jueves, 20 de junio de 2019

CADA VERANO...




María cada verano pensaba en volver al pueblo de su infancia, donde creció al calor de sus mayores, donde jugó tanto siendo tan niña, donde incluso le gustaba darle al balón con los niños, donde dejó el trajecito para ponerse falda y después pantalón. La vida, se decía así misma, queda reflejada cuando cambias de talla y de gustos por eso cuando tuvo que marchar porque quería estudiar una carrera de esas de muchos números como le decía su padre Juan que apenas aprendió a leer y a escribir porque la necesidad era la necesidad.

María dejó a sus padres y dos hermanos en el pueblo cuando apenas tenía 18 años de edad. Cogió el autobús que salía de la plaza, en ese banco que estaba junto al casino, el bar de Remedios y el banco en el que trabajaba Don Cesáreo. Ella misma reconoció cuando ya su pueblo era una pizca en la lejanía que sintió una liberación, esa clase de liberación que sentimos todos de poner tierra de por medio a nuestra vida porque pensamos, y puede ser que sea así, que lo que nos espera es apasionante.

Juan y Cecilia, sus padres, quedaron en el pueblo donde el primero tenía un campo donde había ganado y plantaciones que cuidaba con sus hijos Juanito y  Pedro que eran todavía muy jóvenes para irse, como lo había hecho María, pero demasiado mayores para estudiar, porque la necesidad es la necesidad. Además hay que decir que María salía a su madre Cecilia en inquietudes, era lista y sacaba todo lo que se empeñaba. Así hizo con los estudios, cuando nadie daba dos duros, y ahora que ha emprendido camino a la capital para estudiar una carrera esas de números como le gustaba decir a su padre en el bar de Remedios que ya lleva su hijo Nicanor pues la edad no perdona ni a la viuda del que fuera Albiano, el cartero.

María llegó a la capital y empezó a vivir en casa de la hermana soltera de la Señorita Encarnación, la maestra del pueblo, colaborando con las cosas de la casa y aunque había traído unos ahorrillos bien sabía que eso y nada era nada en un lugar como aquél.

Se matriculó en Económicas y a su vez empezó a trabajar en una tienda de autoservicios que pagaban poco pero seriamente. Según iba pasando de curso tuvo más trabajos en una hamburguesería de cualquier franquiciado, haciendo pizzas, hasta que acabó como contable en el despacho de Don Juan Alberto, que era uno de los notarios de aquél lugar.

Pasaba de curso en curso con grandes notas y eso le hizo ser una persona muy popular en su círculo. Esa natural inteligencia hacía que fuera una sobresaliente alumna con inmensas cualidades académicas. Don Juan Alberto, le prometió, que cuando se licenciara la haría socia del despacho de su hijo Rubén, abogado como él, pues podría ser un dúo de extraordinario valor. Don Juan Antonio también veía allí la posibilidad de emparentar pues su hijo Rubén perdía los andares con María que siempre era honesta, con genio y mucha franqueza.

Pero la vida de María no pasaba por ese afamado despacho y menos el compartir vida profesional y menos personal con Rubén que era un buen chico pero que a ella no le gustaba en nada.

En la universidad había conocido a Julio que también era un coquito en eso de los números, un hombre apuesto, educado y con una clase de valores que no se veían ya en la ciudad pero que si recordaba existían en el pueblo de su niñez y juventud.

Julio le contaba que él conocía toda España pues la había recorrido de arriba a abajo ya que su padre había sido guardia civil. Julio estaba muy orgulloso de Federico, su querido padre que había fallecido poco antes de empezar la carrera, pues empezó de agente y pasó a la reserva con las dos estrellas de teniente. Lo pasaron muy mal pero también se acuerda de todo lo bueno de cada sitio hasta de esos que tantos los odiaban.

Julio le dijo que una vez finalizados sus estudios quería ingresar en este Benemérito Cuerpo pero dentro de la Unidad Central Operativa (UCO) que es el órgano, le contó a María, central del servicio de la Guardia Civil de España y que está encargado de la investigación y persecución de las más graves formas de delincuencia y crimen organizado. Se había especializado en Económicas para perseguir los delitos financieros.

A María le encandilaba conversar con él por su sentido de servir siempre a España, de haber estudiado para ser un necesario cauce que haga perseguir a los malos no en la calle sino desde la minuciosa investigación donde todo se percibe mejor que los que todos los días dan sus vidas por todos nosotros.

Julio y María terminaron sus carreras y después los dos opositaron a la Guardia Civil, los dos terminaron en la UCO, los dos parecían que no se iban a separar nunca e incluso se veía la probabilidad de formar pareja también en lo personal cosa que  no sucedió como muchas cosas más en la vida.

Julio fue ascendido, su valía le precedía, y fue destinado a Madrid y Julia se quedó donde estaba destinada y claro dicen que la distancia es el olvido… Un día llamas pero otros estás tan ocupado que se te pasa y así pasaron los meses, los años, la vida…

María supo, con el recorrer de los tiempos, que Julio se había casado con una amiga de siempre, hija también de un guardia civil amigo de su padre, que vivían en Madrid, que ya ostentaba un alto cargo y que tenían dos pequeñines por cuya sangre seguro recorría ese extraordinario virus de ser algún día de esta Benemérita Institución.

Hoy precisamente que nos vuelve a llegar el verano ha cumplido 40 años y lo hace feliz porque sirve a España trabajando en lo que le gusta. Es conocida como María Capitán, por sus mejores amigos e incluso subordinados. Ha tenido parejas, novios pero ninguno ha cuajado porque ella ya había idealizado uno para su vida que fue Julio pero ya no está entre que él se fue y ella lo dejó escapar…

Ha decidido hacer un parón en su vida, ha pedido un poco sin pensárselo una excedencia, y vuelve al pueblo de su infancia y juventud porque quiere ver a su padre Juan, que ya está muy viejito, quiere visitar la tumba de su madre que murió hace años del maldito cáncer, quiere visitar a sus hermanos, sus cuñadas, sus sobrinillos, quiere verlos pero en su mente está alquilar una de esas casas de siempre que ahora están deshabitadas y pasar allí el tiempo que necesita para poner un poco de orden en su vida, recuperar esos valores en los que creció y que poco a poco ha ido perdiendo, enfocar su mirada en otras vistas, degustar un paseo por esos frondosos caminos o sentarte en la plaza para ver como los niños juegan y las madres charlan, escuchar las campanas del viejo reloj de la Iglesia que con más de cien años todavía marca las horas…

Ha decidido parar y desintoxicarse de tanta maldad como recorre el mundo, un mundo que la ha hecho muy desconfiada, un mundo en el que hace lo que le gusta pero que así y todo te desvirga de la frágil inocencia de la que creemos en la bondad de los demás.

Ha decidido charlar con el Padre Arturo, amigo de la infancia, porque quiere decirle que ha perdido la Fe y que no sabe como encontrarla. Ha perdido su Fe en Dios, en las personas, en el mundo y en ella misma.

Y quién sabe lo que le deparará el futuro porque lo único cierto es que hoy ha llegado el verano y María vuelve a su pueblo....

Con este artículo me despido hasta que pase el verano, que hoy comienza, y ojalá la salud me respete para que cuando llegue septiembre u octubre pueda seguir escribiendo estos relatos, estas historias, estos artículos en torno a la Guardia Civil así como el resto de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, de las Fuerzas Armadas o de todos aquellos que ofrezcan más que sus vidas por proteger las nuestras.

Con un abrazo fuerte os deseo un Feliz Verano.

Jesús Rodríguez Arias

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