domingo, 24 de agosto de 2014

VICENTE RUÍNEZ SE SIENTE FELIZ.



Ruínez no sabía lo que era el sol, el verano y las vacaciones en un lugar tan privilegiado en todos los sentidos como es Andalucía. No sabía lo que es la simpatía y el cachondeo hasta que se instaló en su pueblo de playa para pasar las dos semanas de veraneo. Él siempre había disfrutado del verano del norte de España, Cantabria, Asturias, País Vasco, Navarra, Galicia y allí es otra cosa es un descanso distinto, diría incluso que más descanso pues desde que está aquí, ya plenamente integrado, no para ni un momento.

Después del “sablazo” del chiringuito del otro día y de la desagradable e inoportuna definición que le dio el encargado de aquél a la alta responsabilidad que ostenta en la incipiente “Nación” Catalana ya no ha vuelto a poner un pie por allí.

Ha aprendido que la playa no puede ser un lugar, un espacio, un hábitat donde permanecer durante todas las horas que tiene el día porque uno se achicharra completamente en cuerpo, ánimo y espíritu y en vez de unas vacaciones pueden coger  un trauma con tintes de pesadilla. Todavía se acuerda de los niños jugando al fútbol y pringando de arena a todo el que tiene a su lado sin importarle absolutamente nada y a las madres de las madres gritando a pleno pulmón los números que salían de pequeño y oxidado bombo del juego del bingo. ¡Una auténtica pesadilla!

Ahora se va tranquilamente hacia la playa, sin tantos complementos, sobre las siete y media de la tarde para darse un buen paseo, chapotear un poco para volver a pasear y secarse. Se toma una caña de cerveza en un bar algo cutre y muy marinero que no llega al euro y que siempre le obsequian con una tapita de aceitunas.

Nuestro Vicente Ruínez está más colorado que un tomate pocho y las primeras noches las pasó en vela pues le ardía todo el cuerpo. La terrorífica toalla negra de sus más recientes pesadillas está “amorosamente” depositada en un contenedor de ropa para que se la lleven a la conchinchina.

Ha aprendido, después de someterse a una cura de relajación, que los días duran más si se aprovechan y disfrutan mejor. ¡Qué diferencia con su día a día en la C.A.C.A.! Ahora se levanta sobre las nueve y media, prepara un poco la casa porque aquí no tiene asistentes personales que lo pague el gobierno catalán, y se va a desayunar al bar que hay en la esquina de su bloque de apartamentos. El primer día el camarero le saludó como si le conociera de toda la vida y además en una lengua que no entendía pues le dijo con voz alta y muy deprisa: Quillo, ¿Que va ser?

Diez largos minutos estuvo intentando comprender esta frase que hasta tuvo que sacar el manual que tienen los espías por si acaso era una contraseña. Diez largos minutos para por fin asimilar que lo que el alegre camarero le dijo: Señor, ¿Que desea?

Le contestó que quería un café con leche, descremada y sin lactosa, y Pà amb tomàquet. Él lo miró y le dijo que “marchaaando”.

Al cuarto de hora le puso un café con leche, una tostá de campo y una cesta llena de mantequilla, zurrapa de lomo, de higado, paté de diversas clases y un bote de aceite y se marchó para atender a otros clientes que también esperaban.

Vicente Ruínez se indigno y lo mandó a llamar enérgicamente, como solo pueden hacerlo un Intendente General de la C.A.C.A. Y le dijo que si no había comprendido que él había pedido “pà amb tomàquet” a lo que el eficiente le empleado le contesto: ¿Y eso que es?  Pan con tomate, aceite y jamón. ¡Joé, haberlo pedido así que parece que tiene un chicle en la boca! Ante esta grosería le contestó al cada vez más hiriente camarero que él era un alto cargo de la “Nación” Catalana y que le estaba pidiendo las cosas en el idioma oficial de su nuevo país.

Ante este alboroto salió el dueño del bar, un señor orondo con cara de buena gente aunque con mucho carácter, y preguntó lo que pasaba. Al contarle lo referido éste indicó: ¡Ah, usted es uno de los gilipollas que nos ha quitado un trozo de España! ¡Se acabó, aquí hay “derecho de admisión” y usted se va, pero antes de irse pague la consumición que son en total 9 euros que es la tarifa internacional, ¡Carajote!

Peor no podía empezar las vacaciones pues el primer día se achicharró en la playa, le esquilmaron en el chiringuito, le confundieron con un jefe de alcantarillado cuando es todo un Intendente General de la C.A.C.A., al día después lo echan del bar de la esquina por darse a conocer. Sí, meditó mucho lo que hacer y como hacerlo, que para eso es espía, y se propuso pasar de incógnito durante el resto del descanso merecido que quería disfrutar.

Se fue a otro bar y pidió un café con leche y un pan con mantequilla. ¡Todo se normalizó!

Esa mañana se dedicó a pasear por el pueblo, entrar en la única Casa-Museo donde se exponía la colección de abanicos de la propietaria previo pago de 5 € y pasar delante de un viejo loro en su dorada y fastuosa jaula que le propinó un saludo acogedor: “¡Buenos días tenga el Señor!” y cuando se dio la espalda sonriendo por lo bien educado estaba escuchó la educada voz del “pajarraco verde” que le dijo: “¡Calvo!”.

La verdad sea dicha que la colección no merecía ni mucho menos los cinco euros que había pagado aunque la Casa-Museo si tenía muchas cosas interesantes, entre ellas un espacioso jardín donde la señora de la casa leía mientras una sirvienta le ofrecía una copa de vino con una racioncilla de buen jamón. Había adivinado en primera persona donde iban los cinco euros que  los “pardillos” que como él los pagaban para ver una colección de abanicos que ni le interesaban ni eran nada del otro mundo pues como le dijo la chica que estaba en la ventanilla los realmente valiosos los tiene la señora en sus dependencias privadas.

De nuevo en la calle, con un calor de aúpa, se sentó en la plaza del pueblo justo delante del Ayuntamiento que tenía izadas las banderas europea, española, andaluza y la del lugar y pensó: “¡Qué bonita es la rojigualda y que bien se vivía en España siendo españoles!”. En ese mismo momento se dio cuenta de su torpeza sentimental y agradeció no estar en la “Nación” donde presta sus servicios porque sería echado con una patada donde la espalda pierde su nombre, se convertiría en un proscrito, como Lara el de Planeta, y no volvería a tener las prebendas, los privilegios, el sueldazo y los ágapes en la casa de la presidenta emérita consorte.

Por la mañana paseo para conocer el pueblo, al mediodía almorzar en un buen, y asequible restaurante del mismo, posteriormente dormir esa tradición tan española, tan buena y necesaria como es la siesta para después irse a dar una vuelta por la playa. Llegar a su casa sobre las diez de la noche, ducharse, arreglarse con su camiseta y pantalón corto de salir para tomar algo de cena en cualquiera de los populosos bares hasta las tantas que volvía cansando y ciertamente agotado.

Otros días contrataba un taxi y se iba a conocer sitios de alrededor donde comía, bebía y charlaba con los oriundos así como los visitantes.

Al poco de estar en el pueblo hizo amistad con algunos señores que tomaban café en el mismo sitio y allí en torno a la humeante taza, que se convertiría según pasaban las horas en cerveza o copa de vino, se iniciaba una apasionante tertulia donde se tocaban todos los temas vistos desde un escrupuloso respeto a lo que opinaban los otros, se intercambiaban chistes, gracias, comparaciones que hacía que las jornadas pasaran sin darse apenas cuenta. Por primera vez en su vida Vicente Ruínez se sentía completamente feliz, querido, apreciado por ser quien era y no por lo que era, cosa que nunca dijo porque aunque lo respetaran no lo hubieran entendido.

Se dio cuenta que España no es como lo cuentan los altos dignatarios de la “Nación” Catalana, que en esta acogedora tierra se puede vivir y disfrutar siempre que respetemos al que tenemos a nuestro lado, que el odio no existe en el ideario y menos en el argumentario de sus habitantes que lo que quieren es trabajar para sacar sus vidas, sus familias, su Patria hacia adelante sin complicarse mucho más la vida en tantas historias como las que nos ponen los políticos, que tienen que justificar sus sueldos, encima de la mesa todos los días. Que el español en la inmensa generalidad es una persona de bien, acogedora, integradora, amable, respetuosa, alejada de inquina y maledicencia por el solo hecho de serlo. Ahora se daba cuenta en el odio que desprendían los Más, los Pujoles, los Junqueras, los Orioles y los Olegueres hacia todo lo que oliera a España porque ese odio no lo es por rencor sino porque se consideran inferiores, aunque las arcas algunos la tengan llenas, ya que nunca llegarán a vivir felices por ser quienes son y no por lo que quieren ser.

Ruínez, día a día estaba despertando de la gran mentira donde se hallaba imbuido, de que la C.A.C.A. era en realidad una mierda porque no llegaba a ser Agencia de Contraespionaje ni nada que se le parezca, que la Armada Catalana era un proyecto de socorristas de la costa, que el ejército se asemejaba más a los buscadores de metal de nuestras playas que a los defensores del país, que los políticos...., los políticos por desgracia se asemejaban bastante a los que hay detrás de la frontera, donde la moneda oficial, el pujolín, tenía menos valor que los billetes del monopoly y que la Red de Trenes del Territorio (RE.TRE.TE), se parecía más a una empresa de tranvías defectuosos.

Vicente Ruínez, Intendente General de la C.A.C.A. se dio cuenta sin querer en este pueblecito al sur de España que la “Nación” Catalana era un gran soufflè donde lo exterior tenía un aspecto muy apetitoso y por dentro era puro aire, pura nada.

Iban pasando los días en esa quietud, en esa tranquilidad donde largas conversaciones se unían a los grandes paseos, ya acompañado por sus nuevos amigos, donde el sol y la luna se entrelazan para dar calidez a sus vidas. Vicente Ruínez era feliz y no se acordaba, ni quería acordarse, que tenía que volver a la “Nación” Catalana a soportar las tonterías, las locuras y los ataques de irrealidad grandeza del presidente, presidente emérito, emérita consorte, hijos de los eméritos, del vicepresidente y del jefe de la oposición que no se opone a nada. También tendría que aguantar, entre informe y contrainforme, a D. Pantuflo que no hace absolutamente nada, que tiene un cuajo que se lo pisa, y que está leyendo el periódico todo el día mientras cobra varios cientos de miles de pujolines aunque al cambio está trabajando gratis porque esta moneda no tiene valor oficial en ninguna parte del mundo. Ya ningún crucero  parte ni llega a Barcelona sino que lo hacen en las Islas Baleares o en la Comunidad Valenciana y lo más que hay en el puerto es ese barcucho reparado en los Astilleros Catalanes y que ahora están de huelga porque dicen que no tienen suficientes horas de trabajo. ¿Y como las van a tener si no tenemos barcos? Los barcos internacionales se reparan a los astilleros internacionales, por más que algunos se quejen y despotriquen, y en la nueva “Nación” lo más que se puede arreglar son los pinchazos de las zodiacs, de los colchones hinchables o incluso de los flotadores de tercera mano que requisamos a una patera que se equivocaron de destino pues creían venir a España.

Se siente tan bien y tan español que cuando algunos de sus amigos de tertulia le contó el chiste de que “Pujol no quiere que le llamen chorizo sino espetec” se mondó de la risa.

Quedan tan solo dos días para que terminen las vacaciones, para que este sueño que es una realidad quede postergado en la lejanía, para volver a vivir en la mentira consentida de algunos, para comprobar el empobrecimiento de tantos y el enriquecimiento de los mismos de siempre, de volver a soportar la sorna, chufla de esos desgraciados llenos de odio hacia lo que verdaderamente son: ¡Españoles!

¡Volverá! Y una vez allí meditará que hacer para que Cataluña vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser.

De esa nueva aventura ya hablaremos en otro momento porque ahora nuestro Vicente  está plácidamente charlando con sus amigos mientras se toman una buena copa de vino y unas patatas fritas a la sombra de ese frondoso árbol que cobija la terraza del bar de siempre.

Jesús Rodríguez Arias


Nota: Gracias eternas a Ibañez por crear un personaje como Vicente Ruínez.






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