Cuando ya he atravesado la medianía de la vida y
todo se ve desde un cariz totalmente distinto a lo que podía pensar incluso tan
solo unos años atrás ve que todo es susceptible de mejora y que hay que enfocar
el día a día desde el prisma de la inteligencia más que de la fuerza porque
rara vez se consigue algo poniendo nuestros afanes en esto último.
Lleva más de treinta años en la profesión en la
cual ha visto de todo por lo que es difícil no solo engañarlo sino que llegue a
sorprenderse pues él, como nadie, conoce mejor las miserias y las grandezas que
nos adornan a toda persona y que precisamente tiene en su cometido que la dignidad que les implícita a
todo ser humano no se vea agredida por ninguna causa o motivo.
Sabe que el horizonte del respeto es esa frágil
línea en la cual si la atraviesas aunque sean unos milímetros se puede
convertir en una agresión de la dignidad del que tienes justamente enfrente.
Piensa que si todos hiciéramos uso de verdadero
respeto habría menos motivos para sentirnos mal porque cuando se obra
maliciosamente estás poniendo en entredicho no solo el respeto sino tus
convicciones morales, éticas e incluso religiosas que deberían ser santo y seña
en nuestra conducta diaria.
He hablado mucho con él, pues lo quiero como buen
amigo, y siempre que le he dicho que quería escribir no tanto sobre él sino de
la labor que hace desde hace más de tres décadas como Policía Municipal, hoy en
día Policía Local, en el lugar que reside y que sea dicho de paso no es una
gran ciudad ni mucho menos.
Cuando lo veo caminar por las calles o conduciendo
el coche oficial del Cuerpo al que pertenece siempre pasa lo mismo pues cierro
los ojos y veo a los antiguas Guardias Municipales que habían en La Isla de mi
infancia y de mis orígenes.
Siendo un pequeñuelo, aunque espigado de cuerpo,
me asoma al cierro junto a mi madre y veía pasar a esa pareja de Guardias que
según iban pasando los años, y los tiempos, también iban cambiando su
uniformidad siendo ellos los mismos aunque por fuera pudieran parecer otros.
Recuerdo que esos Guardias Municipales eran a la
vez de respetados muy queridos por todos los vecinos pues hay que reconocer que
estaban para todo y en todos los momentos consiguiendo que esa imagen de mí
infancia se recuerde de forma muy grata
en lo más entrañable de los propios recuerdos.
Ahora, que todo avanza, ya no existen los Guardias
ni siquiera Policías Municipales porque forman parte de un cuerpo que por cada
día que pasa está más desarrollado consiguiendo de su quehacer diario una
brillante labor en las materias que tiene encargadas como es la Policía Local.
Policía Local que me es muy cercana pues al ser
funcionario de un Ayuntamiento como el de San Fernando (Cádiz) los tengo muy
cercanos y además cuento con la amistad sincera hecha a base de años de muchos
de ellos a los cuales admiro por la labor que desempeñan a diario.
Pero, como yo soy un romántico, me tenéis que
perdonar que hoy manifieste mi sincero homenaje a este Cuerpo por medio de un
Policía de los de siempre aunque todavía desempeñe sus funciones de forma
extraordinaria en la actualidad.
Mi amigo es Municipal y así lo conocen todos
porque en los lugares más pequeños e íntimos sobra eso de Guardia, Policía,
Agente, Jefe o Comisario. No, en los sitios sencillos, de pocos habitantes,
donde la normalidad es la normalidad no hace falta coger el coche y encender
las luces sino que en el mejor de los casos se puede ir andando. En los lugares
como el que me estoy refiriendo todos se conocen y se sabe lo que es dar su
sitio a la autoridad cuando se ha cometido un fallo o se ha hecho algo mal que
no es delito ni mucho menos y que se puede solucionar por medio de palabras.
Suelen ser personas de fuera los que si pongan en
duda la autoridad porque en la viciadas ciudades donde existen demasiados
despropósitos y todos nos creemos en posesión de la verdad vamos cuestionando
todo cuando las fuerzas de seguridad que representan al imperio de la ley nos
corrigen pues consideramos que nosotros estamos en ese pedestal que está muy
por encima de la propia ley y orden.
Son, me lo dicen muchos municipales de ayer, hoy y
siempre, precisamente los que vienen de fuera los que conculcan todo pasándose
las leyes y ordenanzas por el mismo parabrisas y de ahí las multas, sanciones o
incluso denuncia de atentado contra la autoridad.
Sí, suelen ser de fuera porque precisamente los de
casa, aunque armen jaleo, no son capaces de enfrentarse a la Autoridad cuando
la misma es el municipal con el que se encuentran a diario, ha ayudado a su
familia como a ellos e innumerables ocasiones, está metido en todos los
fregados potenciando lo propio de lugar, el que te rellena una instancia cuando
vas al ayuntamiento o ha acompañado a la abuela camino del hospital.
Mi buen amigo que va caminando hacia los sesenta
es el Policía Municipal de toda la vida, de los que se recuerdan con solo
cerrar los ojos a la propia mirada de nuestros recuerdos y que ves también con
esos uniformes de tu niñez a la verita de tu madre asomado al cierro de la
ventana del hogar.
Y aun siendo el Municipal de toda la vida es un
hombre que se está preparando constantemente, tanto en lo físico como en lo
intelectual, porque sabe que la profesión avanza, como todas, a pasos agigantados
y ser un buen servidor público hace que tengas que estar en permanente
formación para abarcar los campos en los cuales debe actuar en su particular
día a día de su profesión.
Ahora mismo ha pasado por delante de mi ventana,
no se ha dado cuenta de que estaba asomado y menos que lo observaba con los
ojos de mi niñez cuando ya voy transitando la medianía de la vida. Lo he visto
ocupado con cien cosas pues el día es muy corto para tanto como hoy hay que
hacer. También lo he visto saludando desde el más pequeño a los más mayores y
para todos ha tenido un gesto, una palabra, una sonrisa, una cercanía, una
calidez porque en definitiva en eso radica ser un buen Policía en el de
proteger y cuidar a todos ofreciendo tu propia vida pero sin dejar de ser parte
de la vida de los demás que son los que nos rodean.
Es mi particular homenaje a mi amigo que es
Municipal así como a todos los eternos Guardias Municipales y a todos y cada
uno de los miembros de la Policía Local de toda España pues con vuestra ejemplaridad
en el ejercicio de vuestro servicio, con vuestro sacrificio dais dignidad al
Cuerpo que pertenecéis que es una forma de darlo por cada uno de nosotros,
vuestras familias, vuestras ciudades y como no: ¡Por España!
Recibid un fraternal abrazo desde la admiración y
el profundo respeto.
Jesús Rodríguez Arias
Nota: ...Y mi amigo sigue a estas horas enfrascado
en sus tareas pues mañana se avecina un día duro.
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