sábado, 15 de julio de 2017

BERRACA "LA MEONA": MÁS DE LOS ROPASUELTAS






Berraca era el nombre que le había puesto Ligorio a su hija porque lloraba a gran volumen. Él no pensó que eso sería un castigo para tan chillona criatura pues lo que no le iba a poner en la vida es nombre de santo pues era ateo de los de toda la vida aunque de chico era el reponehuevos en la granja del Tío Salustio.

Berraca sacó ese defectillo que afectó a todas las féminas de su familia y aunque ellos no creían en el sexo sino en el género pues su amigo y camarada Lenin Tomás le había dicho por activa y por pasiva que todo eso era por culpa del “heteropatriarcado”, que se fijaran en su unidad familiar donde su mujer ya no lo era, su hijo se llamaba Rosita y cantaba en una orquesta los veranos por la costa y su hija Ernestina, que de siempre fue una guapura, se enamoró de Calixto, camarada de la vieja Cuba, y después de separarse de él decidió hacerse gato de porcelana y allí la tiene sentadita en el salón mirando un punto fijo como si nada.

Pero Berraca de siempre se consideró lo que en realidad era: ¡Mujer!

Y por lo tal tenía una enfermedad congénita que se heredaba de madre a hija de generación a generación: ¡Sufrían de incontinencia! Dicho de otro modo, tenían el muelle flojo y todos los días a todas horas sentían esa imperiosa necesidad de hacer pipí.

La abuela Salustiana se ponía unas gasas que ella misma se cosía, la madre María, llamada la Cacaruca, aunque también las usó le cogió el tiempo de las modernas compresas y la niña Berraca ha dicho que ella le quiere dar libertad a su toto y por tanto lo lleva al aire y la pobre gotea más que un grifo viejo al que le falla la zapatilla.

Berraca no seas burra, le gritaba su progenitor A dícese de Ligorio o Berraca no seas cochina que le gritaba el progenitor B o Cacaruca. La abuela Salustiana no decía nada pero se santiguaba a escondidas.

Pero Berraca ya había tomado una dirección en la vida, había decidido hacer un círculo de su existencia, había conocido a Marcial y Dona que eran ropasueltas y desde hace un tiempo son un trío la mar de bien avenido.

Berraca es una gran defensora del toto libre, del sangrado libre porque ella, como todos los ropasueltas, se pasan la libertad por el mismo pototo.

Al tener serios problemas de incontinencia tiene que hacer pipí a cada instante o por lo menos llevar la necesaria gasa que la proteja de tan molesta eventualidad. Ella que ama y “mama” la libertad de género dice que no se va a pasar por el chocho a quién ha decidido por libertad propia el ser gasa o bragapañal. Eso tiene ser género que con tanto respeto no se llega a respetar nada y menos a nadie.

En el pueblo todos la conocen como Berraca “La Meona” debido a que lo hace cuando le sale de ahí en cualquier momento y situación. Lo mismo en un concierto, que en un almuerzo o en una de esas orgías que ella es asidua donde hay hombres, mujeres, gatos, perros y hasta figuritas de cristal de bohemia.

Pero esa fama de “puerca” se finiquitó desde que entró a formar parte de la dirección del círculo ropasuelta de la comarca que entre 18 pueblos hay en total 6 militantes porque es verdad que todos son muy rojos pero ninguno morado, todos son muy de izquierdas pero gente decente y no los “maleantes” apestosos que siguen a un tal Pablo Manuel como si fueran de una secta de esas.

Berraca era la coordinadora de estrategias y diversidad. Consiguió un puesto de concejala gracias al acuerdo con el Movimiento Ecologista “La Pulga” y el partido separatista “La Linde es Nuestra” entrando a formar parte de la diputación provincial con el cargo de portavoz de la diversidad de género andante y por andar.

Gracias al protagonismo público que fue adquiriendo, gracias a las chorradas que decía y el charco que se producía en cada intervención fue aupada al Congreso de los Diputados por la provincia de Sebastopol. En tiempo récord se encontró con su líder Pablo Manuel con el que discutía la estrategia a seguir en cada momento pues todos sabemos que los ropasueltas no tienen mensaje y discurso fijo sino que cambia ya que todavía no están lo suficientemente Maduro.

Berraca ya ha interpuesto más de una docena de denuncias de acoso sexual hacia chicos que estaban sentados en una terraza con las piernas abiertas o se dirigieron a ella para preguntarle no sé que calle. Ella por eso y más se sentía violada, que no penetrada, porque el machismo impera en esta arcaica sociedad. A ver cuando viene alguien y acaba con los hombres de una puñetera vez, decía y se decía sin que nadie la quisiera escuchar.

Después de tener una relación sexual que no afectiva con el Anselmo, que era el ropasuelta que vivía junto a ella en su casa okupada, decidió que ya no quería más miembros sino las miembras por lo que pasó a formar parte del colectivo femi-nazi-radical “Clitoreando” que en ese momento estaba con la campaña que tanto dio que hablar: “¡Queremos a la vagina en el lugar que le corresponde!” y a la cual ya se han adherido todos los políticos de circo que nos rodea.

Han decidido ir a una Iglesia y profanarla porque ellas que son valientes y eruditas, saben que los cristianos no hacen nada y además las perdonan. Jíbara, la amiga de Berraca, que es mucho más revolucionaria que ella aunque mucho más imprudente y además no gotea dijo hacer ese plante también en una mezquita. No os podéis las caras que se les pusieron a las de “clitoreando” entre el asombro y la incredulidad: ¡Anda, Jíbara, que nos han hecho los pobres moros para que los insultemos! Y así quedó ese conato de encontronazo.

Berraca fue la encargada de defender la ponencia: “Lo digital no es solo del mando a distancia” que firmaron todas las de “clitoreando” y que luego asumieron los ropasueltas de todos los lugares menos de Irán.

Ligorio y la Cacaruca están cada vez mas avergonzados de su hija. No nos ha salido proletaria y menos antiyanqui sino una ropasuelta además de asquerosa. Ellos le retiraron la palabra, para mantener su integridad, pero no la cuenta bancaria donde la “niña” ingresaba “religiosamente” la cantidad de 4.000 eurillos de nada para ayudar a sostener a esa familia de comunistas que ya lucían un “rojo-amoratado”.

Berraca ya no volvió por su pueblo nunca más, se instaló en un corralito que le cedió la Yaya Cármena en el centro de Madrid y aunque de vez en cuando viajaba a Venezuela en  clase de lujo para aprender democracia de manos de Maduro y su pajarito, ella siempre iba en autobús que le permitía el no llevar bragas, gotear tranquilamente y cuando no podía más bajaba y meaba donde estuviera ya sea campo o ciudad, calle, avenida o acequia.

Pero pasó lo que tenía que pasar. De tanto “clitorear” se le ajustó el muelle del pototo y ya no volvió a gotear como si fuera un aspersor roto.

¡Desde entonces nada fue igual!

Jesús Rodríguez Arias



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