El ropasuelta Andrés Bódalo ha ingresado en la cárcel por ser un "hombre de paz" al igual, y perdón por las comparaciones que pueden ser odiosas aunque también muy ciertas, como Otegui o De Juana Chaos.
Este hombre de gorra vuelta encasquetada en las sienes y una estrellita roja engarzada en la misma, ese hombre con atuendo de perfecto ropasuelta que lo mismo ataca un supermercado no atentando solamente contra el empresario sino contra los mismos trabajadores, ofende y agrede brutalmente a los Policías y le pega un guantazo a un político del PSOE con esa mano o puño que siempre lo tiene preparado para levantarlo al canto de la "Internacional" o hincarlo en tu cara si discrepas con sus ideas o forma totalitaria de ver la vida.
Sí, ese hombre, que es un ropasuelta en cuerpo y alma, al cual "la Tere", que no es la de las hamburguesas de la Feria sino la líder de los ropasueltas andaluces ha comparado con el extraordinario escritor y poeta Miguel Hernández ha sido condenado a cárcel y ella está desde hace unos días.
Ese hombre que es gran amigo de Gordillo, alcalde perpetuo de Marinaleda, y que es conocido por llevar el eterno pañuelo palestino, que viaja en primera clase, que perdió el "ifone" que le correspondía como parlamentario andaluz cuando ostentaba ese cargo y se manifestaba en Cádiz, que vive en su "utopía" aunque en verdad nadie sepa cual es aunque todos nos lo podemos imaginar.
Ese hombre que se considera "pacífico" a base de golpear a quien se ponga por delante, que vocifera, que insulta solo con sus gestos y que se cagó patas abajo cuando la Policía lo detuvo para que ingresara en prisión y lloró a moco tendido demostrando una sensibilidad que ya quisiera el mismísimo Miguel Hernández es al cual quiero dedicar mi artículo aunque en el preámbulo haya dicho todo de semejante sujeto.
Poesía son tus palabras,
tus gestos, insultos,
tus puños, bofetadas,
las ideas que echan tufo.
Qué bien lo conoces, Teresa,
que bien lo has defendido,
a este poeta más que poeta,
de guantazos prendidos.
Comparar con la excelencia,
al que por su violencia es conocido,
al que es más que un prenda,
al pacifista de los alaridos.
Los ropasueltas se defienden,
poniendo ejemplos baldíos,
entre ellos mismos se entienden,
sonrisas de corazones podridos.
El que pegó a la Policía,
a trabajadores y políticos,
el que vive en la utopía,
se cagó al ser detenido.
Sólo los ropasueltas son capaces de defender a quienes insultan y ofenden a manos llenas a los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, los que están en otros terrenos políticos, a los que trabajan dignamente, a los que ni por asomo son de su sitio.
Sonrisitas de hiena,
son los ropasueltas,
los que ladran y envenenan,
y su casa es la misma mierda.
Ahora os voy a dejar "NANAS DE LA CEBOLLA" del extraordinario poeta Miguel Hernández para que veáis que las comparaciones cuando vienen de boca de un o una ropasuelta además de odiosas insultan:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Y después de leer la extraordinaria poesía de Miguel Hernández, ¿Alguno me podría explicar en que se parece a Andrés Bódalo?
Lo dicho: Las comparaciones siempre son odiosas y a veces, como en este caso, un despreciable insulto.
Jesús Rodríguez Arias
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