El día para Don Melitón empieza cuando se levanta
pues cuando yace en el jergón duerme como lo que es: Una bendita morsa.
Él es una activa persona, que le gusta echar una
mano en todo sitio donde pueda sacar algo de prestigio en su provecho. No lo
vayáis a llamar para ocupar segundas posiciones porque Don Melitón no está para
esas cuestiones.
Si hay alguien que sea un fiel reflejo de estos
“EGOS DE SOCIEDAD” ese sin ningún atisbo de dudas es Don Melitón.
Siempre arreglado y trajeado aunque no lleve ni
chaqueta ni pajarita. “No soy hombre de corbatas, tampoco de corbetas aunque si
de cubatas”. Cuando decía esta “gracieta” todos quedaban mudos y serios porque
hay que ser comedidos en ciertas manifestaciones de alegría.
La verdad es que nadie le pone apellido ni
profesión aunque todos saben bien a las claras quién es Don Melitón.
No es extraño el verlo en charlas, congresos de
media tinta y poco pelo, además de audiencias con personalidades que llegan
allende la calle para ofrecer el oportuno "besamuslo" y posterior ágape.
Don Melitón siempre lleva la sonrisa puesta cuando
es invitado a cualquier sitio en el que puede quedar retratado. Puede mantener
varias conversaciones a la vez pues es bien sabido su manejo de idiomas y su
prosaica vida social.
De este ínclito personaje se sabe que su padre fue
mando de los gordos pues se dice que en aquellos años su “poderío” alcanzaba los
153 kilos. D. Focas, era el “Avasallador General” de aquella Sub-Provincia.
Hombre verdaderamente temido si por descuido o no te pisaba un callo. De
carácter amable aunque irascible no soportaba los chismes que él no iniciara.
Tenía en su poder la prestigiada “Orden de la Consuegra”. En la sala principal
de su augusta casa presidía un lienzo del “Niño Jácome” en actitud peticionaria
que fue pintada en su época por autor desconido y peor pagado.
La madre de Don Melitón y esposa de D. Focas tenía
un nombre rimbombante de la que nadie se acordaba y de este modo todos la
llamaban con respeto y dignidad la Señora Focas. Ella siempre fue de alta
alcurnia pues sus padres fueron de la montaña donde siguen al día de hoy ya que
a ellos, que eran muy suyos, nunca les gustó Focas y le decían a su hija con
voz meliflua y contrahecha:
¡Hija te has casado con Focas y tenemos un nieto
bobalicón!
La Señora Focas herida en las medias le contestaba
con sano orgullo: ¡¡Qué se llama Melitón como el primo Landerico!!
Don Melitón intentó ser militar del montón pero no
superó las pruebas de acceso pues no se acordaba de sus apellidos, después
quiso ser empresario de brevas aunque acabó hasta el higo que no tuvo nunca de
las chumberas que plantó en la terraza de su prometida de siempre: Fiacra de
Montmeló.
Fiacra, nombre con sabor añejo, se cansó de
esperar a Don Melitón y casóse pronto con el padre del hijo y que supuso todo
un escándalo en aquel lugar.
Pero Don Melitón nunca se lo tomó a mal y aunque
su prometida de siempre estuviera casada y fuese madre de dos vástagos para él
nada había cambiado.
Después de dos intentos fracasados se dedicó a
escribir esquelas con letras muertas, pescador de pinreles, abregrifos de
secano aunque en lo único que despuntó es cuando construyó con fondos de otros
una residencia para anaqueles.
Aunque profesionalmente Don Melitón no dijo mucho
más de lo que os cuento si alcanzó un preclaro prestigio porque gracias a las
influencias de Don Focas, su augusto y tirano padre, ingresó en entidades de
alto nivel y de baja cuota. Por eso era invitado a todos los “saraos” donde
hubiera la pertinente información y foto de sociedad.
Siempre que llegaba hacía una reverencia al
anfitrión y disculpaba a su prometida de siempre que no había podido venir
porque estaba de vacaciones con su marido y descendencia.
Terriblemente simpático era el centro de atención
entre los camareros que se salvaban de sus acometidas porque tenía que ser el
primero y el último que cogiera el “canapiés” de jamón de bayeta que estaban
siempre muy cotizados.
Don Rufo Venancio, que todos decían era palomo
cojo aunque más bien pareciera una febril alondra, siempre le espetaba: ¡Don
Melitón, la vida se ha puesto difícil para los de nuestra condición!
Nuestro personaje enseguida decía con voz queda:
¡Don Rufo, es usted una enciclopedia andante! Y se terminaba tan distendida
conversación.
Cuando Don Melitón coincidía con alguien “nuevo”
en estos saraos sociales los hacía suyo y no paraba de hablarles en lenguaje de
signos.
Porque yo, es que yo, mirad que yo, yo es que yo,
si no fuera porque yo... Y así continuaba este monólogo donde el yo era Don
Melitón y los demás los demudados invitados que no salían del cuarto de la
limpieza porque no querían encontrárselo.
Se cuenta que un día se encontró con el famoso
marino del desierto, el famoso aventurero, Mr. Etelfredo. Esta vez no abrió la
boca nada más que para engullir las aventuras del famoso lidiador de atún en
lata.
Cuando Etel, que así le dijo que lo llamara de hoy
para ayer, le preguntó a qué se dedicaba en el tiempo libre tengo que decir que
se emocionó y con manos temblorosas por la botella y media de agua de cemento
que había ingerido en menos que canta un gallo sacó su abultada cartera llena
de tarjetas a su nombre y le ofreció un breve muestrario de su acrisolado
virtuosismo:
Don Melitón, Presidente-Delegado del Presidente de
Galgos Marinos.
Don Melitón, Director de Caza Fuelles de Al Lado.
Don Melitón, Redactor Jefe de la Revista Papel en
Blanco.
Don Melitón, Secretario General de la Sociedad de
“Avasalladores Generales”.
Don Melitón, Presidente de la Tertulia Emérita “La
Siesta”.
Y la más importante de todas que ponía
expresamente: Don Melitón, Cónsul de Aquí.
Mr. Etelfredo quedó sorprendido y desde entonces
fraguo una sólida amistad que duró lo que una copa de licor de melindres.
Esta como otras conversaciones fueron retratadas
por los fotógrafos pues todos tenían los elementos necesarios para ser de “EGOS
DE SOCIEDAD”.
Jesús Rodríguez Arias
El próximo capítulo será dedicado la señorita Penurria de Mocoseco en la que cuenta una historia llena de lúgubres pesares.
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