viernes, 26 de agosto de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": CONSTANCIO MODONCIO.



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Constancio Modoncio desde niño fue lelo aunque él siempre le gustó más que lo llamaran por su nombre de pila alcalina.

Hijo del virtuoso deglutador de moscas confitadas, D. Egregio que siempre fue un padre recto que se limpiaba el mismo con especial donosura, Augusta, su madre, se llamaba Modesta aunque el nombre no le hacía la condición.

Sólo tuvo un hermano mayor que fue destinado a corrales cuando ingresó en el laboratorio de líquidos varios y que se llamaba Siervo.

Los Señores de Modoncio de Altibajos disfrutaban de las rentas de los otros no obstante eran propietarios de la famosa tienda de dentaduras usadas “La mordida no es para siempre”.

Constancio siempre fue el ojito de derecho de D. Melindroso, el dueño de la casquería de al lado, y se ofreció a pagarles los estudios en los mejores colegios de la zona aunque en verdad solo habían dos: “El Real Instituto del Libre Pensamiento en boca cerrada no entran moscas”  y el prestigioso colegio de siempre. Fue este último el escogido por los padres de Constancio para que se educara en letras nobles y pagos asegurados.

Creció pronto y maduró algo más tarde. Antes de que se comprara esa chaqueta color pitiminí que siempre le había gustado pues era mucho del glamur, D. Egregio ya le tenía preparada una colocación a su vástago: Inspector de la archiconocida empresa: “Enchufes Sub-Acuáticos”. Su labor era verificar que los plomos saltaban cada vez que alguien querían conectar la radio del coche mientras se estaban ahogando.

Era muy recto en su trabajo y aunque eso le trajo más de un dolor de muelas fue muy reconocido entre los jefazos de la multinacional “La Local”.

Pizpireto como el solo todos los días llegaba a la hora en punto de cerrar la oficina con su pantalón hecho a la medida del sastre, esa camisas que solo se veían en la capital de los osos pardos y las chaquetas con colores diferentes al grisáceo que usaban todos.

Pelo engominado que sostenían sus rizos nulos más allá de las sienes, ese reloj de importación  “maden in aquí”, ese anillo de oro puro con piedra roja que hace que el dedo meñique quedara lángido del esfuerzo, esa donosura en el trato, esa sonrisa incipiente, esos chascarrillos que tienen a todos hasta la alfombrilla del retrovisor, esa desconfianza enfermiza, ha hecho que su reputación haya salido a flote pese a los envidiosos que le han rodeado siempre.

Pronto fue ascendido a Contable Primero y Responsable del Servicio después. Era el primero que llegaba y también se iba pues poco a poco gracias a su rebuscada y parca oratoria, su grácil figura y sobre todo su incipiente amistad con Don Melitón al cual había conocido en la gala benéfica a favor de la higiene de las caries de las piedras.

Don Melitón, que en esos momentos ejercía la alta responsabilidad de subdelegado de los pacifistas insurrectos, le había presentado una dulce muchachita que ya no cumplía la mitad del siglo pasado a Constancio. Ella, de buena familia, y él de baja almohada.

Aprovechando un sarao social de los que tanto le gusta a Don Melitón y que poco a poco se iba integrando el amigo Constancio Modoncio le fue presentada la dulce señorita Laca de Rubio Metralcrilato  que es hija de D. Recato Anular Torcido.

Don Recato es dueño de la mayor multinacional que hay en ese lugar pues se dedica a probar todos los colchones que se precien mediante compra garantizada.

Famoso se hizo el eslogan: “Si duermes un montón no es culpa del colchón”.

A Laca se le cayó el “modoncio” cuando conoció a Constancio con su sonrisa de “metracrilato”.

Don Melitón le hizo llegar  una tarjeta a la Señorita Laca que en ese momento hablaba consigo misma: Don Melitón, Gerente del Gerente. “Estimada damisela, me gustaría presentarle al amor de sus entretelas”.

Tal misiva causó el efecto oportuno y cuando se acercaron a la dulce Laca los recibió con una penetrante mirada en la bandeja de morro de cencerro que pasaba justamente por su lado.

Enseguida se enamoraron y ese mismo día ella le pidió a Constancio que hablara con su padre para poner hora y fecha a la compra del colchón donde pasar sus horas muertas.

Cuando se formalizó la relación se anunció una gran gala donde los padres de Constancio le pedirán la mano a los de Laca mediante giro desgravable.

La boda fue sonada pues se celebró los jardines que hay junto al local de ensayos de la banda de música de San Hemisferio.

Constancio, de blanco platino y corbata ajustada al revés, y Lacra con impoluto traje moteado por cagadas de avispas.

Para el baile vino expresamente del mar de allá el famoso dúo: Nevera y Frigorífico que hicieron las delicias de polos y helados. En sus voces sonaron la famosa cantinela que ha dado la vuelta al globo de feria: ¡Congélame otra vez!

El primer regalo oficial se lo hizo su suegro D. Recato cuando en medio de todos y con los fotógrafos de sociedad quemando cámara anunció que desde ese mismo momento sería el marido de Laca y por tanto adjunto a la dirección del palacio paterno, que así llamaban a la cabaña que hay en el lago de los loros, donde pasarían los recien casados sus primeros  mil días.

Constancio, muy emocionado él, hizo uso de la retórica que le caracteriza y cogiendo el micrófono sorprendió a todos con hermosas palabras: ¿Quién paga esto?

Recato miró a su amigo y hermano Don Rupestre y le dijo en la intimidad del omoplato: “Don Constancio y Don Melitón no valen ni un simple jergón”.

El novio con cara de alelado y la novia con cara de perros ni se miraban mientras todos salían como si tal cosa en “EGOS DE SOCIEDAD”.

Jesús Rodríguez Arias

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