Allí está sentado mirando la misma
ventana de cada día. En su butacón pasa su vida donde recorre el mundo a base
de recuerdos.
No vive sólo, nunca lo ha hecho,
sino con su inseparable mujer que ha sido y es compañera de tantas batallas y
ahora cuando la edad avanza sin detenerse casi todos los hijos volaron del nido
primero aunque uno de ellos quedó y en él creo su propia familia.
Tiene las alegrías que cada día le
reporta, las tristezas que llevas engarzadas en el alma, la melancolía que
envuelve cada recuerdo. Eso tienen los años que cuando toca estar sentadito en
el butacón se vive a pálpitos de recuerdos.
Justo al lado de la ventana de cada
día una pequeña bandera española que besa todos los días porque la ama porque
ha dedicado toda su vida a dar la vida por ella. Una figura de la Virgen del
Pilar con manto verde, una vieja foto en blanco y negro aunque parezca sepia de
los años que han pasado donde ha quedado retratado un amor de por vida, con su
querida Julita, su mujer, en el día de su boda. También otra fotografía
realizada poco antes de que se jubilara donde vestido con su impoluto uniforme verde, con su reluciente tricornio recibía la enésima medalla concedida por
su valentía, su dedicación, su amor a España por medio de la Benemérita Guardia
Civil.
Sí, el abuelo ha sido, es y será
Guardia Civil lo mismo que lo fue su padre, ahora lo es su hijo, quien vive con
él, y ya se atisban maneras de su nieto el menor, que solo cuenta con 6 añitos,
pues no hay nada que le guste más que vestirse con el verde uniforme que le ha
hecho con sus propias manos y su limitada vista su abuela Julita.
El abuelo ya es muy mayor y le
fallan las piernas por eso no puede estar demasiado tiempo en pie pues se agota
y cuando eso le pasa se viene abajo. El abuelo pasa su vida frente a su ventana
de cada día mirando a través de ella a base de eternos recuerdos.
Y se acuerda cuando ingresó
formalmente en el Cuerpo porque antes ya lo era por ser el hijo del Cabo Julián
que pasó toda su vida en un pueblo de Aragón donde era muy querido y valorado.
Recuerda los ojos emocionados de sus
padres, sus hermanos, del pueblo donde se crió y creció, de los propios
compañeros y mandos que lo vieron echar los dientes en la Guardia Civil de la
que ya era miembro por derecho propio como siempre lo había sido.
Recordaba como cogido de la mano de
su padre se encontró con el Capitán D. Dionisio y este último siempre le decía:
¡¡Julián, aquí tenemos un hijo del Cuerpo, un Guardia Civil!! ¡¡Y lo fue porque
pienso que siempre lo había sido!!
Ya ni se acuerda en cuantos lugares
estuvo destinado, cuantas Casas Cuarteles habitó junto a su familia, cuantas
horas de sufrimientos, cuantos padecimientos, cuantas ingratitudes así como
cuantas y cuantas alegrías de saber que con su labor que como buena vocación
dura todo el día va ayudando a unos y otros sin apenas darse cuenta.
Por recordar, recuerda como conoció
a Julita cuando apenas tenía 14 años, hija de un Guardia Civil también y de
como la pretendió hasta que al cumplir la mayoría de edad formalizaron su
noviazgo que duraría 7 años de la época. Recuerda el día de su boda en esa
Iglesia pequeñita oficiada por el Padre Germán, amigo de la Familia, del
almuerzo de familia que fue el convite y de cómo nunca le pudo dar un viaje de
novios a modo de luna de miel.
Recuerda el nacimiento de sus dos
niñas; Julita y Marta así como de Alonso el benjamín que nació cuando nadie lo
esperaba aunque fue tan deseado y querido como las dos mayores. Alonso fue el
que siguió la tradición vivencial de pertenencia a la Guardia Civil de
generación en generación.
Recuerda momentos muy buenos y otros
bastante malos aunque en todos su corazón patrio latía en verde.
Hoy el abuelo se ha levantado lleno
de melancolías que traspasan todos los tiempos y allí está sentado en el butacón
con la mirada perdida en esa ventana suya de cada día mientras su nietecillo
con su viejo tricornio en las manos le dice muy cerquita al oído: ¡¡Abuelito,
mira lo que tengo!! Y él sonríe como solo lo sabe hace un Guardia Civil.
Jesús Rodríguez Arias
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