viernes, 31 de marzo de 2017

EL VIEJO CRISTO DE LA ERMITA.




Su madre Dolores siempre le había inculcado su amor por el antiguo Crucificado que presidía la vieja Ermita que desde que se supiera estaba en aquél perdido montículo cercano al pueblo.

La vieja ermita se erigía sin romper el paisaje pues se puede decir que si algún día desapareciera faltaría algo, quedaría como huérfano. Era pequeña, de planta rectangular, con un sencillo Altar Mayor donde estaba instalado Jesús siempre crucificado, siempre ofreciendo su abrazo a todos los que quisieran sentirse abrazado por tan inmenso Señor.

Su madre Dolores lo llevaba con ella desde que era un chiquitajo y aprendió con ella el Amor que ese Crucificado de rostro doliente, sufriente, paciente, lleno de Misericordia y Perdón era Jesús que vino al mundo para salvarnos, del que no deberíamos separarnos si quería que la vida nos fuese bien y el que salía cada Viernes Santo en procesión por las calles del pueblo.

Su madre Dolores se quedó viuda demasiado pronto cuando llevaba seis años casada con padre y tenía dos hijos en el mundo. Manué y yo.

Su madre Dolores supo llenar el vacío paterno haciendo las veces de madre y de padre aunque él faltó joven víctima de una mala caída en una noche de duro invierno que tuvo que salir al campo a buscar a Calixto que había tenido un accidente cuando venía de su casa allá por la sierra. Mi padre no era un guardia civil, era EL GUARDIA CIVIL pues él se encargaba junto a Patricio a servir a España por medio de nuestro pueblo.

Iba caminando con el terreno encharcado, iba deprisa pues decían que el viejo Calixto estaba mal herido del golpe, iba sin temer nada porque quería salvar al otro cuando se enredó su bota en una raíz mojada y llena de barro. Sufrió una mala caída como todas las que se producen en la sierra cuando las condiciones son demasiados adversas. Cayó y no se rompió el un brazo como al bueno de Calixto, cayó y se rompió la crisma, como decían con gesto lastimero en todo el pueblo, y falleció de inmediato, y murió para siempre dejando viuda joven y dos niños demasiados pequeños que no entendían apenas nada. Falleció dejando una vida por delante y todo por hacer.

Por eso su madre Dolores desde hace tanto tiempo hace de madre y de padre e inculca a sus hijos un amor inquebrantable al Crucificado que preside el Altar de la vieja ermita que se yergue en aquél montículo cerca del pueblo.

Cada tarde del Vienes Santo, sobre las tres, el Cristo sale de la vieja ermita con su desvencijado paso a hombros de los hijos del pueblo con dirección a la Iglesia, a sus gentes que los esperan con oraciones, rezos, recuerdos y plegarias.

Cada tarde de Viernes Santo el montículo se convierte en Monte Calvario pues se ve a un imponente crucificado muriendo nuevamente por todos nosotros.

Cada tarde de Viernes Santo tanto su hermano como él portan sobre sus hombros, como antes lo hiciera padre y el padre de su padre, las andas donde llevan al Crucificado de la Ermita.

Cada tarde de Viernes Santo su madre acompaña a la antigua imagen de Jesús en la Cruz desde que sale hasta que vuelve a la ermita con dolor y color muerte.

Así fue en su juventud, cuando se fueron haciendo hombres hechos y derechos, cuando empecé a salir con Encarnación, la hija de María la panadera, y también cuando volvía cada Semana Santa de la ciudad donde terminé los estudios y me preparé para ser Guardia Civil como padre.

Mi hermano prefirió quedarse en el pueblo pues pronto empezó a trabajar en el bar de Ambrosio, que también era la tienda del pueblo donde podías encontrar todo lo que podías encontrar, y se casó con Serafina que ha sido su novia de toda la vida desde que empezaran a salir siendo tan niños.

Ahora su hermano pertenece a la junta de la Hermandad de Jesús de la Ermita, el viejo e imponente crucificado del pueblo, y está pendiente a todo lo que conlleva una imagen que congrega tanta devoción en el pueblo y en muchos a la redonda.

Desde que luce el verde uniforme que antes llevara su padre ha tenido que ir de acá para allá y aunque un año no pudo volver por el pueblo, fue el que más lloró pues echaba de menos y de qué manera sus raíces, su fe, su gente y a su madre Dolores, su hermano, su vida...

Este año ha vuelto y espera que llegue el Viernes Santo aunque en los días que lo preceden ayuda a su hermano y a los hermanos de la cofradía a preparar todo para que el Cristo de la Ermita luzca como siempre sobre su paso donde procesiona. Bajarlo con mimo, cuidado y mucha pericia de donde se haya entronizado es casi un ejercicio de virtuosismo que ha ido pasando de padres a hijos, de generación en generación.

Este año ha vuelto y su madre Dolores le ha dicho que le han pedido que en vez de cargar las andas como todos los años vaya en presidencia con su verde uniforme, su reluciente tricornio, pues la hermandad quiere rendir un tributo a la Guardia Civil y de alguna manera a su padre que murió hace tanto intentando salvar a Calixto cuando sufrió aquella caída allá en la sierra.

Él se lo está pensando porque por un lado le puede el corazón de llevarlo sobre los hombros pues no hay nada, no existe ningún privilegio que llevar el peso de Cristo a modo de particular cruz aunque por otro no quiere hacer un feo al pueblo, a la cofradía, a su madre y a la memoria de su padre.

Saldrá delante del paso y será su mayor penitencia. Ha prometido no volverse en todo el camino, no hablar, sino mirar para adelante perdiéndose en sus propios recuerdos, vivencias, emociones..

Y rezará lo aprendido por su madre Dolores y aquellos versillos que encontró en el viejo tricornio de padre que escribiera de su puño y letra a modo de oración y que siempre lleva en su memoria.

Jesús siempre en la Cruz,
clavadito al Madero,
Sé mi guía y luz,
en el camino o sendero.

Viejo Cristo de la Ermita,
de mis padres Fe y Devoción,
Jesús en la Cruz erguido,
Viernes Santo de Pasión.

Crucificado de la Ermita,
ajusticiado por muerte vil,
cuida a la vida de mi vida,
y a la Guardia Civil.

Con esta pequeña historia, con estos versos hechos oración, me despido de vosotros hasta pasada la Semana Santa tras la que volveré para abrir mi ventana y seguir escribiendo sobre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, sus miembros, familias y todo lo que hacen por esta bendita España.

Os deseo unos días de recogimiento, fervor, descanso para los que puedan descansar.

Y deseo lo mejor de los mejor a todos los miembros de la Guardia Civil, Cuerpo Nacional de Policía, Policía Local, Protección Civil..., que tengan que prestar sus servicios en estos días de Semana Santa donde nuestros pueblos y ciudades se llenan así como los que de forma voluntaria salgan acompañando a las diferentes hermandades a procesionar como miembros de la Benemérita o de la Policía porque vosotros dais un necesario testimonio de fe y de servicio más allá del servicio.

¡¡Hasta pronto!!

Jesús Rodríguez Arias


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