Ismael llevaba más de media
vida en ese barrio apartado de la gran urbe que lo acogía, ese barrio
desestructurado, ese barrio donde ni los taxis querían entrar, ese barrio donde
mantener la ley y el orden eran un delicado y necesario equilibrio diplomático
pues de lo contrario se podría consumar una batalla campal donde todos saldrían
muy perjudicados.
Le han ofrecido mil destinos
mucho mejores que el suyo pero es que se ha acostumbrado a convivir con los que
nadie quiere vivir, se ha acostumbrado a un barrio en estado de decrepitud no
solo porque muchos de sus moradores se han perdido en los brazos de la delincuencia,
de las adicciones, de sus propias limitaciones, para no salir del pozo sino
también por el resto de la humanidad, de los habitantes de esa gran ciudad que
viven en lugares mucho más céntricos, mejor iluminados, más limpios, donde
tienen de todo, se creen no solo mejores sino también superiores y no se dan
cuenta que muchas veces uno es como es por el simple hecho de haber nacido
donde ha nacido.
Ismael llegó allí temeroso
pues le decían que el destino no era para nada bueno, más bien todo lo
contrario, allí se fue con su mujer con la que se había casado hacía unos
meses, allí se fue dejando su casa, su pueblo, su gente, sus padres que
lloraban desconsoladamente porque se iba su único hijo no por donde iba sino
porque se marchaba…
Y en ese barrio decrépito hizo
su familia, Agustín, Carlos y Rosa son los tres luceros que iluminan su hogar
con Margarita su mujer que está más implicada en el barrio que cualquiera que
allí hubiera nacido y la puedes ver echando una mano en esa ONG o en la Parroquia
donde el Padre Pedro intenta hacer todos los días la multiplicación de panes y
peces con las cosas de Cáritas…
Y en ese barrio decadente,
desestructurado, apartado de todo y por todos conoció a Anselmo, será de su
misma edad, que te juntó con malas compañías y se metió de lleno en la droga.
Se metió él y metió a muchos con él. Acabó robando bolsos a las viejas del
barrio o atracando a punta de navaja a los pensionistas que iban a cobrar su
más que modesta pensión. No recuerda cuantos años ha estado en presidio ni
cuantas cárceles han conocido sus huesos pero ahora lo ve todas las mañana
tomando el sol en el manchón que muchos tienen como plaza y está famélico, sin
esperanza en la mirada como viviendo sin vivir en él…
O como la Señora Angustias que
tiene una frutería en el centro del barrio y que gana lo justo para pagar a los
proveedores y tener algo que comer porque entre los pequeños hurtos, que ella
bien conoce y sabe que no tienen ni para llevarse la mano a la boca, y que ella
no le cobra a la mitad de la clientela hasta que cobran sus ayudas pues… Pero
la Señora Angustias en una institución en la barrio y se podrán llevar unos
tomates o algunas judías pero nunca, desde que él está allí, su frutería ha
sufrido un destrozo, un robo o nada parecido.
También está Antonio, que se
ha llevado toda la vida de peón de albañil y ahora camina jubilado viendo las
escasas obras que el ayuntamiento hace por allí. Siempre dice que en su época
se hacían mejor las cosas, más “profesional”. Siempre dice que ningún gobernante
ha hecho mucho por el barrio porque prefiere que poco a poco se muera y se
mueran para hacerlo todo de nuevo como si eso fuese tan fácil, como si eso
fuese posible…
Así como Alexandra, hija de
Marcos y Tere que de siempre han trabajado en lo que salía, que se quedó
embarazada de un sinvergüenzas que venía de fuera y creyó conquistarla con sus
atenciones y con la promesa de sacarla del barrio, se acostó con ella pues
nunca hubo amor, bueno si por parte de Alejandra que creía que por fin había
encontrado el añorado hombre de su vida y resultó que este no lo era como
tampoco Eusebio el hijo de Chari la limpiadora del Centro Social que siempre
estuvo muy enamorado de ella pero pensaba que era poca cosa…
La dejó embarazada, la dejó y
se fue para siempre pues había conseguido su objetivo, la dejó con sus padres
que se volcaron con su hija y también con Remedios, la nietecita de sus vidas,
la dejó muy sola y demasiado escarmentada y desconfiada de todo y de todos
aunque ahora parece que mira con otros ojos a Eusebio que ha sido el único
chico que ni ha intentado nada con ella y que no la ha abandonado en los
momentos duros de la vida. No sé por qué pero Ismael piensa que de ahí puede
salir una bonita de relación de verdadero Amor…
O como la familia de los Cienfuegos
que se han pasado la vida, y llevan alguna generación, sin hacer apenas nada y
vivir de las ayudas, subvenciones, de visitar despacho y despachos para seguir
viviendo de los impuestos de los demás. ¿Qué podrían trabajar? ¡Seguramente!
Pero prefieren vivir de esta sociedad subvencionada donde cuentan más los votos
que las personas…
Y también es el barrio de los
Flores, una saga familiar que se dedica por completo a vender su mercancía de
calcetines, ropa interior, camisas de buen algodón, rebecas y hasta encurtidos
en todos los mercadillos de la zona a los que se desplazan con sus blancas
furgonetas todos los días menos el domingo que para ellos es de sagrado
descanso…
No, no es un barrio fácil, no
es un lugar cómodo para vivir con comodidad, no es el mejor sitio para intentar
mantener la ley y el orden pero es al que fue destinado cuando salió como joven
Guardia Civil, su primer y único destino ha sido y es esa comandancia. Ahora
han pasado más de veinticinco años desde que llegara, desde que se instalara
con el recelo de todos, de los consejos de los viejos guardias que se iban a
otros lados, de quienes le decían que no se implicara con el barrio, que
cumpliera su función pero desde la frialdad de trato, sin conocer mucho a los
vecinos porque más pronto que tarde se iría de allí, que eso es bueno, que es
necesario…
Y allí sigue, en ese barrio
decrépito y olvidado por tantos de forma interesada, sigue a pesar de haberle
sido ofrecido muy buenos destinos que seguro hubiera servido para grandes logros
profesionales pero no, él sigue en el barrio que lo conquistó porque no se
atuvo a las recomendaciones sino que junto a Margarita, su mujer, se implicaron
hasta formar parte del mismo.
Para sus hijos los jóvenes de
barrio son sus amigos de toda la vida, para Margarita la gente del barrio son
su gente, para él el barrio en sí es su barrio…
Llegó de agente y ahora luce
los galones de sargento, tiene más de cincuenta y tres años y poco a poco se va
sintiendo más mayor que no viejo porque eso en verdad es un estado mental más
que otra cosa…
Ismael pasó de ser “el civil”,
el “picoleto”, la “pasma” a ser simplemente Ismael porque ejercía la autoridad
de una manera distinta, manteniendo muy bien los equilibrios, sabiendo que si
tenía que perseguir a un delincuente lo hacía pero cuando lo tenía delante,
como lo conocía bien, también le hacía ver el por qué de esa situación. Ismael
era de los que visitaba en la cárcel a muchos que él mismo detuvo como es el
caso de Anselmo que ahora vive pero muere todos los días porque le han sacado
un cáncer no sé dónde o como Paula o Ryan, que es un chico latino que vino al
barrio a vivir y se encontró en medio de la delincuencia pero que al final
resultó no ser tan malo…
Ismael le gusta darse una
vuelta por el barrio y lo hace caminando, con su verde uniforme, con sus
galones de sargento, con su pistola al cinto. Todos saben quién es y qué es,
todos lo respetan, algunos le temen porque hacen sus fechorías, pero todos lo admiran
y quieren de verdad, porque es un hombre bueno, un gran padre de familia, un
marido entregado, un vecino dedicado al barrio y también el entrenador del
equipo donde juegan los jóvenes y que están federados y todo…
Porque Ismael es la viva
imagen de la Guardia Civil porque lo lleva en la sangre, porque así le late el
corazón.
Jesús Rodríguez Arias