Hoy quiero abrir mi ventana y
hablar de esas personas que sirven o han servido en el Cuerpo Nacional de
Policía, en el que prestó servicio mi padre hasta la hora de morir, y al que
estoy ligado gracias a la Asociación de Mérito “Santos Ángeles Custodios” que
preside mi buen amigo Diego Guillamón que es un patriota de los que no se
esconden, de los que dan la cara aunque más de un cobarde seguro que se la
querría partir cosa que no les aconsejo pues les podría salir el tiro por la
culata…
Hetepheres, mi mujer, bien lo
sabe que cuando paso cerca de una Comisaría, de un coche patrulla o distingo a
miembros de este honorable Cuerpo no solo me emociono sino que me relajo pues
me encuentro con “mi” gente y ese sentimiento me lo inculcó mi padre el poco
tiempo que lo conocí antes que muriera él demasiado joven y yo me quedara
huérfano demasiado niño. No obstante mi madre María del Carmen bien me inculcó
ese cariño, ese respeto, esa profunda admiración, al Cuerpo Nacional de
Policía.
Hoy, mientras escribo, cierro
los ojos para poder ver mejor. Hoy, me acuerdo de mi buen querido amigo y
hermano Manel González López que es un español que devociona su Patria, catalán
de origen y desde hace ya años ha echado raíces en Soria donde es querido y
admirado. Él ha ejercido hasta hace relativamente poco en el cargo y en el
puesto que tenía encomendado en el Cuerpo Nacional de Policía del que es
defensor a ultranza porque ese uniforme azul ha sido capa de su propia piel.
Ahora justamente retirado disfruta de la vida y de la Familia.
Manel es un hombre cercano,
cariñoso, hogareño, que le gusta vivir las tradiciones de cada lugar, convivir
con su gente siendo su mujer, Susi, su verdadero pilar en esta vida donde se
apoya siempre que le han azotado vientos inciertos. Sus nietos son su vida y
les están dando no solo el cariño sino unos valores para vivir la vida desde la
virtud.
Manel es un buen Policía que
es además un verdadero erudito en órdenes militares de las cuales es miembro en
muchas además de academias y otras instituciones de relevancia. Manel a su vez
es un preclaro servidor de la Iglesia y de ahí que tenga en su poder la medalla
Ecclesia et Pontifice que otorga Su Santidad el Papa a esas personas que se
caracterizan por su labor de defensa a la Madre Iglesia así como al Romano
Pontífice. Sí, debo confesar que cuando cierro los ojos y pienso en la Policía
enseguida veo a mi querido amigo Manel…
Pero también veo y me acuerdo
de mi querido hermano y amigo Manuel Cortés que es un buen Policía dedicado a
servir a España por medio de un precioso servicio como es la Unidad Canina
porque en muchas ocasiones cuando la mano del hombre no puede llega un perro
debidamente adiestrado y nos salva…
Este buen Policía que adora a
los perros pues sabe mejor que nadie que en verdad son los mejores amigos del
hombre, sabe que en ellos no hay engaños, sabe que la fidelidad existe con solo
mirarle a sus ojos.
Manuel además en un enamorado
de su mujer Carmen y de su pequeña a la cual ya ha transmitido su amor por la
Gracia y Esperanza de María y de un Jesús Orante en el Huerto de los Olivos que
cada tarde-noche del Martes Santo hace de La Isla de la que es oriundo, los
somos, un Getsemaní eterno… Sí, también cuando cierro los ojos veo a mi querido
amigo, hermano y cañaílla de pro, Manolo Cortés…
Y también veo a mi querido
amigo Guille Zuaza, Policía él que lleva en el corazón horas y horas de
servicio a España enfundado en azul uniforme. Guille que es un cañaílla con
vocación de cañaílla, cofrade su hermanad de Humildad y Paciencia, rociero a
ultranza, hombre joven, servicial, siempre afable…
Sí, sigo recordando a Policías
como es el caso de Don Luis Rodríguez que hace pocas semanas se ha jubilado
como Comisario en San Fernando (Cádiz) después de décadas sirviendo a España
por medio del Cuerpo Nacional de Policía.
Don Luis es un hombre con una
experiencia contrastada, afable, ameno, amable, muy cultos y creyente además de
un amante de su Familia. Ha dejado un poso de gratitud entre todos los isleños
porque además de ser un caballero, una buena persona es un inmejorable Policía.
Y cierro los ojos y veo a ese
Policía que monta guardia en el aeropuerto o está patrullando en esa voluminosa
estación central del tren, veo al que te atiende y con diligencia realiza esa
denuncia que presentas o el que está en ese momento al frente para renovar el
documento nacional de identidad….
Y aquél que está destinado en
un edificio público o el que camina con chaleco antibalas en medio de populosas
calles o patrullando un helicóptero o encima de un caballo o escoltando a altos
cargos o a esos que han sido amenazados o los que de paisano llevan temas de
tráfico de drogas, armas, tratas de mujeres o los de la siempre desagradecida
Brigada Judicial o esos que investigan en los laboratorios.
Y es que el Cuerpo Nacional de
Policía está compuesto por hombres y mujeres de gran valía en lo profesional,
en lo académico, en lo vocacional porque son y viven según el modo de lo que es
ser Policías.
Por supuesto, sería injusto
con él y conmigo no nombrarlo, que cada vez que cierro los ojos me acuerdo de
mi padre, de Juan José Rodríguez Román que sirvió desde muy joven en este
Cuerpo que ha ido cambiando de nombre a lo largo de la historia pero que en
verdad siempre ha sido lo mismo.
Los recuerdos de mi padre son
difusos pues se fue cuando yo apenas tenía 6 años pero la memoria me lleva a
Chiclana donde con muchos esfuerzos y sacrificios se pudo comprar un terrenito
y hacer una casa donde pasábamos los fines de semana, que no tenía que
trabajar, y todos los meses de julio pues era tradición que él disfrutara de
ese mes sus vacaciones. Para eso se ponía de acuerdo con otro Policía ejemplar,
gran amigo suyo y de la familia como fue Julio Sanles.
Mis recuerdos se disipan allá
donde se pierde el tiempo cuando cada mañana de cada día, ya hiciera frío o
calor, lloviera o venteara, mi padre salía de mi casa que estaba a la verita
del Carmen con su abrigo o gabardina cuando las campanas daban las seis de la
mañana para coger el autobús que lo llevara a la Comisaría Provincial de Cádiz
donde prestaba servicio. Esa figura de un hombre fuerte, con sus negros rizos y
sus gafas mientras le daba un beso de despedida a mi madre y en voz baja se
decía: ¡Te quiero! ¡Nos vemos esta noche! Y así hasta que le salió una
enfermedad mala en el estómago, en esos tiempos el cáncer era desconocido y los
tratamientos más si cabe, por lo cual a los tres meses de diagnosticarle la
letal dolencia moría plácidamente con la conciencia muy tranquila pues había
sido un magnífico marido, padre y un inmejorable Policía… De eso ya hace 42
años como quién no quiere la cosa.
Hoy, he abierto mi ventana de
cada viernes, para honrar a mi manera al Cuerpo Nacional de Policía, al que
quiero como hijo suyo que soy, y lo he hecho para honrar la memoria de mi padre
y de todos los que han sido y son parte al día de hoy. Lo he escrito señalando
algunos nombres y apellidos, hay muchos, hay más, pero es que a mí me gusta
recordar los lugares, las instituciones, la vida poniéndole cara...
¡Gracias por cuanto hacéis!
¡Un honor el poder serviros en la medida que puedo y sé!
Jesús Rodríguez Arias
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