Cómo cada
día después de Reyes Dimas se afanaba en sus cosas. Habían pasado esos días
donde el trasiego en casa era más notable.
Habían sido
unas semanas agotadoras para la abuela Genoveva y para madre porque padre no se
preocupaba de las cosas de la casa pues él ya tenía bastante con lo que tenía.
Padre
ocupaba desde siempre la jefatura del puesto y su sola presencia imponía un respeto
que se volvía en cariño y admiración nada más conocerle porque a pesar de su
corpulencia y sus anchos bigotes siempre ha sido un cacho pan como diría madre
mientras planchaba junto a Rosa la hija de Serafín el carpintero.
No sé por
qué pero en casa siempre había mucha gente. El pueblo peregrinaba por allí para
ayudar a madre como a abuela Genoveva con todo el trajín que llevaban a diario
con cinco niños. Madre estuvo muy delicada pues un día tuvo unas fiebres que la
postraron en cama demasiado tiempo. Fue en esos tiempos cuando nuestros vecinos
se hicieron “cargo” de nosotros y no había un día que alguien echara una mano.
Cuando ya estuvo fuerte se mantuvo esos sólidos lazos de familiaridad con todos
pues eso tiene un pueblo pequeño donde la alegría y las tristezas son un poco
de todos.
Padre, que
era un hombre muy recto y aunque sabía de mucho se perdía en casa pues su orden
marcial hacía que cada cosa debería estar en su sitio aunque eso es más que
difícil con cinco niños corriendo de arriba para abajo.
Quienes
estaban a la orden de padre le tenían como referente e incluso Augusto, el
cabo, cuando se casó le pidió que fuese el padrino pues Rómulo, padre de la que
sería su mujer, había muerto hace poco por una pulmonía mal curada.
Padrino de
boda y padrino de sus seis hijos que nosotros considerábamos como primos pues
en casa se les quería y mucho. Eso tiene el vivir en una casa junta a la otra.
Ser el
último de cinco hermanos es madurar antes de tiempo pues te llevas todas las
collejas, las bromas y chascarrillos de todos, heredas la ropa de los mayores
según vas creciendo y tienes que andar ojo avizor a la hora de la comida pues
si no lo haces puedes que ese día no
pruebes el pan.
Ser el
último de una familia como la nuestra es también sentir el calor, el cariño, la
protección de tus hermanos, de tus primos, de tus amigos, de todo un pueblo. La
verdad es que tanto a padre, a madre y abuela Genoveva se le reverenciaba en
todo el lugar e incluso en la comarca pues conocían de su buen corazón.
Todavía
recuerdo el día que abuela Genoveva se fue para el cielo. Era verano y hacía
algunos días que no se encontraba como en ella era habitual. Fue a su Misa de
cada día de las nueve de la mañana, se sentó en su banco de siempre y tras
comulgar se durmió...
Todos
lloramos a la abuela Genoveva porque al fin y al cabo había muerto la abuela un
poco de todos en el pueblo.
La casa sin
ella ya no era igual, no era la misma, y una cierta mezcolanza inundó cada
rincón. Padre estaba más serio y madre se le notaba un poco perdida. Yo no lo
comprendía bien porque no sabía lo que era perder a una madre.
Los cinco
hermanos fuimos creciendo. Los dos mayores se fueron a estudiar fuera gracias a
una beca, el mediano ingresó en el seminario pues decían nuestros mayores que
tenía el fuego de la vocación. En casa solo mi hermana y yo quedamos como esos
bastiones de la niñez que poco a poco iba entrando en la juventud.
Hoy es un
día muy importante pues padre después de más de 43 años de servicio lo jubilan.
Sí, lo jubilan porque él nunca lo hubiera dejado. Ha venido hasta el Capitán
Rupérez para entregarle una medalla y comunicarnos su ascenso a Teniente. Pude
ver los ojos llenos de recia emoción de padre, de absoluta devoción de madre,
de mis hermanos que habían regresado a casa para estar junto a él. Los dos
mayores estudiaron y ahora ejercen la medicina y la abogacía en la capital, el
seminarista se hizo cura y ahora está en el pueblo de al lado como párroco de
este y tres pedanías más alejadas unas de otras con decenas de kilómetros, mi
hermana al final se casó con Anselmo su novio de toda la vida con el que
regenta la carnicería y yo, yo soy GUARDIA CIVIL, como padre.
Jesús
Rodríguez Arias
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