¡Menos mal
que terminan estas fiestas porque Doña Rifas se encuentra algo depauperada!
Y es que es
muy difícil estar en tantas rifas, rastrillos, tómbolas solidarias al mismo
tiempo.
Doña Rifa se
prepara cada año para estar el último mes del mismo hasta el mismo del último
mes.
Ella que
rehuye de todo lo que es “prestancia” pues siempre ha sido avara desde que
naciera. Casóse con un hombre mayor que ella aunque murió siendo joven.
Quedó viuda
con un hijo y dos abuelas. Desde entonces no para de trabajar ayudando a los
demás si hay fotos de EGOS DE SOCIEDAD por medio.
Siempre fue
de clase bien y de cartera también. Luego emparentó con la nobleza tras
desposarse con Onoberto Dos Manchas aunque todos le llamaban el “Condesito” por
su afición a las fiestas con notorio “ambiente”.
Fue en una
fiesta de sociedad donde se despachaba ego a mogollón cuando lo conoció una
tarde gris de un cielo azulado. Ella bebían pacharán sin endrinas y él,
recatadamente, un anisete.
Fue un
flechazo pues ella se enamoró de las medallas que le colgaban ostentosamente y
él del vestido de organdí que se había puesto para la ocasión. Enseguida se
comprometieron y casaron en menos que canta un mudo.
Fue tan
“delicada” su relación que no hubo “noche de bodas” ni nada que se le parezca.
Él parecía ella y ella lo era sin más ni más.
¡Todo sea
por el título y el palacete! Decía mientras ingería unas bolitas de alcanfor
hechas por su amiga de siempre Petronila que había comprado en un rastrillo
antes de que nadie se hiciera con ellas.
El
“Condesito” era cada vez más delicado y tomaba el caldo de pollo con el dedo
meñique estirado.
La madre de
Doña Rifa que se llamaba Doña Rigoberta siempre le decía a su hija: ¡Te has
casado con palomo cojo por muy “Condesito” que sea! ¡Cómo no engendres a un
hijo pronto este te va a dejar con el primer patán que lo ponga mirando para
Singapur! Y es que las dos eran muy finas.
Un día que
paseaba por los amplios y nobles jardines del hogar conyugal apreció Doña Rifas
que había llegado un nuevo mozo que ayudaba a Nicasio el jardinero para hacer
el licor de melindres que tanto gustaba a su marido cuando se depilaba las
cejas del sobaco.
Onulfo, se
llamaba el gañán, y era más joven de lo que ella creía y más viejo de lo que
aparentaba. Ella se interesó pronto por la horticultura y un día de los menos
pensado pudo probar al fin el dulce sabor del nabo.
Fue tanto su
aturdimiento que estuvo varios días sin querer ver a nadie más que a Onulfo que
seguía con sus clases “prácticas” de como recolectar tan delicioso tubérculo.
Pasó el
tiempo y un día se encontró algo mareada y que su liso estómago se había
crecido el ciento y también la madre.
Doña
Rigoberta, que era muy suya, le espetó mientras comía unos dulces de piedra
pomez, que ella estaba preñá como los bollos y que eso no era del “Condesito”
pues él era tan delicado que no lo veía dando empujones.
Doña Rifas
le confesó a su madre su desliz en el aprendizaje de la horticultura y más
concretamente con las esmeradas lecciones sobre el conocimiento del nabo y su
repercusión en el ánimo.
Entre las
dos realizaron unas acertadas conjeturas para urdir un plan con el que engañar
al “Condesito” y atribuirle la paternidad del vástago a nacer en dos semanas
más o menos pues una cosa es ser hijo de quien era y otra recibir el título y
las propiedades de su delicado y melifluo esposo.
Un día que
estaban dormitando en sus respectivas habitaciones, ella muy ufana fue al
despertarlo y “sin querer” le cogió la rótula mientras él le decía que quería
dormir más pues la noche anterior había estado con Rigoberto que era el que
hace unos meses le cubría las espaldas.
Al día
siguiente le informó que esperaba un hijo suyo y antes la sorpresa del
“Condesito” le dijo que la rótula tenía la culpa.
Nació al
poco tiempo una preciosa criatura de ojos verdes amapola al que le pusieron por
nombre Onoberto Telesforo Onulfo Dos Manchas de la Barriga que se convirtió en
ese preciso momento en el decimonono Condesito de La Minina.
Don Onoberto
no pudo soportar esta situación y sobre todo el haber violentado a su esposa
con la rótula y murió de pena ante la ausencia de Rigoberto que lo había dejado
ante su decepción por su ambivalencia.
Del día a la
noche Doña Rifa se convirtió en Condesita viuda de La Minina y usufructuaria
del cultivo de nabos de Onulfo cosa que agradecía quedamente.
Doña Sudor,
madre de su augusto marido viudo, se marchó de casa el día que salió el feretro
y no volvió pues se instaló en la casita que su hijo le dejara de tan solo 8000
metros cuadrados.
Y desde
entonces Doña Rifas además de atender la educación de su hijo que estudia en el
prestigioso internado del penedés y las clases de horticultura que le da Onulfo
y el nuevo aprendiz llamado Meneo se dedica a atender todas las tómbolas,
rifas, rastrillos y demás actividades solidarias propias de su condición de
Condesita viuda.
Es invitada
para dar glamur y prestancia, cuando ve al fotógrafo de EGOS DE SOCIEDAD se
coloca con gran presteza un delantal blanco y se pone al frente de la misma
para ser fotografiada y entrevistada.
Cuando se va
el reportero se quita el delantal haciendo un gorruño y deja a las chicas del
servicio mientras ella y las demás se van a tomar un té con puro mientras
critican a todo bicho viviente.
¡Y es que no
todo el mundo puede llevar la fatigosa vida de Doña Rifas!
Jesús
Rodríguez Arias
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