sábado, 21 de enero de 2017

"EGOS DE SOCIEDAD": DON TROCOLÍN, ESTUDIOSO DEL POSTÍN.

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Don Trocolín de Pellejo Estirado fue siempre un hombre sabio aunque desconociera el verdadero significado de esa aseveración.

Menudo y enjuto de cuerpo mantenía el tipo para que le quedaran bien la pernera del pantalón de su tío abuelo el Marqués del Sanatorio que así le llamaban por los años que llevaba ingresado por una afección irreversible de subida de ego.

Él había estudiado la licenciatura de “Catalizador de Orines” y pronto empezó a trabajar en el despacho de su padre con la alta responsabilidad de recambio de orinales y escupideras.

Su augusto padre llamado como el hijo del general Casildo tenía una empresa de envoltorios y derivados. Él fue un hombre muy progresista y que cuidaba al proletariado por lo cual como no lo dejaba ir al cuarto de baño pues la producción se paraba y por eso mismo le había puesto a cada uno sujeto por una cadena un orinal para compartirlo entre tres.

Él muy ufano le decía a su hijo: ¡Trocolín, hay que tener contento al personal!

Don Trocolín de siempre le gustó estudiar y escribir sobre las morsas y sus relaciones con el entorno. Fue tanto su ambigüedad de ideas que fue contratado por “El Relator” para que contara las cosas que rodeaban al poder.

Fue un gran paso pues dejó los orinales para entrar en el servicio.

Gracias a su mano derecha e izquierda, pues era ambidiestro, se llevaba muy bien con la clase política que sin ninguna clase le regalaban sus oídos a cambio de lo que fuera.

En poco tiempo entró a formar parte del poder dejando su relevancia en “El Relator” pues lo nombraron Delegado Unipersonal del Gobierno Ambivalente.

Pronto se acomodaría a este cargo y a sus pingües beneficios económicos. Tenía a subordinados que no le subían el sueldo desde que entraron y que siguieron así hasta que se fueron pero él, Don Trocolín, vivió como el “Marqués del Sanatorio” diciendo tonterías y no haciendo nada.

Los avatares de la política tiene que después de perder varias veces la misma elección entrara un nuevo gobierno como el liderado por Sarmientos Venales. Eran los “retroprogresistas” y enemigos ascestrales de lo conservador. En términos actuales serían la izquierda de la izquierda cuando te adelantan por la derecha.

Don Trocolín cesó de su cargo el mismo día que fue nombrado Secretario General de la Delegación del Abre y Cierre pues le unía una amistad con Venales después de conversar sobre la recuperación histórica de la memoria embalsamada de la lombriz dorada.

Al ser la izquierda de la izquierda cambió el sueldo a mejor pues es bien conocido la afición de Venales a los soldaditos de plomo.

Don Trocolín daba charlas por todo el mapamundi sobre sus años en “El Relator” aunque omitía su anterior trabajo en la fábrica de su padre ya que tendría que hablar de las condiciones de sus proletarios y aunque la memoria podría estar embalsamada el recordar ciertas cosas no sería nada bueno para el progreso de sus bolsillos llenos de egos y beneficios.

Y en una “abre y cierre” que duró un quinquenio cambió la tortilla y entro a gobernar sus ancestrales enemigos de la Unión de Urinarios y Cía.

En un abrir y cerrar de ojos se cambió todo de todo hasta llegar a gobernar a sus anchas.

Don Trocolín dejó el cargo por motu propio y después de puntapie en sus estiradas nalgas.

A su edad, con su experiencia, y sobre todo dignidad de ex-gobernante no podía incorporarse a sus labores didácticas pues “El Relator” hace tiempo que le dio la cuenta, cosa que nunca decía, por su inexistente vida laboral mientras ejerció en el mismo.

Como Don Sacramentos Venales era un gran conocedor de los soldaditos de plomo y las circunstancias que los rodean habiendo incluso escrito más de quinientos libros en un solo tomo formaba parte del prestigioso círculo de Estudiosos del postineo al cual ingresaría Don Trocolín con la famosa conferencia: “Las nalgas de los gobernantes no son de esponja, son de carne”.

Todos quedaron maravillados de su docta palabra, su lenguaje decimosexto, de su estirada pronunciación de la h muda.

Al poco escribió el famoso libro, de los dos que tiene, “Cómo ser sin haberlo sido” que consiguió la fiambrera de plata en el prestigioso premio de Cuellos Rígidos.

Con el pasar de los años consiguió desbancar a Don Sacramentos Venales como presidente emérito y nombrarse él para sorpresa de todos.

Famosas fueron sus actos en entre actos, sus discursos de bienvenida de casi hora y cuarto antes de abrir las puertas, su mirada fija en el bocadillo de lomo en manteca del empleado de turno, sus besos en las corvas mientras reverenciaba a los que interesaba y sus críticas a todos los que no pensaran como él cosa muy difícil pues no era de ideas fijas.

Se casó con Doña Chirimoya de Alcanfor y tuvo tres vástagos y dos jardineros. Pese a que a sus 89 no era todavía una persona mayor y gracias a su fuerza de voluntad, sus horas frente al espejo grapando los pellejos sueltos y betuneando su negro cabello cobrizo, sus 16 horas de sueño solo interrumpido por el cambio de fecha, su impresionante estudio sobre la valentía de la ameba, pudo mantenerse en el cargo hasta que el Don Sinifredo Cuatro Ojos le ofreció entrar en el nuevo gobierno de los pusilánimes con el cargo de “Mirón de Uno y Chivato de Otros” con pingües beneficios, poco trabajo y muchas fotografías en la sección de EGOS DE SOCIEDAD donde se encontraba tan a gusto saludando a los canapies que pasaban por su lado.

Y es que Don Trocolín es mucho Trocolín porque siempre ha dicho con sumo acierto:  “El postín no es el medio sino el FIN”.

Jesús Rodríguez Arias


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