Patán
Mochales era el que mandaba en el pueblo de al lado.
Desde que
nació heredó el cargo pues su insigne padre Don Anacleto Mochales también lo
fue al igual que su abuelo Castaño o su bisabuelo Caramales.
Por parte
paterna todos eran prohombres de poca riqueza y menos latifundios desde que se
“quemara” en mosto de brevas todo lo que tenían su tatatatatatatarabuelo Cenón.
El pedigrí
tanto económico como social lo ponía Doña Lugarda, que así se llama la madre de
Patán y esposa de Don Anacleto, que a pesar de venir de una familia de medio
pelo, pues todos eran medio calvos, era depositaria de pingües estipendios
debido al alquiler de la grasa de las ollas donde se cocía cada jornada las
libélulas.
Don Anacleto
siempre le decía a Lugarda: Esposa tu pones el dinero que nosotros nos lo
gastamos.
Ella
torciendo el gesto seguía bordando filigranas para los calamares en su tinta.
El cargo que
se había heredado de padre a hijo de generación en generación era el de
Correveydile Mayor con mando en la plaza de los afeites.
Todos los
días Patán se reunía en público con su consejo privado para decidir las cosas
del lugar mientras deglutaban huesos de anguila traídos directamente del
Pirineo.
Ser lo que
era y sobre todo quién era Patán le hacía esforzarse mucho cuando miccionaba en
el parque.
Muy amigo de
pocos aunque demasiado conocido por ninguno. Siempre lo veías charlar de las
“cosas que importan” con Don Andrés, el taxidermista, Don Filo, el de la
funeraria, Don Melquiades, que era que más construía de los cuatro.
Mirad, ¿cómo
van a venir los turistas de allende el lugar si todavía no hemos firmado la
puesta en marcha del transporte en trineo?
Don Andrés
enseguida intervenía poniendo orden y concierto a cualquier embrollo: ¡Es que
hasta se me cae la aguja del pellejo! Protestó con verdadera dejadez.
Don Filo que
era la misma imagen de él mismo decía con voz fúnebre: ¿Y si nos morimos quién
nos va a enterrar?
Mientras Don
Melquiades mucho más práctico decía apagando la voz: Si compramos voluntades,
¿no vamos a poder comprar trineos?
Y todos
sonrieron ante la solución ofrecida.
Días después
Patán nombró a Don Melquiades Comisario para la puesta en marcha del transporte
trineario. Cobraría pingües estipendios salidos de los bolsillos de los
cansados habitantes del lugar que ya presentaban rasgos de hartura ante los desmanes
de Patán y sus huestes.
Don Anacleto
no habría hecho esto así, decían algunos. Todavía me acuerdo cuando Castaño
cogió el cargo exclamaba el más viejo del lugar mientras se sacaba las muelas
que no tenía.
El clima se
mostraba irrespirable en el cagadero municipal y todos los lugareños
interponían quejas ante las autoridades por la forma de gestionar de Patán y su
cohorte.
Hasta Don
Anacleto tuvo que coger por la calle de al lado pues no quería encontrarse a
nadie que ridiculizara al simple de su hijo que bien dijo por activa y pasiva
que no servía para nada.
Patán estaba
en relaciones con la Señorita Primorosa de Pureza Asegurada que era hija del
instructor general de causas varias y el único que podría crearle problemas si
se denunciaban los hechos a la autoridad impertinente.
Primorosa se
reunió en la habitación de los trastos donde guardaba el tálamo de su tío
Antonio y le dijo a Patán: “Llevas años esquivando el desposarte conmigo y como
se entere mi augusto padre Don Calixto de Ordeno y Mando va a ponerte en muchos
aprietos pues las denuncias caen continuamente de su mesa y como él está
fastidiado de los callos no las recoge de pavimento”.
Patán quedó
traspuesto ya que tenía que pedirle la mano a Don Calixto con lo mal que se
caían el uno al otro.
Se organizó
una cena para tal ocasión y así Don Anacleto y Doña Lugarda conocieron a sus
futuros consuegros: Don Calixto y Don Ameba.
En el centro
de la mesa Patán y Primorosa que ese día se había vestido a rayas como si tal
cosa.
El
pretendiente se acercó a su temible suegro que lo miraba con justicia y le
dijo: Queridos Don Calixto y Doña Ameba: Hoy quiero pedirles la mano de su
primorosa hija Primorosa para hacerla feliz y darles nietos y nietas que se
convertirán en vecinos y vecinas que pagarán impuestos y tasas para que el que
esté de mi familia se lo lleva al monedero o la cartera.
Don Calixto
se le agrió el cerumen y le espetó en su rosácea faz: ¡¡Patán eres un Rufián!!
Mi hija no
se casará contigo pues la he prometido con un marino, un hijo de Don Barcazas,
que no tiene yate ni lanchas, pero es Bogavante Mayor con cinco anzuelos y dos
gusanas.
En ese
momento de crisis total se acercó a Don Calixto por detrás de Don Melquiades
con un sobre y le dijo a las rodillas: “Aquí tiene la escritura de una casa en
medio del lago que cuando baja el agua se entra y después ni se sabe”.
El padre de
Primorosa montó en cólera que es la silla automática que tiene para trasladarse
de un lado a otro de la casa y mandó llamar a los alguaciles para que se
llevaran presos a Don Melquiades y Patán, este último por cobarde y rufián.
Don Anacleto
se entristeció porque se había acabado el rico ágape mientras Lugarda caía en
brazos del mayordomo nepalí que le cogió de sorpresa hasta más de allí.
Primorosa le
dio un óculo al anillo marsupial de su padre y pensó para ella: “Patán era un
iluso, un chivato y rufián prefiero al hijo de Don Barcazas pues dicen que
desde el carajo se avista costa fenomenal”.
Tanto el
anuncio de compromiso de Primorosa con Flotadore como el arresto de Patán y Don
Calixto fueron sacados de primera cámara por “EGOS DE SOCIEDAD” mientras Patán
decía a todos: ¡¡No dimitiré y cuando salga en trineos me iré!!
Jesús
Rodríguez Arias
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