Doña
Impoluta de Notoria Moral fue viuda se puede decir que antes de casarse aunque
eso sería simplemente una cruel exageración.
Ella fue
educada de forma muy estricta por Don Severo de Notoria Moral y Doña Urraca de
Faldastobilleras.
Hermana de
ella misma pues según les dijeron sus padres era hija única del único momento
que utilizaron el tálamo después de desposarse ya que consideran el mismo y lo
mismo una auténtica perversión. Don Severo era muy severo con él mismo y Doñá
Urraca una ídem con todos.
Cuando
llevaban a Doña Impoluta a la costa para que tomara la sal de frutas siempre lo
hacían en tiempos de invierno pues en verano no se puede ya que la niña podría
escandalizarse al ver tantos pies desnudos paseando por la orilla.
¡Una orilla
honrada no puede bañar la desnudez! Decía Don Severo con gran aplomo mientras
se tomaba su tapita de cartón piedra.
En esas
estrictas normas fue desarrollándose la pobre Impoluta. Un gran problema se
ocasionó en la casa paterna cuando nuestra niña se hizo mujer en todos los
sentidos. Desmayo con vahído al vapor para Don Severo mientras Doña Urraca
graznaba y graznaba sin parar.
Menos mal
que estaba Felipa, la sastra, que se ocupó de que a la hija de tan dignos
padres no tuviera problemas. Le hizo un vestidito color pardo muy holgado hasta
las comisuras de los sabañones que bien desimularía lo propio de la edad.
Así creció
Impoluta y decreció en testuz e inteligencia. Se crió más sola que la una que
era la hija del farero del acantilado de enfrente.
Cuando ya
tenía sus años conoció a Don Timorato Enjuto de Cara-Jote mientras iba a clase
de soplidos.
Ella alta y
esbelta como ella sola arrastraba una cola de mesura que es la tela que
compraba la urraca de su madre en el dispensario municipal. Él algo híbrido,
sin tesón y menos condición.
Hija, le
decía Doña Urraca, el hombre que te conviene es ese melifluo que se hace llamar
como lo que es: ¡¡Timorato!! Mientras
Don Severo sesteaba por no llevar la contraria a la misma contraria.
Un día en la
puerta donde coincidían todos los días, menos los del resto de la semana, ella
le dijo abriendo y cerrando los orificios nasales: ¡¡Hoy he soplado más de
quinientas veces y me duele hasta el talón de Aquiles!!
Timorato se
emocionó y con leve temblor en las cervicales del mentón le dijo con voz
apagada: ¡¡U más!!
Impoluta se
sintió algo acalorada por los efluvios del momento y con sonrojo en los
párpados demudó cualquier contestación pues podría provocar el arrebato de
Timorato.
Don Severo
que era muy estricto le envío embajada a Timorato para que se vieran en el
velador de siempre pues quería conocer quién era el advenedizo que cortejaba a
su impoluta princesa.
El pobre
Timorato no entendía nada pues era cortito de reflejos aunque aceptó el verse con ese señor que
imponía respeto por la severidad que le acompañaba. Se vistió con su único
traje: El negro con camisa blanca y corbata a juego.
Llegó lleno
de temblores pues padecía la enfermedad del tío-abuelo que nunca se supo bien a
las claras que padecía.
Se saludaron
ceremoniosamente con inclinación de cerviz y se sentaron uno delante del otro
con cara de circunstancias. Don Severo tomó su acostumbrado aperitivo a base de
alas de mosquito persa que le traían directamente de los barrancos del Peloponeso. Timorato tomó licor de agua salada que traían directamente de la
cañería del reservado de caballeros.
Timorato, en
un alarde sin precedente en su vida, le dijo: ¡Usted dirá!
A lo que Don
Severo le contestó con la vehemencia propia de los estrictos: ¡No, usted! Y ahí
acabó la conversación.
Esa misma
tarde le fue concedida la mano con guante de pelo de Impoluta y nombrado
pretendido pretendiente. Timorato se sintió como el nombre que lo acompaña
desde que naciera.
Don Severo
convocó consejo familiar donde participaron su augusta y desconocida esposa
Doña Urraca, Felipa, Celso Excelso, presidente de “Gañán y derivados”, y la
bisabuela de Frasco de Cera, Doñá Rancia.
Os presento
al que se va a convertir en el casto esposo de Impoluta: Don Timorato Enjuto,
omitió el segundo apellido pues sonaba arcaico.
La boda será
la próxima semana en “Los contritos” y
posterior almuerzo pagado por la Familia de Timorato en el famoso restorán “Los
capados y puros”.
Por parte de
nuestra Familia irán asistirán a la misma: 586 invitados y por la de él
solamente el novio.
Un
silencioso aplauso y leve inclinación rectal fue el unánime gesto de
aprobación.
En la fecha
convenida los novios estaban uno junto a otro delante del celebrante: Timorato
con el uniforme de chofer de la Escoba con medalla color letrina e Impoluta con
largo y forrado vestido blanco puro con tupido velo de 126 centímetros de
grosor.
La emoción
embargó a todos cuando el coro cantó:
Pura eres,
Pura
seguirás siendo,
porque el
que apura a la pura,
la pureza se
va perdiendo.
Una vez
terminado la ceremonia y posterior celebración con lo mejor que había en la
cesta se dirigieron al tálamo nupcial que estaba justo al lado de la habitación
de Don Severo y Doña Urraca.
Esta última
los esperaba en la puerta con lágrimas en la rabadilla.
Hija mía,
puras eres y puras seguirás siendo le dijo con efusión mientras miraba con asco
a Timorato.
¡¡Hoy duermo
contigo Impoluta!! Todos los hombres sois unos bribones y sé que la quieres
porque te has enamorado de la tela que cubre sus entretelas. ¡¡Mal marido!!
¡¡Porcachón!!
Esto lo
decía porque su niña en vez de ir vestida parecía un cojín o dos.
Timorato
demudó la piel en ese momento y le dijo con firmeza, sin aspavientos
innecesarios: ¿Dónde queda el hotel más lejano?
Y se fue sin
mirar atrás,
nada se
había perdido,
él no se
quería casar,
no
necesitaba ser marido.
Timorato
hasta el hastío,
me casé con
pureza y castidad,
tengo el
corazón partío,
entre La
Pureza y Castidad,
que son los
amores míos.
E Impoluta
enviudó pronto porque así es como sus queridos y recatados padres anunciaron el
abandono de Timorato.
No llegó a
la noche de bodas que es contraria a la moralidad, se tiró de una alfombra y
hasta se llegó a matar.
Impoluta
quedo viuda,
Timorato se
perdió,
para siempre
pura,
de intención
y condición.
El Funeral
que se celebró en la casa paterna fue seguida por toda la Ciudad y salió con
gesto fúnebre en EGOS DE SOCIEDAD.
Jesús Rodríguez Arias
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