domingo, 31 de diciembre de 2017
sábado, 23 de diciembre de 2017
jueves, 14 de diciembre de 2017
LA VIEJA CASA DEL MOLINO ROTO
Los niños del pueblo le tenían
ese miedo que ofrece lo desconocido o lo que en verdad no se quiere conocer.
Vivía junto a sus abuelos en la destartalada casa que hay al final del cauce de
viejo río cuando ya las casas de los vecinos se han perdido incluso de la
vista.
Decían que nunca salía, que
cuando se asomaba a la ventana parecía como un alma en pena, que sus abuelos la
tenían encerrada, que…
Todos sabían que allí, en la
vieja casa del molino roto vivían los Sarmientos con su nieta después de que
sus padres murieran en un fatídico accidente de tren hace más de 10 años.
Murió el joven matrimonio y
dos de sus tres hijos pues la más pequeña se pudo salvar ya que cayó entre las
sábanas de las maletas abiertas tras el impacto.
Los Sarmientos siempre habían
sido un matrimonio raro, circunspecto, oscuro y alejado de la mundanidad. Don
Eulogio había sido el secretario del Ayuntamiento durante más de 40 años y Don
Fermina se había dedicado a cuidar al único hijo de entrambos. Luisito, que así
se llamaba, era la alegría personificada, era la luz, el color, la sonrisa en
una casa en la que parecía instalada la tristeza y el luto permanente desde que
su pequeña hermana Consolación murió de tisis una noche de un aciago día en
pleno mes de noviembre.
Los Sarmientos se marchitaron
con un dolor que no llegaron a superar aunque tuvieran otro hijo que fue la
gran víctima propiciatoria del dolor que en demasiadas ocasiones llega a ser
muy egoísta.
Luis, siempre fue un niño
alegre que cambiaba cuando llegaba a la vieja casa del molino roto pues allí
vivía en el penar. Nunca entendió a sus padres que preferían llorar y esconder
su dolor que mostrarlo y recibir el cariño de todos cuantos los querían que
eran muchos.
Luis, que tenía predestinado
el cargo de secretario del ayuntamiento cuando se jubilara su padre, decidió
dar un salto al vacío y entro a formar parte de la Guardia Civil. Prefirió una
vida de servicio y sacrificios, una vida en color verde Esperanza, a una vida
gris, oscura, de luto y penuria permanente. Prefirió que era mejor morir por
España que morir de pena.
Los Sarmientos quedaron más
hundidos en su penar cuando Luis se fue para nunca más regresar. Con el tiempo
se echó novia, casó y tuvo descendencia hijo por hijo que de vez en cuando,
nunca en noviembre, iban a visitar a los abuelos que los trababan desde esa
frialdad que da el propio desconocimiento.
Un mal día, de un aciago año,
el tren en el que viajaba la familia descarriló y los vagones saltaron por lo
alto. El resultado fue catastrófico: Más de 200 muertos y tan solo 7
supervivientes que quedaron o maltrechos o malheridos.
La familia de Luis murió al
completo salvo la pequeña que se salvó de milagro porque cayó su cuerpecito en
una maleta que llevaba las sabanas de alguien. Fue la que quedó mejor parada,
fue la que salvó su vida, fue la que fue condenada al dolor y la tristeza
porque se fue a vivir con sus abuelos que penaban su pesar de haber perdido no
solo a su hija que murió un noviembre de tisis sino a su querido Luis que había
muerto junto a su familia en ese horrible accidente de tren.
Don Eulogio fue el encargado
de ir al Cuartel donde se le rindió un sentido homenaje, donde se le impuso una
medalla que le fue entregada junto a la bandera de España que cubría el
féretro.
Desde entonces Don Eulogio
casi no entra en la biblioteca de la vieja casa del molino roto porque allí
está depositada, como la dejara aquél día, la arrugada bandera junto a la cada
vez más mohosa medalla…
Pero la niña pronto se hizo
notar, pronto quiso vivir fuera de esas pesadas cortinas que envolvían todo de
negrura, quiso que los Sarmientos no estuvieran marchitos sino que volvieran a
florecer a la vida.
Para asombro de los niños o
los vecinos que a esa hora pasaban por delante de la vieja casa del molino
roto, para estupefacción de sus abuelos, ese día no fue como había sido antes
sino que empezaría algo al que no estaban acostumbrado en esa casa: ¡Dejaría entrar
la vida!
La pequeña, que ya tenía 11
años recién cumplidos, se había vestido con un trajecito color verde, en honor
al verde uniforme de su padre, y había dejado derrengado en el baúl ese que
siempre se ponía gris tristeza. Había abierto las cortinas y las ventanas
dejando que un halo de luz potente del sol invadiera cada estancia. Dejó que
una ráfaga de aire puro descongestionara el aire viciado de dolor y llanto
eterno porque desde ese mismo día empezaría a entrar vida y alegría en esa
casa.
Doña Fermina se había sentado
en el recio sillón y aguantaba su penar entre sus manos mientras los ojos,
pocos acostumbrado a la luz, se cerraban. Enseguida llegó Don Eulogio, enérgico
como era él, dispuesto a poner orden ante el desconcierto que es la misma vida.
Entonces se la encontró, a su
nieta, vestida de verde Esperanza que era el color de ese ya anciano matrimonio
hace ya tanto que ni se acordaba. Vio una inmensa sonrisa, unos ojos llenos de
vida, unos brazos pidiendo un abrazo.
Vio tanta vida, tanto amor,
tanto como se le había escapado entre las manos por llorar no sus penas sino
sus miedos que le dijo a su mujer que se dejara de tonterías que por los niños
ya no podían hacer nada, que ellos ya eran felices, y que ellos también se
merecían serlo por ellos y por la niña de esos ojos llenos de vida.
En ese momento se abrazaron
Eulogio y Fermina, un abrazo de amor maduro y madurado, de años y tantas
vivencias. Un abrazo que no se dieron cuando murió su hija ese noviembre de
tisis ni tampoco cuando su hijo Luis muriera junto a su familia en aquél
accidente de tren…
Un abrazo que necesitaban
darse pero que cada uno escudándose en el dolor nunca llegaron hacerlo.
Tenía que ser una pequeña con
los ojos llenos de vida, con sus tirabuzones rubios como los de su madre, con ese
genio alegre y optimista como su padre, que vestía color verde Esperanza la que
hizo que ese preciso día empezaran a vivir de nuevo, que empezaran una nueva
vida.
Desde entonces la vieja casa
del molino roto nunca fue la misma pues en ella se instaló la alegría, la
chiquillería jugaba en sus bonitos columpios mientras los amigos de siempre de
los Sarmientos volvieron a ocupar un sitio en la vida de este anciano
matrimonio que ahora si estaban llenos de vida.
Y todo fue por su nieta, su
querida nieta, que un día decidió que la vida hecha alegría en la Esperanza
volviera y habitara el cementerio que a base de recuerdos en esa fría casa se
mantenía.
Todo fue cambiar el color del
vestido, descorrer las gruesas cortinas y dejar entrar en el salón el sol que
nos alumbra cada día.
Todo fue gracias a su nieta,
su nietecilla, que se llama Esperanza como la vida misma.
Jesús Rodríguez Arias
Con este artículo me despido
hasta que pasen las Fiestas que están por venir ya que son días de mucho
trasiego familiar, de muchos reencuentros, de muchas alegrías, de muchos
recuerdos, de mucha Esperanza…
Os deseo a todos una Feliz
Navidad y un año 2018 lleno de lo mejor para seguir compartiendo la vida día a
día cada vez que abrimos la ventana.
jueves, 7 de diciembre de 2017
LA ABUELA LUCÍA.
No sabe por qué pero cuando
estaba junto a su abuela Lucía se sentía bien, acogida, con el calor esponjoso
del Amor. Su abuela Lucía era ese tipo de persona amable, sencilla, siempre con
una sonrisa en la mirada, nunca se quejaba, nunca protestaba, nunca le dolía
nada aunque le costara tanto levantarse de la silla para ir a trastear a la
cocina o limpiar aquél cacharro que ella decía no tenía el brillo de siempre…
Es que su abuela Lucía lo era
todo para ella y más desde aquella tarde de aquél verano que no olvidará
mientras viva.
Juan y Marga eran sus padres,
eran dos personas que aunque ya entraban en la madurez siempre parecían
demasiados jóvenes, eran ese tipo de personas que no quieren envejecer sino
permanecer en la eterna juventud de cuerpo porque el alma es otra cosa.
Juan y Marga llevaban los dos
un despacho profesional que los tenían absortos en su trabajo, en sus
reuniones, en sus viajes, en sus congresos, en sus cosas… Por eso no querían
tener hijos porque ellos y sus carreras estaban antes que nada ni nadie.
La pequeña Lourdes fue
concebida una exitosa noche tras la presentación de un brillante proyecto que
fue aprobado por una empresa árabe, de las del petrodólar, de las que algunos
viven muy bien y el resto, el resto no aparece en las fotos.
Juan y Marga, que por entonces
no estaban ni casados, en verdad nunca lo estuvieron porque ellos no creían en
nada salvo en ellos mismos, pasaron de las copas, a las risas, de las risas, a
los susurros, de los susurros a…
Cuando Marga supo que estaba
embarazada se llevó un gran disgusto pues era una piedra en el camino de la
felicidad que había construido con Juan. Se lo dijo y él estuvo varios días sin
hablarle porque se sentía engañado, porque no quería a esa criatura que fue
fruto de una noche de pasión y de éxito.
¿Así me lo pagas? ¿Quedándote
embarazada?
¡No es culpa mía, Juan! ¡No es
culpa mía!
Fue la abuela Lucía, la madre
de Marga, la que cogió el toro por el cuerno y la arropó, la animó a tener a
esa bendición, a un ser único, a un regalo del mismo Dios…
¡Cállate mamá, que Dios no
existe! Le refutaba indignada Marga que vivía para y por ella. No dejó de
hacerlo en los meses que duró el embarazo pues no cambió ni su agenda ni su
forma de vida. Ella quería abortar, Juan se lo decía insistentemente, pero
había un algo que se lo impedía y sobre todo la abuela Lucía que siempre le
contestaba: ¡Cuando lo tengas me lo das y Santas Pascuas!
Al principio no lo eliminó
porque empezaron a contratarlos empresas del ámbito prenatal y después porque
aunque no quisiera reconocerlo empezaba a querer a esa criatura mientras Juan
la miraba con desprecio mientras le ofrecía sus piropos a todas menos a ella.
Marga, hija, ese novio tuyo es
un mal hombre. ¿No ves cómo te maltrata? Pues que sepa que la hija que traes
adentro también es obra suya, que debería quererla porque creo que es lo único
bueno que ha hecho en su vida.
¡Calla, madre! ¿Tú que sabrás!
Aunque después quedaba callada
pensando en la verdad de la realidad que había dibujado su madre.
¡Qué diferencia entre el
cabeza loca de tu Juan con la honorabilidad y el cariño de tu padre!
Nicolás, fue durante su vida
Guardia Civil y vivió desde la rectitud de comportamiento y el cariño de su
carácter amable y bondadoso. Ayudaba a todos por igual y para él nadie fue más
ni menos que nadie.
Murió hace algunos años cuando
llevaba más de 10 retirado. Quiso morir con su verde y gastado uniforme y esos
galones que le habían costado sudor, mucha sangre y todo el Honor del mundo.
Todavía se le recuerda y hasta el alcalde le puso una calle cerquita del viejo
Cuartel.
Si Nicolás hubiera vivido
seguro que ponía a Juan en órbita de una gran patada en el culo pues un chulo
prepotente, un niñato engreído, no hace lo que le está haciendo a su Margarita
del alma.
Pero ha muerto y es ella,
Lucía, la que tiene que luchar con las “armas” de mujer y sobre todo de madre
porque ansía ser abuela de una inocente criatura que ha tenido la mala suerte
de tener unos padres que solo miran por y para ellos porque los demás ni
interesan, ni existimos.
Marga, empresaria chic, quiso
dar a luz, parir de toda la vida, en la mejor clínica del país porque así
saldría en las fotos que después le reportaría negocios, intereses y
dividendos.
En el papel couché se pudo ver
a un “emocionado” Juan que llevaba un ramo de flores a su pareja y un gran oso
de peluche a su hija. Sonrisas, poses y una cara de asco cuando se encontró con
una enfermera cuando le dio a su hija en brazos.
Juan le dijo a Marga que la
niña se llamará Oásis, que era un nombre moderno y que vendría bien a nuestro
despacho.
Marga asintió y le dijo que
pensaba.
Marga, no te nubles cariño,
dejaremos que cuide a la niña una empresa que se dedica a estos menesteres, que
tu y yo tenemos muchos proyectos por delante. Después cuando crezca la
meteremos en un internado, después a la universidad en Estados Unidos y cuando
se quiera dar cuenta seremos dos desconocidos para ella y ni querrá vernos.
Le pasaremos dinero para que
no le falta de nada y que nos deje en paz.
Y Marga lloró, no por alegría
sino por inmensa tristeza al ver y comprobar como el egoísmo de Juan era tan
devastador.
La abuela Lucía que estaba
sentada en el sillón de esa famosa clínica con la pequeñita en brazos se
levantó y les dijo que de eso nada, que la niña se llamará Lourdes y que se
quedará en casa, en la mía, en la de su abuela, en la de su madre si ella lo
quiere.
Fue tal la determinación y
fuerza de esa frágil viejecita que no hubo respuesta.
Juan le dijo a Marga: Sí, tu
quieres que eso sea así ya hemos dicho lo que teníamos que decir y hemos
terminado. Disolvemos el accionariado de la empresa y tu te quedas con esa niña
y yo con el éxito. ¿Tu verás?
Una pregunta que jamás fue
respondida pues la abuela Lucía, puso a la niña en su cunita, cogió por el
brazo a Juan y lo conminó hacia la puerta mientras le decía con su habitual
amabilidad: ¡Vete de aquí mezquino y no vuelvas! Desde ahora Marga ya no es nada
para ti, nunca lo ha sido, pero ten seguro que Lourdes, te guste o no, siempre
será tu hija aunque ni ella ni nosotros queremos nada de ti. Vete con tu oso de
peluche y esas flores de plástico y se las pone al jeque ese que va tan
abrigado.
Desde entonces Juan marchó
para siempre de sus vidas. La pequeña fue bautizada con el nombre de Lourdes y
su abuela Lucía le regaló esa vieja medalla de su abuelo con una pequeña imagen
de la Inmaculada de la que era tan devoto.
Lourdes ha crecido con sabor y
calor de hogar, del de su abuela Lucía y el de su mamá que trabaja en los
archivos del pueblo y que se le ve muy feliz.
Mamá está saliendo con
Bernardo, el músico que lleva instalado en el pueblo más de 10 años componiendo
canciones que después suenan en la radio. Dice abuela Lucía que más temprano
que tarde pasarán por vicaría pues a los dos se les ve muy enamorados, se
respetan, se quieren…
Su abuela Lucía le dijo que su
papá se llamaba Juan pero que un día se fue para no volver jamás. La pequeña
Lourdes comprendió que había ido al Cielo como su abuelo Nicolás mientras la
abuela pensaba en silencio:
¡Qué más quisiera Juan llegar
a parecerse a Nicolás! Su marido era un hombre querido, bondadoso y de Honor
que nunca se arrastraba y el miserable de Juan es un ser arrastrado que por
éxito ha vendido y perdido lo más grande y valioso que tendrá en su mezquina
vida. De vez en cuando lo ve, cada vez más mayor y decrépito, de fiesta en
fiesta con las jovencitas que ansiosas de prestigio son capaces de ser
cortejadas por esta clase de indeseables…
Hoy almuerzan todos en casa:
Viene Bernardo con su hija Marga que están preparando la boda, una cosa
sencilla, para la próxima primavera. Ha puesto la mesa junto a Lourdes y ahora
espera mientras reza y observa como la nietecilla de su vida mira al cielo y da
un beso a la medalla de su abuelo Nicolás, a esa pequeña imagen de la
Inmaculada que nunca se quita y que tanto ama.
Jesús Rodríguez Arias
sábado, 2 de diciembre de 2017
RETALES DE TELA: 155 POR LA SISA.
No es que esté indignado ni furibunda ni mosqueada estoy hecha un ovillo pues no se puede tratar a los que somos género con ese desdén, ese desprecio, esa persecución…
Menos mal que en la república
independiente de los retales de tela y otros géneros ya somos muchos y los que
quedan por llegar. Hemos recibido una carta de Puigdemont pidiendo asilo
político con embajada en Bélgica. Ya hemos decidido que sea género “pelucón del
2” y que viva donde quiera aunque sea ciudadano republicano de la del retal de
tela.
¡Hay que ver que le gusta una
embajada a un independentista!
Dice el torpe de Mariano que
como se entere de algo va a la haya y verá como coge algún fruto. Forcadell ya
está dentro del género denominado “cagarruti” y Trapero entra de lleno en retal
aunque de calidad inferior a una buena seda o terciopelo pero como es género él
decidirá que ser cuando le de la gana.
Pero mi tribulación no es por
ese sentido sino por Oriol Junqueras que está metido en presidio por pensar que
podía ser independiente. Él que es género oso panda y que se puede decir que es
la reencarnación de Carlos Jesús y su planeta raticulin.
El día menos pensado entra por
el penal una nave planetaria con sus annunakis y todo y verán los opresores que
piensan de todo esto. Los hombres de verde, que según me ha dicho mi amiga la
ministra de igualdad Hilo Quebrado, son unos extraterrestres. Pues a lo que
iba, “Los hombres de verde” han anunciado que quieren visitar en esta república
independiente pues quieren hacer unas averiguaciones por si les da por pedir
también asilo político.
Yo encantada pues bien sabéis
no me pliego con nuevos horizontes y que soy capaz de moverme como las
sacrificadas banderas que han sido víctimas de la aguja violadora y penetrante
que ondean al viento con elegancia natural aunque sean de nylon.
Le he pedido opinión a un
amigo que es género flojo que se dedica a investigar sin descanso mientras está
tumbado en la cama todos los efectos nocivos de los invasores que según él
somos ¡¡nosotros!!
Él es el que ha informado en
petit comité mientras se comía un bocadillo del género morcón ibérico que Oriol
no era Junqueras sino Carlos Jesús y me lo ha argumentado diciéndome que lo mire
en internet. Lo he hecho pero no he encontrado nada aunque si lo dice él que es
un experto en la materia no hay nada más que decir.
Le encanta que le digan que es
el “contrapoder” y le he cuestionado sobre la visita de “Los hombres de verde”.
Se ha quedado pensativo mientras se tomaba unas lonchitas de género jamón de
jabugo y limpiaba sus dientes de los hilillos de tocino tan propio. ¡Ya está!
¿El qué? ¡El puto tocino que se me había metido entre las muelas!
Y ahí quedó la reunión con mi
jefe de seguridad interplanetaria y otros géneros…
Con esta honorable visita y
como soy generoso más que generosa he otorgado una amnistía sin precedentes a
600 agujas violadores y penetrantes que han sido capadas y se les ha cortado la
punta quedando inutilizadas para su agresora función.
Todo estaba preparado para el
recibimiento y hasta he encargado una himno extraordinario para recibir a esos
habitantes de estos planetas que querían conocer un lugar único en el universo
como es nuestra república independiente de retales de tela y otros géneros…
Se lo he encargado al famoso
músico Sordo de Oídos que antes era una chica y ahora es felpudo de coche pero
que nació merluzo.
La letra es del puño, la hoz y
el martillo, aunque estos elementos no se toquen que cansan muchos, nuestro
“contrapoder”.
Bienvenidos hombres de verde,
venís a vuestro hogar,
aquí nadie os agrede,
aquí no se vive regular.
Somos géneros de géneros,
somos lo que queremos ser,
el retal lleva el gobierno,
y las cuentas las paga el pp.
Hogar de annunakis excelso,
donde no hay don sin din,
donde todos somos género,
desde Carlos Jesús a
Raticulín.
Bienvenidos hombres de verde,
la república es vuestra nación, los retales y sus congéneres os dedican esta
canción. Chin pon.
¡Qué emocionada y orgulloso
estoy! Seremos si firmamos un tratado la primera república interplanetaria de
los retales de tela y otros géneros. ¡Jódete Puigdemont!
Hoy estoy especialmente
transpirable y la emoción se cuela por los poros de mis entretelas.
Hilo Quebrado con voz trémula
por la emoción gritó que ya estaban aquí y se desmadejó pues le dio un vahido
de los suyos mientras “contrapoder” iba a recibirlos con todos los honores
mientras se hurgaba en las muelas a ver si encontraba el hueso de esta aceituna
que ya ni era género ni nada.
Venían en un coche negro… ¡Qué
raro donde está la nave que decía Carlos Jesús!
¡Buenos días hombres de verde
soy el contrapoder y jefe de seguridad interplanetaria de esta joven república
de los retales de tela y otros géneros!
Ante él uno que debía ser un
alto cargo en los annunakis que me miraba con asombro…
¡Ustedes están todos locos!
¡Desde este momento nos hacemos cargo de este territorio por orden del
gobierno! ¡Queda intervenido todo y todos a la cárcel no por sedición sino por
malversación!
Y aquí me veo en el presidio
junto a Oriol que de cerca pierde mucho aunque cada vez se parece más a Carlos
Jesús.
¿Miren de pensar que els homes
de verd eren marcians? ¡vostès estan bojos!
Eren de la Guàrdia Civil! ¡Majaderos
que sou uns poca-soltes!
Y es que era verdad, los
hombres de verde no eran marcianos, eran de la Guardia Civil que nos han
aplicado el código penal al completo y aquí me encuentro hecha una felpa a ver
que nos pasa…
Mientras Puigdemont creyéndose
que es embajador de los retales de tela en Bélgica. ¡¡
serà carajote!!
Jesús Rodríguez Arias
jueves, 30 de noviembre de 2017
DON LUCAS.
Venía de una larga saga donde
todos los hijos varones primogénitos se llamaban Lucas. Todos los que así se
bautizaban parecían predestinado para seguir con esta vocación que ha pasado de
generación en generación en su propia familia.
Su despacho era antiguo y en
su biblioteca se apilaban los libros hasta no poder caber más. Su mujer Teresa
decía que era imposible limpiarlo con holgura pues cuando no estaba él
estudiando aquél tema que lo traía tan preocupado estaba siempre con alguien departiendo.
Lucas siempre ha sido un buen
hombre, generoso y todos sabían en la comarca que él no se haría nunca rico
pues casi no cobraba un céntimo por ejercer su labor.
Lucas era de esa estirpe de
hombres que prefieren servir a ser servidos, prefieren llevar la condecoración
del cariño de todos que sentarse en augustos sillones de afamadas academias. Él
pudiéndolo tener todo nunca ha tenido nada de nada al igual que su padre,
abuelo, bisabuelo…
Eso sí su nombre, sus
apellidos, su casa, era garantía para tantos que llegaban desahuciados en todos
sentidos. Era el último recurso, ese atisbo que se abre a la misma Esperanza.
Lucas ya lucía demasiadas
canas aunque mantenía esa hidalguía que tienen los caballeros de toda la vida.
Su chaqueta, su corbata, su camisa bien planchada, su pantalón y zapatos
relucientes adornaban ese caminar pausado, de los que se toman la vida según
viene y disfrutan de cada instante. Él sabe bien lo que es la enfermedad, el
dolor, el padecimiento, la preocupación…
Se le puede ver cada día,
tarde e incluso noche en su destartalado y viejo coche de arriba para abajo por
el pueblo, por los caminos perdidos donde habitan tantos e incluso visitando de
vez en cuando ese monasterio donde se encuentra Madre Encarnación que ya va
para el siglo y se le nota.
Se le puede ver en la puerta
de su casa, con su bata blanca de pureza y pulcritud, su fonendo al cuello, sus
gafas y esa sonrisa que le es tan característica.
Buenas tardes, Eugenio. ¿Otra
vez por aquí?
Y es que Lucas es el médico del
pueblo…
Médico de los de generación en
generación, de los de vocación auténtica, de los que le gusta servir siempre
pues todos tienen derecho por lo menos a ser atendidos porque la salud no
debería entender de dineros, de clases, de comodidades…
Su padre le dejó su casa, ese
noble despacho, una inmensa biblioteca, el cariño y el respeto de todo el
pueblo y una cuenta corriente con número rojos pues como bien decía ser médico
en un pueblo es incompatible con tener dinero.
¿Porque como le vas a cobrar a
Salustiana que quedó viuda hace 25 años? ¿No tiene derecho el niño de Miguel a
que le curen ese mal resfriado? ¿O es que Don Ambrosio, que se muere poco a
poco, no se merece al menos que le mitiguen los dolores?
¿Qué no pueden pagarte? ¡Ya lo
cobrarás en el Cielo!
El código deontológico de su
Familia siempre ha sido: Servir, Curar y Amar.
- Pero padre con eso no se
vive…
- ¿Qué no se vive? En los años
que llevo como médico nunca me ha faltado un plato de comida pues dinero no
tienen pero se quitan de comer para que tu lo hagas.
Lucas fue a la facultad y
salió médico a la primera con inmejorables notas. Una prestigiosa clínica
internacional le estuvo tanteando pero tenía que marchar a Estados Unidos donde
seguro que ahora sería una eminencia y estaría cotizado al mil por cien.
Hasta la hija de uno de los
socios inversores quería salir con él pues lo veía como la continuidad al
proyecto empresarial en el que se había educado. La verdad es que Lucas en esos
años perdió la noción del tiempo y de sus raíces y fueron muy pocas la veces
las que se acercó a la casa familiar y al pueblo que por aquél entonces le
parecía decrépito.
Su madre Remedios le decía a
su padre: “Este niño lo hemos perdido”. “Seguro que es el fin de esta consulta,
pero esto dicen es el progreso”. Lucas, padre, la miraba con ojos llenos de
bondad y le decía que él tenía confianza en su hijo, que seguro que vuelve, que
por mucho oro que le puedan dar este no puede pagar la verdadera riqueza que es
el cariño aunque cuando se metía en su viejo despacho acariciaba esa imagen
policromada de San Lucas mientras le decía que se hiciera la voluntad de Dios
pero que él también estaba perdiendo la Esperanza.
Al final decidió irse a las
Américas y se instaló allí como un afamado y reconocido doctor cobrando tanto
que parecía más un magnate que un galeno.
Un día recibió una llamada, a
cobro revertido, era su madre que le decía que su padre había cogido unas
fiebres malas y se estaba muriendo, que volviera, que lo quería ver, abrazar…
Pero Lucas no dependía de él
sino de esa maldita agenda, esa secretaria, esa clínica, esa “novia”…
Intentó anular todo para ir
con su padre pero tardó más que lo deseable. Aparte estaba el viaje…
Cuando llegó a su casa no
había nadie en la consulta y paquita, la sexagenaria enfermera, lo miró con
inmensa tristeza. Subió y se encontró con su madre con los ojos hinchados a
base de llorar, se encontró la casa tan vacía que no la reconoció, se encontró
que la muerte había visitado aquella cercenando de ese abrazo, de esas últimas
palabras, que su padre quería darle.
¿La muerte? ¡No, él!
Y asumió con inmensa tristeza
que había cambiado su vida por una que ni le hacía feliz y menos libre.
Pensó que había derrochado el
mayor patrimonio de su familia: El ser médico de pueblo. Pensaba que nadie lo
miraría, que no le perdonaría que hubiera fallado así a su padre porque él
tampoco se lo perdonaba…
Y paseó por la ladera del
viejo puente mientras el río arrastraba con fuerza todo su caudal después de
las últimas lluvias. Lloró amargamente pues había abandonado su vida por el vil
metal, la fama, el prestigio y el solitario éxito.
Paseo su tristeza y su
desconsuelo pero se encontró a unos vecinos que lo querían desde siempre, que
no podían olvidar lo que su familia, su padre había hecho con cada uno de ellos
y hasta Don Ambrosio se había levantado de la silla para abrazarlo y
testimoniar su pesar por la muerte de su padre tan querido y tan bueno.
Decidió romper con ese
presente que no le gustaba para quedarse en su pueblo, en su casa, en ese viejo
y noble despacho con la mejor biblioteca que había conocido. Decidió ser médico
del pueblo, el octavo de su generación.
Se casó con Teresa, se
conocían y amaban de toda la vida, tuvo tres hijos y el primero se llama Lucas
que está terminando la carrera de medicina y ya le ha dicho que él cogerá el
testigo, que como aquí en ningún lado.
Su hijo Rafael, el segundo,
está estudiando para farmacéutico y ya le ha dicho Hilario que se venga para
ayudarlo a la Botica y María, la pequeña, que ya es una mujer tan bella como lo
fue su madre a su edad acaba de comprometerse con el hijo de Luciano que como
él es Guardia Civil…
Y es que Lucas es médico de
pueblo, el que recibe a todos por su nombre, el que camina con esa elegancia
natural que Dios le ha dado, el que cuando pasa por la puerta de la vieja
ermita se persigna, el que morirá pobre en dineros pero rico, inmensamente
rico, en Amor…
Jesús Rodríguez Arias
Jesús Rodríguez Arias
jueves, 23 de noviembre de 2017
¿QUIÉN HA DICHO QUE LOS ÁNGELES DE LA GUARDA NO EXISTEN?
¿Quién dice que un niño no
escucha cuando está dentro del vientre de su madre? ¡Claro que lo hace! Y él lo
sabía muy bien.
Sabía que tenía dos hermanitos
más y que eran traviesos hasta decir basta. Su abuela Angustias, a la que
reconocía porque la hablaba entre susurros, le decía que ojalá Pascualín fuese
más bueno porque si no estábamos aviados.
Sabía que abuelita estaba sola
porque abuelo José murió una noche de fiebres malas, de eso hace muchos años
ya, y que le hubiera encantado conocerte pequeñito mío.
Sabía que mi madre Salud se
emocionaba mucho con estas cosas porque lo sentía, en su respiración, en todo.
Cuando se está en el vientre vives la vida de otro modo, en un submundo que
nadie ha logrado nunca llegar a adivinar.
Sabía que mi padre se dedicaba
al campo y que estaba fuera de sol a sol y que cuando llegaba intentaba jugar
algo con mis hermanos, estar con su mujer y tocarme por medio de la barriguita
de mamá.
Sabía que mi padre no era
creyente pues cuando abuelita o mamá le hablaban de echarme las aguas cambiaba
de tema y decía que eso si que no. Notaba la preocupación de mi mamá y abuelita
porque ella querían inculcar el camino de la Fe en Cristo a su pequeño
Pascualín. Fe que ha hecho a esta familia encarar la vida de otra forma y de
comprender mejor lo que significaba algo que llamaban Amor que no sabía lo que
era pero tenía que ser algo muy grande.
Abuelita me decía que no me
preocupara que al final papá es el primero que va a rezar al crucificado que
preside la vieja y destartalada Iglesia y que ella misma lo ha visto llorar
como tan solo hacen los hombres recios y fuertes. Que decía no creía porque su
padre quemó dos conventos que es cosa que su papá nunca entendió que para
defender sus ideas hubiera que asesinar las contrarias. ¡Así nos ha ido a
España, maldita sea!
Mamá se le notaba muy cansada,
casi no se levantaba de la cama o de la silla, ya no se escuchaba trastear en
la cocina o echar esas horillas en casa de Doña Socorro que es la viuda del
antiguo farmacéutico que ya dicen roza los 90.
Es que hija ya te quedan
apenas tres semanas para que Pascualín vea la luz y conozca este mundo que
hemos hecho para él.
Yo me decía: ¿Será mejor o
peor que este? ¡No podía saberlo pero me gustaba imaginarlo!
Mis hermanos Gregorio y
Dionisio se acercaban a mí cuando mamá dormía y me decían que seguro que era
pecoso como la prima Brígida, que cuando saliera tendría que saber que ellos
eran los que mandaban, que no me acostumbrara a los besito y mimos pues ellos
le mostrarían la verdad de la vida y después de esta serie de advertencias me
decían cada uno con voz muy débil: ¡Te queremos mucho hermanito!
Ese día noté a mamá muy
nerviosa y más cansada que de costumbre…
Escuché a abuelita decir que
ya la niña ha roto aguas y que estaban esperando a Tecla, la matrona pero que
creía que el niño no venía bien, que necesitaban llevarla a la Casa de Socorro.
Mi padre más nervioso que mi madre y que mi abuela llamó a Práxedes que según
comentó era el único que podía ayudarlo pues tenía un coche con sirena y todo.
Escuché llegar el coche,
voces, coger a mi madre entre algunos y llevarla despacito hacia ese lugar que
decía era un auto y que nos llevaría a la Casa de Socorro donde estaba Don
Julián el médico que era una verdadera eminencia y más en estos casos pues no
era ni el primer niño ni la primera madre que salvaba de un mal parto.
Práxedes conducía con sirena
puesta y junto a él, por lo que decían, estaba Rafa, que era su compañero de
trabajo, y que había tenido según abuelita 11 niños ya y algunos incluso los
trajo él al mundo. No sé si era médico o trabajaba en el campo como papá pero
lo único que podía saber es que iba al lado de Práxedes que debía conducir muy
ligero pues mamá se movía mucho y yo con ella.
En un momento mi madre dio un
desgarrador grito y el coche se paró…
Rafa dijo que él se
encargaría, que tenía experiencia, y que fuera lo que Dios quiera.
Oí a papá decir: ¡Lo que Dios
quiera…!
Y entonces sentí unas manos,
no sé si frías o no, pero sabía me estaban salvando pues notaba como el aire se
iba acabando.
¡Ya está la cabeza fuera! ¡Va
bien! ¡Empuja, no dejes de empujar!
Y entonces vi la luz del sol,
vi unas caras sonrientes, vi a mi abuelita que tenía preparada unos paños, vi a
papá llorando mirando al Cielo, vi a Rafa que me tenía cogidito en sus brazos,
vi a Práxedes orgulloso de verdad. Los dos iban vestidos de verde, los dos
llevaban un sombrero muy brillante, los dos eran mis ángeles de la guarda que
había bajado del mismo Cielo que miraba papá mientras lloraba como lo hacen los
hombres fuertes y recios.
Sentí, vi, olí a mamá que
lloraba de alegría con esa Alegría que dar el Amor más grande jamás conocido.
Con el tiempo supe que tanto
Práxedes como Rafa eran Guardias Civiles, los dos fueron mis padrinos cuando me
bautizaron.
Han pasado ya algunos años y
aunque vivo con una familia a la que quiero y me quiere siempre estaré
agradecido a Dios pues quiso que yo tuviera dos ángeles de la guarda vestidos
de verde, a Rafa y Práxedes, que fueron los que me trajeron a este mundo, me
acunaron en sus brazos y taparon con su capa, con esas capas que veía cada
mañana cuando los dos caminaban por los caminos donde prestaban su servicio
como guardias civiles que son.
¿Quién ha dicho que los
ángeles de la guarda no existen? ¡Pues yo tengo dos!
Jesús Rodríguez Arias
sábado, 18 de noviembre de 2017
CARPÓSFORO Y LA INDEPENDENCIA.
Carpósforo había nacido en la
meseta y desde siempre se dedicó a labores ovinas al igual que su padre, abuelo
y demás castas familiares.
Carpósforo había abandonado
los verdes campos y prados verdes que amarillean según el verano queda
instalado por esos lares para ser el regidor de su pueblo con un pequeño
partido de independientes pues a todos les unía un mismo interés: ¡Ellos
mismos!
Carpósforo ganó de calle las
elecciones municipales llevándose por delante al Hipólito, histórico líder
sindical de la central C.A.G.A.T.E., que había gobernado los últimos 8 años con
el apoyo expreso de los radicales de izquierdas que capitaneaba Eufrosina que
de siempre fue muy “liberal” pues fue la primera en fumar en pipa.
De los 11 sillones
consistoriales el Partido Independiente de Independientes Carpósforo se llevó
nada más y nada menos que 9 y dos consiguió el Hipólito que dimitió al otro día
como reponedor de brevas para dedicarse a tiempo completo a la “oposisión” esa…
Carpósforo líder del partido
que lleva por nombre y alcalde de Cejasjuntasdeallado enseguida se subió el
sueldo pues quería dedicarse en exclusiva a la “cosa” pública y será por eso que
tres veces por semana se le veía salir a altas horas de la madrugada de Casa
Nina, la madame que para todos es la casa de putas de toda la vida.
Contacto con todos los
alcaldes de alrededores, que salvo uno los demás eran de su padre y su madre,
pues quería constituir la mancomunidad de la meseta de enfrente en la que él
sería el primer presidente con cargo, sueldo, cochazo y escolta que eso viste
bien cuando uno va a Madrid para hablar con el “Menistro”.
En ese lugar de la meseta que
los políticos, salvo el Hipólito, eran trabajadores de su ramo y se dedicaban a
la política como bien y servicio público se instalaron los caras que tan caros
saldrían no solo al erario sino a los contribuyentes que vieron incrementados
sus impuestos para mejorar el estado de “bienestar” de los que dicen les
representa. ¡No suele fallar!
Carpósforo junto a Emiliano,
el hijo de Hortensia la tabaquera, creó el impuesto de nuevo cuño de limpieza
de Co2. Serían 500 euros semestrales por cabezas aunque los hombres pagarían un
poco más porque había que ser igualitarios.
Al poco tiempo la Mancomunidad
era un ejemplo de gestión tributaria pues salvo ellos todos los demás pagaban.
Emiliano, le decía Carpósforo
mientras se tomaba esa tapita de jamón de cebolla que tanto le gustaba, hay que
ir con los tiempos y en la Europa actual todos deben pagar menos nosotros que
nos dedicamos a cobrar…
Emiliano cogía su pañuelo de
tela de saco y se los pasaba por la rótula que tenía infestada desde que cayera
su auto en la planta de estiércol ese día había tomado unas copas más de ese
zumito de uvas tan bueno que llaman Rioja.
Melandro, el presidente de la
diputación, llamó a Carpósforo pues quería se integrara como asesor de
desconfianza y es que su puesto era ser chivato bien pagado. No hay que decir
que aceptó sin protestar pues de siempre se debía a la “cosa” pública.
Poco a poco Carpósforo fue
cogiendo poder y mejores sueldos. Ya no visitaba a la Madame sino que tenía una
querindonga de esas que nació en la Francia y se apellida Chochette.
Las cosas le iban bien a
Carpósforo y con él al resto de mangantes de guante blanco que lo acompañaban
que por no trabajar eran capaces de cerrar hasta el estanco de la estanquera si
esta no fuera su madre.
Un día Carpósforo en una
asamblea de la mancomunidad se levantó y con su brillante oratoria les dijo a
los presentes que quedaron algo anonadados: Hoy señores mancomunados y
mancomunadas es un día grande, hoy después de contratar al niño del Salva que
ha trabajado en la biblioteca municipal hasta que lo echaron por roncar en la
sala pero que es un estudioso del sueño mutante al cual hemos pagado 60.000 por
este informe de media cara y ahora puedo deciros sin menor duda que nosotros
los regidores y vecinos de esta zona conocida y llamada como la Meseta de
Enfrente no pertenece a España pues en el tiempo de los Visigodos se olvidaron
de ella y después con Fernando VII se declaró independiente de las tropas
francesas.
Queridos co-munícipes: Hoy
votaremos si empezamos con los trámites para realizar la desconexión del Reino
de España. Tendremos sueldos de presidentes y menistros. Esta última aclaración
fue decisiva para que la propuesta independentista de Carpósforo fuera aprobada
por unanimidad mientras los opositores de Don Eulogio se marchaban de la
asamblea mientras eran despedidos educadamente con cortes de mangas al grito de
“fachasasquerososhijosdeputa”.
Se realizó una oportuna
campaña de conciencia ciudadana y para eso trajeron al famoso enólogo Sibar-Ita
el cual dijo que desde la Edad de Bronce en la Meseta de Enfrente siempre se ha
cultivado la uva vaporosa que es identitaria de este lugar.
Se les prometió a los vecinos
que tendrían doble nacionalidad: Meseteros y españoles y que sería la última la
que sufragara los gastos del nuevo Estado mientras los primeros no contribuían
con nada pues eran independiente…
Se convocó referéndum para
votar la independencia con fuertes medidas de seguridad ya que el opresor
gobierno de España envió una pareja de reservistas voluntarios para que
analizaran si era correcto o no aunque en verdad era ilegal aunque eso habría
que verlo…
Don Mariano, Sr. Presidente,
que aquí se está votando en las fiambreras y en los cubos de comidas de los
cochinos…, le decían ese aciago día para nuestra democracia los reservistas
mediante correos electrónicos al presidente del gobierno.
Esperamos órdenes por si
tenemos que llamar al Godofredo, que era un teniente retirado de la Legión.
La contestación presidencia
fue una pregunta: ¿Los cochinos son cerdos o son gorrinos?
Ahí se terminó la conversación
y los dos reservistas cogieron el petate y se pusieron hacer autostop en la
esquina que da la espalda al pueblo donde es alcalde el Carpósforo.
El resultado fue un auténtico
éxito. De 6900 vecinos votaron a favor de la independencia de la Meseta de
Enfrente nada más y nada menos que 3.850.475 y solamente se contabilizó 300
entre blancos y nulos de los fachasasquerososhijosdeputa que están en contra de
nuestras raíces e historia.
En España causó pavor esta hordas
independentistas mesetarias y en Europa y resto del planeta se secaban los
lágrimales del cachondeo que había.
Trump llamó a Merkel y le dijo
que aparte de gustarle ese bolso amarillo que es igual al rosa, azul y marrón
que tenía para los viajes oficiales le hizo una apuesta de qué haría el
presidente ante esta birria de independencia.
Nadie ganaba pues los dos
apostaron en que no haría nada.
Don Mariano mientras caminaba
detrás de su perrito pensaba que hacer con ese yersi gordo que le regalara su
tía-abuela y que ya se le había quedado algo antiguo.
¡Qué incordio de tío el del
ático que me está diciendo aplique el 155 en la Meseta de Enfrente! Se decía
mientras la baba se le caía del frío que hacía en ese momento.
Al final ni 155 ni 061 ni nada
de nada pues en una mañana de domingo se proclamó la república independiente de
la Meseta de Enfrente siendo su pirmer presidente Carpósforo. Asistió como
representante internacional el presidente de la república catalana Don Carles
Puigdemont así como el/la presidenta de la república independiente de los
retales de tela y otros géneros que fueron invitados a mesa sin mantel por
respeto a estos últimos.
Carpósforo se extrañó muy
mucho que asistiera Don Carles que según le dijeron estaba en busca y captura
pero que voló y entró como salió…
“Queridos meseteros: Hoy es un
día para esta república que como dice su constitución tiene doble ciudadanía y
doble pasaporte. Desde hoy no serán festivos ni los sábados ni los domingos
sino los lunes que es cuando este país tuvo el inmenso privilegio que yo
naciera.
Dar la bienvenida a Don Carles
Puigdemont y D/a Retal de Tela, augustos presidentes de repúblicas
independientes que se han separado de ese estado opresor llamado España y a los
que nombro como meseteros de honor con derecho a paga del estado opresor.
Seguiremos caminando como país
independiente y pronto empezaré mis viajes oficiales al extranjero. El primero
a Bélgica que me servirá de introductor Don Carles y allí permaneceré, por el
bien de nuestro país, pues mucho me temo que el opresor estado vecino quiera
invadirnos y enviarnos a nosotros, los sacrificados servidores de la “cosa”
pública al talego.
Medallas, aplausos y todos
otra vez al bar para ver el partido entre el Madrid y el Atlético mientras los
más forofos leen el Marca.
Carpósforo se pasea con el
coche oficial mientras saluda a nadie en medio de una tempestuosa llovizna y
mientras en Madrid, Don Mariano escribe sus memorias de las que ya ni se
acuerda...
¡Lo que faltaba a España:
Carpósforo y la Independencia!
Jesús Rodríguez Arias
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