Eran demasiado jóvenes para
las “cosas” del amor, casi unos chiquillos como diría la abuela Asunción cuando
los veía en el patio de la Casa Cuartel mirándose fugazmente con esos ojillos
que tenían la ilusión de los catorce años.
Tanto él como ella se conocían
de siempre pues sus padres eran compañeros de fatigas en la Guardia Civil, los
dos en el mismo escalafón, los dos con una vida en verde siempre esperanza como
decía Juanita que es la madre de Virginia.
Alonso y Virginia es esta
joven pareja que ni se acuerdan cuando empezaron a jugar juntos en el mismo
patio con olor a cocido y grasa de armas.
Él apocado y buena persona,
con esa clase de timidez que ofrecen garantías y seguridades. Ella muy echada
para adelante. Fue esa niña con rizos rubios que un día cogió la pelota y se
puso a jugar con la chiquillería como si tal cosa. Era la que mejor patadas
daba, la que paraba ese tiro imposible y la que se enfrentaba siempre con
Justo, que hacía de arbitro, discutiéndole todas sus decisiones.
Virginia siempre fue fuerza,
vida y Alonso, prudencia y eso que algunos llaman diplomacia.
Sus padres eran amigos de toda
la vida les gustaba salir alguna que otra vez de ventas y se conocían todos los
lugares donde ponían esos deliciosos con pollo de corral que estaban para
chuparse los dedos. Allí en el medio de todos estaban Alonso y Virginia que
parecían unidos incluso antes de nacer.
Alonso justamente tenía la
misma edad que Virginia y se separaban el uno de la otra en dos meses. Ella
nació en mayo y él en julio, con toda la calor como decía su madre.
Fueron creciendo, madurando y
enamorándose cada día más que pasaba. Alonso veía en Virginia ese ciclón que
tanto le gustaba y ella veía en Alonso la caballerosidad de otros tiempos, esa
forma delicada de tratarla, de hacerla sentir reina siempre, de amor constante
mientras ella lo era explosivo.
Congeniaban y se gustaban, se
querían y se amaban...
Llegó el día que Alonso
entraría en la Academia pues también quería ser guardia, quería perpetuar el
verde vida de la Guardia Civil que había conocido en casa generaciones antes de
que naciera.
Virginia lo comprendió aunque
su querencia era igual su vocación era más sanitaria y empezaría estudiar
enfermería. Cuando los dos terminaran se casarían y vivirían su amor en alguna
Casa Cuartel de esta bendita España.
Fue mucho tiempo el que
estuvieron separados, ella ya había acabado sus estudios y ejercía en el viejo
consultorio que llevaba desde siempre el bueno de Tomás, muy amigo de su padre
que todo hay que decirlo, Alonso aunque le quedaba menos no veía la hora de
volver a estar junto a Virginia a la que echaba de menos hasta morir.
Alonso había escogido el
Departamento de Tráfico y ya estaba en ese periodo de prácticas antes de
empezar todo. Estaba en Madrid que es esa gran ciudad tan impersonal, tan
abierta y a la vez tan íntima pero que siempre está demasiado lejos para casi
todo.
Alonso quería volver junto a
Virginia aunque no vistiera de verde pues su Amor por ella era incluso superior
al Amor hacia la Guardia Civil que es decir su Patria.
Fue ella, que aparcó su genio,
la que lo convenció para que siguiera, para que terminara su preparación, para
que fuera Guardia Civil porque nunca se perdonaría el verlo desgraciado, el
verlo triste, el verlo frustrado, por no ser lo que en verdad siempre ha sido:
¡Un Guardia Civil!
En esa época España era una
Nación desangrada pues no había un día que esa banda de asesinos que se
autodenominan “gudaris” no asesinaran a un policía, un guardia civil, algún
político, empresarios, personas normales y corrientes, mujeres, niños...
Alonso veía y sentía con
enorme preocupación, desde la Capital todo se ve muy distinto, que como se
estaba poniendo el panorama a lo mejor su vocación no era la mejor para crear
una familia junto a Virginia, que a lo mejor podría colocarse en cualquier otra
cosa. Esta idea enseguida era desechada porque él ante todo y sobre todo es
Guardia Civil, porque no concebiría la vida sin Virginia en alguna que otra
Casa Cuartel y vistiendo ese verde uniforme que es la Esperanza de tantos y la
seguridad de todos.
Hacía tiempo que se dedicaba a
estudiar, a prepararse, porque quería aprobar pronto, jurar bandera, tomar
posesión y destino y pedirle a Virginia que se casara con él. Hacía tiempo que
no escribía siquiera esas largas cartas pues quería prestar atención en lo que
estaba haciendo.
Ella respetaba sus silencios,
sus dudas, sus sueños que eran compartidos y de vez en cuando lo llamaba por
teléfono para escuchar su voz pues con solo el timbre que tenía sabía si se
encontraba bien o mal.
Nadie con dignidad, con honor,
podía no sentir un inmenso dolor a cada atentado y más en el ámbito profesional
y personal de los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Años de dolor, de la
injusticia, de tanto tipo de escarnios...
Ese día sonó el teléfono a una
hora inusual, su padre lo cogió y se le puso un gesto serio, adusto, y Virginia
se le encogió el corazón pues sabía que no eran buenas noticias, que algo le
había pasado a Alonso. Lo sentía y punto.
No estaba equivocada, Alonso y
todos los alumnos del curso de Tráfico fueron vilmente asesinados en un
abominable atentado cometido por las fieras de ETA, todos demasiados jóvenes,
casi unos niños, el mayor con 26 años y Alonso, nuestro Alonso, con tan solo
23.
Fue enterrado con los honores
propios de lo que era: Un héroe, un servidor, un Guardia Civil. Palabras
bonitas, demasiadas lágrimas, una mojada bandera de España y una medalla con
distintivo rojo sangre fue el último recuerdo que se llevaron sus padres, que
se quedó para siempre Virginia.
Hoy, a pesar de los años
transcurridos, ha vuelto a cerrar la baraja del consultorio de enfermería de su
pueblo. No volvió a salir con ningún chico y se dedicó a curar las heridas de
los demás porque la suya, la que lleva en el corazón, no hay nada ni nadie que lo
pueda hacer. Ella es de Alonso y lo será mientras viva. ETA no solo le mató a
su novio, le asesinó por siempre el Amor...
Jesús Rodríguez Arias
Nota: Este relato, que ha
salido de la propia inspiración está basado en un hecho real que me trasladara
mi querido y siempre admirado Esteban Domínguez Trujillo que es Guardia Civil
mientras viva y que comparto literalmente. De este modo quiero darle las
gracias por compartir esta historia que ha llevado a la que hoy estáis leyendo.
Es un modo de no olvidar la memoria de tantas víctimas, de tantos héroes...
“Jesús tienes una imaginación,
que siempre se ajusta a la realidad de los hechos, esto ha podido pasar en
cualquier Puesto de la Guardia Civil, hoy me he emocionado pues estas cosas o
parecidas las he visto en el Cuerpo...
Había un Guardia en en Dto. de
Tráfico donde yo estaba que se puso novia de la hija del teniente del Cuartel,
dos niños jóvenes y guapos. El joven se marchó a Madrid para terminar el curso
de Tráfico, se acordaba tanto de su novia que quería pedir la baja, no le dio
tiempo, murió en Madrid, en la Plaza de la República Dominicana, fue cuando eta
mató a los alumnos del curso de Tráfico. Todos niños, el mayor tenía 26 años,
los asesinos todos en la calle, sin arrepentimiento, mi compañero está con Dios
en el Cielo”.
¿Estremecedor, verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario