jueves, 11 de octubre de 2018

ETELVINA




Etelvina ya no sale a la calle como antes porque sus piernas ya no la sostienen con la firmeza de antes. Ahora sentada en la mecedora en la que su madre Engracia hacía lo mismo día tras días hasta que un invierno muy malo y frío se la llevó.

Etelvina heredó de su madre y esta antes de su abuela la única mercería que tenía el pueblo hasta hace relativamente poco en el que se instaló una gran superficie de esas pero que todos llamaban el híper.

Etelvina siempre estuvo al frente de su pequeño y familiar negocio y lo mismo vendía esos encajes traídos directamente de Zaragoza que le encargaba Sagrario “La Sacristana”, que vendía esas coderas para que se las pusieran a las chaquetas de lana que pasaban de padres a hijos y de hijos mayor a hijo menor…

Y también vendía muchos botones, mucho hilo verde y hasta un kilométrica bandera de España, que tuvo que encargar en fábrica, para enlucir el patio de la vieja Casa Cuartel de la Guardia Civil que estaba justamente frente a su pequeña mercería de las de toda la vida.

Mercería, que nunca le robaron ni les pasó nada malo porque estaba siempre vigilada gracias al guardia civil que estaba en la puerta.

Etelvina no cambió nada de la tienda que heredara de su madre aunque el género fue agrandándose según pasaban los años y también lo acrílico había hecho acto de presencia quitando la pureza de antes en sus productos aunque ella fiel a lo heredado se mantuvo en sus treces a pesar de la invasión.

Mercería “Virgen del Pilar” así se llama la tienda de Etelvina y según dice tiene más de 125 años.

Etelvina creció entre dedales, agujas, botones, hilos, madejas de lana, encajes, blondas… Así se hizo mujer, se enamoró de Nicanor que trabajaba como camionero que portaba grandes piedras de la cantera de la familia del Tío Salustiano. Nicanor y Etelvina tuvieron dos hijas y un hijo que eran la mar de guapos según decía con orgullo su abuela Engracia.

Ángeles, Encarnación y Miguel eran los tres hijos de este matrimonio siempre ejemplar, siempre tan trabajador, siempre tan buenos y prudentes.

Nicanor se iba todas las mañanas cuando incluso no había ni amanecido y llegaba justamente a la hora que su mujer cerraba la tienda. Cenaban juntos y después a dormir que el día para este buen hombre empezaba siempre demasiado pronto.

Un día de muy trajín en la mercería, justo antes de las Fiestas Mayores, cuando Etelvina y su madre Engracia no daban abastos atendiendo a los vecinos que compraban que si hilo, que si ese encaje para el traje de las damas, que si… Llegó con la tez lívida el Cabo Calixto y le dijo a Etelvina que lo acompañara , que el Capitán Monsalvo quería hablar con ella.

Etelvina se temió que algo malo había sucedido pero lo peor sin duda estaba por llegar…

Don José Monsalvo era un hombre apuesto pese a tener ya sus años, sus cabellos encanecidos y esa barba frondosa. Se mantenía enjuto pues de siempre fue muy activo y todas las tardes que el servicio lo permitiera si iba a dar un paseo de los suyos por la montaña.

Hombre de férreas creencias religiosas y de una cultura inmensa. Hombre muy correcto en el trato, hombre de voz suave y comprensiva.

Don José le dijo a Etelvina que había sucedido un accidente en la cantera, en el momento que su marido cargaba las piedras al camión para llevarlo donde siempre, que algo había fallado en la grúa, que la piedra se desplomó cayendo encima de Eleuterio, el capataz y de su Nicanor… Que sentía mucho el comunicarle que tanto uno como otro habían muerto en el acto aplastados por toneladas de roca caliza.

Etelvina se le pasó la vida por delante y con lágrimas en los ojos entendió que no vería nunca más a su Nicanor, un hombre bueno, un gran marido y mejor padre que trabajaba de sol a sol para que a sus hijos no les faltara nada.

Y desde entonces Etelvina no se quitó el luto, desde entonces Etelvina se dedicó el doble a sus hijos, desde entonces Etelvina estuvo al frente del cañón en todo momento.

Su madre Engracia decía que esa era la desgracia de la familia: Que las mujeres que estaban al frente de la vieja mercería al final más pronto que tarde se quedaban viudas. Pero Etelvina, que había seguido con esa “tradición” se negaba a creerlo, pues qué mal podría tener una vieja tienda…

Ángeles y Encarnación estudiaron en el colegio de las monjitas, el suyo y el de su madre. Llevaban tantos años en el pueblo que eran parte del mismo como la Iglesia de San Salustiano o la Fuente de Piedra.

En cambio el benjamín estudió en el colegio de huérfanos de la Guardia Civil pues Don José, el Capitán, habló con Madrid y les contó la situación tan especial que rodeaban a la familia dándose la circunstancia que un tío abuelo de Etelvina había sido Guardia Civil que murió muy joven a manos de bandoleros.

Miguel, se trasladaba de lunes a viernes a la capital de la provincia donde radicaba el colegio, y los fines de semana volvía al pueblo.

Y así iban pasando los años…

Llegó el día que Engracia murió de vejez y Etelvina se quedó sola al frente de la vieja mercería. Así estuvo año tras año hasta que las niñas crecieron pues su Miguelito ya había decidido que hacer en esta vida y es que estar tanto tiempo alejado de casa, en la capital, pues tiene que al final no vuelves solo si acaso por Navidad o en vacaciones.

Ángeles estudió para maestra y ahora está colocada en el colegio de las monjitas. Sor Flora en cuanto tuvo el título le ofreció, a su antigua y querida alumna, la posibilidad de ser ella quién tuviera discípulos.

Y Encarnación que estudio comercio se puso al frente de la mercería cuando ya su madre no podía más de las piernas, ya necesitaba sentarse más de la cuenta, ya no se acordaba de la mitad del género y se hacía un lío con esto del euro…

Un día que Etelvina estaba sentada en la mecedora que siempre ocupaba su madre mientras su hija Encarnación, que había empezado a salir con un chico muy aparente que es cabo y que vive en la casa de enfrente, leyó unos viejos papeles que eran en verdad unas cartas de su tio abuelo, el que murió siendo Guardia Civil, le escribía a sus padres pocos semanas antes de morir. Se llamaba Miguel, como su hijo, y este nombre lo decidió su madre Engracia pues ella quería ponerle el del bueno de su marido, Nicanor…

Hoy Etelvina está muy contenta, viene su hijo después de varios meses sin poder verlo. Sabía que había estado trabajando en el extranjero, tenía un puesto muy delicado y de mucha responsabilidad.

¡Qué le hubiera gustado verlo Don José Monsalvo! Pero el buen capitán, que después ascendió, se tuvo que jubilar antes de tiempo porque le salió una enfermedad muy mala en la sangre, herencia genética dijeron, y murió a las pocas semanas. Como era soltero y no tenía familia decidió ser enterrado en este pueblo para siempre y dejar sus ahorrillos a su “ahijado” Miguel, para que completara sus estudios, su formación, para que el dinero no fuera óbice a todo el potencial que tenía su chiquillo.

En su sustitución vino Don Marcial Fresnoso, capitán también, algo rechoncho, simpático pero también muy versado en muchos temas. Don Marcial, que no era tan retraído que Don José, le gustaba pasear con su familia e integrarse con las cosas de sus vecinos. Vino mayor y más mayor se hizo. Hace un mes recibió una carta que le comunicaban su pase a la reserva.

Y hoy dicen viene el nuevo capitán, que es joven, preparado y con un historial impecable…

Su hija Encarnación le ha dicho que Paco, su novio, el cabo les había invitado al acto en el que tomará posesión el nuevo capitán y despedida del anterior. Que le gustaría mucho que fueran pues él estaba al frente del acto pues junto con el Teniente Bienvenido llevaban el protocolo.

¡Anda, mamá! ¡No puedes estar todo el día sentada en la mecedora!

¿Y si entra alguien para comprar hilo? ¿Y si viene Tía Patrocinio por su madeja de lana? ¿Y si vienen a por ese encaje que encargaron para la mesa del Altar?

¡Mamá, que no se diga que no quieres venir conmigo y ver a tu yerno? Sí, yerno, pues Paco y yo nos queremos casar para la próxima primavera…

¿Y si viene tu hermano y no nos encuentra en casa después de tanto tiempo?

¡Miguel ya sabe cuidarse solo, mamá!

Y las dos con sus mejores galas y cogiditas del brazo cruzaron la calle, se adentraron nl el Cuartel mientras el agente Romero se cuadraba ante ellas cosa que sorprendió y mucho a Etelvina y la sentaron, guiadas por su nuevo yerno, en un palco muy próximo a donde estaban todos los mandos.

Se vé Encarnación que tu novio tiene mano… ¡Qué buen sitio nos han puesto!

De pronto suena el himno y aparece el nuevo capitán.. Un hombre joven, elegante a más no poder, de aspecto marcial, con una eterna mirada de niño, en su uniforme pendían muchas medallas… A su lado el Capitán Don Marcial que se despedía de más de 40 años de servicio a España. Había decidido junto a su mujer el quedarse en el pueblo pues se sentía tan bien aquí…

Etelvina, profundamente emocionada, miró a su hija Encarnación que también aparecía junto a su hija Ángeles. ¡Qué día más grande Nicanor, amor de mi vida! Nuestro niño, nuestro Miguel, es el nuevo Capitán de la Guardia Civil en su pueblo. Y es que que por su sangre corre el verde de la Benemérita a la corta o a la larga se nota…

Y la mercería, la vieja mercería, sigue al día de hoy frente por frente de la Casa Cuartel aunque Etelvina hace meses que no está en la vieja mecedora. Ahora es Encarnación con su marido Paco, el sargento, quienes hacen los honores a la Virgen del Pilar que es santo y seña de tan bendito lugar mientras Miguel sigue capitaneando tan preciosa e insigne nave.

Con este artículo vuelvo para abrir mi ventana todos los viernes donde de un modo u otro intentaré homenajear a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, de las Fuerzas Armadas y de todos aquellos que ofrecen sus vidas por las nuestras.

Y tenía que ser precisamente en el Día del Pilar cuando las palabras se hicieran sentimiento al abrir de nuevo mi ventana.

¡Feliz Día del Pilar!

Jesús Rodríguez Arias

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