sábado, 14 de abril de 2018

ARDILLONA SE CONFIESA...





¡Estoy estrosá! ¡Burrete es mucho burrete!! Ya a mí el lirón ni plín ni plón…

Debo comunicaros a todos que ya me he separado del pelanas de Ardillón porque para tener una pedazo de ardilla como soy hay que tener todo muy bien puesto y él solo tiene los cuernos…

Sí, me confieso que soy muy promiscua, me acuso de escoger a melindrosos como Ardillón o apagafuegos como Lirón y ahorita Burrete. Debo decir que antes que ellos estuve muy unida a Don Liebre pero corría mucho y yo me ahogaba.

Soy algo alocada pero buena moza, ya vieja, pero la que nace moza muere moza que no mocita.

Una vez lo fui, me acuerdo de esos años de candidez, todo lo veía color bellota, hasta que llegó un rufián que me engatusó como una nutria en celo. Él bajito de cuerpo pero con buenas jechuras, fuerte como los monos del Tarzán ese, con unos risueños ricitos que hicieron latir mis paletas y sentir cosas inimagibles. Era Policía Montada del Canadá, con su gorro de fieltro, sus pantalones bombachos, su casaca roja a medio cuerpo y una pistola que en verdad era un pistolón.

Se fijó en mí, para no fijarse con la donusura que tenía, quiso intimar conmigo pero yo no me dejé hasta que pasó un mes. Me enamoró mientras me comía la bellota que él me daba cada vez y me cantaba piropos pintureros….

Una noche desperté y él se había ido, me había abandonado por un nuevo amore. Lo ví partir en un viejo vapor mientras con su gorro de fieltro se despedía de forma tan romántica que nunca olvidaré, que me hizo una ardilla nueva, la ardilla que soy…

¡Adiós, Ardillona que eres una -utona!

Soy una “utona” que me imagino que significará que soy la que valgo más del todo Canadá…


Nunca más volvió y yo raspé mis paletas pues había dibujado su cara en ellas. Sola, ultrajada y algo despechada me fui del Canadá y nunca más he vuelto. Ejercí un tiempo con Madama Nutria teniendo como protector al chulo castor y un día que fue a ese lupanar de vicio el bueno de Ardillón, que tenía una fortuna aunque era un poco huevón, le tiré los tejos y cayó rendido en mis pocos pelos. Nos casamos ante Don Cenutrio, que ofició de maestro de ceremonias. Me puso mucho de su patrimonio a su nombre pero ahora que me he separado he comprobado que lo mejor se lo guardó para él y que esa boda fue una pantomima. Estoy por llevarlo al juzgado pero para eso tengo que contratar al letrado jirafa que estira el cuello y luego se larga…

Reconozco que Ardillón que no tiene fuego en el cuerpo me hizo de una vez 55 hijos. En el tálamo, que es la rama donde se ve amanecer por la mañana, me dijo: Ardillona una y no más porque el gatillo se ha cerrado.

Con estas ya no hubo más roces y cada vez menos cariño por lo que mis amoríos con todos mis ligues no me los tuvo nunca en cuenta. Pero llegó ese día en el que el pusilánime del ex-pretendiente de mi Ardi, que era como era yo allá en el Canadá, puso mi vida patas abiertas pues tenía mujer y su suegro querido era, era, ¡¡El Policía Montada del Canadá de risitos risueños, pantalón bombacho, casaca roja de medio cuerpo y de fieltro sombrero!! ¡¡Me muero toa!! ¡¡Hasta los pelos del mimi se han caído!!

No sé si en indignación, despecho, celos o cariño porque aun me hallo enamorada.

Le escribí una misiva para que me dijera “ay loviu” y me comí un tejón. Le prohibí a mi hija Ardi volviera ver más a tan tonto yerno y me obedeció pues ella de buena es tonta y ahora marea con sus preguntas absurdas al Maestro Lechuza que de ella está hasta las lentillas.

Mi hijo Ardillete, que canta jirjol, me ha dicho si quiero lo denuncie a la interpol. Yo le he dicho que no vale la pena, que como voy a demostrar que la mocedad se me fuera con el Policía Montada del Canadá.

Veo al tontín llorar en busca de su Ardi, mirar las ocas y hablarle a los árboles. ¡Qué poco parecido con su suegro querido!

Ardillesco, que tiene un corazón noble y caballeresco, quiere entablar amistad y relación seria con Encarna que ya le ha dado calabazas pero él no se rinde y ha comprado un billete en “Pluming” para que lo lleve volando a donde ella vive. ¡Cuando me vea, insigne madre, seguro cae desmayada! ¡Y tanto, Ardillesco, y tanto..!

Ardicandidez está muy ilusionada porque Gema la ha llamado para charlar y no irse por las ramas. Le piensa regalar esa pezuña de zorro que por ser tan bueno se lo comieron las ovejas…

Gema es mi amiga, Gema es mi amiga dice entusiasmada esta joven ardilla…

Ardilocuaz quiere cartearse con Manel porque quiere buscar a su hermano gemelo, al que separaron al nacer, y que vive en Soria a mesa y mantel.

Y mi hijo Ardipío, que es muy boato, quiere entablar relaciones metafísicas y espirituales de lo tántrico con Hetepheres que según me ha dicho es la niña del suegro querido y tan solo por eso no la puedo ni ver.

Ardillón, que es un poco melifluo, quiere ennoviarse con la mujer del tontajo y dice que quiere comprar un anillo al orfebre Lombriz que hace todo muy cuidadosamente. Ella es la que es y suegro querido también va a ser mío.

¡No le rindo las ganancias a la chiquilla porque ya es “impenitente” y le gusta decir que sabe más que el maestro Liendres!

Estoy por presentarme en casa de mi amado policía montada del Canadá y pedirle pensión por viudedad, porque con él murió mi mocedad, pero temo que el doctor ADN para hacerme las pruebas me penetre y rompa de nuevo mis flagelados sentimientos.

¡Borriquete, que ya voy! ¡Qué furor tienes! ¡Me tienes “estrosá!

Jesús Rodríguez Arias

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