viernes, 19 de agosto de 2016

"EGOS DE SOCIEDAD": DON TIRANO MILCHAPAS.







Don Tirano Milchapas era un ser abrupto lleno de falso candor. Se dedicaba a la siderometalúrgia y de ahí que todos le llamarán el “Emperador” por lo del pez goma.

Tenía un zarrapastroso uniforme de gala que lo llenaba con todas las chapas de la botellas de a litro que cogía del vertedero municipal. Era muy aficionado a la del zumo con olor a mugre aunque si tenía que coger alguno cuyo perfume fuese el de larvas de mosca tampoco pasaba nada.

El siempre le decía a su esposa Legítima Giráldez una frase que a fuerza de pronunciarla año tras año ya ni se recordaba: ¡Quién no tiene una chapa tampoco tiene dos! Y se retiraba circunspecto a su retiro en los cuarteles de invierno conocido por todos como el cuarto con techo al aire donde miccionaba cada vez.

Doña Legítima le había dado tres retoños en primavera que se llamaban Diomedes, Cisio y Balsemio en honor de su abuelo Armagilo. Buscaron denodadamente a la niña pero ella se contuvo y se dedicó a otros menesteres.

A los tres les regaló su correspondiente uniforme que llevaba prendida una chapa. ¡¡Las demás os la tendréis que ganar a base de trabajar por vuestros intereses!

Don Tirano tenía tal colección de chapas que ya no les cabían en el uniforme de la cofradía de mamporreros y no era raro el que afanosamente se dedicara a ponerlas en los perniles del pantalón.

El Mamporrero Mayor, D. Río de Sal, le había conferido el grado de Archipámpano de la Chapa Cocida que era la mayor distinción que pudiera incluso soñar Don Cernín, Marqués de los Hinojosas del Rastro que también conocía a Don Melitón pues este último ostentaba la alta digniddad de “Melindroso del Sótano de Arriba”.

Don Tirano, que bien hacía honor al nombre, mandaba sobre sus inferiores con déspota energía y a los que no cumplían con sus funciones o se pasaban sus órdenes por el refilón de la piel de escroto los destinaba a cuidar al temeroso can que en verdad era un gato de porcelana “made in calandrias”.

Temido por sus subordinados, ignorado por su esposa, despreciado por sus hijos, admirado por D. Río de Sal por la cantidad de chapas que le colgaban del lugar donde no le colgaba nada.

Todas las tardes Doña Legítima merendaba alubias con chorizo con ligera emulsión de mateca en casa de Doña Casta, que no pura, que es esposa de D. Río así como la amiga de ambos “La porcachona”.

Jugaban a las damas aunque la última siempre se quedara fuera, criticaban a todo bicho viviente aunque con compasión y para finalizar se tomaban el culo de la botella de licor de la santa que deglutaban con fervor.

Los niños de Don Tirano y Doña Legítima no hicieron carrera en esto de las chapas pues cuando fueron talluditos empezaron a trabajar de rascadores de omoplatos en el parque natural de tiros libres alcanzando el mayor la alta responsabilidad de acaparador de moscas.

Don Tirano lloraba con furia, que era el cochino jabalín que merodeaba por el centro del dispensario, mientras exclamaba a voz en grito para que no le escuchara nadie: “¡Ningún hijo mío ha querido ser de la cofradía de las chapas! ¡¡Ingratos!”. Al final se secaba las lagrimosas pituitarias con la espátula de siempre.

En el día menos pensado, que siempre llega al final del todo, se produjo un triste óbito en la cofradía de las chapas ya que D. Río de Sal cesó de inmediato como Mamporrero Mayor tras ser descubierto cambiando las idem por las que  no tenía repetidas.

Se reunió de urgencia los miembros honorables y pasados seis meses se eligió como Mamporrero Mayor a D. Tirano Milchapas que a partir de entonces tendría la alta dignidad de filibustero en el mar de cristal.

Le fueron adjudicadas más chapas que serían impuesta en acto púbico y notorio por el Gran Mamporrero venido de allende los lares, Ser Ferino del Lapo Verde, Marqués del Pañuelo Estrujao.

Don Tirano recibiría con los mayores honores la Gran Chapa con imperdible negro. Esta sería deposita por las temblorosas manos del Ilustre Lapo Verde en la zona braguetil del pantalón del nuevo uniforme de Mamporrero Mayor.

En el palco de honor Doña Legítima de Giráldez y Anchocamino, el segundo apellido se lo había inventado para parecer más de lo más, junto a la tía Antilia que fue viuda de la figura de terracota. Los hijos declinaron la invitación porque ese día tenía carrera de veladores con todos sus habíos.

Y allí en medio del medio, ante la mirada llena de mezquindad de unos cuantos y de desprecios de otros más Don Tirano en actitud marcial, pues siempre había sido un poco extraterrestre, impávido y lleno de soberbio orgullo esperaba el dulce momento que le impusieran la Gran Chapa que le conferiría la dignidad de perro de presa de Ser Ferino de Lapo Verde y su pléyade.

Acercose el Marqués del Pañuelo Estrujao mientras los sones de las cañerías emitían el himno oficial “soy chapado a la antigua” y la emoción subía a cotas inesperadas por el dueño del restoran de al  lado.

Querido Tirano, Mamporrero Mayor de la Cofradía de las Chapas, te hago entrega del título de  Gran Medusa de la alta jerarquía. Desde ahora se te llamará por todos Don Tirano de Culoapretado y llevarás prendida hasta la hora de expirar y respirar la Gran Chapa con distintivo negro con fondo de bacalao.

Y en ese preciso instante el negro imperdible se introdujo por la zona delicada del pantalón y creyéndose Lapo Verde que era tela se lo clavó en el bolindrón dejando a Tirano con desmayo subido y Legítima exclamando: “¡Ya se acabó todo, bien que se acabó!”

Aunque era un acto enmarcado fuera de los anales sociales la foto en “EGOS DE SOCIEDAD” salió y aunque Tirano está encamado recuperando la “emoción” su digna esposa ha dicho con voz queda: “¡Esta foto vale un cojón”.


Jesús Rodríguez Arias

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