jueves, 14 de diciembre de 2017

LA VIEJA CASA DEL MOLINO ROTO




Los niños del pueblo le tenían ese miedo que ofrece lo desconocido o lo que en verdad no se quiere conocer. Vivía junto a sus abuelos en la destartalada casa que hay al final del cauce de viejo río cuando ya las casas de los vecinos se han perdido incluso de la vista.

Decían que nunca salía, que cuando se asomaba a la ventana parecía como un alma en pena, que sus abuelos la tenían encerrada, que…

Todos sabían que allí, en la vieja casa del molino roto vivían los Sarmientos con su nieta después de que sus padres murieran en un fatídico accidente de tren hace más de 10 años.

Murió el joven matrimonio y dos de sus tres hijos pues la más pequeña se pudo salvar ya que cayó entre las sábanas de las maletas abiertas tras el impacto.

Los Sarmientos siempre habían sido un matrimonio raro, circunspecto, oscuro y alejado de la mundanidad. Don Eulogio había sido el secretario del Ayuntamiento durante más de 40 años y Don Fermina se había dedicado a cuidar al único hijo de entrambos. Luisito, que así se llamaba, era la alegría personificada, era la luz, el color, la sonrisa en una casa en la que parecía instalada la tristeza y el luto permanente desde que su pequeña hermana Consolación murió de tisis una noche de un aciago día en pleno mes de noviembre.

Los Sarmientos se marchitaron con un dolor que no llegaron a superar aunque tuvieran otro hijo que fue la gran víctima propiciatoria del dolor que en demasiadas ocasiones llega a ser muy egoísta.

Luis, siempre fue un niño alegre que cambiaba cuando llegaba a la vieja casa del molino roto pues allí vivía en el penar. Nunca entendió a sus padres que preferían llorar y esconder su dolor que mostrarlo y recibir el cariño de todos cuantos los querían que eran muchos.

Luis, que tenía predestinado el cargo de secretario del ayuntamiento cuando se jubilara su padre, decidió dar un salto al vacío y entro a formar parte de la Guardia Civil. Prefirió una vida de servicio y sacrificios, una vida en color verde Esperanza, a una vida gris, oscura, de luto y penuria permanente. Prefirió que era mejor morir por España que morir de pena.

Los Sarmientos quedaron más hundidos en su penar cuando Luis se fue para nunca más regresar. Con el tiempo se echó novia, casó y tuvo descendencia hijo por hijo que de vez en cuando, nunca en noviembre, iban a visitar a los abuelos que los trababan desde esa frialdad que da el propio desconocimiento.

Un mal día, de un aciago año, el tren en el que viajaba la familia descarriló y los vagones saltaron por lo alto. El resultado fue catastrófico: Más de 200 muertos y tan solo 7 supervivientes que quedaron o maltrechos o malheridos.

La familia de Luis murió al completo salvo la pequeña que se salvó de milagro porque cayó su cuerpecito en una maleta que llevaba las sabanas de alguien. Fue la que quedó mejor parada, fue la que salvó su vida, fue la que fue condenada al dolor y la tristeza porque se fue a vivir con sus abuelos que penaban su pesar de haber perdido no solo a su hija que murió un noviembre de tisis sino a su querido Luis que había muerto junto a su familia en ese horrible accidente de tren.

Don Eulogio fue el encargado de ir al Cuartel donde se le rindió un sentido homenaje, donde se le impuso una medalla que le fue entregada junto a la bandera de España que cubría el féretro.

Desde entonces Don Eulogio casi no entra en la biblioteca de la vieja casa del molino roto porque allí está depositada, como la dejara aquél día, la arrugada bandera junto a la cada vez más mohosa medalla…

Pero la niña pronto se hizo notar, pronto quiso vivir fuera de esas pesadas cortinas que envolvían todo de negrura, quiso que los Sarmientos no estuvieran marchitos sino que volvieran a florecer a la vida.

Para asombro de los niños o los vecinos que a esa hora pasaban por delante de la vieja casa del molino roto, para estupefacción de sus abuelos, ese día no fue como había sido antes sino que empezaría algo al que no estaban acostumbrado en esa casa: ¡Dejaría entrar la vida!

La pequeña, que ya tenía 11 años recién cumplidos, se había vestido con un trajecito color verde, en honor al verde uniforme de su padre, y había dejado derrengado en el baúl ese que siempre se ponía gris tristeza. Había abierto las cortinas y las ventanas dejando que un halo de luz potente del sol invadiera cada estancia. Dejó que una ráfaga de aire puro descongestionara el aire viciado de dolor y llanto eterno porque desde ese mismo día empezaría a entrar vida y alegría en esa casa.

Doña Fermina se había sentado en el recio sillón y aguantaba su penar entre sus manos mientras los ojos, pocos acostumbrado a la luz, se cerraban. Enseguida llegó Don Eulogio, enérgico como era él, dispuesto a poner orden ante el desconcierto que es la misma vida.

Entonces se la encontró, a su nieta, vestida de verde Esperanza que era el color de ese ya anciano matrimonio hace ya tanto que ni se acordaba. Vio una inmensa sonrisa, unos ojos llenos de vida, unos brazos pidiendo un abrazo.

Vio tanta vida, tanto amor, tanto como se le había escapado entre las manos por llorar no sus penas sino sus miedos que le dijo a su mujer que se dejara de tonterías que por los niños ya no podían hacer nada, que ellos ya eran felices, y que ellos también se merecían serlo por ellos y por la niña de esos ojos llenos de vida.

En ese momento se abrazaron Eulogio y Fermina, un abrazo de amor maduro y madurado, de años y tantas vivencias. Un abrazo que no se dieron cuando murió su hija ese noviembre de tisis ni tampoco cuando su hijo Luis muriera junto a su familia en aquél accidente de tren…

Un abrazo que necesitaban darse pero que cada uno escudándose en el dolor nunca llegaron hacerlo.

Tenía que ser una pequeña con los ojos llenos de vida, con sus tirabuzones rubios como los de su madre, con ese genio alegre y optimista como su padre, que vestía color verde Esperanza la que hizo que ese preciso día empezaran a vivir de nuevo, que empezaran una nueva vida.

Desde entonces la vieja casa del molino roto nunca fue la misma pues en ella se instaló la alegría, la chiquillería jugaba en sus bonitos columpios mientras los amigos de siempre de los Sarmientos volvieron a ocupar un sitio en la vida de este anciano matrimonio que ahora si estaban llenos de vida.

Y todo fue por su nieta, su querida nieta, que un día decidió que la vida hecha alegría en la Esperanza volviera y habitara el cementerio que a base de recuerdos en esa fría casa se mantenía.

Todo fue cambiar el color del vestido, descorrer las gruesas cortinas y dejar entrar en el salón el sol que nos alumbra cada día.

Todo fue gracias a su nieta, su nietecilla, que se llama Esperanza como la vida misma.

Jesús Rodríguez Arias


Con este artículo me despido hasta que pasen las Fiestas que están por venir ya que son días de mucho trasiego familiar, de muchos reencuentros, de muchas alegrías, de muchos recuerdos, de mucha Esperanza…

Os deseo a todos una Feliz Navidad y un año 2018 lleno de lo mejor para seguir compartiendo la vida día a día cada vez que abrimos la ventana.




jueves, 7 de diciembre de 2017

LA ABUELA LUCÍA.



No sabe por qué pero cuando estaba junto a su abuela Lucía se sentía bien, acogida, con el calor esponjoso del Amor. Su abuela Lucía era ese tipo de persona amable, sencilla, siempre con una sonrisa en la mirada, nunca se quejaba, nunca protestaba, nunca le dolía nada aunque le costara tanto levantarse de la silla para ir a trastear a la cocina o limpiar aquél cacharro que ella decía no tenía el brillo de siempre…

Es que su abuela Lucía lo era todo para ella y más desde aquella tarde de aquél verano que no olvidará mientras viva.

Juan y Marga eran sus padres, eran dos personas que aunque ya entraban en la madurez siempre parecían demasiados jóvenes, eran ese tipo de personas que no quieren envejecer sino permanecer en la eterna juventud de cuerpo porque el alma es otra cosa.

Juan y Marga llevaban los dos un despacho profesional que los tenían absortos en su trabajo, en sus reuniones, en sus viajes, en sus congresos, en sus cosas… Por eso no querían tener hijos porque ellos y sus carreras estaban antes que nada ni nadie.

La pequeña Lourdes fue concebida una exitosa noche tras la presentación de un brillante proyecto que fue aprobado por una empresa árabe, de las del petrodólar, de las que algunos viven muy bien y el resto, el resto no aparece en las fotos.

Juan y Marga, que por entonces no estaban ni casados, en verdad nunca lo estuvieron porque ellos no creían en nada salvo en ellos mismos, pasaron de las copas, a las risas, de las risas, a los susurros, de los susurros a…

Cuando Marga supo que estaba embarazada se llevó un gran disgusto pues era una piedra en el camino de la felicidad que había construido con Juan. Se lo dijo y él estuvo varios días sin hablarle porque se sentía engañado, porque no quería a esa criatura que fue fruto de una noche de pasión y de éxito.

¿Así me lo pagas? ¿Quedándote embarazada?

¡No es culpa mía, Juan! ¡No es culpa mía!

Fue la abuela Lucía, la madre de Marga, la que cogió el toro por el cuerno y la arropó, la animó a tener a esa bendición, a un ser único, a un regalo del mismo Dios…

¡Cállate mamá, que Dios no existe! Le refutaba indignada Marga que vivía para y por ella. No dejó de hacerlo en los meses que duró el embarazo pues no cambió ni su agenda ni su forma de vida. Ella quería abortar, Juan se lo decía insistentemente, pero había un algo que se lo impedía y sobre todo la abuela Lucía que siempre le contestaba: ¡Cuando lo tengas me lo das y Santas Pascuas!

Al principio no lo eliminó porque empezaron a contratarlos empresas del ámbito prenatal y después porque aunque no quisiera reconocerlo empezaba a querer a esa criatura mientras Juan la miraba con desprecio mientras le ofrecía sus piropos a todas menos a ella.

Marga, hija, ese novio tuyo es un mal hombre. ¿No ves cómo te maltrata? Pues que sepa que la hija que traes adentro también es obra suya, que debería quererla porque creo que es lo único bueno que ha hecho en su vida.

¡Calla, madre! ¿Tú que sabrás!

Aunque después quedaba callada pensando en la verdad de la realidad que había dibujado su madre.

¡Qué diferencia entre el cabeza loca de tu Juan con la honorabilidad y el cariño de tu padre!

Nicolás, fue durante su vida Guardia Civil y vivió desde la rectitud de comportamiento y el cariño de su carácter amable y bondadoso. Ayudaba a todos por igual y para él nadie fue más ni menos que nadie.

Murió hace algunos años cuando llevaba más de 10 retirado. Quiso morir con su verde y gastado uniforme y esos galones que le habían costado sudor, mucha sangre y todo el Honor del mundo. Todavía se le recuerda y hasta el alcalde le puso una calle cerquita del viejo Cuartel.

Si Nicolás hubiera vivido seguro que ponía a Juan en órbita de una gran patada en el culo pues un chulo prepotente, un niñato engreído, no hace lo que le está haciendo a su Margarita del alma.

Pero ha muerto y es ella, Lucía, la que tiene que luchar con las “armas” de mujer y sobre todo de madre porque ansía ser abuela de una inocente criatura que ha tenido la mala suerte de tener unos padres que solo miran por y para ellos porque los demás ni interesan, ni existimos.

Marga, empresaria chic, quiso dar a luz, parir de toda la vida, en la mejor clínica del país porque así saldría en las fotos que después le reportaría negocios, intereses y dividendos.

En el papel couché se pudo ver a un “emocionado” Juan que llevaba un ramo de flores a su pareja y un gran oso de peluche a su hija. Sonrisas, poses y una cara de asco cuando se encontró con una enfermera cuando le dio a su hija en brazos.

Juan le dijo a Marga que la niña se llamará Oásis, que era un nombre moderno y que vendría bien a nuestro despacho.

Marga asintió y le dijo que pensaba.

Marga, no te nubles cariño, dejaremos que cuide a la niña una empresa que se dedica a estos menesteres, que tu y yo tenemos muchos proyectos por delante. Después cuando crezca la meteremos en un internado, después a la universidad en Estados Unidos y cuando se quiera dar cuenta seremos dos desconocidos para ella y ni querrá vernos.

Le pasaremos dinero para que no le falta de nada y que nos deje en paz.

Y Marga lloró, no por alegría sino por inmensa tristeza al ver y comprobar como el egoísmo de Juan era tan devastador.

La abuela Lucía que estaba sentada en el sillón de esa famosa clínica con la pequeñita en brazos se levantó y les dijo que de eso nada, que la niña se llamará Lourdes y que se quedará en casa, en la mía, en la de su abuela, en la de su madre si ella lo quiere.

Fue tal la determinación y fuerza de esa frágil viejecita que no hubo respuesta.

Juan le dijo a Marga: Sí, tu quieres que eso sea así ya hemos dicho lo que teníamos que decir y hemos terminado. Disolvemos el accionariado de la empresa y tu te quedas con esa niña y yo con el éxito. ¿Tu verás?

Una pregunta que jamás fue respondida pues la abuela Lucía, puso a la niña en su cunita, cogió por el brazo a Juan y lo conminó hacia la puerta mientras le decía con su habitual amabilidad: ¡Vete de aquí mezquino y no vuelvas! Desde ahora Marga ya no es nada para ti, nunca lo ha sido, pero ten seguro que Lourdes, te guste o no, siempre será tu hija aunque ni ella ni nosotros queremos nada de ti. Vete con tu oso de peluche y esas flores de plástico y se las pone al jeque ese que va tan abrigado.

Desde entonces Juan marchó para siempre de sus vidas. La pequeña fue bautizada con el nombre de Lourdes y su abuela Lucía le regaló esa vieja medalla de su abuelo con una pequeña imagen de la Inmaculada de la que era tan devoto.
Lourdes ha crecido con sabor y calor de hogar, del de su abuela Lucía y el de su mamá que trabaja en los archivos del pueblo y que se le ve muy feliz.

Mamá está saliendo con Bernardo, el músico que lleva instalado en el pueblo más de 10 años componiendo canciones que después suenan en la radio. Dice abuela Lucía que más temprano que tarde pasarán por vicaría pues a los dos se les ve muy enamorados, se respetan, se quieren…

Su abuela Lucía le dijo que su papá se llamaba Juan pero que un día se fue para no volver jamás. La pequeña Lourdes comprendió que había ido al Cielo como su abuelo Nicolás mientras la abuela pensaba en silencio:

¡Qué más quisiera Juan llegar a parecerse a Nicolás! Su marido era un hombre querido, bondadoso y de Honor que nunca se arrastraba y el miserable de Juan es un ser arrastrado que por éxito ha vendido y perdido lo más grande y valioso que tendrá en su mezquina vida. De vez en cuando lo ve, cada vez más mayor y decrépito, de fiesta en fiesta con las jovencitas que ansiosas de prestigio son capaces de ser cortejadas por esta clase de indeseables…

Hoy almuerzan todos en casa: Viene Bernardo con su hija Marga que están preparando la boda, una cosa sencilla, para la próxima primavera. Ha puesto la mesa junto a Lourdes y ahora espera mientras reza y observa como la nietecilla de su vida mira al cielo y da un beso a la medalla de su abuelo Nicolás, a esa pequeña imagen de la Inmaculada que nunca se quita y que tanto ama.


Jesús Rodríguez Arias 

sábado, 2 de diciembre de 2017

RETALES DE TELA: 155 POR LA SISA.



No es que esté indignado ni furibunda ni mosqueada estoy hecha un ovillo pues no se puede tratar a los que somos género con ese desdén, ese desprecio, esa persecución…


Menos mal que en la república independiente de los retales de tela y otros géneros ya somos muchos y los que quedan por llegar. Hemos recibido una carta de Puigdemont pidiendo asilo político con embajada en Bélgica. Ya hemos decidido que sea género “pelucón del 2” y que viva donde quiera aunque sea ciudadano republicano de la del retal de tela.

¡Hay que ver que le gusta una embajada a un independentista!

Dice el torpe de Mariano que como se entere de algo va a la haya y verá como coge algún fruto. Forcadell ya está dentro del género denominado “cagarruti” y Trapero entra de lleno en retal aunque de calidad inferior a una buena seda o terciopelo pero como es género él decidirá que ser cuando le de la gana.

Pero mi tribulación no es por ese sentido sino por Oriol Junqueras que está metido en presidio por pensar que podía ser independiente. Él que es género oso panda y que se puede decir que es la reencarnación de Carlos Jesús y su planeta raticulin.

El día menos pensado entra por el penal una nave planetaria con sus annunakis y todo y verán los opresores que piensan de todo esto. Los hombres de verde, que según me ha dicho mi amiga la ministra de igualdad Hilo Quebrado, son unos extraterrestres. Pues a lo que iba, “Los hombres de verde” han anunciado que quieren visitar en esta república independiente pues quieren hacer unas averiguaciones por si les da por pedir también asilo político.

Yo encantada pues bien sabéis no me pliego con nuevos horizontes y que soy capaz de moverme como las sacrificadas banderas que han sido víctimas de la aguja violadora y penetrante que ondean al viento con elegancia natural aunque sean de nylon.

Le he pedido opinión a un amigo que es género flojo que se dedica a investigar sin descanso mientras está tumbado en la cama todos los efectos nocivos de los invasores que según él somos ¡¡nosotros!!

Él es el que ha informado en petit comité mientras se comía un bocadillo del género morcón ibérico que Oriol no era Junqueras sino Carlos Jesús y me lo ha argumentado diciéndome que lo mire en internet. Lo he hecho pero no he encontrado nada aunque si lo dice él que es un experto en la materia no hay nada más que decir.

Le encanta que le digan que es el “contrapoder” y le he cuestionado sobre la visita de “Los hombres de verde”. Se ha quedado pensativo mientras se tomaba unas lonchitas de género jamón de jabugo y limpiaba sus dientes de los hilillos de tocino tan propio. ¡Ya está! ¿El qué? ¡El puto tocino que se me había metido entre las muelas!

Y ahí quedó la reunión con mi jefe de seguridad interplanetaria y otros géneros…

Con esta honorable visita y como soy generoso más que generosa he otorgado una amnistía sin precedentes a 600 agujas violadores y penetrantes que han sido capadas y se les ha cortado la punta quedando inutilizadas para su agresora función.

Todo estaba preparado para el recibimiento y hasta he encargado una himno extraordinario para recibir a esos habitantes de estos planetas que querían conocer un lugar único en el universo como es nuestra república independiente de retales de tela y otros géneros…

Se lo he encargado al famoso músico Sordo de Oídos que antes era una chica y ahora es felpudo de coche pero que nació merluzo.

La letra es del puño, la hoz y el martillo, aunque estos elementos no se toquen que cansan muchos, nuestro “contrapoder”.

Bienvenidos hombres de verde,

venís a vuestro hogar,

aquí nadie os agrede,

aquí no se vive regular.

Somos géneros de géneros,

somos lo que queremos ser,

el retal lleva el gobierno,

y las cuentas las paga el pp.

Hogar de annunakis excelso,

donde no hay don sin din,

donde todos somos género,

desde Carlos Jesús a Raticulín.

Bienvenidos hombres de verde, la república es vuestra nación, los retales y sus congéneres os dedican esta canción. Chin pon.

¡Qué emocionada y orgulloso estoy! Seremos si firmamos un tratado la primera república interplanetaria de los retales de tela y otros géneros. ¡Jódete Puigdemont!

Hoy estoy especialmente transpirable y la emoción se cuela por los poros de mis entretelas.

Hilo Quebrado con voz trémula por la emoción gritó que ya estaban aquí y se desmadejó pues le dio un vahido de los suyos mientras “contrapoder” iba a recibirlos con todos los honores mientras se hurgaba en las muelas a ver si encontraba el hueso de esta aceituna que ya ni era género ni nada.

Venían en un coche negro… ¡Qué raro donde está la nave que decía Carlos Jesús!

¡Buenos días hombres de verde soy el contrapoder y jefe de seguridad interplanetaria de esta joven república de los retales de tela y otros géneros!

Ante él uno que debía ser un alto cargo en los annunakis que me miraba con asombro…

¡Ustedes están todos locos! ¡Desde este momento nos hacemos cargo de este territorio por orden del gobierno! ¡Queda intervenido todo y todos a la cárcel no por sedición sino por malversación!

Y aquí me veo en el presidio junto a Oriol que de cerca pierde mucho aunque cada vez se parece más a Carlos Jesús.

¿Miren de pensar que els homes de verd eren marcians? ¡vostès estan bojos!

Eren de la Guàrdia Civil! ¡Majaderos que sou uns poca-soltes!

Y es que era verdad, los hombres de verde no eran marcianos, eran de la Guardia Civil que nos han aplicado el código penal al completo y aquí me encuentro hecha una felpa a ver que nos pasa…

Mientras Puigdemont creyéndose que es embajador de los retales de tela en Bélgica. ¡¡

serà carajote!!


Jesús Rodríguez Arias  

jueves, 30 de noviembre de 2017

DON LUCAS.




Venía de una larga saga donde todos los hijos varones primogénitos se llamaban Lucas. Todos los que así se bautizaban parecían predestinado para seguir con esta vocación que ha pasado de generación en generación en su propia familia.

Su despacho era antiguo y en su biblioteca se apilaban los libros hasta no poder caber más. Su mujer Teresa decía que era imposible limpiarlo con holgura pues cuando no estaba él estudiando aquél tema que lo traía tan preocupado estaba siempre con alguien departiendo.

Lucas siempre ha sido un buen hombre, generoso y todos sabían en la comarca que él no se haría nunca rico pues casi no cobraba un céntimo por ejercer su labor.

Lucas era de esa estirpe de hombres que prefieren servir a ser servidos, prefieren llevar la condecoración del cariño de todos que sentarse en augustos sillones de afamadas academias. Él pudiéndolo tener todo nunca ha tenido nada de nada al igual que su padre, abuelo, bisabuelo…

Eso sí su nombre, sus apellidos, su casa, era garantía para tantos que llegaban desahuciados en todos sentidos. Era el último recurso, ese atisbo que se abre a la misma Esperanza.

Lucas ya lucía demasiadas canas aunque mantenía esa hidalguía que tienen los caballeros de toda la vida. Su chaqueta, su corbata, su camisa bien planchada, su pantalón y zapatos relucientes adornaban ese caminar pausado, de los que se toman la vida según viene y disfrutan de cada instante. Él sabe bien lo que es la enfermedad, el dolor, el padecimiento, la preocupación…

Se le puede ver cada día, tarde e incluso noche en su destartalado y viejo coche de arriba para abajo por el pueblo, por los caminos perdidos donde habitan tantos e incluso visitando de vez en cuando ese monasterio donde se encuentra Madre Encarnación que ya va para el siglo y se le nota.

Se le puede ver en la puerta de su casa, con su bata blanca de pureza y pulcritud, su fonendo al cuello, sus gafas y esa sonrisa que le es tan característica.

Buenas tardes, Eugenio. ¿Otra vez por aquí?

Y es que Lucas es el médico del pueblo…

Médico de los de generación en generación, de los de vocación auténtica, de los que le gusta servir siempre pues todos tienen derecho por lo menos a ser atendidos porque la salud no debería entender de dineros, de clases, de comodidades…

Su padre le dejó su casa, ese noble despacho, una inmensa biblioteca, el cariño y el respeto de todo el pueblo y una cuenta corriente con número rojos pues como bien decía ser médico en un pueblo es incompatible con tener dinero.

¿Porque como le vas a cobrar a Salustiana que quedó viuda hace 25 años? ¿No tiene derecho el niño de Miguel a que le curen ese mal resfriado? ¿O es que Don Ambrosio, que se muere poco a poco, no se merece al menos que le mitiguen los dolores?

¿Qué no pueden pagarte? ¡Ya lo cobrarás en el Cielo!

El código deontológico de su Familia siempre ha sido: Servir, Curar y Amar.

- Pero padre con eso no se vive…

- ¿Qué no se vive? En los años que llevo como médico nunca me ha faltado un plato de comida pues dinero no tienen pero se quitan de comer para que tu lo hagas.

Lucas fue a la facultad y salió médico a la primera con inmejorables notas. Una prestigiosa clínica internacional le estuvo tanteando pero tenía que marchar a Estados Unidos donde seguro que ahora sería una eminencia y estaría cotizado al mil por cien.

Hasta la hija de uno de los socios inversores quería salir con él pues lo veía como la continuidad al proyecto empresarial en el que se había educado. La verdad es que Lucas en esos años perdió la noción del tiempo y de sus raíces y fueron muy pocas la veces las que se acercó a la casa familiar y al pueblo que por aquél entonces le parecía decrépito.

Su madre Remedios le decía a su padre: “Este niño lo hemos perdido”. “Seguro que es el fin de esta consulta, pero esto dicen es el progreso”. Lucas, padre, la miraba con ojos llenos de bondad y le decía que él tenía confianza en su hijo, que seguro que vuelve, que por mucho oro que le puedan dar este no puede pagar la verdadera riqueza que es el cariño aunque cuando se metía en su viejo despacho acariciaba esa imagen policromada de San Lucas mientras le decía que se hiciera la voluntad de Dios pero que él también estaba perdiendo la Esperanza.

Al final decidió irse a las Américas y se instaló allí como un afamado y reconocido doctor cobrando tanto que parecía más un magnate que un galeno.

Un día recibió una llamada, a cobro revertido, era su madre que le decía que su padre había cogido unas fiebres malas y se estaba muriendo, que volviera, que lo quería ver, abrazar…

Pero Lucas no dependía de él sino de esa maldita agenda, esa secretaria, esa clínica, esa “novia”…

Intentó anular todo para ir con su padre pero tardó más que lo deseable. Aparte estaba el viaje…

Cuando llegó a su casa no había nadie en la consulta y paquita, la sexagenaria enfermera, lo miró con inmensa tristeza. Subió y se encontró con su madre con los ojos hinchados a base de llorar, se encontró la casa tan vacía que no la reconoció, se encontró que la muerte había visitado aquella cercenando de ese abrazo, de esas últimas palabras, que su padre quería darle.

¿La muerte? ¡No, él!

Y asumió con inmensa tristeza que había cambiado su vida por una que ni le hacía feliz y menos libre.

Pensó que había derrochado el mayor patrimonio de su familia: El ser médico de pueblo. Pensaba que nadie lo miraría, que no le perdonaría que hubiera fallado así a su padre porque él tampoco se lo perdonaba…

Y paseó por la ladera del viejo puente mientras el río arrastraba con fuerza todo su caudal después de las últimas lluvias. Lloró amargamente pues había abandonado su vida por el vil metal, la fama, el prestigio y el solitario éxito.

Paseo su tristeza y su desconsuelo pero se encontró a unos vecinos que lo querían desde siempre, que no podían olvidar lo que su familia, su padre había hecho con cada uno de ellos y hasta Don Ambrosio se había levantado de la silla para abrazarlo y testimoniar su pesar por la muerte de su padre tan querido y tan bueno.

Decidió romper con ese presente que no le gustaba para quedarse en su pueblo, en su casa, en ese viejo y noble despacho con la mejor biblioteca que había conocido. Decidió ser médico del pueblo, el octavo de su generación.

Se casó con Teresa, se conocían y amaban de toda la vida, tuvo tres hijos y el primero se llama Lucas que está terminando la carrera de medicina y ya le ha dicho que él cogerá el testigo, que como aquí en ningún lado.

Su hijo Rafael, el segundo, está estudiando para farmacéutico y ya le ha dicho Hilario que se venga para ayudarlo a la Botica y María, la pequeña, que ya es una mujer tan bella como lo fue su madre a su edad acaba de comprometerse con el hijo de Luciano que como él es Guardia Civil…

Y es que Lucas es médico de pueblo, el que recibe a todos por su nombre, el que camina con esa elegancia natural que Dios le ha dado, el que cuando pasa por la puerta de la vieja ermita se persigna, el que morirá pobre en dineros pero rico, inmensamente rico, en Amor…

Jesús Rodríguez Arias 





jueves, 23 de noviembre de 2017

¿QUIÉN HA DICHO QUE LOS ÁNGELES DE LA GUARDA NO EXISTEN?




¿Quién dice que un niño no escucha cuando está dentro del vientre de su madre? ¡Claro que lo hace! Y él lo sabía muy bien.

Sabía que tenía dos hermanitos más y que eran traviesos hasta decir basta. Su abuela Angustias, a la que reconocía porque la hablaba entre susurros, le decía que ojalá Pascualín fuese más bueno porque si no estábamos aviados.

Sabía que abuelita estaba sola porque abuelo José murió una noche de fiebres malas, de eso hace muchos años ya, y que le hubiera encantado conocerte pequeñito mío.

Sabía que mi madre Salud se emocionaba mucho con estas cosas porque lo sentía, en su respiración, en todo. Cuando se está en el vientre vives la vida de otro modo, en un submundo que nadie ha logrado nunca llegar a adivinar.

Sabía que mi padre se dedicaba al campo y que estaba fuera de sol a sol y que cuando llegaba intentaba jugar algo con mis hermanos, estar con su mujer y tocarme por medio de la barriguita de mamá.

Sabía que mi padre no era creyente pues cuando abuelita o mamá le hablaban de echarme las aguas cambiaba de tema y decía que eso si que no. Notaba la preocupación de mi mamá y abuelita porque ella querían inculcar el camino de la Fe en Cristo a su pequeño Pascualín. Fe que ha hecho a esta familia encarar la vida de otra forma y de comprender mejor lo que significaba algo que llamaban Amor que no sabía lo que era pero tenía que ser algo muy grande.

Abuelita me decía que no me preocupara que al final papá es el primero que va a rezar al crucificado que preside la vieja y destartalada Iglesia y que ella misma lo ha visto llorar como tan solo hacen los hombres recios y fuertes. Que decía no creía porque su padre quemó dos conventos que es cosa que su papá nunca entendió que para defender sus ideas hubiera que asesinar las contrarias. ¡Así nos ha ido a España, maldita sea!

Mamá se le notaba muy cansada, casi no se levantaba de la cama o de la silla, ya no se escuchaba trastear en la cocina o echar esas horillas en casa de Doña Socorro que es la viuda del antiguo farmacéutico que ya dicen roza los 90.

Es que hija ya te quedan apenas tres semanas para que Pascualín vea la luz y conozca este mundo que hemos hecho para él.

Yo me decía: ¿Será mejor o peor que este? ¡No podía saberlo pero me gustaba imaginarlo!

Mis hermanos Gregorio y Dionisio se acercaban a mí cuando mamá dormía y me decían que seguro que era pecoso como la prima Brígida, que cuando saliera tendría que saber que ellos eran los que mandaban, que no me acostumbrara a los besito y mimos pues ellos le mostrarían la verdad de la vida y después de esta serie de advertencias me decían cada uno con voz muy débil: ¡Te queremos mucho hermanito!

Ese día noté a mamá muy nerviosa y más cansada que de costumbre…

Escuché a abuelita decir que ya la niña ha roto aguas y que estaban esperando a Tecla, la matrona pero que creía que el niño no venía bien, que necesitaban llevarla a la Casa de Socorro. Mi padre más nervioso que mi madre y que mi abuela llamó a Práxedes que según comentó era el único que podía ayudarlo pues tenía un coche con sirena y todo.

Escuché llegar el coche, voces, coger a mi madre entre algunos y llevarla despacito hacia ese lugar que decía era un auto y que nos llevaría a la Casa de Socorro donde estaba Don Julián el médico que era una verdadera eminencia y más en estos casos pues no era ni el primer niño ni la primera madre que salvaba de un mal parto.

Práxedes conducía con sirena puesta y junto a él, por lo que decían, estaba Rafa, que era su compañero de trabajo, y que había tenido según abuelita 11 niños ya y algunos incluso los trajo él al mundo. No sé si era médico o trabajaba en el campo como papá pero lo único que podía saber es que iba al lado de Práxedes que debía conducir muy ligero pues mamá se movía mucho y yo con ella.

En un momento mi madre dio un desgarrador grito y el coche se paró…

Rafa dijo que él se encargaría, que tenía experiencia, y que fuera lo que Dios quiera.

Oí a papá decir: ¡Lo que Dios quiera…!

Y entonces sentí unas manos, no sé si frías o no, pero sabía me estaban salvando pues notaba como el aire se iba acabando.

¡Ya está la cabeza fuera! ¡Va bien! ¡Empuja, no dejes de empujar!

Y entonces vi la luz del sol, vi unas caras sonrientes, vi a mi abuelita que tenía preparada unos paños, vi a papá llorando mirando al Cielo, vi a Rafa que me tenía cogidito en sus brazos, vi a Práxedes orgulloso de verdad. Los dos iban vestidos de verde, los dos llevaban un sombrero muy brillante, los dos eran mis ángeles de la guarda que había bajado del mismo Cielo que miraba papá mientras lloraba como lo hacen los hombres fuertes y recios.

Sentí, vi, olí a mamá que lloraba de alegría con esa Alegría que dar el Amor más grande jamás conocido.

Con el tiempo supe que tanto Práxedes como Rafa eran Guardias Civiles, los dos fueron mis padrinos cuando me bautizaron.

Han pasado ya algunos años y aunque vivo con una familia a la que quiero y me quiere siempre estaré agradecido a Dios pues quiso que yo tuviera dos ángeles de la guarda vestidos de verde, a Rafa y Práxedes, que fueron los que me trajeron a este mundo, me acunaron en sus brazos y taparon con su capa, con esas capas que veía cada mañana cuando los dos caminaban por los caminos donde prestaban su servicio como guardias civiles que son.

¿Quién ha dicho que los ángeles de la guarda no existen? ¡Pues yo tengo dos!


Jesús Rodríguez Arias

sábado, 18 de noviembre de 2017

CARPÓSFORO Y LA INDEPENDENCIA.




Carpósforo había nacido en la meseta y desde siempre se dedicó a labores ovinas al igual que su padre, abuelo y demás castas familiares.

Carpósforo había abandonado los verdes campos y prados verdes que amarillean según el verano queda instalado por esos lares para ser el regidor de su pueblo con un pequeño partido de independientes pues a todos les unía un mismo interés: ¡Ellos mismos!

Carpósforo ganó de calle las elecciones municipales llevándose por delante al Hipólito, histórico líder sindical de la central C.A.G.A.T.E., que había gobernado los últimos 8 años con el apoyo expreso de los radicales de izquierdas que capitaneaba Eufrosina que de siempre fue muy “liberal” pues fue la primera en fumar en pipa.

De los 11 sillones consistoriales el Partido Independiente de Independientes Carpósforo se llevó nada más y nada menos que 9 y dos consiguió el Hipólito que dimitió al otro día como reponedor de brevas para dedicarse a tiempo completo a la “oposisión” esa…

Carpósforo líder del partido que lleva por nombre y alcalde de Cejasjuntasdeallado enseguida se subió el sueldo pues quería dedicarse en exclusiva a la “cosa” pública y será por eso que tres veces por semana se le veía salir a altas horas de la madrugada de Casa Nina, la madame que para todos es la casa de putas de toda la vida.

Contacto con todos los alcaldes de alrededores, que salvo uno los demás eran de su padre y su madre, pues quería constituir la mancomunidad de la meseta de enfrente en la que él sería el primer presidente con cargo, sueldo, cochazo y escolta que eso viste bien cuando uno va a Madrid para hablar con el “Menistro”.

En ese lugar de la meseta que los políticos, salvo el Hipólito, eran trabajadores de su ramo y se dedicaban a la política como bien y servicio público se instalaron los caras que tan caros saldrían no solo al erario sino a los contribuyentes que vieron incrementados sus impuestos para mejorar el estado de “bienestar” de los que dicen les representa. ¡No suele fallar!

Carpósforo junto a Emiliano, el hijo de Hortensia la tabaquera, creó el impuesto de nuevo cuño de limpieza de Co2. Serían 500 euros semestrales por cabezas aunque los hombres pagarían un poco más porque había que ser igualitarios.

Al poco tiempo la Mancomunidad era un ejemplo de gestión tributaria pues salvo ellos todos los demás pagaban.

Emiliano, le decía Carpósforo mientras se tomaba esa tapita de jamón de cebolla que tanto le gustaba, hay que ir con los tiempos y en la Europa actual todos deben pagar menos nosotros que nos dedicamos a cobrar…

Emiliano cogía su pañuelo de tela de saco y se los pasaba por la rótula que tenía infestada desde que cayera su auto en la planta de estiércol ese día había tomado unas copas más de ese zumito de uvas tan bueno que llaman Rioja.

Melandro, el presidente de la diputación, llamó a Carpósforo pues quería se integrara como asesor de desconfianza y es que su puesto era ser chivato bien pagado. No hay que decir que aceptó sin protestar pues de siempre se debía a la “cosa” pública.

Poco a poco Carpósforo fue cogiendo poder y mejores sueldos. Ya no visitaba a la Madame sino que tenía una querindonga de esas que nació en la Francia y se apellida Chochette.

Las cosas le iban bien a Carpósforo y con él al resto de mangantes de guante blanco que lo acompañaban que por no trabajar eran capaces de cerrar hasta el estanco de la estanquera si esta no fuera su madre.

Un día Carpósforo en una asamblea de la mancomunidad se levantó y con su brillante oratoria les dijo a los presentes que quedaron algo anonadados: Hoy señores mancomunados y mancomunadas es un día grande, hoy después de contratar al niño del Salva que ha trabajado en la biblioteca municipal hasta que lo echaron por roncar en la sala pero que es un estudioso del sueño mutante al cual hemos pagado 60.000 por este informe de media cara y ahora puedo deciros sin menor duda que nosotros los regidores y vecinos de esta zona conocida y llamada como la Meseta de Enfrente no pertenece a España pues en el tiempo de los Visigodos se olvidaron de ella y después con Fernando VII se declaró independiente de las tropas francesas.

Queridos co-munícipes: Hoy votaremos si empezamos con los trámites para realizar la desconexión del Reino de España. Tendremos sueldos de presidentes y menistros. Esta última aclaración fue decisiva para que la propuesta independentista de Carpósforo fuera aprobada por unanimidad mientras los opositores de Don Eulogio se marchaban de la asamblea mientras eran despedidos educadamente con cortes de mangas al grito de “fachasasquerososhijosdeputa”.

Se realizó una oportuna campaña de conciencia ciudadana y para eso trajeron al famoso enólogo Sibar-Ita el cual dijo que desde la Edad de Bronce en la Meseta de Enfrente siempre se ha cultivado la uva vaporosa que es identitaria de este lugar.

Se les prometió a los vecinos que tendrían doble nacionalidad: Meseteros y españoles y que sería la última la que sufragara los gastos del nuevo Estado mientras los primeros no contribuían con nada pues eran independiente…

Se convocó referéndum para votar la independencia con fuertes medidas de seguridad ya que el opresor gobierno de España envió una pareja de reservistas voluntarios para que analizaran si era correcto o no aunque en verdad era ilegal aunque eso habría que verlo…

Don Mariano, Sr. Presidente, que aquí se está votando en las fiambreras y en los cubos de comidas de los cochinos…, le decían ese aciago día para nuestra democracia los reservistas mediante correos electrónicos al presidente del gobierno.

Esperamos órdenes por si tenemos que llamar al Godofredo, que era un teniente retirado de la Legión.

La contestación presidencia fue una pregunta: ¿Los cochinos son cerdos o son gorrinos?

Ahí se terminó la conversación y los dos reservistas cogieron el petate y se pusieron hacer autostop en la esquina que da la espalda al pueblo donde es alcalde el Carpósforo.

El resultado fue un auténtico éxito. De 6900 vecinos votaron a favor de la independencia de la Meseta de Enfrente nada más y nada menos que 3.850.475 y solamente se contabilizó 300 entre blancos y nulos de los fachasasquerososhijosdeputa que están en contra de nuestras raíces e historia.

En España causó pavor esta hordas independentistas mesetarias y en Europa y resto del planeta se secaban los lágrimales del cachondeo que había.

Trump llamó a Merkel y le dijo que aparte de gustarle ese bolso amarillo que es igual al rosa, azul y marrón que tenía para los viajes oficiales le hizo una apuesta de qué haría el presidente ante esta birria de independencia.

Nadie ganaba pues los dos apostaron en que no haría nada.

Don Mariano mientras caminaba detrás de su perrito pensaba que hacer con ese yersi gordo que le regalara su tía-abuela y que ya se le había quedado algo antiguo.

¡Qué incordio de tío el del ático que me está diciendo aplique el 155 en la Meseta de Enfrente! Se decía mientras la baba se le caía del frío que hacía en ese momento.

Al final ni 155 ni 061 ni nada de nada pues en una mañana de domingo se proclamó la república independiente de la Meseta de Enfrente siendo su pirmer presidente Carpósforo. Asistió como representante internacional el presidente de la república catalana Don Carles Puigdemont así como el/la presidenta de la república independiente de los retales de tela y otros géneros que fueron invitados a mesa sin mantel por respeto a estos últimos.

Carpósforo se extrañó muy mucho que asistiera Don Carles que según le dijeron estaba en busca y captura pero que voló y entró como salió…

“Queridos meseteros: Hoy es un día para esta república que como dice su constitución tiene doble ciudadanía y doble pasaporte. Desde hoy no serán festivos ni los sábados ni los domingos sino los lunes que es cuando este país tuvo el inmenso privilegio que yo naciera.

Dar la bienvenida a Don Carles Puigdemont y D/a Retal de Tela, augustos presidentes de repúblicas independientes que se han separado de ese estado opresor llamado España y a los que nombro como meseteros de honor con derecho a paga del estado opresor.

Seguiremos caminando como país independiente y pronto empezaré mis viajes oficiales al extranjero. El primero a Bélgica que me servirá de introductor Don Carles y allí permaneceré, por el bien de nuestro país, pues mucho me temo que el opresor estado vecino quiera invadirnos y enviarnos a nosotros, los sacrificados servidores de la “cosa” pública al talego.

Medallas, aplausos y todos otra vez al bar para ver el partido entre el Madrid y el Atlético mientras los más forofos leen el Marca.

Carpósforo se pasea con el coche oficial mientras saluda a nadie en medio de una tempestuosa llovizna y mientras en Madrid, Don Mariano escribe sus memorias de las que ya ni se acuerda...

¡Lo que faltaba a España: Carpósforo y la Independencia!


Jesús Rodríguez Arias