Hacías más
de 30 años que estaba en el Cuerpo en el que había crecido, madurado,
envejecido...
Si, en estos
años y vestido con el azul uniforme de Policía se había casado con su novia de
toda la vida, había tenido a los tres chiquillos que ya eran hombres y una gran
mujer como lo había sido la suya hasta que lo dejó para hacer más bonito el
mismo cielo.
Juan se
quedó viudo al poco de tener a su hija Encarnación. Su mujer venía arrastrando
hace años una dura enfermedad que hizo que se marchara cuando él todavía era
demasiado joven aunque se sintiera más que viejo.
Sus tres
chiquillos fueron criados gracias a su hermana Eloísa que se fue a vivir con
ellos pues como bien decía unos niños no podían crecer sin la mano de una mujer
y con un padre dedicado a lo que se dedicaba.
Y es que el
Cuerpo para Juan lo había sido todo.
Estuvo
pateando las calles muchos años, después en la Brigada Judicial muchos más
hasta que por los años fue destinado al que consideraba su último servicio: El
de Denuncias.
Estaba al
frente de ese departamento hace ya algunos años y todos los días se sentaba en
su mesa junto al lado de sus compañeros, algunos mayores pero sobresalían los
jóvenes, para atender a un número considerable de personas que venían a
desahogar sus miedos delante de un buen Policía pues habían sido víctimas de un
delito.
No sé por
qué sería pero cuando venía alguien mayor o ciertamente desesperado siempre
pedían que los atendiese él. Será porque su cabeza está poblada de blancas
canas, sus arrugas dibujan su rostro, su mirada es más comprensiva con las
personas a fuerza de tratarlas, de ponerse en “su pellejo”, en conocer muy bien
a la especie humana que es capaz de lo mejor y también de lo peor en menos que
canta un gallo...
Será porque
su vida ha sido sacrificada desde siempre, por haberse quedado huérfano
demasiado joven y viudo demasiado pronto...
Será porque
sus hijos todos los días les sorprenden para bien pues han salido con la
alegría de la madre y ese sentido natural suyo de asumir las
responsabilidades...
Será porque
su hermana Eloísa después de tantos años en soltería ahora ha encontrado al
amor de su vida gracias a un viaje de esos del Imserso.
Será porque
su corazón late azul del Cuerpo Nacional de Policía donde ha conseguido llegar
todo lo alto que ha podido, ha aprendido tanto, tiene tanta gente buena a su
alrededor desde los más jóvenes y recién incorporados de los que aprende su
ilusión, su fuerza, su desparpajo así como de los más mayores de los que valora
su sabiduría, su prudencia, su sonrisa paciente en los peores momentos. ¡Y mira
que ha vivido unos cuantos!
Porque Juan
también ha sido de los que ha tenido su uniforme del rojo sangre cuando sufrió
hace mucho un atentado junto a unos compañeros aunque sobrevivió por los
pelos, le ha tocado llevar a sus hombros
más de un ataúd con la bandera rojigualda y ver el pesar de personas muy queridas
por la muerte de ese compañero, ese hermano, que ha dado la vida por España en
ejercicio de su cargo, ha comprobado la miseria con los que muchos políticos
tratan a la Policía y también otros gobernantes que se han implicado al máximo.
Ha sido
testigo de atrocidades y también de heroicidades. Ha visto la desesperación de
la miseria, de la enfermedad, de los vicios, de la maldad...
Hoy lo
puedes ver en su mesa de siempre atendiendo a esa anciana que acaban de robarle
el bolso. Ella, acompañada por su hijo ya cincuentón, llora desesperada con
miedo mientras él que va tramitando la denuncia la calma con su voz pausada,
son sonrisa paciente, sus ojos llenos de cariño y comprensión, su gesto de
preocupación por una sociedad tan perdida que es capaz de hacer daño a los
seres más indefensos. ¡En eso no hemos avanzado para bien en tantos años!
Mira el
calendario porque dentro de tres meses lo retiran, él se quedaría hasta que no
le quedarán fuerzas, pero la edad es la edad y también habrá que estar más
tiempo en casa pues Eloísa se casa a sus sesenta y ocho años con Marcelo de
setenta y dos en la ermita del viejo pueblo.
Él se
quedará en casa con Pedro, su segundo hijo, pues Juan y Encarnación se fueron
hace tiempo para estudiar e hicieron sus vidas en otros lares. Su hija se casó
hace dos años y ya le ha dado a un nieto guapo y hermoso al que le ha prometido
llevarlo al cole cuando crezca un poco más.
Pedro se
está preparando unas oposiciones después de estudiar Derecho. Le hubiera
encantado que entrara en la Policía aunque el “niño” prefiere ejercer de Fiscal
y ahí está preparándose para serlo.
¡Juan, que
ya es la hora! Se da cuenta de que su turno ha terminado hace algún tiempo.
Una cerveza
en el bar de Anselmo con sus compañeros y amigos de toda la vida y volver a
casa donde ese día tiene unos macarrones que le ha dejado Eloísa porque Pedro
llegará casi de noche un día más en la
biblioteca.
Juan cuando
entra en casa mira el retrato de su mujer y con los ojos emocionados le dice lo
de todos los días: ¡Qué te quiero vida mía!
Porque Juan
es Policía…
Jesús
Rodríguez Arias
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