Amigable
Postinero, que de chiquitito recogía lanas en la panadería en la que ayudaba su
tía-abuela Magdalena, venía de una familia de alta burguesía y pocos
estipendios que vivían de lo que sobraba en casa.
D. Severo,
su padre, era muy cándido para su edad y cuando tenía que reñir daba una patada
en el glotis sin más. Doña Eudasia, severa esposa y postinera madre, siempre
fue de la alta sociedad y cada vez que la cosa se ponía fea siempre decía lo
mismo: ¡¡Si esto lo viese D. Peregrino no pasaría!
Don
Peregrino era el asistente de la familia y lo mismo te lavaba la ropa que
llevaba a la fina patulea de picnic.
Don
Peregrino dicen que parecía mucho a aquél cantante mexicano que era muy
conocido en Finlandia pues tocaba los muslos mejor que nadie.
Fruto de
esta unión tan severa nacieron tres vástagos y una maceta de geranios.
El mayor le
pusieron Amigable en honor a la onomástica del tío Federico. El segundo le
pusieron Honesto pues sería educado para trabajar en las finanzas y demás
chascarrillos y la tercera fue la damita Eulalia que era rubia como el platillo
y fría como la baba.
Amigable
siempre le gustó eso de la “compostura” y le hacía tilín todo lo mayestático.
Estudió en colegio para hombres y a decir verdad le llegó a gustar mucho.
Entraba y salía como cada uno de casa.
Se cuenta
que nuestro atildado Amigable se decantó con la tierna edad de los 26 por el
sexo opuesto y aunque hacía esfuerzos ímprobos para relacionarse con la prima
Gerundia que había sido elegida por sus padres para Amigable nunca le puso las
manos encima pues su corazón lo tenía entregado por ciento y uno al zaguán de
la esquina.
Nunca se
atrevió a confesar abiertamente su inclinación que disimulaba con esmero aunque
todos dijeran que tenía una pata distraída y por eso pensó en profesar vida de
monacato vendiendo productos baratos a precios caros.
Ingresó en
la celda del licor de jenjibre y durante unos meses se olvidó de sus padres,
hermanos, de Gerundia y del enorme zaguán de la esquina que lo llevaba por mal
traer.
Sus padres
con Soponcio, que era el General al mando de los Caballos de Tropa, no salían
del disgusto de que su hijo se tornara en licorero de jenjimbre. Ni Colocón
Mayor de licor de calandrias ha podido ser sino un simple licorero.
Al poco,
gracias a las influencias del padre, la madre, D. Soponcio, Amigable abandonó
esta vida alejada del mundo y metida en alcohol y decidió ejercer la profesión
para la que había sido preparado durante los últimos 15 minutos: Diplomado en
Compostura con Tempura de Calandrias.
Su primer
ejercicio profesional fue atender a los participantes de la carrera con fondo:
“Todos con el ballenato del Sahara”. Una especie que está en vía de extinción.
Fue
discípulo del gran maestro en esto de la compostura como es D. Celandrio Sin
Defectos. Todos le llamaban D. Perfecto porque le gustaba mucho las papas con
choco.
Y allí con
tan férrea mano cogiéndole la zona de carga y descarga es como hizo de su vida
una eterna compostura.
D. Celandrio
se retiró de este noble oficio de Maestro Mayor de Compostura y Alcahuete
General bastante antes de lo esperado pues le salió una urticaria cuando cayó
en sus manos un ejemplar del folleto de vomitadores a domicilio.
Amigable
cogió el sitio de D. Celandrio cuyo nombre fue cambiado pues él, que era la
humilde humillación personificada, lo denominó Gran Maestro de la Orden de la
Compostura y Arreglo Varios pues al fin y al cabo siempre decía que eso del
“alcahueteo” es un arreglo de los de toda la vida.
Nuestro
Postinero tenía alto cargo y sobrada cartera que como gastaba menos que un ojo
de cristal rebosaba riqueza hasta por las axilas pues bien sabemos que la gente
con clase en la testuz no tienen sobacos.
Nuestro
Amigable era interesadamente admirado y él se dejaba querer aunque fuera para
sacar luengos intereses. Conoció al Presidente del Patronato Nacional de
Chumberas y ahijados, al Rey Cascador de Melindres, el archiconocido jugador de
carrera en bolsa, hasta Su Eminencia Calixto el Breve que duró lo que duró así
sin más.
Nuestro
Postinero además de su honorable dedicación también tenía escogidas aficiones
como tocador del pito-flauta y de vez en cuando se arrancaba por los
acantilados.
Pero tan
buen partido tenía muchos conocidos pero sin derecho a roce por lo cual sus
padres estaban hartos y preocupados de la ñoñez de su vástago que terminaba de
salir del “cascarón”.
Un día, de
esos menos pensado y de improbable credibilidad, llegó a su casa y con voz
trémula por que le embarga la emoción y su colección de pinturas y
contrachapados les dijo a sus amados progenitores: ¡Ya he encontrado mi alma
gemela!
Los padres
con los lagrimales anegados de expectación no daban crédito porque nunca han
trabajado en bancos y esperaban que el niño concretase para seguir deglutando
ese delicioso arroz con semillas que tenían bajo la mesa.
Don Severo
que era menos que su nombre se emocionó lo que dura un abrir y cerrar la caja
de música donde guardaba el puro habano de tu tío Melquíades y su amada madre
Doña Eudasia le dio un mareo que así llama al mayordomo de la casa vecina.
Nunca se
supo más porque nuestro Postinero jamás ofreció detalle alguno aunque sus
padres que tenían que aprovechar la ocasión para salir en las páginas de
sociedad insertaron un anuncio:
Don Severo y
Doña Eudosia de Postinero anuncian la puesta de largo del compromiso de nuestro
hijo Amigable con su alma gemela. La fiesta se celebrará próximamente en los
jardines de al lado y la cena será ofrecida por el conocido Louis D’ Champiñon
que ofrecerá sus cotizadas cien mil hojas de espinas de bacalao.
La cuenta
para ingresar la dádiva para el regalo a la feliz pareja está abierta en el
banco de siempre y no se admite menos de lo que estipuló Doña Rustícola de la
Casa Amueblada, Archiduquesa viuda de Cascabel del Gatoescayola.
La noticia
del emparejamiento de Amigable con Alma Gemela, que así la llamaban aún si
conocerla, dio la vuelta a todo el lugar y aún sin celebrarse ya se había
convertido en un extraordinario ejemplo de “EGOS DE SOCIEDAD”.
Jesús
Rodríguez Arias
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