Juan nació en su casa que está
justo encima de la tienda, ese ultramarinos, que también servía de bar donde
todos tomaban el mañanero café, la chiquita de mediodía y donde algunos comían
lo que prepara su madre Paca mientras su padre Remigio atendía por igual al
colmado como al bar.
Juan creció en el almacén o en
el despacho donde todos los días su padre atendía largas horas a la fiel
clientela de siempre. Allí se conocían todos y de todo se hablaba menos de
política que eso en España siempre ha traído enfrentamientos.
Juan cuando volvía de la
escuela se ponía a trabajar poniendo en orden el pulcro almacén de la tienda de
su padre Evaristo o se ponía a escuchar detrás de la cortinilla mientras
Antonio y Remegio jugaban contra Serapión y Sordera su partida de dominó de todas
las tardes.
Juan dejó la niñez entre
garbanzos, chorizos, aceite de oliva, jabón, botellas de vino y los olores y
sabores de la rica comida que hacía su madre Paca para el bar donde también
comían ellos.
Y Juan llegó a una edad de
atender junto a su padre en el ultramarinos y de vez en cuando también echaba
alguna que otra copa y entonces supo el por qué tanto su padre como su madre
siempre estaban atentos a todos los vecinos y algún que otro foráneo que venía
a comer a casa y es precisamente porque se sentían en casa.
La Tienda de Remigio estaba
frente por frente al Cuartel de la Guardia Civil y no era extraño el ver a
Antonio, Rosendo, el Cabo Máximo y hasta el mismo Sargento Segura tomar un café
charlando amigablemente con su amigo Remigio que a decir verdad estaba para
todo.
Muchas veces su madre Paca le
preparaba un costo con la comida del día para el Guardia que le tocaba turno en
la garita o si tenían que salir a patrullar por los caminos y senderos.
Muchas veces su madre Paca iba
a ver a alguna parturienta de la Casa Cuartel pues es muy difícil criar a la
prole con un hijo en brazos. Otras ella misma asistía al parto con Don
Cristóbal, el médico, pues de siempre ha sido la comadrona.
La Tienda de Remigio y el bar
contiguo era un anexo, una ampliación, del Cuartel de la Guardia Civil pues
ellos eran considerados como parte integrante de la Benemérita Institución.
El día que su padre Remigio
abandonó el mostrador porque se puso enfermo y no se podía mantener en pie
muchos fueron los que lo sintieron pues con su carácter amable y ciertamente
reservado había hecho buenos y grandes amigos. Los secretos quedaban en las
paredes del ultramarinos que en verdad era casa un poco de todos los del pueblo
y de los foráneos.
Un día de primavera, cercano a
la Virgen de Fátima, Dios se llevó a Remigio que fue velado en la capilla de la
Casa Cuartel con una bandera de la Guardia Civil cubriendo el féretro pues él
sin serlo su corazón siempre había latido en verde y su ayuda era conocida por
las altas instancias y todo que le otorgaron un reconocimiento oficial que
emocionó mucho a Paca, su madre, y a él mismo.
Juan con el tiempo se hizo
novio de Mercedes, la hija de Julio el carpintero, y tras unos años de noviazgo
se casó en también en la Capilla del viejo Cuartel. Se instalaron en su casa
arriba del colmado teniendo un dormitorio su madre Paca que era los pies, las
manos y el corazón de ese lugar que todavía olía a Remigio.
Con el tiempo Mercedes fue
ampliando sus conocimientos culinarios y cogiendo esa pizca de arte, de vieja
cocina, de la de casa, de la de toda la vida, que salía de los conocimientos y
artes de una auténtica maestra en los fogones como era su madre Paca que un día
sin pensárselo mucho y después de más de 58 al frente decidió retirarse e irse
a vivir con su hermana Antonia que hacía poco se había quedado viuda. Juan y
Mercedes ya tenían por entonces 5 chiquillos que lo alborotaban todo.
El tiempo pasó, vinieron los
grandes supermercados, la frialdad de los mismos, pero nadie pudo jamás con la
Tienda de Remigio, que mantenía el bar con sabor a hogar, a casa, aunque ahora
en la cocina no era su madre Paca sino su mujer Mercedes.
Y todos los días se llena para
comer la comida del día, para jugar las partidas de dominó, para comprar eso o
aquello…
Y donde todos los días se
pueden ver a uniformes verdes tomando un café y charlando con Juan que es igual
de amable, correcto y reservado que su padre Remigio que murió hace ya algunos
años y todavía se le echa en falta.
Y es que Juan es tan Guardia Civil
como Remigio aunque nunca llevaran el verde uniforme sino una bata color
garbanzo o un mandil de cuero.
En las paredes del
ultramarinos un cuadro con el justo reconocimiento de su padre y también otro
suyo por todos los méritos por los servicios prestados a la Guardia Civil.
Y todavía se puede ver a Juan
llevar el “costo” con la comida del día a Andrés que hoy le ha tocado guardia
en la garita…
Jesús Rodríguez Arias
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