viernes, 21 de abril de 2017

EL PENÚLTIMO DESTINO.




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Nuevamente coger a la Familia, cambiar de colegio a los niños que no acaban de echar raíces en ningún lado, para coger carretera y manta a un nuevo lugar, un nuevo sitio totalmente diferente aunque con los años vas viendo que es igual, que todo se parece pues al final no somos tan diferentes unos de otros.

Lleva ya 30 años y con 54 recién cumplidos espera que esta vez sea la definitiva, que ya se va haciendo mayor para cambiar, que ya uno quiere quedarse en un sitio quieto y la Familia también necesita esa estabilidad.

Mariló sabía a qué se exponía cuando empezaron a salir, cuando se casaron, pues también ella era digna hija de su padre y sabía desde muy temprana edad lo que era ir de un sitio para otro.

Mariló nunca echó nada en cara pues desde que su madre Angustias la tuviera en sus entrañas notó lo que es recorrer kilómetros.

Primero vino Julio, el mayor, después Cándida y por último Anselmo como el abuelo. Tres eran tres y los cinco caminaban juntos por estos pueblos de esta bendita España ya que cada cierto tiempo, cada ciertos años, tenían que llevar una vida algo más itinerante de lo deseado y deseable.

Con los años estudió, se formó y ahora luce las tres estrellas de capitán. Sabe bien a las claras que serán las últimas que alcanzará pues en unos años pasará a la reserva y entonces toda su vida será un recuerdo, el suyo, el de su familia.

Piensa que este ya será su penúltimo destino pues va a un pueblo grande y tendrá a su cargo toda una populosa comarca. No es la primera vez aunque espera que ya sea la última.

Los niños, como él los llama, ya se van haciendo mayores y el primero este año empieza la universidad. Quiere estudiar Química pues algún día sueña con llevar una bata blanca dentro del Cuerpo. Ya está matriculado y marchará a Madrid, ha conseguido una gran nota, para pasar los años que dura la carrera.

Cándida y Anselmo son los que se instalarán en su “nueva” casa aunque Julio tendrá su cuarto siempre a su disposición porque la vida es como es y siempre es bueno que sientan que la Familia siempre está.

Recuerda junto a Mariló sus primeros destinos, algunos tenían la categoría de cuchitriles aunque con la ayuda de los demás conseguían crear un  hogar y que fuera una hermosa casa.

Esta vez le han prometido que será algo mejor que no solo será habitable sino medianamente bonita.

Ellos llevan sus “cuatro” cosas pues a lo largo de la vida se han acostumbrado a vivir con la maleta siempre hecha.

Los peores destinos sin lugar a dudas cuando les tocó las recónditas tierras vascas en los peores años del terrorismo etarra, el asco que sentían de los indeseables que los rodeaban, el desprecio que sentían de una gran parte de la sociedad y la orfandad que lloraban cuando iban a ver al párroco de turno y los trataban como si fueran despreciables lobos con disfraces de ovejas.

Esa es una realidad que ahora está siendo superada, la mayoría de la sociedad piensa de otra manera y la Iglesia es una en la defensa de las víctimas. Todavía existen algunos que tienen podridos el corazón y aunque se hayan quitado ese “pasamontañas” manchado con la sangre de los chismes, los insultos, los desprecios, de señalar con dedos y miradas a sus próximas víctimas llevan emponzoñado el mismo alma y genéticamente, por más paz que pueda reinar, son unas malas bestias. ¡Dios los perdone, decía Mariló, cuando se encontraba con esa huidiza mirada que antes nos había condenado!

Él intentaba perdonar pero no podía ni siquiera llegar a olvidar y todos saben que lo uno sin lo otro no existe. ¿Pero cómo va a olvidar tanta sangre inocente derramada? ¿Cómo va a olvidar al hijo de Antonio al que sacó muerto de una explosión? ¿Cómo olvidar el peso del féretro de su amigo del alma asesinado con un tiro en la nuca?

Habrá paz pero no todos somos iguales. Habrá paz pero esta será frágil cuando los sanguinarios asesinos dicen a diestro y siniestro que no se arrepienten de sus asesinatos, que se enorgullecen de haber ejecutado a tantos en favor del “ideal”. ¡Bastardos! ¡Eso no es Paz, no lo olvidemos nunca!

Cierra los ojos humedecidos en lágrimas y quiere pensar en otra cosa, en los kilómetros que quedan para llegar, en el instituto de la niña y en el colegio de Anselmo, en cómo será la casa, la gente, los vecinos y si será capaz de empezar de nuevo afrontando nuevas responsabilidades a su edad, con todos los achaques que ya conlleva consigo. Prefiere pensar en todo antes que en lo que estaba pensando.

Llegaron cuando la noche se había instalado, lo recibió el teniente con la marcialidad de siempre y el respeto afectuoso del que está y acoge al que viene. Les enseñó su nuevo hogar, que en verdad era muy bonito y con buenos muebles del anterior capitán que dejó todo pues también había tenido muchos destinos con consideración de “cuchitril”, los llevó a cenar donde mejor se comía en el pueblo que además estaba a dos pasos de la Casa. Antes le había presentado a la mayoría de sus vecinos que se ofrecieron para lo que hiciera falta como no podía ser de otra forma.

El despacho, mi Capitán, mañana que ahora tiene que descansar, aclimatarse y cenar porque como decía mi abuela “para sentir es necesario comer”.

A la mañana siguiente volvería a empezar en un nuevo lugar, con una nueva responsabilidad, con las tres estrellas de capitán que le conferían la autoridad en esa zona y con la misma ilusión, aunque pareciera mentira, que cuando empezó.

Y es que lleva una vida entera en la GUARDIA CIVIL y eso se nota...

Jesús Rodríguez Arias


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