viernes, 13 de julio de 2018

ARDILLONA Y SU ATRIBULADO VIAJE...





¡He llegado a casa to magullá! ¡Viajé en balde!

Este pasado finde he estado allá por la montaña buscando al amor de mi vida que era ese policía que me desvirgara siendo yo mocita. ¡No he dado con él!

Llegué el viernes toda estrosá del viaje en la baca de un tractor. Me dolía tó, los riñones no los sentía, mis delicadas piernas ni podía moverlas, hasta las paletas se me movían que me hacían hasta vieja.

El conductor me cogió por el cuello y me soltó cerca de una curva. Menos mal que iba agarrada a mi pequeña maleta donde llevaba dos trajes de noche, ninguna muda y dos picardillas.

¡Qué caloooooo!

El alquitrán de la carretera quemaba mis lindos pelos, tenía sed, me moría por fuera, por dentro, y en el único paraje con follaje me adentré con alguna que otra esperanza de encontrar a mi amore…

Ví un recinto totalmente cuidado con un fresco césped, sombrillas y una piscina deliciosa. A esa hora había muy poca gente porque hay que decir que era la hora de más calor, en el cercano bar se escuchaba alguna que otra vez tomando una cerveza.

¡Quegustomásgrandeeeee!

Me senté en la sombrita, saqué de mi maleta unas sabrosas bellotas, y me dispuse a esperar a mi policía que me montó allá en el Canadá pues me dije que seguro iría allí a lucir palmito…

De pronto, tras comprobar que nadie ya había, me acerqué a la piscina que se veía fresquita, azul, limpia, me lancé a los Raquel Güillians esa…

¡Ohhhhhhh! ¡Que buena estaaaaaá!

Si os digo ya ni me importaba el policía montada del Canadá, me sentía una reina en su palacio…

De pronto cuando cerré mis lindos ojillos porque había conseguido el karma necesario sentí un palazo en tó mi cuerpo que casi me hunde. ¡¡Una rata, una rata!! Gritaba desconsolada una niña a su madre mientras el socorrista me intentaba ajogar.

¿Una rata yooooo? ¡No, hija, soy ARDILLONA!

Y salí como buenamente pude para traspasar los setos con más pelos que vergüenza.

Eran las cinco de la tarde, caía un lorenzo que quemaban mi pies de forma dolorosa. Transitaba por las calles casi asfixiá, quería preguntar a algún lugareño donde podría encontrar posada, para esperar tranquila a mi amor, para descansar en mi morada…

Una señora se asomó, me vio, cogió una escoba y empezó a vapulearme toda al grito de ¡¡rata asquerosa!!

Me pude escapar como pude mientras le gritaba que no era rata, que era Ardillona, que buscaba a su policía montada del Canadá y que lo demás me sobra…

Al final llegué al resort que había alquilado al Sr. Buitre Leonado. La verdad es que la buitrera n.º 2 tenía magníficas vistas y podías tocar hasta el cielo. Dormí a pierna suelta toda la noche porque entre escobazos y la baca del tractor estaba estrosaita.

Al mediodía del sábado me desperté muy ufana, me puse de pie y me dolieron todos los pocos pelos que todavía adornan tan bello cuerpo. Hacía un calor insoportable. Cuanto de menos echaba el lago de las nutrias…

Me asomé a la puerta de mi apartamento leonado y agudicé la vista: Lejos pero más cerca de que le he tenido desde que me abandonara allá por el Canadá estaba mi policía. ¡Qué donosura! ¡Qué fineza!

Llevaba sombrero de cáñamo, no de fieltro, polito de verano, no casaca de medio cuerpo, unos pantalones de los llamados vaqueros a media rodilla, no los bombachos, y en vez de botas altas unas babuchas de esparto.

La verdad es que no era el mismo mocetón que me quitara la mocedad…

Ya se veía que había cumplido años, que estaba algo más rechoncho, pero mantenía esa hidalguía para tocarse los rizos que apenas ocultaba bajo el veraniego sombrero de Cáñamo.

Con la ilusión me tropecé y rodé por toda la montaña. Quise verlo, tocarle, besarlo, enamorarlo como lo enamorara cuando en vez Ardillona era ardillita moza y guapa. Cuando estaba en el suelo, mientras un perro me olisqueaba y se meaba encima mía, escuché que le llamaban Sheriff y ahora lo tuve claro: Había ascendido y ahora, que ya está más depauperado, imparte la ley con sonrisas y gorrazos.

Fui auxiliado por el buitre leonado que me alquiló el resort y mientras me llevaba con urgencia al Doctor Salamandra me decía que no me iba a devolver nada de lo estipulado en el alquiler pues esta caída era cosa mía…

El Doctor Salamandra me trató con frialdad mientras me miraba con ojos saltones. Me puso un emplaste de larvas de moscas verdes de Persia que me costaron todos mis ahorros y me pusieron de patita en la calle.

He tardado una semana en volver a casa: Estoy estrosá y no es por Borriquete, estoy estrosá y arruiná para que no me haya traído ná de ná…

Ahora estoy en casa, con la pata subida, y magullada, también herida y no por el ardillazo sino porque no he hablado con mi policía, que ya sé que es Sheriff, y prometo intentarlo otro día…

Hoy he recibido una llamada de mi hija Ardi. ¡¡Se casa con Oso Hormiguero!! Y que quiere invitar a Gema, íntima amiga de su hermana Ardicandidez, quiere invitar a Encarna, la enamorada de su hermano Ardillesco, quiere invitar a sus primas sorianas para que también venga Manel, quiere invitar a la mujer que ama con pasión su querido padre Don Ardillón, quiere invitar al policía del Canadá pues sabe que lo quiero una jartá pero no quiere invitar a su ex-pretendiente porque oso es muy celoso y el primero le da un tembleque que llora como un mozo.

¿Qué queréis? Me he ilusionado…

Ya me veo del brazo de mi Sherifff, con su pantalones vaqueros, su sombrero de cáñamo y la placa en el pecho y la pistola a un lado…

Jesús Rodríguez Arias




No hay comentarios:

Publicar un comentario