La polio tuvo la culpa siempre
se decía cuando quitaba la vista de la mesa del despacho de secretario del
ayuntamiento y se imaginaba su vida si esa dichosa enfermedad no le hubiera
tocado a él…
No podía decir que no había
sido feliz pues siempre creció con esta dificultad pero eso no quiso decir que
no se esforzara hasta la extenuación para ir al colegio cuando nada estaba
adaptado, que había aguantado sus años de bachillerato, de universidad gracias
a las becas que le daban por ser un lumbreras, por sacar la plaza en el
ayuntamiento no de su pueblo natal pero muy cerquita que hacía que pudiera
vivir allí pues tenía un coche que le adaptó Cosme, el mecánico, y que le
regaló el primo Ángel que tenía por aquél entonces mucho poderío pues tenía
tierras arrendadas y siempre gozó de una larga soltería.
Él se casó con Mariela a los
25 años recién cumplidos, ella le quedaba uno para los 20, después de 6 años de
novios de los de entonces. Su boda fue muy sencilla en la vieja Ermita del
Cristo del Socorro con menos de 20 invitados y con Don Rogelio, el cura,
uniendo sus vidas para siempre.
Tuvo 5 chiquillos que fueron y
son la alegría del hogar: Mariela, Presentación, Socorro, Mario y Miguel dieron
vida y color a un hogar donde había mucho amor. Y por eso tuvo que redoblar sus
turnos en el ayuntamiento amén de trabajar de contable para Don Marcial, el
boticario, pues necesitaba sacar algunos cuartos más que llevar a casa donde le
esperaban ese hogar del que estaba tan orgulloso.
Pero aunque se puede
considerar un hombre feliz, realizado, que había luchado cada palmo de su vida,
que había construido un hogar junto a la incansable Mariela, su bendita mujer,
aunque era una persona muy considerada y respetada por todos y de hecho hasta
lo llamaban para dar charlas sobre el tema que le apasionaba, al cual le
hubiera gustado dedicarse, hacer de este su vida, siempre había un momento en
el día, en la semana, en el año que perdía su mirada hacia un horizonte que solo
veía él mismo y pensaba que no cambiaría nada de su vida salvo la maldita
polio…
Sus padres no superaron nunca
que el primogénito no pudiera seguir con la herencia familiar. Su madre sufría
lo indecible al ver los reproches que se hacía su marido Damián por no poder
continuar con la estirpe. Menos mal que su hermano Jacinto cogió el testigo y
consiguió mantener ese listón que siempre había sido bandera en su casa. Jacinto
amaba lo que hacía pero es que él también lo amaba y por culpa de la maldita
polio no pudo desarrollar su vocación y no hay nada peor que una vocación
frustrada que te amohína hasta hundirte poco a poco en la conmiseración.
Pero de un tiempo para acá
todo ha cambiado, ha empezado a rebrotar esa ilusión que tenía de joven, antes
de que la polio se cebara con él, pues su hijo Miguel, el benjamín, toma
posesión de su cargo en el trabajo que siempre la ha gustado. Ha pedido unos
días en el Ayuntamiento porque tanto como Mariela, que irá con su marido,
Presentación, que va para monja, Socorro a la cual no acompaña su novio
Evaristo porque está trabajando en Alemania y Mario, que está terminando sus
estudios en la capital como su querida mujer Mariela y él van al sitio que le
han reservado, ciertamente de honor, para ver como su hijo hace realidad sus
sueños y los sueños más profundos que alberga en su cada vez más cansado
corazón.
Hoy Miguel, que pasado mañana
cumple los 23, toma posesión como Teniente de la Guardia Civil,
su sueño, el sueño de toda su familia, porque todos han vestido el glorioso
uniforme verde de esta gloriosa y benemérita institución que fundara en su día
el Duque de Ahumada. Viene a la jura su hermano Jacinto que ya ostenta el
empleo de Coronel y que según le ha dicho pasa este año a la reserva…
Cuando su hijo Miguel se
cuadra ante la bandera de España y la besa sosteniendo en su mano su impoluto
tricornio y vistiendo ese verde uniforme de la Esperanza con sus dos estrellas
que relucen más que el mismo sol no puede evitar emocionarse, no puede evitar
que las lágrimas resbalen por sus mejillas, no puede dejar de pensar que si la
dichosa polio no se hubiera cebado con él hoy sería Guardia Civil como lo fue
su padre, lo fue su abuelo…
Mariela lo cogió del brazo y
con los ojos inundados en lágrimas de emoción y admiración por su hijo y sobre
todo por su marido le dio un beso mientras le decía: Tú también eres Guardia
Civil pues has inculcado los valores de esta Institución en toda tu familia,
que gracias a eso hoy nuestro Miguel es lo que él quería desde que no levantara
un palmo del suelo. Tú, querido mío, eres un noble y generoso Guardia Civil de
corazón como los son tantos que no han podido serlo y aman a la Benemérita con
verdadera pasión…
Mientras escuchaba la voz de
Mariela al fondo se podía percibir el himno de España…
¡¡Viva siempre la GUARDIA
CIVIL Y TODOS LOS QUE LA AMAN!!
Jesús Rodríguez Arias
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