jueves, 9 de mayo de 2019

DAMIÁN...






Damián sabía que las alegrías duran poco en la casa del pobre, que la vida que  se veía desde esa pantalla plana que sobresalía de la pared no era la real ni mucho menos. Es la que nos quieren „vender“ los mismos de siempre que nos presentan lo peor de la cara de la vida haciendo parecer a los buenos malos malísimos y a los que no merecen ni el aire que respiran por zafios, traidores y veletas como ejemplos de honestidad a seguir.

Damián, hay que reconocerlo, es más de radio pues creció y envejeció con el soniquete de esas voces que salían del aparato voluptuoso que tenía su madre encima de la mesa de camilla donde se sentaba toda la familia tras almorzar. Mesa de camilla recubierta con una de aquellas mantas de entonces a modo de falda mientras la copa de picón hacía entrar en calor los gélidos cuerpos de los que allí se apiñaban.

Y recuerda los partes, la música de entonces, los programas, el teatro, porque para los pobres todo esto provenía del aparato de radio que un día comprara su abuelo Arsenio con unos atrasos que había cobrado de la última cosecha.

Virtudes se llamaba la madre de Damián y la verdad que la buena y hacendosa mujer hacía todos los días honor al nombre. Tenía dos hermanos más: Camilo y Rosita siendo nuestro Damián el del medio. Vivian en el domicilio familiar el abuelo Arsenio y la abuela Mariquilla, que siempre estaba alegre y veía el mundo color Esperanza, también la tía Mari Luz que estudió para maestra gracias a las becas que consiguió por ser tan buena estudiante pero cuando iba  a entrar en el colegio de Doña Nicanora cogió la polio y perdió la oportunidad de hacer su vida tal y como se la había imaginado. Ahora da clases particulares  en el estudio, la casa es destartalada y grande, a los chiquillos que van retrasados en algunas de las materias. También ayuda a la Iglesia con clases a niños desfavorecidos a los que ir a la escuela le supone tanto que no pueden hacerlo.

Esa era toda la familia porque padre murió demasiado joven para disfrutar de los suyos. Murió de un furtivo tiro que lo mató de inmediato. Padre se llamaba como él, Damián y era Cabo de la Guardia Civil en el pueblo donde le vio nacer. Allí se casó con Virtudes, que era la hija de Mariquilla la panadera y Arsenio que trabajaba en la agricultura desde ni se acuerda cuándo. Él acababa de ingresar en la Benemérita Guardia Civil y le destinaron a su pueblo pues su madre Justina padecía una enfermedad que la estaba degenerando por dentro y ya había perdido la cabeza. Gracias a las influencias que aún seguía teniendo Don Jaime, secretario del ayuntamiento, pudo hacer el favor de que el niño de Justina pudiera estar con ella, en su pueblo, en su casa, hasta el final.

La vida no es como uno piensa, sueña, sino como se la plantea Dios porque si la madre de Damián no hubiera estado malita o Don Jaime no hubiera tenido todavía influencias a lo mejor él nunca hubiera vuelto a su pueblo, sino de visita, y quién sabe lo que le hubiera deparado el futuro.

Pero su presente se llamaba Virtudes y se extendió con Camilo, Damián y la pequeña Rosita. En su presente también estaban Arsenio y Mariquilla, sus suegros, y Mari Luz, su cuñada, que es una mujer luchadora porque a pesar de tantos pesares ha sido capaz de ejercer la profesión que devocionaba por vocación.

Lo que no podía saber Damián es que la alegría de su ascenso a cabo duraría poco como todo lo que sucede en la casa del pobre pues un día Jacinto el guarda del coto de Don Julio, que según se decía era el hidalgo del lugar, le avisó porque estaba escuchando tiros de furtivos que se habían colado y aunque él le puso resistencia era unos cuantos que acabaron pegando tiros al pobre Jacinto que lo único que hacía era cumplir con su deber.

Allí se personaron el Cabo Damián y el agente Manolillo, un joven de poco más de veinte años, que había llegado hace poco al pueblo como su primer destino.  No avisó a Gervasio, el agente más veterano porque ya a sus 57 le costaba mucho todo lo que fuera el andar, correr, transitar por los campos y además había perdido vista. Lo dejó en el cuartel tras la vetusta y antigua mesa por si alguien necesitaba de la Guardia Civil que honran el lema que aparecía en todas las casas cuarteles: ¡Todo por la Patria! Y también todo por los españoles y por quienes lo pudieran necesitar.

Y aunque Don Julio los saludó al llegar a su casa del coto no pudo acompañarlos ya que superaba los ochenta y su caminar era lento y demasiado cansino. Se escuchaban los disparos, eran por la zona norte, y Damián junto a Manolillo y el bueno de Jacinto se fueron en busca de quienes estaban causando grave daño no solo al propietario sino a los vecinos que vivían de lo que allí se cazaba.

Fue demasiado rápido, según le contaron, pudieron apresar al cabecilla, muy conocido en el lugar, y a dos más mientras otros tres emprendían la huida hasta que llegó ese tiro furtivo que atravesó el pecho, y con este el corazón, del bueno de Damián que cayó muerto fulminantemente. Ese tiro furtivo mató a su Familia y entristeció a su pueblo. Del que apretó el gatillo nunca se supo pues huyó con los otros tres como cosa que se la lleva el mismo diablo.

Desde entonces nada fue igual en la casa de Damián, de su pueblo ni en el viejo cuartel de la Guardia Civil…

Eso le cuentan y recuerdan todos a Damián hijo, el mediano de la familia, todos  los vecinos así como Manolillo que acabó ascendiendo y el viejo Gervasio que tras la muerte de su superior y sobre todo amigo pidió seguir en su puesto hasta que ya la vejez lo obligó a abandonar.

Damián hijo supo desde chico que por su sangre corría el verde Guardia Civil y cuando tuvo la edad, los años desde la muerte de padre pasaron demasiado deprisa, pudo ingresar en la Benemérita Institución gracias al inmenso prestigio de su padre y también a la ayudita de Don Cosme, hijo de Don Julio que antes de morir dejó expreso deseo de ayudar a la familia del bueno de Damián en todo lo que necesitaran pues él dio su vida en su casa.

Damián, gracias a la ayuda del viejo hidalgo, pudo estudiar y por tanto acceder al cargo de Teniente aunque para eso tuviera que marchar del pueblo donde nació y hacer su vida en los lugares que estuvo. Con los años fueron muriendo sus abuelos Arsenio y Mariquilla, su madre Virtudes, al quedarse sola pues sus hermanos Camilo y Rosita marcharon a la capital para estudiar Derecho el primero y veterinaria la segunda, se dedicó a cuidar de su hermana Mari Luz así como ayudar en la parroquia y aunque Damián se las quiso llevar a su primer destino en un pueblo de la sierra de Madrid ellas prefirieron seguir en el lugar de sus vidas.

Y Damián subió y bajó España en los destinos que tuvo a su cargo con los años iba ascendiendo, llevando misiones de alto riesgo pues se hizo un especialista en terrorismo, llegando a llevar la jefatura de la brigada antiterrorista en los tiempos malos de ETA que mataba un día si y otro también.

Allí, en Bilbao, conoció a Itziar hija de Don Iñigo que era un empresario que se resistía a pagar el sanguinario impuesto revolucionario y que estuvo a punto de ser secuestrado si no hubiera sido por la rapidez del equipo que dirigía Damián, que ya lucía galones de Comandante y las medallas cubrían todo su pecho.

Se hicieron novios, se casaron, y en muchos lugares del viejo Bilbao tanto a ella como a su familia la condenaron a muerte pues el rostro de su padre, el suyo o el de su marido Damián aparecían tras una diana. Fueron tiempos recios aunque para ellos como pareja muy felices.

De su matrimonio nació Damián, Itziar e Iñigo que se convirtieron en la alegría de la casa. Lástima que su madre no los haya conocido pues murió hace unos años de una pulmonía mal curada y la tía Mari Luz no quiere moverse por ahora de su sitio.

La vida de Damián, Itziar y sus hijos fue siempre 100% Guardia Civil. Cuando fue destinado para ocupar una alta responsabilidad en Madrid con el grado ya de Teniente Coronel su suegro Iñigo, que había perdido a su mujer hace poco de una mala enfermedad, decidió marchar de su tierra, él que tiene los ocho apellidos vascos, porque estaba amenazado y todos sus trabajadores también. Decidió trasladar su negocio a Madrid donde, una vez más en su vida, tendría que empezar de nuevo.

Pero en la mente de Damián estaba volver a su pueblo con su hermana Rosita que ejercía de veterinaria y su hermano Camilo que había montado despacho junto a Don Cosme, hijo de Don Julián, pues el pueblo se había expandido mucho y salvo el centro que se mantenía igual lo demás se había expandido mucho hasta convertirse en el motor de la comarca. Hasta habían construido una nueva Comandancia que tenía competencia sobre un sector importante de personas. Este nuevo enclave tenía que estar dirigido por un coronel y que está vacante.

Damián pensaba en marchar para allá aunque tenía que terminar con asuntos que le competían en la capital de España. Itziar estaba por ello, los niños también, y el abuelo Iñigo que ya se había retirado de toda una vida de empresario quería descansar en un lugar en el que se sintiera como en casa. Ellos han llevado una vida trashumante por cumplir con su deber o por oponerse a lo podrido de una sociedad que alimentaba y alentaba a los asquerosos terroristas.

La mejor noticia se la dio su Jefe, el General Santiponce cuando le anunció que le había propuesto para el empleo de Coronel y que lo había recomendado para la Comandancia radicada en su pueblo pues ya sabía como sentía Damián. ¡Dicho y hecho!

Ya lleva algunos años desde que se reencontró con sus raíces, desde que abrazó a su tía Mari Luz muy anciana ella, desde que empezaran los almuerzos familiares con sus hermanos, cuñados, sobrinos… Iztiar, sus hijos y su suegro Iñigo se hicieron de allí pronto pues eso tenía su pueblo, que por mucho que hubiera crecido, es de brazos abiertos.

Le quedan pocos meses para pasar a la reserva y está en casa de su hijo Damián, que dentro de poco ingresa en la Academia porque quiere seguir con el linaje de la Guardia Civil. Y mientras se queda mirando esa pantalla plana que sobresale de la pared su mente retrocede a ese pasado que todos tenemos  y se acuerda de su madre Virtudes, de sus hermanos Camilo y Rosita, sus abuelos Arsenio y Mariquilla así como su tía Mari Luz mientras escuchaban aquél vetusto aparato de radio de su infancia mientras todos mantenían el calor en la mesa camilla con el picón encendido mientras Don Juan Tenorio hacía de las suyas…

Jesús Rodríguez Arias


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