Hay que reconocerlo mi vida
como retal de tela es apasionante. Desde que dejé atrás todas las ataduras,
todas las cadenas que me ataban a lo que me venía impuesto y decidí dejar de
ser hombre, de que me gustaran las mujeres y empezar mi vida como género y dentro
de este como retal siento que la libertad es más grande, que nada me limita,
pues soy tan vaporosa como la seda cuando antes estaba más rígida que el
esparto.
Además que se conoce a una
multitud de géneros que te abren mucho el horizonte, ves y compruebas que el
horizonte no es lo que te dice los que ofrecen sus vidas por los demás por medio de una creencia religiosa, ni
tampoco los esquemas inamovilbles de eso que llaman “heteropatriarcado” que
dicen basarse en la ley natural. ¿Habrá algo más natural que ser género? ¿La
naturaleza no es también ser retal de tela? ¡Vamos, vamos, no me van a arrugar!
El otro día estuve con un
chico que había decidido ser una niña de tres meses por lo cual se pasó todo el
rato gorgojeando y cagándose encima. Al rato tanto mi amiga que decidió ser
hilo quebrado y después gato de porcelana, acabamos hasta el dobladillo del
bebé de 36 añitos de nada. Pero hay que respetar porque cada uno es del género
que quiere ser y punto.
Hace una semana me encontré
con un amigo de la infancia, cuando yo era un chico “normal y corriente” según
esta arcaica sociedad que nos rodea. Me saludó con su enorme sonrisa de siempre
y me dijo que me veía más rollizo. Le dije que no se equivocara, que no estaba
rollizo sino enrollado pues no sé si sabía que desde hace un tiempo había
decidido cambiar de género y hacerme retal de tela.
Él me miró con ojos llenos de
asombro y unas lágrimas se le vinieron desparramando sobre su tez morena como
la arcilla. Yo le dije que no se preocupara, que entendía que no entendiera que
su amigo de la infancia ya no fuera su amigo de la infancia sino un retal de
tela precioso y lleno de valor.
Me dijo que no, que no era
eso. Me dijo que se había casado con aquella chica que era tan guapa y que su
padre tenía la afamada mantequería “La Sebosa” pero que al poco tiempo dejó de
interesarle porque se enamoró del Eustaquio, que era el hijo de Modoncio que
tenía una paragüería en el Sahara.
Eustaquio era un mocetón rubio
zaíno que no tenía definida su sexualidad pues salía a su tío Morlaco que según
dicen tenía un miembro luengo como lo fue su vida.
Febe, que así se llama mi
amigo de la infancia, se cambió de acera dejando a mujer y dos vástagos a los
que pasaba unos generosos estipendios que quedaban en nada pues para eso estaba
su asesor legal, para maquillar sus millonarios ingresos en graves déficit por
los que cobraba subvenciones públicas varias.
Febe y Eustaquio de pareja se
habían hecho y vivían tan ricamente en un chalet adosado al banco que el
primero tenía en propiedad.
Me siguió contando Febe que un
día hablando con su pareja decidieron hacerse los dos del género líquido y que
un día uno sería una y otra sería otro así el día siguiente serían lo que les
salieran del luengo miembro que en caso de Febe era mucho más menguado.
Yo, que soy retal de tela, le
dije para no quedar en inferioridad: ¿Ustedes sois del género líquido? ¡Me
alegro porque yo soy Queer! Acordándome de esa amiga que tanto se cachondeó
conmigo en esa inolvidable cena.
Febe, una vez descansado de
declarar la liquidez de su género, me dijo que estaba recogiendo “firmes” para
cambiar el vocabulario sobre todo para que en las terminaciones de las palabras
que hacen uso al sexo termine con la letra e que es neutra, que es más líquida
que gaseosa, que es transgénere como les somes nosotres.
Firmé con nombre y apellides
mientras el papel era rubricade.
Desde entonces participo
semanalmente en una tertulia donde casi todo se habla con la e.
Buenes terdes e todes e todes.
Hoy es miércoles y son las
cinque y cuarte de la tarde. Sentades come siempre alrededer de le mese nuestre
queride Febe, representante del génere líquide, Eustaquie, representante del
génere gaseose e líquide y miembre
luengue y largue y nuestro retel de tele que es Queer come dice le amigue que
se cachondee de este génere.
Hoe vames a converser de la estacién
de tren y la dificultade de le tele cuande se arrugue per le caler.
Tengo que reconocer que acabé
la “tertulie” algo tarumbe pero fue divertido como Febe y Eustaquio se
ensalzaron en una pelee y enseguida cambiaron de género sin pensárselo. Febe huidizo
como un búho y Eustaquio salió como una ameba.
El otro día hablando con hilo
quebrado me dijo que la cosa está fatal porque antes cuando éramos tan solo
hombres y mujeres y no había tanto tipo de género la vida era más sencillita
porque ahora no sabes a que atenerte, por donde te van a coger las vueltas.
Ella que antes de cambio de género era azafata de vuelos cortos y tenía un
romance con el comandante más guapetón de todo el aeropuerto me confesó con voz
quebrada por el llanto de los recuerdos que decidió abandonar su sexualidad y
convertirse en género y dentro de él en hilo cuando Rodolfo, que así se llamaba
el comandante truhan, decidió dejarla por su legítima esposa. ¿Qué se habrá
creído? ¡Ni que llevaran 35 años casados! Aunque ahora viendo lo visto y
comprobando lo mal que está este mundo lleno de verdaderos majaretas se está
pensando volver a coger el uniforme y ponerse a volar como si nada pues la
opción de cambiar de género siempre la tiene.
Esta conversación tengo que
confesar que me dejó fuera de juego y me hizo pensar también en mi sedosa situación,
en mis damascadas ensoñaciones, y me sentí como el nailón y el tergal. Empecé a
recordar, no quería hacerlo pero se me venían imágenes a la memoria que en ese
momento era un simple costurero.
Hilo se estaba pensando muy
seriamente volver a volver a ser mujer y dentro de esta a ejercer su profesión
de azafata de vuelos cortos aunque sin pareja ni nada y eso me hizo
replantearme la situación que estaba viviendo pues aunque desde que decidí
cambiar de género y convertirme en retal de tela he conocido a géneros de toda
clase y condición aunque también me encuentro con géneros pesados que son un
verdadero tostón.
Los hombres y las mujeres, sea
cual sea su sexualidad, me miran con cara rara, con cara de estar frente a un
“majarón”, cuando les hablo y les confieso que soy un retal de tela algunos se
van al baño con un “apretón” y a carcajadas limpias otros me miran
circunspectos y me dan la tarjeta de un amigo psiquiatra, otros...
Sí, la confesión de hilo
quebrado y mi experiencia con el género líquido está haciendo el replantearme
seriamente ciertas cosas de esto del género.
Cierro los ojales y pienso:
“Que me acuerde siempre he querido ser retal de tela, ser vaporoso o rígido,
ser bello o pasar desapercibido, ser estampado o raya diplomática...” “Sí,
siempre he querido ser retal y no hombre con los atributos de hombre, con
gustos de hombre, con aspecto de hombre, con valor de hombre...” ¿Valor de
hombre? ¡Ni de mujer! ¡Con el miedo que me ha dado de siempre una penetrante y
violadora aguja!
Me quedo como retal de tela y
que el viento me lleve a donde quiera.
El género tiene estas cosas;
si quieres puedes cambiar y si no también...
Jesús Rodríguez Arias
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