Cómo
Suplicio e Iracundo son como son la primera se quedó embarazada del segundo en
menos que canta un mudo.
Después de
terminar el viaje de novios donde pudieron comprobar que en los hoteles de lujo
no hay desarrapados llegaron a su nuevo hogar que es una pequeña casita de 1800
metros habitables con un pequeño jardín de 15 kilómetros de extensión.
El embarazo
de Suplicio no hace falta decir que fue un auténtico suplicio para Iracundo y
para todos. Fueron meses que parecían años de lo avejentado que estaba Iracundo
y más cuando un suceso familiar lo trastocó de por vida pues había muerto su
padre D. Panciano ahogado en la bañera cuando buscaba un caballito de mar que
hacía tiempo veía.
Demócrito
sintió mucho la muerte de su amigo de la infancia y le envió un ramo de ramas.
También la
madre de Suplicio sufrió lo indecible cuando Mpoca Ganga dejó de prestar
servicios para escaparse con Mani, la ex de Iracundo, en una noche oscura como
un luminoso amanecer.
En una
clínica especializada en especies en vías de extinción nacieron los hijos de
Suplicio e Iracundo: Dos preciosos niños que eran gemelos, un varón y una
hembra que se llevaban dos años de diferencia porque así de raro fue el parto.
Enseguida se
les pusieron los nombres: Iracundo eligió el del niño que le puso Mangano en
honor al tío abuelo de su mejor amigo Calixto el preso y la niña Suplicio que
era de inmediato la descendiente de Baltasar.
Cosa rara
porque en la historia de las castas de Suplicio todos los matrimonios habían
alumbrado un solo hijo que era niña y todas llevaban por nombre Supliclio.
.¡Qué no,
que no puede ser! Decía la madre de Suplicio, “viuda” de Trófimo y abandonada
por Ganga cuando se enteró del desenlace: ¡En esta familia siempre hemos sido
de hijas únicas y de nombre Suplicio! ¡Qué no, hija que no reconozco a tu hijo!
¿A ver si ha sido un desliz de tu marido con esa tal Mani? Y es que cuando le
podía la indignación perdía la compostura.
.Mamá, yo
quiero a los dos por igual porque de mí han salido. Son gemelos aunque se
llevan dos años de diferencia. Mangano no es descendiente de Baltasar y ya
está.
Iracundo
Demenciano ante la ampliación de su familia, pues ya tenía mujer y vástagos,
entró a formar parte del cuerpo deplomático y de vez en cuando tenía que ir de
viaje a su propia casa. Este ascenso, tanto en lo profesional como en el
sueldo, hizo que D. Demócrito enseguida le hiciese socio del club selecto “El
Dormitar” y le cedió el sillón de su suegro difunto que disfrutaba tan
vivamente de Nimba P'uta allá en su tribu.
Los socios
le recibieron con ronquidos y se le hizo entrega del nuevo cojín el cual
carecía de la mancha de baba caída que es normal con el uso de años y años.
Por ser
recipiendario D. Demócrito en honor a la memoria póstuma de su gran desconocido
D. Trófimo le hizo el inmenso honor de presentar, por primera vez en la
historia, una de las afamadas Tertulias.
“No todo es
caca de vaca también las hay de caballos” que ofrecía el experto en cuestión y
socio de honor de la sociedad para la mierda D. Heces Moñiga.
.Hoy, mis
queridos todos, tengo el honor de presentar con lágrimas en los callos al nuevo
socio de este selecto club “El Dormitar” y que no es otro que Iracundo
Demenciano, miembro del cuerpo deplomático y yerno de D. Trófimo que en paz
descanse allá en esa tribu por la ruta del cóndor pasa.
Él, y es la
única vez que va a suceder, va introducir la tertulia de hoy que ha generado
gran interés y defecación. ¡Iracundo, bienvenido, tienes la palabra!
Nadie se
esperaba como se expresaba el bueno de Iracundo porque cuando saludó todos
dormitaban.
.Ggggnnnbuenastardesgraciasporestehonordepoderdormitareneldormitarporqueencasaconmimujerylosvástagoslohagofatal.Hoypresentoaunexpertoenelcampodelamierdaqueeslomismoquelamierdaenelcampocomodonhecesmoñigaconelcoincidícuandoeraprimerrecoge-cacadelserviciodecarruajesypostas.
En ese
momento paró para beber de sus propias babas y todos se levantaron para
aplaudir dando por concluida la presentación mientras D. Demócrito decía a voz
queda: D. Heces tiene la palabra. Mi querido Iracundo: ¡Vete a la mierda!
Suplicio ya
ejercía de madre y criaba en soledad a sus niños. Una decenas de meretrices lo
hacían con Mangano mientras su madre y ella que era la madre lo hacían en
exclusiva con la niña que era la que importaba pues era la descendiente de
Baltasar.
.¡Madre! He
conocido por los ecos de sociedad, se lo habían dicho a pleno grito, que el
embaucador de Mpoca Ganga ha dejado tirada a Mani y se ha marchado hacia la
ruta del cóndor pasa como guía de otro matrimonio.
Suplicio
madre, que desde que se fuera Trófimo dejó de ser Supli, le dijo con voz queda
chillando mesuradamente: Hija y madre de tu hija, Mpoca es un mal hombre aunque
de gran Ganga. Y lloró quedamente.
Su hija que
la veía apenada en su penar le dijo alegremente: ¡Hoy viene de visita Ñoki de
Rastrollo Seco con Pituti de Bienlamida! ¡Seguro que lo pasamos genial jugando
a de dos en tresss!
. Hija, le
preguntó mirándola a soslayo, cuando empiezas a trabajar pues D. Severo no hace
más que llamarme por las cañerías para preguntarme cuando te incorporas.
. Dentro de
nada masss una semanita y volveré a ser esa ejecutiva agresiva que tanto le
gusta a ese pelanasss de polvo en el párpado.
Con los
años, los niños crecían y Suplicio e Iracundo se hacían mayores.
Cuando se
encontraban en la madurez de su vida y con un capital ya ahorrado se dijeron
que había que buscar un lugar, un sitio, donde los niños puedan disfrutar
juntos por separado mientras el matrimonio daba riendas sueltas a sus
esfínteres.
Iracundo ya
era un dignatario indigno que lucía en sus perneras varias melladas mientras
Suplicio había ascendido en su empresa hasta sustituir a D. Severo que se fugó
con la última peca en el párpado.
Ahora ella
es la que gobernaba a su modo, manera y antojo la nueva empresa internacional,
aunque sus límites eran limitados, que cuajó tras unirse “Pontigues Afamados”
con “Rolón: Aceites de tractor”. La nueva empresa se llamaba: “Extinción de
Pagas Baltasar”, en honor de su antepasado. Tenía como cliente fijo a un
antiguo gobernante del ramo de la extinción como Claudio Monte de Oro.
Entre los
dos cobraban lo suficiente para criar a sus vástagos que estaban atendidos de
la mañana a la noche por 62 cuidadoras plenipotenciarias.
Un día algo
cansado de su arduo e indigno trabajo le dijo a Suplicio que estudiaba como el
quitar la paga al marido de la mujer.
Suplicioyaeshoraquenoscompremosunacasitapequeñaenmediodelapazyallícriemosanuestrosniñosenlascasasdelosotros.
Sí, amor
indigno, estoy de acuerdo contigo.
Había un
pequeño pueblo en medio del campo que tenía una bella casa de cinco dormitorios
y que el precio no era para nada desmesurado. Conocieron al dueño que era un
hombre sencillo aunque había estudiado en la universidad El Girasol durante los
últimos 65 años y hablaba tres idiomas en silencio.
Desde
entonces más de lo deseado por el pequeño pueblo la Familia de Iracundo y
Suplicio son un suplicio en un lugar para nada iracundo.
El conductor
los deja ya con todo preparado y se va a dormir a casa de la vecina del pueblo
del al lado que es la hija de la antigua sacristana que ahora viste hábito en
el reformatorio para mayores de 86 años.
En ese
momento Mangano que era un niño que ya veía cerca la pubertad y Suplicio hija y
nieta, la última descendiente de Baltasar, que era una marisabidilla como su
querida y déspota madre salían con la clara intención de trincar a algún vecino
que los invitaran por el cojín de su padre en “El Dormitar” a las sabrosas
comidas que ellos preparaban pues ya estaban hartos de comer todos los fines de
horas los famosos platos de Suplicio: Oreja de calamar rellenas de hojas de
girasol hervidas en agua de mar o pastel de todo y de nada.
Era
significativo y audible el estruendo conjunto y armónico del portazo de todas
las puertas a la vez cuando llegaban estos indeseables nuevos vecinos. ¡POMP! Y
el silencio se hacía entre la vecindad que asustada se escondía tras las
albercas mientras el suplicio de los hijos de Suplicio e Iracundo recorrían las
calles mirando que casa entrar.
Y mientras
todos se “divertían” Iracundo y Suplicio se sentaban en el único restaurante
para tomar algunas cosillas que siempre dejaban sin pagar pues ellos decían que
no les iban hacer el feo a sus vecinos que seguro los quieren invitar. ¡Y es
que son de listos...!
Así pasaban
los días, los meses y los años en compañía de solo ellos en un pueblo fantasma
donde había cientos de almas y todas tras las paredes.
Con el
tiempo Iracundo se enteró de buena tinta de pez que D. Trófimo, su suegro,
había vuelto otra vez a la vida y que había entrado un día en “El Dormitar” con
muchos años más y muchos kilos menos, con aspecto inmejorable y de gran humor.
Dice que D. Demócrito cuando lo vio se le avanzó para abrazarle las coderas y
le dijo con sana estupefacción:
¡Trófimo!
¡Has vuelto! ¡Qué bien estás¡
Y D. Trófimo
le respondió quedamente:
¡Es que
estar muerto rejuvenece!
Y todos se
alegraron menos Iracundo que de la noche a la mañana perdía su sillón.
Jesús Rodríguez
Arias
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