viernes, 12 de agosto de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": LA SEÑORITA PITIMINÍ DE PERRACHICA


Nacida entre algodones no obstante su madre trabajaba en una fábrica de colutorios.

De familia de holgadas influencias aunque de poca chicha siempre destacó por su anodina mirada, por su desinterés pertinaz, por ser la más guapa de pocos agraciados. La octava de ocho hermanos que la mimaron e hicieron que creciera sin detenerse un solo momento.

Sus padres tenían “contactos” con los que en verdad mandaban y supieron aprovecharse de esta situación para ganar  amplios estipendios que darían holgura y tranquilidad económica a su hogar. También cuando los hijos y correspondientes iban creciendo eran colocados en lugares preferentes donde ganar un sueldo seguro sin hacer mucho. No había llegado todavía el desarrollo mundial a esos extremos cuando en ese lugar ya se usaba con cierta comodidad la “vía digital”.

El primer hijo fue colocado por la misma cara como Jefe de Servicio de Glosarios y Encurtidos con amplio despacho y sin funciones aparentes aunque sueldo abusivo.

El segundo hijo terminó siendo Proclamador de “Cantamañanas”.

El tercero, que sus padres dijeron que era el más torpón, lo pudieron colocar en una lista y ahora es alto cargo en los mudos parlamentos.

El cuarto, que gustaba de saber comer pues estaba orondo y redondo, lo colocaron en la nueva fábrica de cerdos y derivados donde fueron famosas las salchichas de barro. Estas fueron vendidas por una millonada a países del tercer mundo con un convenio de solidaridad internacional.

El quinto pudo ingresar a sus 20 años como Intendente General de efluvios ocupando el lugar del que anterior que se llevó toda la vida y era muy  querido y respetado por todos.

El sexto sentía en su alma la vida monacal e ingresó en la bodega de elixir de cerumen que tan famoso era por aquellas tierras perdidas.

El séptimo no quería trabajar y se hizo representante de los trabajadores donde no hizo nada de nada pero cobraba, bien que cobraba.

Y la octava nos salió niña que le pusieron el casto y pudoroso nombre de Pitiminí pues siempre fue mimada con escupitajos por sus hermanos.

Fue al mejor de los colegios del único que había y aunque torpona y poco lista se sacó la licenciatura en vacas gordas.

Ya en la mocedad sus padres, que eran los amigos de los amigos, organizaron un baile de puesta de largo de su pequeñita que ya se había hecho mujer pues entraba sola en el cuarto de baño.

Fueron invitados todo los jovenes del lugar, que excusaron su asistencia con las peregrinas y elegantes disculpas rompiendo la invitación y limpiándose al rabadilla con ella.

Ella en verdad no tenía mucha culpa de caer tan mal. Era muy envidiosa, cotilla, melindrosa, criticona. Siempre se libraba de los castigos de los males que hacía pues la profesora cenaba todos los martes con sus padres en el restaurante al lado del estercolero municipal donde su marido capturaba las liendres. ¡Siempre hay otro al que castigar! Decía la Señorita Sandez mientras cogía de la oreja a los de siempre y que justamente fueron los que recibieron la invitación de los padres de la criatura.

Ni que decir tiene que la fiesta fue para viejos, los hermanos y sus correspondientes.

Pitiminí fue “colocada” de inmediato en la red internacional de vacas pardas donde llegó a ejercer de coordinadora general de valles y derivados. Tenía a su cargo más de 200.000 vacas de todo el mundo y 3 empleados que trataba como una negrera proletaria pues ella siempre se había declarado "reprogresista" como sus padres y abuelos que eran  los llamados inquisidores de Nuevos Caciques.

Viajaba mucho por el entorno y aunque estuviera a miles de kilómetros siempre cenaba en casa con los papás, hermanos y correspondientes. ¡¡Ella era así!!

En uno de esos viajes relámpagos conoció a un chico tímido, callado, humilde de los humildes, apocado entre los apocados, servil entre los serviles, que trabajaba en uno de los prados de la empresa de Pitiminí como distribuidor de moñigas. Enseguida se enamoraron, enseguida hicieron del tálamo un lugar asiduo, enseguida le dijo ella a él sin previo aviso: ¡¡Nos casamos!! ¡¡Mañana te presento a mis padres, hermanos y correspondientes!! ¡¡Voy a ser la envidia de los envidiosos de todo el lugar!!

Y así es como entró en la familia Apocado de Recato, que así se llamaba la criatura.

El padre lo abrazó hasta apretarle la yugular y la madre lo besó escuetamente en las corvas. Los cuñados y sus correspondientes ni se levantaron de la silla al conocer la procedencia y ejercicio laboral del futuro de la melindrosa Pitiminí.

Apocado nació en familia de alta alcurnia aunque se peleó con toda ella, no con su dinero, cuando se hizo jipi. Los padres lo desheredaron y solo le pasaban una modesta pensión de seis millones de las de antes.

Apocado vivió en comuna varios años en la que estaba prohibida el vestir. Desnudos para arriba, algunas veces, y para abajo, las demás, hacían comunidad siendo comunes y ordinarios.

Su sueño jipi se acabó cuando un día sentado en el prado una lombriz de una moñiga se le introdujo por el ojo vago y le causó descomposición del húmero. Fue ingresado en una casa de socorro y después de perturbados hasta que hace cinco años lo licenciaron como: ¡¡Sin solución!!

La boda paralizó todo el lugar que cerraron en señal de protesta y hasta el cura pidió  auxilio al país vecino. Ella ocupó toda la calle con vestido blanco satén y su larga cola de 26 metros que necesitó seis motoristas que paraban el tráfico en 18 kilómetros a la redonda.

El bueno de Apocado pasó a desempeñar el privilegio que le otorgó su recién estrenado suegro de "recogecola" de la Familia puesto que le viene como anillo al dedo por su débil carácter y sonrisa de perro pachón o perdiguero.

La fiesta se celebró en la finca donde viven los jipis en su desnudez y que pertenece a la sociedad de osas en celo y que D. Celso de Perrachica consiguió alquilar mediante generosos estipendios al teniente aguador.

En un generoso montículo que fue desnudado de jipis y osas en celo, a los que metieron en unas celdas cerradas en canto, pusieron las más de 3800 mesas y sillas para los invitados que superaban ampliamente la docena.

En la mesa principal se hallaba la reluciente novia, Pitiminí de Perrachica, sus padres, los hermanos y correspondientes, prohombres y mujeres del postín como el inefable Melitón que había traído al fotografo de sociedad y que le entregó una de sus afamadas tarjetas: Delegado Principal de la Trucha de Escandinava.

En las demás mesas se entrelazaban los familiares, amigos de los padres y hermanos con sus correspondientes, altos cargos de bajo sueldos, bajas dignidades de facturas altas, los señores de “Gastadores del ahorro de los demás” y hasta un representante egregio: Ngbon Makakele, rey de la tribu de al lado. También estuvo presente el presidente de la comunidad jipi, Jimmy Fuchinga Floja que ostentaba la dignidad de mamporrero de la abeja reina.

Y justo al lado de la orquesta “Los Sabañones”, se sentaba el "recogecolas" que comía lo que podía porque no era de dejar sobras.

Cuando todo terminó empezó el baile de honor donde Pitiminí y su grácil figurita danzó con el oso estepario que había conocido en uno de sus escapadas y era el que mejor le daba “los viajes”. Su nombre siempre lo recordaba con anhelo pese al ahínco: Dimitri Empujanov.

Mientras Apocado, que recién casado estaba, se comía un muslo de las gambas mientras pensaba en lo alto de la cascada: ¡¡Quién me ha visto y quién me ve!! He sido niño rico, desheredado jipi, acaparador de moñigas y ahora esposo y recogecola de Pitiminí de Perrachica  y de su acaudalada familia. ¡¡Podría ser peor!! Como tener que recoger la “susodicha” a Dimitri Empujanov.

Mientras hacían la foto de Familia de este ágape social donde la novia aparecía y el recogecola seguía con su tostá que paté de herrambre no se come todos los días.

Sí, Pitiminí de Perrachica se casó y todo salió en “EGOS DE SOCIEDAD”.

Jesús Rodríguez Arias


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