¡Qué bien se vive la buena
vida! Decía Doña Pomposa, Marquesa viuda de Campos-Jaramagos, a su querido hijo
Don Trófimo que heredó el título de su padre el augusto general y muy
Ilustrísimo Primo De la Contienda.
Vivían desde antaño en el
pueblo de sus ancestros y que es famoso por sus buñuelos de coliflores o
también de vientos. Campos-Jaramagos está en la meseta aunque ellos creen de
toda la vida que la playa está a la vuelta de la esquina no obstante el alcalde
ha puesto hace poco un estanque para patos que es una monada.
El Pueblo tiene alrededor de
320 habitantes contando a esos dos jipis que se instalaron en la antigua ermita
de la Antigua y que ahora ellos dicen que es su comuna. Como está radicada en
las tierras de Doña Pomposa ya se han iniciado los trámites judiciales para
echar a estos okupas aunque Nicanor, el guarda, dice que él se basta solo con
su escopeta y la señora, que así llamaba a su mujer.
Don Trófimo había contraído
nupcias hace más de 30 añitos de nada con Voluptuosa de Remilgos Largos que fue
hija del Hiijodalgo Prudencio y que aparte de nobleza de sangre era dueño de la
mayor fábrica de calzoncillos para los que solo tienen un huevo. Su patrimonio
y riqueza no se puede contar pues lo tiene todo en los paraísos fiscales esos.
La verdad sea dicha que Don
Trófimo no ha trabajado nunca en su vida pues como decía su madre eso no está
bien visto entre la gente de nuestra pureza.
Todo lo contrario que el
emérito General que murió con las botas puestas montando una yegua lozana sin
moverse del lecho a la edad de 83. Es óbice el decir que la mencionada “yegua”
se tuvo que marchar lejos pues prescindieron de sus servicios aunque con lo que
le dejó Primo puso una butique de esas caras en el mismo Madrid donde todos los
miércoles va al Teatro Real con un apuesto galán llamado Nicanor.
Esta noble Familia de clase
bien y de riquezas también tuvieron tres gallardos hijos varones que estudiaron
en el colegio de políglotas uniformados en Suiza donde de siempre la gente de
bien tenían el capital.
Clicerio, el mayor, se había
doctorado en antrobiología y ejercía de referente mundial en el estudio de las
aletas de los piononos. Era muy considerado entre los estudiosos de materias
raras y le habían concedido hace poco la Bandeja Apolinar que instaurara su
padrino el Doctor de Luna Perdida.
Gregorio en cuanto se licenció
en ciencias de la información entró a trabajar como jefe de gabinete del Banco
Nacional de Suiza pues al haber tantos españoles con cuentas nada corrientes
nadie como él para ofrecerles la mejor información.
Y finalmente Atanasio, el
benjamín del hogar, que nació cuando nadie lo esperaba en la puerta del
paritorio creando un gran escándalo que fue seguido muy de cerca por los
informadores de “Egos de Sociedad”.
Atanasio, que había estudiado
Librepensamiento, en la Facultad Suiza, se vino pronto a España pues se había
enamorado de una niña con coletas que al final resultó ser de su país natal.
Atanasio, Tana, para los de su
círculo íntimo, vio su figurilla de lejos, con el pantalón que no marcaba nada,
con esa coleta de pura raza, creyendo que era una de esas jóvenes amorfas que
tanto le gustaban, le echó una mirada de las suyas que la pizpireta chica no
apreció o no quiso apreciar. Le gustaba sus andares, su forma de manejar el
móvil, como llevaba la mochila...
Y Tana decidió venirse a
España por amor que no por amor a España pues de eso nada, monada.
Se inscribió en las Jornadas
que llevaban por título “Demos la vuelta a la realidad” que según le dijeron
impartía su amor.
De pronto se encontró con un
grupo más numeroso del que pensaba pues entre todos habría unos veinte. Ellas
se parecían a ellos pues todos lucían camisetas sudadas, pantalones andrajosos,
chanclas de piel con peste a pies y peludas sobaqueras. De tatuajes y demás
artilugios de metal ni te cuento. Aunque había orden expresa de no fumar allí
se olía a opiáceos hasta que se dio cuenta que todos fumaban en comunidad sus
porros.
¡Que dirían su padre Don
Trófimo o su madre Doña Voluptuosa al verlo con esa panda de prendas! ¡Qué
pensaría su augusta abuela Doña Pomposa! No quería ni pensarlo pues eso
supondría el fin de la herencia y de seguir viviendo del carajo que según dicen
es lo mismo que hacen los actores del porno ese...
Emoción apenas contenida,
expectación máxima, su corazón latía a mil por uno, tenía esa emoción de cuando
hace algunos meses se enamoró de Rosenda, la hija del guarda, que la puso
mirando para Rota cuando viajaban a Escandinavia.
Cómo Tana estaba detrás del
todo no pudo llegar a ver las facciones de la “niña de sus ojos”, por la que
había dejado todo, de la que ya se sentía enamorado y que en cuanto la
conociera le iba a proponer vivir juntos en su palacio del Rosellón Antiguo.
Tenía una voz meliflua y
aunque no le gustaba nada sentía igual atracción, no veía nada de nada, pero
escuchar, escuchaba menos porque no entendía ni lo que decía ni lo que callaba
a su vez.
Según parece tenía un nombre
muy pro-soviético pues todos le llamaban “Camarada” y eso, un niño bien de los
de toda la vida, no era plato de gusto para los que el proletariado es cosa de
deprimentes series antiguas.
Casi no se podía respirar, el
aire estaba viciado entre tanto sudor, tanto porro, tanto realismo inventado
que en un momento imprevisto una bocanada de humo “porriano” acompañado de
cenizas de yerba se le incrustó en los ojos y lagrimales que cuando se frotó
parecía que se arañaba y muy a su pesar se le formó una nube por imagen, es
decir, que no veía ni torta cuando acabó la disertación de la “niña de sus ojos
buenos”.
A tientas se acercó a la mesa
donde su amada Camarada atendía una llamada de un tal Echenique mientras le
decía que una vez más se la habían “Colau”. ¡Qué cosas!
Sin ver más que manchas pude
no obstante percibir su olor a perfume caro, su coleta cuidada en los mejores
centros de belleza y alta peluquería aunque vestía como vestía y tenía una tez
angulosa, por más que quería ver seguía estando en una nebulosa.
Con cierto temblor le dije que
hace tiempo sigo tu rastro Camarada y esta situación me ha creado un círculo
del que no salgo, pienso que podemos crear una relación que iría en progreso y
que me pondría dispuesto a la causa si la causa eres tú.
Sé que me sonrió y me dijo una
cosa que no olvidaré en la vida pues vi como empezaba algo muy bonito entre los
dos.
Bienvenido a casa compañero,
este círculo es hogar de compañeros, compañeras, camaradas y camaradas, donde
todos somos género y algunos con mala baba.
Desde este momento te acojo en
mi casa, serás parte de mí, penetrarás en todos los rincones de esta bella
causa que llevamos a cabo en este país donde pronto nos pondremos morados. Soy
líder de los que no tienen nada, de los que van desnudos por la vida, de los
maleantes y algún que otro terrorista que atentó por ideales y algunas
monedillas.
Camarada, caigo a tus pies,
estoy enamorado con tu labia, con tus labios...
Entonces se le acercó y lo
abrazó mientras le daba un piquito de despedida.
¡Nos volveremos a ver y
pronto! ¡En tu casa o en la mía que es la de todos!
Y se marchó, dejando mi
corazón amoratado de amor y melancolía pues cuando la nube se fue ya no la
veía.
Ya se la imaginaba junto a él
recorriendo medio mundo, dinero había para eso y mucho más, besándola e incluso
yacer en esos prados de la Antártida que tanto le ponían.
Se fue al Ritz, ese hotelito
que había en Madrid, pues quería descansar antes de emprender viaje a la casa
familiar para después instalarse en la Capital hasta que su amor lo volviera a
necesitar.
¡Estar enamorado es...
tarariro, tarariro...! Cantaba al estilo del eterno Raphael mientras se duchaba
con agua fría para quitarse el pestazo que había adquirido en la conferencia y
bajar el calor que le aprisionaba no el alma sino el pantalón.
De pronto escuchó el teléfono.
Era su padre Don Trófimo que a modo de saludo le increpó a grito perdido: ¿Pero
tú quién mierda te has creído para destrozar el prestigio de la Familia de
Campos-Jaramagos? ¡No te reconozco! Hasta Clicerio y Gregorio están destrozados
después del accidente de canoa que han sufrido!
Ni te digo como está tu madre
y menos abuela Pomposa que va y viene entre vahido y vahido.
¿Pero que he hecho augusto
padre? Dijo Tana en medio de la expectación.
¿Esta mañana con quién has
estado so gilipollas?
¡Ah, es por eso! Sonrío porque
se supuso que alguien lo vio con su prometida y ahora le han ido con el cuento
a sus padres.
Estoy enamorado y lo de esta
mañana se llama amor por la causa. En cuanto formalicemos nuestra relación la
llevaré para que lo conozcáis y así veréis que es genial.
¿Enamorado de ese mierda?
¡Por favor, augusto padre, no
te consiento que llames mierda a Camarada, mi prometida!
¿Prometida? Jajajajaja.
Enciende la televisión pedazo de memo...
La encendió y vio con sus ojos
lo que antes no pudo ver y se tuvo que sentar pues un malestar le embargaba su
ser.
En todas las cadenas
nacionales, internacionales, financieras, salía la imagen de él recibiendo el
piquito de despedida de la que creyendo su enamorada era ¡¡PABLO MANUEL!!
El titular no podía ser más
engañoso: Atanasio, llamados por todos Tana, hijo pequeño de Don Trófimo y
miembro de la Casa de Campos-Jaramagos despidiéndose de su amigo y camarada
Pablo Manuel que había impartido unas jornadas sobre el ideario del círculo
morado.
El hijo de un noble y
acaudalado empresario se ha hecho ropasuelta.
A Tana se le cayó el teléfono
de las manos mientras se hundía cada vez más en el sillón, se ahogaba, se
quedaba sin respiración y hasta la fuchinga del susto se escondió sin remisión.
¿Yo un ropasuelta con el asco
que me dan?
Y decidió irse a la Antártida unos
meses a ver que hacía con su futuro porque de vivir a cuerpo de rey de la noche
a la mañana para todos era un republicano y de eso nada de nada.
Se dice que Don Trófimo nunca
fue el mismo desde ese aciago día...
Jesús Rodríguez Arias
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