viernes, 29 de julio de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": DOCTO, DE APELLIDO PUSILÁNIME




Desde niño Docto Pusilánime, que se así se llamaba la criatura quería ser sabio, pues lo había leído en las recetas de la Tía Nicanora que hacía tortas a todas horas.

¡Niño, tú tienes que ser sabio y déjate de cochambres! Exhortaba esta dulce anciana mientras alisaba la masa de pescado para encontrar un diente de oro que había perdido en su muy lejana mocedad en el charco de al lado de su casa en un día de torrencial lluvia.

Nicanora, mujer enjuta a pesar de sus redondeadas formas crio al niño pues sus padres lo tuvieron que dejar aquí pues ellos tenían que marchar por razones familiares para allá.

Nicanora le contaba con lágrimas en las corvas que su madre era en realidad un gentil hombre llamado Eufrasia que se había casado con un alto cargo militar cuando abandonaba el servicio.

Eufrosia y el Archipámpano Modesto tuvieron una luenga descendencia de un hijo y 26 cornúpedos y al poco de nacer Docto, al que llamaron así por su abuelo Séptimo aunque era en verdad el segundo, lo dejaron con la Tía Nicanora pues ellos se liaron las medallas a la cabeza  y se trasladaron en medio de una gran metrópolis donde criar a sus bichos.

Y nuestro “niño” creció y se hizo un vetusto árbol que daría sombra a la luz de la sapiencia que era la pastelería que estaba cerca de las cocheras del patio del colegio.

Él, será por el abandono de sus padres o por lo que le contaba Nicanora a la hora de la cena, era más bien apocado, muy poquita cosa, demasiado errático y ya con la tierna edad de los 21 parecía que todavía no había salido del nido. ¡Por algo se apellidaba Pusilánime!

Había una vecinita, nieta de la amiga de Nicanora de toda la vida, que era dulce y amable y le espetaba con sonrisa angelical: ¡¡Siempre serás lelo!! Docto, con lágrimas en los dientes, le decía: ¡Yo también tenía un lelo que se llamaba Filastrio! Creyendo, en buen chiquillo que le estaba hablando de su abuelo Pambón.

En las aulas escolares siempre destacó por sus ausencias justificadas; que si le ha picado la hormiga caracol, que si ha sufrido una caída de alfombra, que si se ha torcido el tobillo escalando el bonsai de ese vecino nuevo que lleva más de 80 generaciones en el lugar llamado por exótico nombre de Leon-cio.

No, la verdad es que nuestro Pusilánime protagonista no destacaba en sapiencia ni en sabiduría y Nicanora ya se estaba planteando el mandarlo con sus padres para que hiciera compañía a los bichos que seguro sabían más que él  en horas bajas.

Pero un día llegó a ese lugar así como a sus vidas Giraldio Pomo-Duro que es un acrisolado profesor de estatuas de bronce hechas con cera. Era tal la sabiduría del preclaro profesor que se convirtió en lo que dura un año bisiesto en la persona que abriría la ventana del saber de nuestro Docto.

El Señor Giraldio lo acogió y le enseñó todas las técnicas de investigación de la reina madre, de la repercusión de la colmena de abejas en la realización de majestuosas estatuas de bronce. Docto creció en centímetros de altura y se notó pronto en su comunidad pues vestía pantalones más largos de lo normal.

Nicanora decía con voz queda: ¡¡El niño se nos ha hecho grande instruido aunque de igual porte!!

Gracias a las influencias del Señor Giraldio, que eran muchas entre los que en verdad manejaban todo, se fue a estudiar a la prestigiosa academia  de Agapito Correderas y allí se formó como un buen discípulo del mancha tinta Sr. Plomez.

Superó curso tras curso y salió licenciado en “Broncera” una técnica novísima que no llevaba más que dos siglos utilizándose sin mucho éxito a decir verdad.

Él siempre empezaba sus clases particulares de la misma manera: Seguid al dictado las fórmulas que os enseño para hacer de la cera bronce como me enseñó el Señor Giraldio y mis maestros Agapito y  Plómez.

En ese lugar le llamaban doctor porque se ponía una bata blanca para impartir sus clases y curaba de artrosis a las gambas cocidas aunque no tuviera el título porque no existía.

Fue tanto su prestigio, su afamada elocuencia, que de la noche a la madrugada fue invitado a todos los congresos, audiencias, ponencias y actos donde son muy proclives a salir en fotos de sociedad.

Allí conoció a la famosa Reggina Tresppelos que casose en su alejada juventud con Bercario Sin Becas. Famosas son sus galerías de arte en torno a la pintura del pez sordo.

Y allí conoció también a Don Melitón que le entregó en cuanto lo vio una tarjeta que  ponía: Presidente de Mentecatos y Polvorines “Glups”, a Rósula de Mentaverde, afamada pontinguera y a Don Cernín, Marqués de Hinojosa del Rastro que puso cara de circunstancias cuando fue requerido por la autoridad pertinente para que devolviera el pico de salitre que se había llevado a la testuz.

Y todos juntos, cada uno con lo suyo, aparecieron sonrientes, menos  Docto que tenía su cara de bobalicón, donde a todos les gustaba tanto: ¡¡EGOS DE SOCIEDAD!!

Jesús Rodríguez Arias


En el próximo capítulo hará su aparición en “EGOS DE SOCIEDAD” la Señorita Penurria de Mocoseco.

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