ya dos año y
medio y se puede decir que ya su vida es la Guardia Civil.
Jesús Rodríguez Arias
Foto de la web: guardiacivil.es
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