Eladio no se podía ni imaginar
su primer destino en la Guardia Civil después de que aprobara las oposiciones y
se formara en la Academia. No se podía ni imaginar que sería enviado al sitio
que fue porque él en su cabeza pensaba que lo haría a algún puesto delicado, incluso
hasta peligroso, a alguna especialidad o… Su imaginación era mucha, sus deseos
de servir más, pero la realidad superó con creces a la ficción.
El día que juró bandera y lo
mandó a llamar Don Pedro Tomás, Coronel con mando en plaza, lo hizo ilusionado.
Ya lucía su verde uniforme color Guardia Civil, ya lo era de hecho y derecho.
A la orden mi Coronel, ¿da su
permiso’, dijo Eladio ceremonioso. Sí, pase usted. Se saludaron marcialmente y
Don Pedro Tomás lo abrazó diciendo lo mucho que le alegraba que fuese de esta
ilustre Institución como lo fue su querido amigo Luciano, que fue brigada de la
Benemérita hasta que murió en un atentado defendiendo a su jefe y también
amigo.
ETA por entonces ponía un día
sí y otro también el rojo sangre en los verdes uniformes así como los de la
Policía, jueces, magistrados, funcionarios, políticos valientes de aquellos
años, mujeres, niños, abuelos o personas normales y corrientes que tenían la
mala suerte de pasar por donde estaba programada una asesina bomba.
El Coronel D. Pedro Tomás,
entonces era un capitán casi salido del cascarón y le tocó en su servicio un
brigada hecho a sí mismo como el bueno de Luciano que le abrió su casa, su
Familia, su corazón y también su vida en esa aciaga tarde que no olvidará
mientras viva.
Hoy tenía ante sí a su hijo,
ese pequeño que portó la bandera que cubrió el féretro de su padre y en la otra
mano la medalla con distintivo rojo sangre mientras se secaba las lágrimas con
los colores patrios.
Eladio había crecido y superó
las oposiciones sin ningún tipo de ayuda y en la Academia nunca recurrió a
nadie pues debía ser Guardia Civil al estilo de su padre.
Hoy estaba ante el amigo de su
padre pero sobre todo ante su Coronel que le iba a informar de su destino, el
que había soñado, el que pensaba hace tiempo…
Mire Eladio, su destino es uno
complicado, donde se hace un Guardia Civil, donde se aprende a serlo a fuerza
de vivirlo. Su destino es un pequeño pueblo de montaña donde está destacado un
cuartel centenario donde sirven el cabo Miranda y dos agentes. Hace más de un
mes se retiró el más mayor y usted va a sustituirlo.
¡A sus órdenes mi Coronel!
Pedro Tomás vio como un poso
de decepción y de amargura se reflejaba en su cara mientras saludaba y se iba
de su despacho. Sabía que no era el destino que había solicitado y menos el que
hubiera soñado pero ahí se hará Guardia Civil como lo fue su padre Luciano o su
abuelo Isidoro.
Tras varias horas en un
autobús por fin llegó al pequeño pueblo que estaba en lo más alto de la
montaña. Hasta hace diez años más de 1000 personas lo habitaban pero ahora con
apenas 100 sobrevivía a duras penas del turismo rural que es ese que realizan
los de ciudad cuando quieren disfrutar de la paz y la tranquilidad del campo o
de la montaña. El viejo mesón de Tío Antón era muestra de ello pues de ser un
tranquilo bar de pueblo se convertía en los fines de semana y fiestas de
guardar en un restaurante famoso por sus comidas caseras y carne asada en leña.
La vida allí le parecía muy
aburrida a Eladio pues casi nunca pasaba nada. Entre semana su convivencia
normal era con los vecinos y las fiestas tenía que ordenar el tráfico desde la
última curva pues los coches llegaban a cientos.
Pero esa vida “aburrida” hizo
que se integrara en el pueblo, que conociera a cada vecino, que se preocupara
por ellos, que se alegrara con sus alegrías y se entristeciera con sus pesares.
Aprendió que el maestro
escuela tenía que dar clase a 30 niños de diversas edades y cursos él solo, que
el cura además de esta parroquia tenía tres más en distantes lugares, que el
médico lo era de cinco pueblos a la redonda, que el cartero venía tres veces a
la semana pues desde que se jubilara el de aquí no lo han repuesto por nadie.
Aprendió que el alcalde era
uno más del pueblo, que jugaba sus partidas de dominó y charlaba de las cosas
de allí con sus paisanos, que el Policía solo era uno que tenía que partirse
muchas veces para acometer sus funciones y siempre con una sonrisa, con inmensa
cordialidad.
Aprendió de los ganaderos que
subían a la montaña todos los días para dar de comer a los animales, que las
mujeres hacían pueblo a cada instante y que todos tenían devoción a la
Virgencita de la pequeña Ermita y el Nazareno que presidía la vieja Iglesia del
Pueblo y que se respetaba a la vez que se quería a la Guardia Civil que siempre
estaban para lo bueno y sobre todo para lo malo.
Aprendió que patear las calles
desnudas te hacía mejor servidor, que subir a la montaña para socorrer a algún
senderista o montañero perdido en medio de la misma o en una nevada copiosa
podía ser uno de los servicios más peligrosos que en cualquier unidad
especializada.
Aprendió que la vida no es
como te la cuentan sino como es así como suena.
Aprendió a amar pues se
enamoró de Antonia, la hija del panadero, y con la que se casó delante de la
Virgen de la Ermita teniendo como invitados a todo el pueblo que puso la
comida, el sitio hasta la mejor compañía y hasta le regalaron un viajecito de
una semana por España ya que todos habían aportado un dinerillo para que
disfrutasen.
Aprendió a que sus hijos
nacieran en este bello enclave, que podían jugar con total tranquilidad y que
sus amigos lo serían para siempre.
Aprendió a ser Guardia Civil
como le dijera su padre y antes que su padre su abuelo, como le dijo Don Pedro
Tomás cuando fue a visitarlo con motivo de su ascenso y erigirlo en Jefe del
Puesto junto a dos agentes más.
Me ha encantado esta bella historia en la queda claro que la vocación de servicio a los demás, siempre presente en nuestra gloria Guardia Civil, está por encima de ideales y aspiraciones personales que, con los años, seguramente tendrá oportunidad nuestro protagonista, Eladio, de llevar a cabo. Es difícil encontrar, por no decir imposible, un cuerpo con el nivel de dedicación y con la vocación de servicio tan arraigado como en nuestra Benemérita. Reconocida internacionalmente como una de las mejores policías del mundo, no hay rincón del suelo patrio en el que no se sienta la protección de sus agentes, siempre dispuestos para echar una mano en cualquier necesidad, estos ángeles protectores gozan del respeto y admiración de las gentes a las que juraron servir en base a un ideario de servicio a la patria y a la justicia sin importarle ni el color ni la condición ni estatus social social de las personas. ¡¡¡ VIVA LA GUARDIA CIVIL !!!.
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