Llevo unas semanas en las cuales
abro mi particular ventana como cada viernes de una manera más personal, más
íntima, más cercana, más nuestra.
Está bien el escribir aportando
cuantiosos datos de las labores, misiones y servicios que prestan nuestros Cuerpos
y Fuerzas de Seguridad del Estado aunque ello también una nota de frialdad que
en este tipo de artículo como el que ahora estoy escribiendo no se dan.
Volveré en próximas semanas a
escribir sobre estas misiones, estos servicios y seguiré aportando esos datos
tan pocos conocidos generalmente aunque hoy prefiero abrir mi ventana de forma
suave, tranquila y con la calidez que me da la cercana chimenea que ilumina y
da calor al hogar.
Hoy mis palabras van dedicadas a
esos Policías que se patean la calle, que mantienen con su sola presencia la
seguridad ciudadana, los que están para ayudar en primera instancia y también
para enfrentarse a cualquier problema o
delito que se pueda cometer.
Suelen ir en pareja, suelen vigilar
a pie de calle o recorriendo cada palmo dentro del coche, suelen ir
pertrechados con chalecos antibalas y en ocasiones muy excepciones incluso con
metralleta.
Son los Policías que cada mañana,
tarde e inclusive noche están por las calles de nuestras ciudades vigilando que
nada que no tenga por qué pasar suceda. Son esas personas siempre amables,
respetuosas, que a fuerzas de tratarlos vas conociéndolos y ya no son la
Policía sino Juan, Antonio, Pepe, María, Carlos, Manuel...
Cuando a uno de nuestros Policías se
les pone nombre propio se crea un puente de afecto y ya no son unos
desconocidos sino amigos de ese lugar, de ese barrio, de esa calle que recorren
a cada palmo ofreciendo algo más que seguridad.
Y cuando esos Policías, que ya para
nosotros tienen nombre y apellidos, son depositarios del cariño de sus
conciudadanos a los que ven, tratan y protegen todos los días entonces no es
raro verlos cuando no están de servicio en cualquier actividad que se
desarrolle por la zona porque a fuerza de tratarlos se convierten en verdaderos
amigos.
Ciertamente no sé explicar el por
qué nos impresiona tanto la presencia de un Policía cuando su único fin, su
única meta es la de protegernos. ¿Qué es lo que tememos si nosotros no hemos
hecho nada, si tenemos la conciencia tranquila?
Con el tiempo ya esa pareja de
Policías no son dos extraños que caminan cada palmo de calle sino dos amigos
del barrio, dos personas no solo en los que confiar sino que se les tiene
confianza, al que se les conoce en su labor profesional como también en lo
personal pues si algo tenemos bueno los españoles es que cuando cogemos
confianza y nos sentimos a gusto nos abrimos a los demás.
Y esos dos buenos queridos amigos
vestidos de azul que desempeñan con ejemplaridad su misión como Policías son
los que están siempre a las duras y a las maduras, los que da gusto saludar e
intercambiar una conversación porque ya forman parte de uno, del lugar, de la
calle, del barrio, de cada casa.
Son las personas a las que primero
acuden porque saben que en ellos si se puede confiar.
Por eso la grandeza y también la
complejidad de la labor cotidiana de preservar la seguridad ciudadana porque lo
mejor de las personas sale cuando se encuentran tranquilas, seguras, cómodas y
confiadas. Todo eso suele pasar cuando atisbamos desde nuestra ventana la
figura de esos ángeles de azules, de esos queridos Policías que ya son por
derecho propio parte de nosotros, de nuestras familias, de nuestro hogar.
Y aquí asomado a mi ventana, que
bien sabéis es la vuestra, veo como se alejan esos dos Policías que cumplen su
servicio a pie de calle.
Con mi admiración y respeto.
Jesús Rodríguez Arias
Efectivamente, estos ángeles de azul con su sóla presencia crean un clima de tranquila serenidad entre los vecinos del barrio. Como muy bien dices, querido amigo, los españoles, cuando cogemos confianza solemos abrirnos a los demás y terminamos compartiendo con nuestros policías las anécdotas del día y hasta cuestiones personales, cuestión que da lugar a una mejor interacción entre los vecinos y los policías que día a día vigilan nuestro entorno más cercano. Mi reconocimiento más agradecido a la labor de estos seres humanos, ángeles de azul. Por la profesión que he ejercido conozco personalmente a muchos de ellos a nivel personal, son personas cercanas, sencillas, como tu y como yo, con su familia, su hipoteca, a veces con problemas familiares, como cualquiera de los que estamos leyendo este artículo. ¿Quién no quiere la presencia de los ángeles azules?, pues está claro, el que algo teme, el que prefiere verlos de lejos, el antisistema y el que seguramente ha tenido algún que otro problema con la Ley. Felicidades amigo Jesús, y un fuerte abrazo desde Almería.
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