sábado, 7 de enero de 2017

"EGOS DE SOCIEDAD": DOÑA RIFAS


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¡Menos mal que terminan estas fiestas porque Doña Rifas se encuentra algo depauperada!

Y es que es muy difícil estar en tantas rifas, rastrillos, tómbolas solidarias al mismo tiempo.

Doña Rifa se prepara cada año para estar el último mes del mismo hasta el mismo del último mes.

Ella que rehuye de todo lo que es “prestancia” pues siempre ha sido avara desde que naciera. Casóse con un hombre mayor que ella aunque murió siendo joven.

Quedó viuda con un hijo y dos abuelas. Desde entonces no para de trabajar ayudando a los demás si hay fotos de EGOS DE SOCIEDAD por medio.

Siempre fue de clase bien y de cartera también. Luego emparentó con la nobleza tras desposarse con Onoberto Dos Manchas aunque todos le llamaban el “Condesito” por su afición a las fiestas con notorio “ambiente”.

Fue en una fiesta de sociedad donde se despachaba ego a mogollón cuando lo conoció una tarde gris de un cielo azulado. Ella bebían pacharán sin endrinas y él, recatadamente, un anisete.

Fue un flechazo pues ella se enamoró de las medallas que le colgaban ostentosamente y él del vestido de organdí que se había puesto para la ocasión. Enseguida se comprometieron y casaron en menos que canta un mudo.

Fue tan “delicada” su relación que no hubo “noche de bodas” ni nada que se le parezca. Él parecía ella y ella lo era sin más ni más.

¡Todo sea por el título y el palacete! Decía mientras ingería unas bolitas de alcanfor hechas por su amiga de siempre Petronila que había comprado en un rastrillo antes de que nadie se hiciera con ellas.

El “Condesito” era cada vez más delicado y tomaba el caldo de pollo con el dedo meñique estirado.

La madre de Doña Rifa que se llamaba Doña Rigoberta siempre le decía a su hija: ¡Te has casado con palomo cojo por muy “Condesito” que sea! ¡Cómo no engendres a un hijo pronto este te va a dejar con el primer patán que lo ponga mirando para Singapur! Y es que las dos eran muy finas.

Un día que paseaba por los amplios y nobles jardines del hogar conyugal apreció Doña Rifas que había llegado un nuevo mozo que ayudaba a Nicasio el jardinero para hacer el licor de melindres que tanto gustaba a su marido cuando se depilaba las cejas del sobaco.

Onulfo, se llamaba el gañán, y era más joven de lo que ella creía y más viejo de lo que aparentaba. Ella se interesó pronto por la horticultura y un día de los menos pensado pudo probar al fin el dulce sabor del nabo.

Fue tanto su aturdimiento que estuvo varios días sin querer ver a nadie más que a Onulfo que seguía con sus clases “prácticas” de como recolectar tan delicioso tubérculo.

Pasó el tiempo y un día se encontró algo mareada y que su liso estómago se había crecido el ciento y también la madre.

Doña Rigoberta, que era muy suya, le espetó mientras comía unos dulces de piedra pomez, que ella estaba preñá como los bollos y que eso no era del “Condesito” pues él era tan delicado que no lo veía dando empujones.

Doña Rifas le confesó a su madre su desliz en el aprendizaje de la horticultura y más concretamente con las esmeradas lecciones sobre el conocimiento del nabo y su repercusión en el ánimo.

Entre las dos realizaron unas acertadas conjeturas para urdir un plan con el que engañar al “Condesito” y atribuirle la paternidad del vástago a nacer en dos semanas más o menos pues una cosa es ser hijo de quien era y otra recibir el título y las propiedades de su delicado y melifluo esposo.

Un día que estaban dormitando en sus respectivas habitaciones, ella muy ufana fue al despertarlo y “sin querer” le cogió la rótula mientras él le decía que quería dormir más pues la noche anterior había estado con Rigoberto que era el que hace unos meses le cubría las espaldas.

Al día siguiente le informó que esperaba un hijo suyo y antes la sorpresa del “Condesito” le dijo que la rótula tenía la culpa.

Nació al poco tiempo una preciosa criatura de ojos verdes amapola al que le pusieron por nombre Onoberto Telesforo Onulfo Dos Manchas de la Barriga que se convirtió en ese preciso momento en el decimonono Condesito de La Minina.

Don Onoberto no pudo soportar esta situación y sobre todo el haber violentado a su esposa con la rótula y murió de pena ante la ausencia de Rigoberto que lo había dejado ante su decepción por su ambivalencia.

Del día a la noche Doña Rifa se convirtió en Condesita viuda de La Minina y usufructuaria del cultivo de nabos de Onulfo cosa que agradecía quedamente.

Doña Sudor, madre de su augusto marido viudo, se marchó de casa el día que salió el feretro y no volvió pues se instaló en la casita que su hijo le dejara de tan solo 8000 metros cuadrados.

Y desde entonces Doña Rifas además de atender la educación de su hijo que estudia en el prestigioso internado del penedés y las clases de horticultura que le da Onulfo y el nuevo aprendiz llamado Meneo se dedica a atender todas las tómbolas, rifas, rastrillos y demás actividades solidarias propias de su condición de Condesita viuda.

Es invitada para dar glamur y prestancia, cuando ve al fotógrafo de EGOS DE SOCIEDAD se coloca con gran presteza un delantal blanco y se pone al frente de la misma para ser fotografiada y entrevistada.

Cuando se va el reportero se quita el delantal haciendo un gorruño y deja a las chicas del servicio mientras ella y las demás se van a tomar un té con puro mientras critican a todo bicho viviente.

¡Y es que no todo el mundo puede llevar la fatigosa vida de Doña Rifas!


Jesús Rodríguez Arias

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