Su madre
Dolores siempre le había inculcado su amor por el antiguo Crucificado que
presidía la vieja Ermita que desde que se supiera estaba en aquél perdido
montículo cercano al pueblo.
La vieja
ermita se erigía sin romper el paisaje pues se puede decir que si algún día
desapareciera faltaría algo, quedaría como huérfano. Era pequeña, de planta
rectangular, con un sencillo Altar Mayor donde estaba instalado Jesús siempre
crucificado, siempre ofreciendo su abrazo a todos los que quisieran sentirse
abrazado por tan inmenso Señor.
Su madre
Dolores lo llevaba con ella desde que era un chiquitajo y aprendió con ella el
Amor que ese Crucificado de rostro doliente, sufriente, paciente, lleno de
Misericordia y Perdón era Jesús que vino al mundo para salvarnos, del que no
deberíamos separarnos si quería que la vida nos fuese bien y el que salía cada
Viernes Santo en procesión por las calles del pueblo.
Su madre
Dolores se quedó viuda demasiado pronto cuando llevaba seis años casada con
padre y tenía dos hijos en el mundo. Manué y yo.
Su madre
Dolores supo llenar el vacío paterno haciendo las veces de madre y de padre
aunque él faltó joven víctima de una mala caída en una noche de duro invierno que
tuvo que salir al campo a buscar a Calixto que había tenido un accidente cuando
venía de su casa allá por la sierra. Mi padre no era un guardia civil, era EL
GUARDIA CIVIL pues él se encargaba junto a Patricio a servir a España por medio
de nuestro pueblo.
Iba
caminando con el terreno encharcado, iba deprisa pues decían que el viejo
Calixto estaba mal herido del golpe, iba sin temer nada porque quería salvar al
otro cuando se enredó su bota en una raíz mojada y llena de barro. Sufrió una
mala caída como todas las que se producen en la sierra cuando las condiciones
son demasiados adversas. Cayó y no se rompió el un brazo como al bueno de
Calixto, cayó y se rompió la crisma, como decían con gesto lastimero en todo el
pueblo, y falleció de inmediato, y murió para siempre dejando viuda joven y dos
niños demasiados pequeños que no entendían apenas nada. Falleció dejando una
vida por delante y todo por hacer.
Por eso su
madre Dolores desde hace tanto tiempo hace de madre y de padre e inculca a sus
hijos un amor inquebrantable al Crucificado que preside el Altar de la vieja
ermita que se yergue en aquél montículo cerca del pueblo.
Cada tarde
del Vienes Santo, sobre las tres, el Cristo sale de la vieja ermita con su
desvencijado paso a hombros de los hijos del pueblo con dirección a la Iglesia,
a sus gentes que los esperan con oraciones, rezos, recuerdos y plegarias.
Cada tarde
de Viernes Santo el montículo se convierte en Monte Calvario pues se ve a un
imponente crucificado muriendo nuevamente por todos nosotros.
Cada tarde
de Viernes Santo tanto su hermano como él portan sobre sus hombros, como antes
lo hiciera padre y el padre de su padre, las andas donde llevan al Crucificado
de la Ermita.
Cada tarde
de Viernes Santo su madre acompaña a la antigua imagen de Jesús en la Cruz
desde que sale hasta que vuelve a la ermita con dolor y color muerte.
Así fue en
su juventud, cuando se fueron haciendo hombres hechos y derechos, cuando empecé
a salir con Encarnación, la hija de María la panadera, y también cuando volvía
cada Semana Santa de la ciudad donde terminé los estudios y me preparé para ser
Guardia Civil como padre.
Mi hermano
prefirió quedarse en el pueblo pues pronto empezó a trabajar en el bar de
Ambrosio, que también era la tienda del pueblo donde podías encontrar todo lo
que podías encontrar, y se casó con Serafina que ha sido su novia de toda la
vida desde que empezaran a salir siendo tan niños.
Ahora su
hermano pertenece a la junta de la Hermandad de Jesús de la Ermita, el viejo e
imponente crucificado del pueblo, y está pendiente a todo lo que conlleva una
imagen que congrega tanta devoción en el pueblo y en muchos a la redonda.
Desde que
luce el verde uniforme que antes llevara su padre ha tenido que ir de acá para
allá y aunque un año no pudo volver por el pueblo, fue el que más lloró pues
echaba de menos y de qué manera sus raíces, su fe, su gente y a su madre
Dolores, su hermano, su vida...
Este año ha
vuelto y espera que llegue el Viernes Santo aunque en los días que lo preceden
ayuda a su hermano y a los hermanos de la cofradía a preparar todo para que el
Cristo de la Ermita luzca como siempre sobre su paso donde procesiona. Bajarlo
con mimo, cuidado y mucha pericia de donde se haya entronizado es casi un
ejercicio de virtuosismo que ha ido pasando de padres a hijos, de generación en
generación.
Este año ha
vuelto y su madre Dolores le ha dicho que le han pedido que en vez de cargar
las andas como todos los años vaya en presidencia con su verde uniforme, su
reluciente tricornio, pues la hermandad quiere rendir un tributo a la Guardia
Civil y de alguna manera a su padre que murió hace tanto intentando salvar a
Calixto cuando sufrió aquella caída allá en la sierra.
Él se lo
está pensando porque por un lado le puede el corazón de llevarlo sobre los
hombros pues no hay nada, no existe ningún privilegio que llevar el peso de
Cristo a modo de particular cruz aunque por otro no quiere hacer un feo al
pueblo, a la cofradía, a su madre y a la memoria de su padre.
Saldrá
delante del paso y será su mayor penitencia. Ha prometido no volverse en todo
el camino, no hablar, sino mirar para adelante perdiéndose en sus propios
recuerdos, vivencias, emociones..
Y rezará lo
aprendido por su madre Dolores y aquellos versillos que encontró en el viejo
tricornio de padre que escribiera de su puño y letra a modo de oración y que
siempre lleva en su memoria.
Jesús
siempre en la Cruz,
clavadito al
Madero,
Sé mi guía y
luz,
en el camino
o sendero.
Viejo Cristo
de la Ermita,
de mis
padres Fe y Devoción,
Jesús en la
Cruz erguido,
Viernes
Santo de Pasión.
Crucificado
de la Ermita,
ajusticiado
por muerte vil,
cuida a la
vida de mi vida,
y a la
Guardia Civil.
Con esta
pequeña historia, con estos versos hechos oración, me despido de vosotros hasta
pasada la Semana Santa tras la que volveré para abrir mi ventana y seguir
escribiendo sobre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, sus miembros,
familias y todo lo que hacen por esta bendita España.
Os deseo
unos días de recogimiento, fervor, descanso para los que puedan descansar.
Y deseo lo
mejor de los mejor a todos los miembros de la Guardia Civil, Cuerpo Nacional de
Policía, Policía Local, Protección Civil..., que tengan que prestar sus
servicios en estos días de Semana Santa donde nuestros pueblos y ciudades se
llenan así como los que de forma voluntaria salgan acompañando a las diferentes
hermandades a procesionar como miembros de la Benemérita o de la Policía porque
vosotros dais un necesario testimonio de fe y de servicio más allá del
servicio.
¡¡Hasta
pronto!!
Jesús Rodríguez
Arias