Mi querida Ardi:
¡Con lo bien que estábamos
antes de manifestarte mi querer! ¡Con lo bien que te comías la bellota mientras
te miraba con donosura! ¡Con lo feliz que eras recorriendo el parque
contoneándote llena de sutileza! ¿Qué te ha pasado? ¿Qué nos ha pasado?
Me dicen las malas lenguas,
llenas de envidia ante tanta belleza condensada en “cuerpotanchico” que te has
ido con un tal Puigdemont que tiene más pelo que tu pero peor dispuesto.
Me dicen que te han visto
tontoneando con mi buen amigo Manel por Soria.
Me dicen que ya no me quieres
como antes, que de hecho no me quieres.
Y yo aquí ando depauperado con
llanto lastimero que me flagelan en lo intrínseco. ¿Quién me iba a decir que a
mis años iba ir detrás de una ardilla? Pero no es una ardilla cualquiera, como
la vaca lechera, porque tú, belleza sin igual, eres Ardi, mi Ardi.
Sé que tu madre que ya está
más vieja y menos peluda no le caigo bien, que no soy de su confianza, que no
me ven con buenos ojos, que no piensa que voy a serte fiel. ¿Qué sabrá usted
Ardillona, que así me han dicho se llama, qué sabrá usted de lo que dice el
corazón? Ardi, no quiero te enfades más conmigo pero tengo constancia que la
Ardillona de tu madre está saliendo con un lirón y se les ha visto muy juntitos
en esos árboles que hay junto al lago. ¿Acaramelados? ¡Pues diría que si!
Sí, queridísima Ardi, tu
peluda y ajada madre le está siendo infiel a Don Ardillón, tu augusto y
respetable padre que ya solo sale de casa cuando agacha la cabeza.
¿Y dice que yo no soy de
confianza? ¿Qué no soy de fiar? ¡Señora Ardilla que no nacimos antes de ayer!
Sí, es verdad preciosidad
llena de pelos, que no tienes la culpa, que te afliges con estos comentarios,
que esta situación no es la deseable, que también gran parte de tus 55 hermanos
la desaprueban.
¡Si es que ese lirón es un
sinvergüenza! ¡Si tu madre es pura inocencia y candor!
Pero por favor, me gustaría
que retomáramos nuestra relación. Que te pusieras conmigo en “nuestro” banco
del parque mientras yo te sonrío y tu te comes la bellota.
Las inanes críticas que estoy
recibiendo cuando no te he tocado ni un solo pelo, que tú sigues siendo mocita,
que tú con tu bellota eres más que feliz.
No me importa que me digan lo
que quieran cuando el amor se traduce en esa carita de “sempiternarosadepitiminí”.
Mi mujer me ha dicho que te
olvides de la casa, el coche y el sueldo. Ardi, perdónala es que los celos son
así. En verdad te tiene envidia pues tu peludo ser vale más que cualquier
abrigo de alta peletería.
Adela, que si la conocieras te
caería muy bien, ya me ha dicho que está hasta ahí de ti. ¡Si no te conocen!
¿Por qué hablan tan alegremente?
Encarna, también me dice que
no estoy bien si voy detrás de tan ardillada pretendienta. En cambio Paco,
Alfonso y Mercedes aceptan nuestra normal relación.
Manel, que es muy cercano a tu
familia soriana, dice que tú eres tú aunque yo pienso que no lo eres.
Y Manu, mi suegro querido, me
ha advertido que me va a dar una colleja como si fuese una cobaya cualquiera…
Gema, en cambio, se ha puesto
al lado de mi mujer y de ahí no hay quien la mueva…
Tengo en corazón depauperado y
siento mi ánimo contrito ante tamaña cantidad de críticas que a modo de chanzas
se mofan de tan lúcida relación sentimental.
Pero todo sería comprensible y
lo aguantaría si tu estuvieras conmigo, si de una vez dijeras con la mirada
mientras deglutas la bellota que yo soy tu yo, que soy más apuesto que un
lirón, que una ardilla, que una mofeta, que aunque ya algo mayor y con barba no
soy un descosido para tan peluda tela.
Cada día más triste, cada día
más aciago, cada día que pasa siento que lo nuestro pasa de largo, que no eres
clara conmigo, que te asustas o todo lo contrario, que no soy ese que tu madre
dice, que tengo cara de lagarto, que voy por el interés, que no soy un
embaucador sino un embaucado con corazón dañado.
¡Ay, Ardi, los mocos me
taponan los sentimientos! ¡Y es que nada más que recordarte me entra una
llorera!
Los amigos, que me quieren,
quieren regalarme para aliviar mi pena una cesta variada de geles, sales y una
jamón de patanegra. Yo les agradezco el gesto, el gasto y la entrega y si no
quieres nada de mí a lo mejor cuando vuelvas ya no estoy o si estoy no vuelvas
porque ya me estoy cansando de esperar a una ardilla casadera que le hace más
caso a su pura madre a este triste corazón que ante la situación se desboca, te
doy una semana más para reflexionar sobre mis altas pretensiones porque si no
me contestas y la indiferencia me absorbe tendré que mandarte a por bellotas con
tu puñetera madre, su lirón y su cohorte.
Espero, dolido, aunque
esperanzado, tus noticias…
Tu afectado y afectísimo,
Jesús Rodríguez Arias